En los medios

El Cronista
6/09/19

Karina Gao, la economista que es furor en redes con sus recetas gourmet para bebés

A través de su cuenta Mon Petit Glouton comparte platos fáciles “para toda la familia”. Llegó de China con 9 años. Se formó en la Di Tella, donde se graduó como Lic. en Economía Empresarial. Está en contra del fundamentalismo alimentario infantil.

Por Guadalupe Sánchez Granel


Con 116 mil seguidores en Instagram, es una de las cocineras más influyentes de las redes sociales. “Siempre me gustó mucho cocinar porque me gustaba comer”, cuenta Karina Gao, quien a través de su cuenta Mon Petit Glouton comparte recetas fáciles, ricas y gourmet “para toda la familia”.

Convertirse en madre de gemelos fue el disparador que llevó a esta licenciada en Economía Empresarial (Universidad Torcuato Di Tella) y Máster en Management con Majeur en Entrepreneur (HEC París) a enfocarse en alimentación y primera infancia: lejos de los platos convencionales, propone comidas sofisticadas pero “accesibles” para ofrecer mayor variedad de opciones con los mismos ingredientes. Su fama en las redes la llevó a publicar su primer libro, 'Mon Petit Glouton: 70 recetas para bebés gourmet' en 2016 y a participar, en 2018, en el reality show gastronómico 'El Gran Premio de la Cocina', donde estuvo a poco de ganar.

Casada desde hace 7 años con el francés Dominique Croce -alias @elfranchutearg, por su cuenta de Instagram, emprendedor que creó la billetera digital Benkopay- y madre de los gemelos Benjamin y Simon, dos simpáticos nenes de 4 años que testean todas sus creaciones, hoy Gao divide su tiempo entre su trabajo en una empresa exportadora, sus recetas para Instagram, sus videos para YouTube, los talleres y capacitaciones que da en todo el país, su rol como embajadora de Fundación Pilares y la escritura de su segundo libro, que saldrá a fin de año, con comidas que se hacen en 20 minutos, platos para disfrutar un fin de semana con amigos, menúes que no generen desperdicios y distintas opciones de viandas Pero antes de ser una exitosa food influencer, Gao fue una niña nacida en China que los 9 años se mudó a la Argentina junto a sus padres y tomó su primer contacto con su actual pasión cocinándoles a ellos. “Trabajaban todos los días, todo el día. Empezaron de a poco a delegarme tareas. Cuando uno es inmigrante, se tiene que arremangar. Creo que haberme tomado un avión para irme a vivir a otro país siendo tan chica me envejeció cinco años de repente”, relata.

Cuando llegaron, su papá trabajó como albañil durante algunos meses y luego fue cadete de supermercado durante un año para aprender del negocio. Su mamá era empleada en un local que terminó comprando en cuotas y donde vivieron los dos primeros años, hasta que lograron abrir un supermercado propio.

Su amor por la cocina -en especial la china- creció con el tiempo, pero se circunscribía a un hobby. “Estudié Administración de Empresas, hice un máster en París, trabajé en L’Oreal y en una banca de inversión. Lo mío venía por ahí. Pero como nos invitaban mucho a comer afuera para hablar de negocios, me volvió el interés por la gastronomía. Hice un par de cursos para aficionados. Cuando volví a la Argentina, ya con Dominique, decidí estudiar en el Instituto Argentino de Gastronomía”.


¿Cómo te convertiste en food influencer

Soy hija única y siempre hubo un tema: no tenía con quién hablar. Entonces, desde los 18 escribo blogs: al principio en chino, después en español; hasta que en 2009 empecé un blog que se llamaba Palitos de Bambú, sobre comida china, donde hacía el paso a paso de recetas tradicionales. Siempre me pareció que la comida china estaba mal difundida en la Argentina y quería reivindicarla. Me casé y seguí haciendo el blog, pero me daba cuenta que la comida china no terminaba de seducir a los argentinos. En 2014 hice una pausa porque quedé embarazada y tuve un embarazo muy complicado. Cuando nacieron, estuve 6 meses cuidando a los chicos y me empezó a picar el bichito de la gastronomía otra vez. Pensé en lanzar un blog sobre mi maternidad, una idea que no me terminaba de cerrar. Pero cuando los chicos arrancaron a comer, dije: “Esto es lo mío”. Empecé con una página de Facebook, en 2016. Después me pasé a Instagram y ahí explotó. Para mí, eso de food influencer es un sombrero demasiado grande para cualquiera. No es una palabra muy correcta porque me parece que influir es subestimar al otro. Y yo no quiero influenciar, quiero compartir.

¿Por qué sos un boom en Instagram y YouTube? 

Hoy existen muchas cuentas de comida para chicos y familias, cada una tiene su nicho. En mi caso, el objetivo fue ir a lo tradicional. Siento que con la comida hay que ir a la raíz porque hay mucho extremismo: actualmente, con la comida todo es culpa. Y falta la parte de la felicidad, del disfrute, de ese recuerdo que genera la comida de las abuelas. Sean ricas o no, es el emotivo lo que hace que una comida sea rica y memorable. Y también quería salir de lo étnico: ¡basta de lucrar con mi cara china! (risas). Así que arranqué con comida francesa, y luego de los inmigrantes que llegaron acá. Creo que eso es parte del atractivo, también. Después está el hecho de que me ocupo mucho del contenido: las recetas que posteo son probadas por mí y puedo garantizar que siguiendo esos pasos se logran. Creo que es muy frustrante cuando la gente se anima a cocinar y no le sale. Mi objetivo principal con mi cuenta es atraer a la gente de vuelta a la cocina, que dejen un poco el delivery. Mis recetas son fáciles y mis seguidores lo valoran. ¿Qué pasa hoy con la alimentación de la primera infancia? Hay mucho fundamentalismo y mucha desautorización de los pediatras, a quienes tildan de dinosaurios. Entiendo que se va evolucionando, pero muchos atacan las recomendaciones de los profesionales que se formaron para eso. Me parece que está bien cuestionar, preguntar, cambiar, pero no desautorizar a los médicos. Estamos en un mundo muy polarizado, y eso también pasa con la comida infantil. Sé muy bien cuál es mi rol: soy cocinera y quiero que la gente cocine más. Si el niño puede comer espinaca a los 6 meses o no, no está dentro de mi jurisdicción. La lista de alimentos la da la pediatra, y yo soy un apoyo porque te enseño cómo hacer para que eso sea rico. Si el médico te dice que tiene que comer espinaca, te doy ideas. Pero nunca te voy a decir cuándo puede o no puede comer un niño cierto alimento.

Personalmente, no tengo una postura extremista. Por ejemplo: hay madres que le dan gaseosa a sus hijos. Siempre voy a buscar que la eviten, pero si toman una vez cada tanto no pasa nada. No me gusta hacer sentir mal a las madres, que bastante culpas cargan muchas veces. Sí tengo una postura muy clara con respecto a que si tomaste la decisión de que algo poco saludable entre a tu casa, lo disfrutes, porque la comida nunca es culpa.

¿Cómo cambió Instagram tu interacción con tus seguidores y cómo manejás tu privacidad?

La llegada de las stories generó más cercanía con los seguidores. Comparto mucho de mi vida y la gente detrás de la pantalla cree que soy una amiga más. Me pasó que cuando fuimos a París y nos robaron 4 valijas, en el chat de mis amigas una pone: “Kari, me enteré por el chat de mamis del colegio”. Mi marido se suma: por suerte le divierte. Obviamente hay una cuota de invasión a la privacidad, pero me hago cargo de que decidí meterme en esto y es parte del juego. Pero soy muy libre en cuanto a qué publicar: cuando hay cosas que no quiero compartir, no lo hago. Y además tomo mis recaudos: no muestro las caras de los chicos, no saco fotos ni subo stories cerca de su colegio, no digo en qué barrio vivo, ni dónde queda mi trabajo.

Al principio mostrabas a tus gemelos. ¿Por qué ahora tienen menos exposición en tu cuenta? Eso surgió de una discusión con mi marido. Cuando arranqué, naturalmente subía fotos de los chicos. A esas publicaciones les iba mucho mejor y, como yo hacía comida para chicos, era perfecto. Pero un día mi marido me hizo ver que la imagen era de ellos, que quizás no querían mostrarse y que lo estaba haciendo sin que ellos pudieran decidir. Tuvimos una charla muy profunda y le dije que iba a tener que cerrar el negocio, porque pensaba que si dejaba de mostrarlos, se iba a terminar todo. Y me dijo algo en lo que tuvo mucha razón: “Si tu página no funciona por dejar de mostrar la cara de los chicos, es porque tu página es mala. Porque tus recetas deberían valer por sí solas”. Ya pasaron 2 años desde que dejé de mostrarlos y no hubo ningún problema. Creo que fue muy buena decisión.