En los medios

Clarín
10/05/19

¿Quiénes -y por qué- siguen defendiendo a Maduro?

El profesor de la Escuela de Derecho y director de la carrera de Abogacía sugiere en este análisis cuatro motivaciones posibles para entender por qué muchos insisten en defender el régimen de Maduro: interés, ideología, escepticismo y localismo. "No serán las únicas, pero estas motivaciones explican bastante bien por qué determinadas personas insisten en defender lo que resulta indefendible", concluye Spector.

Por Ezequiel Spector

Protestas frente a la Embajada de Venezuela. 30 de abril 2019 Foto: Rolando Andrade Stracuzzi.

El caso venezolano es claro. La enorme crisis humanitaria y las violaciones sistemáticas de derechos humanos cometidas por el gobierno están documentadas por diferentes medios periodísticos, organismos internacionales, ONG´s especializadas, investigaciones académicas y miles de testimonios de inmigrantes venezolanos en todo el mundo.

Sin embargo, todo esto no es suficiente para quitarle el apoyo al régimen. Al menos no lo es para muchos argentinos. Algunos llegan incluso hasta discutir con inmigrantes venezolanos y se atreven a decirles que están equivocados, que allí “no vivían tan mal como piensan”.

¿Por qué estas personas insisten en defender semejante régimen? Aquí sugiero cuatro motivaciones posibles: interés, ideología, escepticismo y localismo. Permítaseme explicarlas.

Los interesados no creen que el régimen de Maduro sea defendible, pero lo apoyan para alcanzar objetivos personales: sumar puntos para conseguir un cargo, entrar en alguna lista de candidatos, o, en ciertos casos, mantener una buena relación de negocios con allegados al gobierno venezolano. Son sólo algunos ejemplos.
El grupo de los ideólogos lo forman algunas personas de izquierda que tampoco creen que el régimen de Maduro sea defendible. Sin embargo, deciden apoyarlo, o al menos no condenarlo, para proteger la ideología.

Desde esta perspectiva, reconocer el fracaso sería dañar una doctrina que es noble, una teoría que hay que proteger de sus fallidas puestas en práctica, para no “hacerle el juego a la derecha”. El régimen venezolano será, en todo caso, “un sapo más que hay que tragarse”.

La pregunta es cuánto más estarían dispuestos a defender para inmunizar su ideología, y si no creen que éstas son razones para repensar sus teorías.

Los escépticos desconfían de las fuentes de información. No les creen a los medios, piensan que los venezolanos distorsionan la realidad, que las diversas organizaciones internacionales persiguen meros fines políticos, o que el Imperio de alguna forma las financia, acaso para adueñarse del petróleo. Según esta visión, aunque el régimen de Maduro está lejos de ser ideal, tampoco es la dictadura sangrienta que se describe.

En la época de la posverdad, donde además es cierto que predominan intereses políticos y económicos, la actitud escéptica no es una mala opción. Pero cuando la evidencia es tan abundante, proviene de tan diversas fuentes y hasta se tiene acceso a videos e imágenes tan claras, apelar a estos intereses para defender semejante régimen suena más a querer negar la realidad que a un genuino espíritu crítico.

Por otra parte, si es tan difícil conocer la realidad por la cantidad de intereses que se interponen, la reacción lógica no es defender el régimen, sino omitir cualquier tipo de opinión sobre el tema. Si es tan difícil conseguir información confiable para condenarlo, también debe serlo juntar evidencia de una conspiración internacional en su contra.

Por último, los localistas no quieren enfocarse en criticar el régimen venezolano porque saben que, en comparación, enaltece la gestión de Cambiemos. Su defensa del régimen es indirecta, con expresiones como “En Argentina la situación no es mejor” o “Lo que ocurre en Venezuela ocurre acá también”. Al sugerir que la situación en Argentina es similar, es una forma de deshonestidad intelectual.

No serán las únicas, pero estas motivaciones explican bastante bien por qué determinadas personas insisten en defender lo que resulta indefendible. 

Profesor y Director de la carrera de Abogacía - Escuela de Derecho (UTDT)

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