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El Día Online (La Plata)
19/08/19

Es hora de que alumnos y docentes ingresen en la 4ª Revolución Industrial

Marcelo Rabossi, profesor e investigador del Área de Educación de la Escuela de Gobierno UTDT, escribió acerca del impacto de la modernidad en la educación superior nacional. "El país muestra una escasez de capital humano para aprovechar sus ventajas comparativas naturales y tecnológicas", diagnosticó Rabossi.

Por Marcelo Rabossi
En 1942 Joseph Schumpeter acuña el término “destrucción creativa” para describir como las empresas con prácticas modernas y más eficientes desplazan a aquellas que seguían manteniendo viejas rutinas.
Hoy, este proceso avanza a pasos agigantados. Pero no es para asustarse, sino para reconvertirse.
Un estudio hecho para Inglaterra y Gales evidenció que durante los últimos 140 años, la incorporación de tecnología había generado más puestos de trabajo que los destruidos.

Sin embargo, para no sufrir los aspectos negativos del impacto de la modernidad, un país debe formar un capital humano capaz de incorporar las nuevas tecnologías como complemento y no como sustituto de las labores humanas. Asimismo, todo es cuestión de proporciones. Si no formásemos filósofos, por ejemplo, quedaríamos huérfanos de pensamiento crítico de reflexión profunda.Todas las profesiones son necesarias ya que cumplen funciones sociales distintas y complementarias.



Sin embargo, el país muestra una escasez de capital humano capaz de aprovechar sus ventajas comparativas naturales y tecnológicas. Se forman solo 50 ingenieros en computación por año y 355 matemáticos. Por otro lado, casi 6.000 psicólogos y 19.000 abogados egresan cada año. En términos comparativos, sobre-invertimos en la formación de recursos humanos que poco aportan al crecimiento económico. Y no significa aquí frustrar preferencias personales sino estimular el gusto por ciertas carreras que hoy se perciben complicadas, largas o masculinizadas.

Numerosos estudios muestran que la elección de una carrera es producto de la “pasión” por ciertas profesiones, sea por el ideal de ayudar al mundo o consecuencia de un mandato familiar implícito.
Asimismo, la expectativa salarial es un argumento que se repite. Por otro lado, la complejidad académica percibida por ciertas carreras ahuyenta potenciales alumnos.

¿Qué hacer entonces? La preferencia por una carrera universitaria no nace de la nada ni se gesta de un día para el otro. La baja formación cuantitativa sesga a nuestros alumnos a la hora de elegir una profesión. Según las pruebas Aprender tomadas a alumnos de 5º año, casi el 70% ni siquiera alcanzó el nivel satisfactorio en su desempeño matemático. Así, en parte, se comprende el porqué las ciencias aplicadas y exactas no se encuentran entre las preferidas. Sepamos que el mundo ha ingresado en la 4ª Revolución Industrial, aquella de la matemática, robótica, la nanotecnología y la inteligencia artificial. Es hora de que nuestros docentes y alumnos también.

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