En los medios

Clarín
9/08/19

¡Yo viví en la casa de Deleuze!

El profesor del Dpto. de Estudios Históricos y Sociales escribió acerca de su estancia lingüística y filosófica en París mientras la cual vivió en la casa en la que vivió el filósofo Gilles Deleuze durante veinte años.

Por Luis Diego Fernández


Cuando tomé la decisión de hacer una estancia lingüística y filosófica en París durante un mes no sospeché que el azar, el destino o el deseo podían conducirme a habitar en la casa en la que vivió el filósofo Gilles Deleuze junto a su mujer Fanny y sus hijos Émilie y Julien durante veinte años, de 1970 a 1990.

A fines del año pasado solicité una casa de familia con un cuarto grande sin niños ni mascotas. A los pocos meses recibí la notificación de que me había sido asignado un lugar sobre la calle Bizerte, una brevísima arteria entre Truffaut y Nollet en el Quartier des Batignolles ubicado en el arrondissement 17°. El número del edificio dónde viviría sería el extraño 1 Bis y mi departamento se encontraba en la puerta de la izquierda del primer piso. Producto de cierto fetichismo y obsesión que me lleva a investigar detalles de las vidas privadas de los filósofos que estudio, tenía conocimiento de que Deleuze había vivido sobre la calle Bizerte pero no recordaba el número exacto. Al tomar contacto con Catherine, la dueña actual del departamento, le consulté si estaba al tanto de que el filósofo había vivido en esa calle y me respondió: “Deleuze ha vivido en nuestro inmueble, además vivimos en su apartamento, y tu cuarto será su viejo estudio”.


Para alguien que dedica gran parte de su tiempo de trabajo a determinado filósofo habitar en el cuarto que ese mismo filósofo tenía por estudio y en el cual escribió una gran cantidad de sus obras fundamentales (en la década del setenta y ochenta Deleuze publica textos como El Antiedipo o Mil mesetas, solo por mencionar dos) resulta entre fascinante y extrañamente fantasmático. Al llegar finalmente al lugar pude comprobar que se trata de un edificio sobrio pero elegante, nada ostentoso más bien austero, en el cual viven familias jóvenes con chicos o parejas grandes de clase media. Tras pasar una reja uno ingresa a los departamentos, el que habitaba Deleuze con su familia es un piso amplio con numerosos cuartos que mediante una escalera conduce a una planta baja donde era su estudio, que actualmente los dueños disponen para colocation (alquiler).

El otrora estudio y hoy cuarto de alquiler es cómodo y luminoso, con piso de madera y dos grandes ventanas que dan a un patio interno. Catherine y Marc-Henri, los actuales propietarios, han decorado el espacio con un estilo pop setentoso, las paredes están pintadas de rojo y naranja, una gran lámpara corva y un afiche del filme La belle personne de Christophe Honoré con Léa Seydoux completan los ornamentos austeros. Hay además un pequeño toilette con lavadero incorporado y una puerta de servicio que permite salir al exterior sin ascender al primer piso, lo cual otorga al locatario ocasional de cierta autonomía si se porta la llave, como era en mi caso.

Es fácil comprender por qué Deleuze había tomado este ambiente como su estudio: es silencioso y agradable, ideal para trabajar. El mismo filósofo lo dice en una carta enviada a su amigo Pierre Klossowski el 30 de octubre de 1970: “Estamos instalados nuevamente en París. Impresión de volver a encontrar esta ciudad que nos faltaba, y sobre todo de estar más cerca de aquellos que amamos. Tenemos un apartamento extrañamente silencioso cerca de la hormigueante plaza Clichy”. Los Deleuze se habían mudado de Lyon (donde Gilles trabajaba en la Universidad) durante el transcurso del verano de 1970. Deleuze había aceptado entusiasmado la invitación de Michel Foucault, director del departamento de filosofía del naciente Centro Universitario Experimental de Vincennes (actualmente la Universidad París 8 Vincennes – Saint Denis), para formar parte del plantel docente. Allí trabajaría hasta su retiro en 1987.

Efectivamente, la calma que señala Deleuze se percibe todavía en la actualidad, uno puede visualizar gran parte de esta habitación en el llamado Abecedario, una serie de conversaciones que mantuvo el filósofo con Claire Parnet en 1988 y que fue grabado in situ. Mi reacción al habitar allí durante un mes fue comprobar la perfecta sincronía entre la obra deleuziana y el espacio donde gran parte de ella fue gestada.

El filósofo viajó relativamente poco y en París habitó casi siempre en el arrondissement 17°, de hecho, el departamento desde el cual se suicida arrojándose al vacío también está en el mismo distrito, en el número 84 de la Avenida Niel, justo en la esquina de la calle Balny d’Avricourt, no muy lejos de la casa en Bizerte.

Viviendo aquí uno podría decir que la filosofía deleuziana porta cierta lógica propia de Batignolles, un distrito burgués-bohemio lejano de los íconos turísticos parisinos y de las zonas más visitadas, un barrio donde uno puede hacer una vida urbana muy disfrutable, ajeno a los focos de atención.

A pocas cuadras de la calle Bizerte está la Place de Clichy, centro neurálgico del lugar, donde hay un par de cafés (recomiendo Le Petit Poucet) ideales para leer, tomar apuntes y observar el paso de los habitantes de esta París mestiza llena de árabes y asiáticos; también cerca, saliendo de la estación del metro donde se detienen las líneas 2 y 13, hay una hermosa librería llamada La librairie de Paris con un nutrido catálogo de perfil literario y filosófico. A muy pocas cuadras de allí llegamos a la zona roja de Pigalle, espacio de sexshops, shows eróticos y cines porno, por la noche algo lumpen. Toda esta geografía urbana da un tono algo anarquizante y vitalista al enclave donde se encuentra la casa de Deleuze.

Para una ciudad repleta de placas que testimonian la residencia de numerosos intelectuales y artistas en sus edificios resulta llamativo la ausencia de toda referencia al paso de Deleuze por la casa de Bizerte (y también en la casa de Avenida Niel). Pero en rigor resulta coherente para quién desarrolló el concepto de “devenir-imperceptible”; podríamos pensar que lo perceptible es cierta resistencia a la constatación de la territorialización, o bien, por el contrario, que el deleuzismo es perceptible en todo eldistrito 17° y específicamente en Batignolles.

A diferencia de Foucault cuyo departamento de la calle Vaugirard (que sí tiene una placa que lo registra) se haya en un edificio refinado dentro del coqueto arrondissement 15°, no hay rastro alguno del paso de Deleuze por París. Catherine, la actual dueña, me dijo que Deleuze no es un filósofo masivo ni leído por fuera de los círculos académicos, que no es popular ni célebre en Francia. Creo que tiene razón, en comparación con la canonización de Foucault, cuyas obras se han publicado en la prestigiosa colección de La Pléiade de modo consagratorio, la obra de Deleuze se mantiene aún en una circulación, empleando un término cercano a su pensamiento, minoritaria.

Al dejar el 1 Bis de Rue de Bizerte me invadió cierta melancolía. Regresé a Buenos Aires abierto a otros devenires, con mi “moi” cediendo a un “nous” impersonal. Nunca sabré qué me condujo allí. Pero jamás creí demasiado en lo azaroso.