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Clarín
20/02/19

Los ecos de la República de Weimar, 100 años después

A 100 años del nacimiento de la República de Weimar en Alemania, el profesor del Dpto. de Estudios Históricos y Sociales escribió sobre la particularidad de este suceso histórico alemán. "El déficit de entusiasmo tiene que ver con una visión todavía muy arraigada que hace de Weimar una experiencia condenada al fracaso", explicó.

Por Andrés Reggiani

En estos días se cumplen cien años del nacimiento de la República de Weimar en Alemania. Exhibiciones, conferencias, conciertos, obras de teatro y cine conmemoran la fundación de la primera democracia alemana. La industria cultural se ha hecho eco de la efeméride con productos de gran éxito comercial como la miniserie “Babylon Berlin” y las novelas policiales de Volker Kutscher, que sirven de base a la tira televisiva.

Sin embargo, es difícil sustraerse a la sensación de que mientras que a las refundaciones democráticas de 1949—creación de la República Federal—y 1989—reunión de las dos Alemanias bajo un régimen parlamentario—se las “celebra”, a la república de Weimar simplemente se la “conmemora”.


Ese déficit de entusiasmo tiene que ver con una visión todavía muy arraigada que hace de Weimar una experiencia condenada al fracaso habida cuenta de las dos grandes hipotecas que pesaron sobre ella desde su nacimiento: en el plano externo, la derrota en la Primera Guerra Mundial y el Tratado de Versalles; en el interno, el pacto entre el gobierno socialdemócrata de Friedrich Ebert y las elites del antiguo régimen imperial para contener el ala radical de la Revolución de Noviembre de 1918. A ello se agrega el hecho de que la democracia no llegó como resultado de una larga lucha sino que fue la consecuencia del deterioro de las condiciones de vida impuestas por una guerra larga e imposible de ganar.

Como en Rusia, en Alemania la guerra socavó los cimientos de la monarquía, pero a diferencia de Rusia, en Alemania la abdicación de la autoridad imperial no produjo una situación de vacío de poder ya que allí el sistema político encontró en la socialdemocracia un actor bien organizado, con una base social de masas y dispuesto a aceptar la responsabilidad de gobierno. Para ello debió recurrir a una compleja ingeniería política que requería conciliar las expectativas de sus bases obreras y los intereses de unas viejas elites debilitadas pero no derrotadas.

El resultado fue una revolución que se tradujo en el ascenso de una nueva clase gobernante integrada por partidos moderados—el SPD mayoritario, el Centro católico y los demócratas del DDP—y una serie de reformas políticas, sociales y económicas de avanzada— libertad de opinión, sufragio femenino, derechos laborales, etc. Estos cambios fueron la faceta institucional de los nuevos aires de libertad que alimentaron, por un lado, la generalización de pautas de comportamiento y organización típicamente asociadas con la vida de la gran metrópolis industrial, y por el otro, una ola vanguardista que exploraba y experimentaba con formas no convencionales que diesen expresión al deseo de ser moderno.

La Alemania de Weimar, como la actual, se convirtió en un imán para todos aquellos que buscaban rehacer su vida, desde emigrados y minorías víctimas de persecuciones a artistas en busca de horizontes menos ortodoxos. Sin embargo, la revolución que abrió la puerta a la primera democracia alemana fue un proceso “inacabado” que dejó prácticamente intactos los pilares principales de l antiguo régimen: el ejército, la burocracia y la patronal.

Tras la crisis de 1930, todos ellos conspiraron para destruir la democracia. Mas relevante aún si se lo piensa en relación con la actual ola de xenofobia que recorre Europa, gran parte de los cambios con los cuales se asocia la República de Weimar se limitaron a la Alemania urbana, industrial y mas o menos cosmopolita. Otra muy distinta fue la situación en las ciudades pequeñas y los distritos rurales. Allí la vida siguió rigiéndose por pautas mucho más tradicionales—una de las cuales fue y sigue siendo la desconfianza hacia las grandes ciudades y a todo lo que ellos significa.

Fue en ese mundo alejado de las luces, el ruido y el mosaico de culturas donde hicieron sentir las primeros golpes de la crisis económica; fue también allí donde el diminuto partido nazi cosechó sus primeros triunfos electorales. 

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