En los medios

La Nación
30/04/19

Cuáles son las recetas que aplicaron otros países para domar la inflación

Metas creíbles, bajar el déficit y pactos sociales, el plan de Israel, México, Chile, Colombia y Brasil para solucionar un problema endémico en la Argentina. Para Eduardo Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno de la Di Tella, las recetas varían según el origen y la naturaleza de la inflación. De las economías con inflación inercial de los ochenta, analiza, el único caso exitoso fue Israel.

Por Carlos Manzoni
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En 1985, con una inflación de 450% anual, Israel dispuso por ley la prohibición de emitir moneda; además implemento medidas de shock que incluyeron acuerdos de topes salariales con los trabajadores, recortes de gastos del gobierno para bajar el déficity control de precios. Así, ya en 1990había logrado reducir el índice a 20%. De allí en más quedaba un arduo camino hasta lograr el objetivo de entre l%y 3%:lo consiguió en diez años, decretando la independencia del Banco Central, fijando metas creíbles de inflación y limitando el déficit fiscal a 3% del PBI.

Esa fuelafórmula israelí parado- mar un flagelo que en la Argentina de hoy se ha convertido en un dolor de cabeza. Pero no hace falta irse hasta las costas del Mediterráneo para encontrar recetas efectivas contra la inflación: los casos regionales de Chile, Colombia, México y Brasil también arroj an lecciones de las que se puede aprender.
Chile y Colombia otorgaron total autonomía al Banco Central en el manejo de la política monetaria, le dieron prerrogativas específicas para intervenir en el mercado de cambio, fijaron metas de inflación y pusieron énfasis en la necesidad de una convergencia gradual de la suba generalizada de precios.

En México se aplicó un paquete de medidas que tuvo como cimiento el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico (PECE), que fue una mezcla de políticas ortodoxas y heterodoxas: el gobierno se comprometió a mantener fijos sus precios públicos (electricidad, gas, impuestos, etcétera), con la condición de que las empresas no incrementaran sus precios y los trabajadores no pidieran aumentos salariales.

La Argentina sabe de inflaciones. Desde hace 70 años, con excepción del período1992-2001, se constituyó como una enfermedad endémica de la economíalocal. Según ManuelSo- lanet, director de Políticas Públicas enlaFundaciónLibertadyProgreso, en los 60 años en que se la padeció, hubo solo cuatro en los que no llegó al 10%, pero en 13 oportunidades fue de tres dígitos o más. “Hubo dos episodios hiperinflacionarios: uno a mediados de 1989 y otro, a comienzos de1990”, recuerda.

A fines de 2015, Mauricio Macri gana la presidencia con un ritmo inflacionario de 22%. Después hubo una aceleración en noviembre y diciembre, cuando se dejaron de vender futuros del dólar, hasta terminar el año en 26%. En 2016 se trepó a 40% porque hubo shock de- valuatorio y suba de tarifas a principios de año; en 2017 cerró en 24,8%, pero en 2018 volvió a trepar a 47,6%. Marina Dal Poggetto, economistay directora ejecutiva de Eco Go Consultores, señala que en octubre de 20Í6, cuando ya la inflación era de 45%, se fijan metas formales manteniendo
el sendero definido a principios de año, aun cuando el índice para2016 estabal5 puntos arriba de lo proyectado. Esas fueron: 12/17% para 2017,8/12% para 2018 y 5% para 2019. “Eran metas inviables (en un contexto de corrección tarifaria y de necesidad de corregir el déficit fiscal)”, concluye.

Volviendo a las soluciones externas, para Eduardo Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, las recetas varían según el origen y la naturaleza de la inflación. De las economías con inflación inercial de los ochenta, analiza, el único caso exitoso fue Israel, que combinó anclas cambiarias y metas con un programa de equilibrio fiscal y una estrategia de desarrollo que atravesó distintos gobiernos. “Más cerca en el tiempo, Chile hizo algo parecido, con el adicional de una indexación a la inflación que inmunizó la economía contra la dolarización, al costo de ralentizar el proceso desinflacionario. En ambos casos, la consolidación tardó una década”, opina.

Michel Strawczynski, director del departamento de investigación del Banco de Israel, dice que si las metas son creíbles, el pueblo las acepta. “Al principio la meta era 10% y la fueron bajando en forma gradual. Luego siguieron bajando a razón de 2% por año, hasta llegar a un índice de entre 1% y 3%, que es el actual. Cuando se llegó a eso, quedó para siempre en ese rango”, explica.

En el caso israelí fue curioso cómo el cumplimiento de las metas cambió un hábito cultural. Al igual que en la Argentina, estaban muy influidos por el dólar, pero pronto eso cambió: en los 90,91% de la población compraba sus propiedades en dólares; en 2000, solo 10% lo hacía en ese billete, y hoy apenas 5%.

Fue un proceso complejo, no exento de conflictos: “Banco Central con independencia y gran apoyo del gobierno, metas de inflación que se cumplen y dan credibilidad, ley de no emisión y déficit fiscal menor al 3% en promedio. Esta fue la receta para bajar la inflación de 20 a 3% en diez años”, resume Strawczynski.

Leonardo Leiderman, economista que vive en Israel, aclara que allí la ortodoxia no fue suficiente y hubo que usar elementos heterodoxos dentro de la política, que incluyeron banda cambiaría tipo crawling peg (una especie de tabla) y un pacto social entre la central obrera, la asociación de empleadores y el gobierno.
Tomás Flores, economista y exsubsecretario de Economía del primer gobierno de Sebastián Piñera, dice que la lucha contra la inflación en Chile se convirtió en una política de Estado. “Lo que la Argentina vive hoy, nuestro país lo vivió en los 90. En esa época la inflación superaba el 30% anual, pero en diez años logramos reducirla a 3%”, afirma.
Un ingrediente de esta receta fue el aumento dé las tasas de interés, pero, cómo advierte el especialista, la dosis debe ser acotada en el tiempo, porque su persistencia puede tomarse catastrófica para empresas y personas que están muy endeudadas. “Una medida de más largo plazo fue la firma de acuerdos de libre comercio, para que llegaran productos importados más baratos”, acota.

Otro aspecto relevante fue el orden fiscal, para lo que se creó una regla de comportamiento fiscal que obliga a que el presupuesto se equilibre en el mediano plazo. Y esa regla se mantuvo pese a los cambios de gobiernos (hoy está en 2,7% del PBJ, pero llegará a cero en 2022). Además, cuando el gobierno tiene déficit no puede financiarse en el Banco Central, sino que lo tiene que buscar en el exterior. Un mensaje importante, según subraya Flores, es que esto no se logra en un año.

En el caso de Chile tomó una década. “El primer año se puso una meta de 27% y se logró cumplir, lo que fue crucial para lograr credibilidad. Al año siguiente se puso en 24% y así sucesivamente. Quizás en el caso de la Argentina la meta fue muy exigente. Pasar de 40% a 15% no es fácil”, comenta.

El caso colombiano guarda ciertas similitudes con el chileno. Según describe el economista Femando Morra, en su trabajo Moderando inflaciones moderadas, el país hizo cambios importantes en el diseño de la política monetaria durante los primeros años de la década del 90. “En 1991 se instituyó mediante un artículo constitucional la independencia del Banco de la República, aclarando a su vez que su objetivo principal debía ser preservar el valor de la moneda”, se lee en el análisis.

El sistema de metas de inflación en Colombia, que llevó el índice de 35% en los 90 a4% en los 2000, tuvo dos características particulares: las metas no se anunciaban claramente como una herramienta para bajar la inflación y, por otra parte, hubo una diferencia entre los objetivos y los valores alcanzados al cierre; al menos, en los primeros años.

“Así, la instrumentación de la política monetaria en Colombia incluyó un régimen mixto, donde la meta de inflación era un anuncio intermedio, mientras aplicaba una política directa sobre los agregados monetarios y se mantenía la prerrogativa de intervenir sobre el mercado cambiario”, se explica en el trabajo de Morra.

México llegó a tener en 1987 una inflación de 179%, según datos del Banco de México. La bajó a 2% a principios de los 90, volvió a trepar a 50% en los años del “efecto tequila” y volvió a bajarla en diez años al 2,5%. José Agut García, licenciado en Economía de la Universidad iberoamericana de México, dice que en el mundo no se han aplicado las medidas antiinflacionarias usadas en su país. “Fuimos los primeros y los más exitosos, gracias a la condición política de ese momento”, destaca.

Al igual que Chile, México empezó en los 90 a firmar acuerdos y tratados internacionales para abrir las fronteras al comercio. Entonces, el exceso de demanda agregada se suplió en el extranjero y su economía se convirtió en una de las más abiertas del mundo.

Espejos
Brasil, en tanto, adoptó metas de inflación a partir de 1999. Los países hasta ese momento tenían tipo de cambio fijo o bandas cambiarías. Después de la crisis asiática de 1997 ya no pudieron sostener esa política. “Entonces, Brasil fija metas de inflación y apela a la política monetaria de los países desarrollados. Así logró su objetivo de llevar el índice de 20% a 6% anual en un lustro”, recuerda Ariel Coremberg, director del Centro de Estudios de la Productividad de la Universidad de Buenos Aires.

Brasil también adoptó la ley de responsabilidad fiscal y finanzas públicas municipales, que implicó que de 2002 a 2010 la deuda pública neta bajara de 60 puntos del PBi al 40%. “Cualquier cuestión que haga reducir el déficit fiscal ayuda para bajar la inflación, pero para los brasileños no fue fácil porque tienen un régimen fiscal más complicado que el nuestro”, dice Coremberg.

Al preguntarle sobre cuál de las soluciones sería la más aplicable en el país, Levy Yeyati aclara que la respuesta es más compleja que una simple receta. “Cuando la inflación es inercial, las metas son un modo natural de alinear expectativas con un menor costo de crecimiento. El problema es que, como el efecto se basa en la confianza en la autoridad monetaria, un mal cálculo inicial que lleve a incumplir o cambiar la meta reduce la fortaleza de este canal. Por eso, un esquema de metas tiene sentido cuando es consistente con el resto del programa económico: déficit, tarifas, impuestos, competitividad, y cuando tiene fuerte apoyo político y social. De ahí la conveniencia de un consenso social que comunique y valide los elementos del programa”, concluye.

Los casos de israel, México, Chile, Colombia y Brasil pueden servir como espejos en los que la Argentina vea reflejada una salida para su mayor problema actual, pero debe tener en cuenta su propio historial, consolidar la credibilidad y mostrar consistencia en el tiempo

CONTRASTES DE DOS ECONOMÍAS ATRAVESADAS POR EL MISMO FENÓMENO
La imagen de arriba es una postal de algo a lo que los argentinos están muy habituados: comerciantes que remarcan los precios de sus productos casi sin solución de continuidad. La Argentina es un país acostumbrado, para mal, a convivir con la inflación desde hace siete décadas (con la sola excepción del período 1992/2001). En contraste, la otra foto muestra otro país, que también vivió aumento generalizado de precios, pero que logró solucionarlo. En efecto, en Israel la inflación había hecho que, en los 90, el 91% de las operaciones inmobiliarias se hiciera en dólares. Pero al cumplir sus metas y reducir el índice, bajaron ese porcentaje al actual 5%

INSTRUMENTACIÓN DE METAS DE INFLACIÓN.
La mayoría de los países que lograron torcerle el brazo a la inflación implementaron un esquema de metas, que se iban bajando gradualmente hasta que se alcanzaba el rango óptimo. Por ejemplo, en Israel, ese rango fue de entre 1% y 3%. 

LOGRAR CREDIBILIDAD AL CUMPLIR LOS OBJETIVOS.
La base de cualquier política que busque reducir la inflación es la credibilidad en el gobierno que las aplica. Una vez que esta se logra, la población y las instituciones de la economía acompañan con más ímpetu el proceso. 

MANTENER EN EL TIEMPO LA POLÍTICA ELEGIDA.
Es clave que los gobiernos que se vayan alternando en el poder mantengan el programa adoptado para bajar la inflación. Un claro ejemplo de eso es Chile, que pese a que la presidencia cambió de color político nunca desvió el rumbo.