En los medios

La Nación
22/06/19

El "Nobel de Educación" y nuestra deuda pendiente

Andrés Hatum, profesor de la Escuela de Negocios UTDT, escribe acerca de la premiación de los Premios Nóbel en Educación y Martín Salvetti, el docente argentino finalista para el galardón.

Por Andrés Hatum
Cuando Peter Tabichi escuchó su nombre en la premiación del llamado "Nobel de la Educación" que otorga la Fundación Varkey no podía salir de su asombro. Es que Peter llegó a Dubái, la sede del premio, con el sueño de un maestro humilde que está acostumbrado a la pobreza y la escasez de recursos. Hoy Tabichi es acreedor de un millón de dólares, que invertirá en sus proyectos educativos.

Este keniano, maestro de Ciencias y Matemáticas, es hermano franciscano y enseña en una zona remota y semiárida del valle del Rift en Kenia. Tabichi no es la única historia de esfuerzo que vimos en la premiación en Dubái. Cada uno de los 10 finalistas tiene detrás una experiencia docente impresionante y también de sacrificio.

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La Argentina tuvo su representante, por primera vez, en la final de esta premiación. Martín Salvetti, docente de una escuela técnica en Temperley, hablaba de la pasión que todos los docentes de su escuela le ponen al trabajo y a lograr apasionar a los alumnos: "Es importante hacerles saber que ellos son los líderes del cambio en sus propias comunidades". Salvetti generó un cambio sustancial en la motivación de los chicos a partir de un proyecto de radio y motocarros. "Están entusiasmados trabajando en algo que les gusta, y esa es la única manera de comprometerlos y retenerlos en la escuela", considera Salvetti.

El marco que ofreció Dubái para la entrega del premio fue excepcional. No solo el hotel Atlantis donde se desarrolló el evento, una obra descomunal que se levanta en Palm Jumeirah, la isla artificial más grande del mundo, también el nivel de los oradores y su compromiso con la educación. Braydon Bent, un instagramer de 10 años, británico, fue el presentador oficial y quien disparó las primeras preguntas incómodas a los primeros entrevistados: "Es mi generación la que va a vivir en este nuevo mundo. Entonces, les pregunto: ¿Qué nos van a dejar ustedes a nosotros?"

Además de líderes como Tony Blair (Reino Unido), Manuel Santos (Colombia), Matteo Renzi (Italia), expertos y ministros de educación inundaron el centro de convenciones. El factor común para todos estos especialistas es que sin educación difícilmente un país pueda llegar a ponerse a tono con las transformaciones del mundo actual. Nada nuevo. Sin embargo, muchos países miran detrás de un paredón de indiferencia. Como nos dijo Martín Salvetti: "Tal vez nuestro problema como país sea no tener políticas de largo plazo y la posibilidad de invertir en proyectos de investigación". La verdad que duele.

Docentes que hacen un esfuerzo enorme con un presupuesto muy bajo. Docentes que sacrifican su vida por hacer que sus alumnos asistan a clase a pesar de los contextos adversos que los rodean. Políticas públicas que nunca llegan a implementarse porque cada gobierno genera cambios pendulares de estrategias. Finalmente, sindicatos que solo miran su ombligo y evitan cualquier cambio que altere el status quo. Claro, los cambios pueden restarle poder a sindicalistas que difícilmente hayan pisado un aula en las últimas décadas sin saber qué significa el esfuerzo de tener un alumno a quien motivar, desarrollar y educar para el futuro. Estas son las cuestiones que se debatieron en Dubái en la entrega del premio al mejor maestro del mundo, realidades que nos tocan de cerca a los argentinos.

"El lunes vuelvo a la escuela a seguir trabajando", nos dijo Salvetti luego de la premiación. "Vine a absorber mucho conocimiento. Quiero poder replicar algunas cosas. Y si queremos como país crecer a futuro, tenemos que apoyar la educación" Definitivamente, es una tarea pendiente de todos los argentinos para que existan más maestros como Martín, transformadores de la vida de nuestros hijos.