En los medios

Clarín
1/09/19

¿El G-7 obtiene mejores resultados?

El profesor del Dpto. de Ciencia Política y Estudios Internacionales analizó la agenda de la la reciente reunión del G7 y qué factores contribuyeron a darle un realce al foro, que se consideraba un formato del pasado. Sobre la reunión, Pérez Llana sostuvo: "Hubo avances diplomáticos ostensibles".

Por Carlos Pérez Llana

Quienes venían sosteniendo que el “Grupo de los 7” era un formato del pasado, esgrimen que estos países representan menos del 50% del PBI mundial, mientras que una de las grandes ventajas del G20 radicaría en que allí existen los países emergentes y algunas potencias económicas insoslayables como India, China y Corea del Sur. Resulta innegable que en la reciente reunión del “G pequeño”, celebrada en Biarritz, hubo avances diplomáticos ostensibles, más allá de cómo evolucionen los acuerdos alcanzados. Entonces caben dos preguntas: ¿qué agenda hubo y qué factores contribuyeron a darle realce a un Foro que se consideraba irrelevante? La agenda prevista eran las desigualdades.


En esa línea se anotaba el papel de los Estados para reducirlas, de allí las expectativas que despertaban las cuestiones fiscales. En “la previa” todo hacía pensar que Trump y Macron iban al choque: Francia venía de aprobar un impuesto a las tecnológicas, las populares GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon), y Washington había respondido con una amenaza: aranceles a los vinos franceses.

Sin embargo, la agenda sumó otros temas. Y aquí aparece una novedad inteligente; en este G7 no hubo un Comunicado Final. Una idea excelente. El minilateralismo sirve si hay acuerdos concretos, pero la burocratización de estos eventos hace que durante meses los negociadores redacten un Comunicado que finalmente poco dice.

Sin comunicado se reduce el papel de los diplomáticos y se destaca el papel de los Presidentes. Y eso es bueno, para eso existen estas “cumbres”. Sin Comunicado Final, surge entonces la flexibilidad y se abre el espacio de la política. Al introducirse el oxígeno de la realidad se habilita la incorporación de nuevos temas y habilita a la diplomacia presidencial.

Rápidamente en Biarritz la agenda se amplió. Y así aparecieron algunos de los grandes temas que hacen a la paz y a la cooperación internacional. De poco sirvieron los discursos ya escritos, hubo que innovar. El tema del Acuerdo Nuclear asociado a Irán, las cuestiones climáticas y Rusia se constituyeron en ejes de una agenda rica y real. Con Irán hubo avances, modestos pero avances al fin.

El canciller iraní se desplazó a Biarritz, sin incorporarse a la reunión, y fue establecido un borrador de acciones: por un tiempo se podrían suspender las sanciones petroleras que los EE.UU aplican a Irán, a cambio de un freno a las recientes decisiones unilaterales adoptadas por Teherán. Quedó en carpeta, como posible, un encuentro entre Trump y el presidente iraní. Trump la dio como factible. No habrá seguridad total en el Estrecho de Ormuz, pero el riesgo disminuyó. Y otro logro no menor: perdieron protagonismo los sectores más intransigentes, que habitan en Teherán pero también en Israel y Arabia Saudita.

Días previos al G7, Macron recibió a Vladimir Putin. En ese encuentro se puso en evidencia la estrategia francesa. Una Europa fragilizada por el Brexit, atenazada por el unilateralismo americano y por el expansionismo chino, necesita sumar a Rusia. Macron no ignora que en Moscú existe un debate estratégico entre los sectores que impulsan una alianza revisionista con China y los que sostienen que en esa opción Rusia se convertirá en un junior partner de Pekín. Para estos grupos la clave pasa por volver a Europa. Y ese fue el discurso de Macron en la “previa al G7”. En Biarritz se planteó y estuvo presente la gran cuestión: el regreso de Moscú al Grupo.

Todavía hay resistencias en Europa, se trata de levantar las sanciones impuestas a Rusia luego de la invasión a Ucrania. Pero el tema ya está en la agenda. Macron y Trump coincidieron.

La cuestión climática se impuso por el peso de las circunstancias: los incendios en la Amazonia. Macron no sólo trata de velar por algo que considera propio, el Acuerdo Climático firmado en París (2016), sino que habría llegado a un convencimiento. En una Europa descreída de la política y carente de un discurso movilizador, la temática ecológica puede llenar el espacio de la utopía sin la cual no existe la política.

Ese descubrimiento no es ajeno a una realidad: en las recientes elecciones europeas los “partidos verdes” alcanzaron excelentes resultados. Nadie puede soslayar la importancia de la selva amazónica, pero históricamente los que niegan el desafío climático, como Trump y Bolsonaro, eluden el tratamiento de esta agenda.

Las imágenes hablaron por sí mismas y en Biarritz también. Este episodio obviamente complicará, aún más, la aprobación del Acuerdo Mercosur/Europa. Pero en verdad al gobierno brasileño le interesa más la firma de algún tipo de Acuerdo Comercial con los EE.UU que con la Unión Europea. Concluyendo, datos no menores: la conducta de Trump y la audacia de Macron.

Contra todos los pronósticos no hubo el “6+1” porque estuvieron ausentes las excentricidades del trumpismo. Tal vez en la Casa Blanca, consagrada a la pulseada estratégica con Pekín, se evaluó que los EE.UU no pueden dilapidar soft power ni profundizar el unilateralismo, los aliados son necesarios.

Finalmente, la diplomacia francesa además del éxito de la reunión logró algo impensable: Trump no castigará a los vinos franceses y Francia se comprometió a interrumpir el cobro de impuestos a las GAFA cuando en el 2020, en el seno de la OCDE, se apruebe una medida similar. Además reintegrará los cobros efectuados. En el 2020 ,Trump será el anfitrión del G7.

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