En los medios

La Nación
7/07/19

La productividad laboral, bajo amenaza por el calentamiento global

Darío Judzik, director de Formación Ejecutiva e investigador asociado al CEPE, de la Escuela de Gobierno UTDT, fue consultado por La Nación acerca de cómo inciden las condiciones climáticas en la economía. "La informalidad laboral, las condiciones de pobreza y la agricultura de subsistencia generan naturalmente una exposición mayor a las condiciones climáticas", sostuvo Judzik.

Por Silvia Stang
Menos horas de trabajo, caída de la productividad laboral, reducción de la actividad económica. Las tendencias a la baja de esos factores son, o en todo caso serán, una contraparte de un proceso que incluye una suba: la de la temperatura promedio del planeta, un fenómeno que se intenta moderar en diferentes latitudes con prácticas para el cuidado del medio ambiente.

El cambio climático, según advierte un informe global recientemente difundido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), provocará -por la elevación de temperaturas en el ambiente- un incremento de los casos de estrés térmico entre los trabajadores. Esa expresión se refiere a lo que ocurre cuando el cuerpo de una persona se encuentra afectado por un calor mayor al que es tolerable sin que haya consecuencias en el funcionamiento fisiológico.

La proyección general de la OIT indica que para 2030 el calentamiento llevará a que se reduzca un 2,2% el número total de horas trabajadas y a una pérdida en la producción mundial equivalente a unos 2,4 billones de dólares. Además de los días no trabajados por cuestiones de salud, otros factores incidirán para que se produzcan perjuicios económicos: entre ellos, un menor ritmo en la realización de tareas, una mayor propensión a cometer errores y un aumento del riesgo de sufrir accidentes.

En el caso de la Argentina se estiman consecuencias más leves que para el promedio mundial, con una baja de 0,15% del tiempo trabajado en el total de la economía para 2030, lo cual equivaldrá a lo producido por unas 30.900 personas. Se detalla que, en 1995, en la agricultura y en la construcción las horas no trabajadas por estrés climático representaron el 0,29% del total en cada uno de los dos sectores, mientras que para 2030 se proyecta que ese índice subirá a 0,60% en cada caso. En las tareas de la industria y los servicios el fenómeno es menos perceptible.

Las estimaciones hechas, dice el informe del organismo, son conservadoras. Están basadas en el análisis de tendencias de la fuerza del trabajo y en el supuesto de que el ascenso de la temperatura del planeta llegará a 1,5°C a fines de siglo. Una cuestión que se aclara es que para proyectar efectos se partió del supuesto de que las actividades más afectadas (la construcción y la agricultura, porque están basadas en tareas al aire libre) se desarrollarán a la sombra, algo que no necesariamente será así (la suposición se hizo por la cantidad de horas de cielo nublado que hay en los países tropicales y por la posibilidad de trasladar horarios de trabajo). Si no se hubiera considerado esa hipótesis, la caída global de horas llegaría a 3,8%.

Una advertencia que hace la OIT es que, más allá de la ubicación geográfica de cada país, un aspecto que tendrá su incidencia es el nivel de informalidad, ya que se trata de una condición de trabajo asociada a la vulnerabilidad y a un no adecuado cuidado de la salud frente a los riesgos. En este punto, América Latina es un región que se mira con especial atención. El documento indica que incluso los países con ingresos que son relativamente altos dentro de la región, "como Chile, Brasil y la Argentina", tienen elevados niveles de informalidad, superiores al 40%.

La estadística más reciente del Indec (correspondiente al primer trimestre de este año) muestra que 35% de los asalariados no tienen aportes jubilatorios, pero debe tenerse en cuenta que la falta de registro es mucho mayor entre los cuentapropistas. Un relevamiento de 2018 del Observatorio de la Deuda Social de la UCA indica que más de 49% de los ocupados del país está en la economía micro informal. Es un nivel que, según diferentes estudios (algunos de ellos de la OIT, basados en datos del Indec) se mantiene sin variaciones significativas desde hace varios años.

"La informalidad laboral, las condiciones de pobreza y la agricultura de subsistencia generan naturalmente una exposición mayor a las condiciones climáticas -analiza Darío Judzik, director de Formación Ejecutiva e investigador asociado al CEPE, de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella-. Los sectores con elevado nivel de estrés por calor son los que tienen alta incidencia de condiciones laborales precarias e informales".

Crear mejores empleos

A la par de los perjuicios estimados del cambio climático en el empleo y la producción, existe otra realidad: "Hay un gran potencial de desarrollo de empleos verdes", dice Christoph Ernst, especialista en Empleo y Desarrollo Productivo de la OIT en la Argentina. Agrega que el proceso de transición hacia una economía más cuidadosa con el medio ambiente (en la que cuenta el avance de la producción de energías a partir de fuentes renovables) conlleva la posibilidad de que se generen puestos vinculados a perfiles mejor calificados. Eso, de por sí, impactaría positivamente en la calidad de las ocupaciones y ayudaría a mitigar los efectos negativos de diferentes factores de riesgo.

El informe global de la OIT, de hecho, señala -entre otros puntos- que debería acelerarse la transformación estructural de la producción rural, para que las tareas humanas se realicen en mejores condiciones y con menor necesidad de esfuerzos físicos. Los avances serían dispares según la región del mundo, y un aspecto que el análisis no deja de lado es que las consecuencias negativas del cambio climático tenderán a profundizar las desigualdades sociales.

Para Judzik, el auge de las energías renovables trae "una nueva dinámica en el mercado laboral, que podría colaborar para revertir significativamente las tendencias negativas del factor climático en el empleo". Y agrega: "Es una industria pujante, ubicada en la frontera de la innovación tecnológica y con posibilidad de demanda laboral amplia, que tiene potencialmente la capacidad de revertir la tendencia del calentamiento global", analiza.

En referencia a la actividad rural, Pedro Américo Furtado de Oliveira, director de la oficina de la OIT en la Argentina, afirma que en el país se empezaron a articular acciones con representantes de los sectores empleador y sindical, "porque comparten la preocupación por el futuro del trabajo y los impactos sobre la productividad". Y, según advierte el funcionario, se trata de desafíos que "hay que abordar en el corto plazo".

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