En los medios

La Nación
17/02/19

López Obrador gana apoyo popular, pero enciende alarmas

El profesor visitante del Departamento de Estudios Históricos y Sociales analizó los retos que enfrenta el nuevo liderazgo de López Obrador en México. "Además de despertar entusiasmo y empatía entre sus seguidores, la figura de López Obrador también proyecta dudas en parte de la sociedad", alerta.

Por Guillermo Borella

Desde que se convirtió en presidente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no perdió el tiempo. Como si estuviera jugando una partida contra reloj, el líder izquierdista se ha estado moviendo a toda velocidad para lograr la titánica tarea de "cambiar el régimen político", tal como prometió en diciembre pasado durante su primer discurso tras asumir oficialmente la presidencia de México.

El cambio será "profundo y radical", aseguró el sucesor de Enrique Peña Nieto frente a un Zócalo colmado de seguidores que viajaron desde todo el país para festejar la victoria histórica. Una victoria que, esta vez, sintieron como propia.

En sus primeros actos de gobierno, el nuevo presidente mexicano buscó acercarse a los ciudadanos; preocupan su afición a las consultas populares y ciertos rasgos mesiánicos

Tal ha sido su celeridad que el líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), partido fundado por AMLO en 2011, ni siquiera esperó al traspaso de mando para poner en marcha su plan de Gobierno. Al día siguiente de ganar las elecciones, ya había comenzado a adelantar sus decisiones para llevar adelante la "Cuarta Transformación", su proyecto político, que resume el sentido epopéyico y revolucionario del relato lopezobradorista.

En los cinco meses que pasaron entre el triunfo electoral y su asunción oficial, fueron tantos los anuncios realizados por Andrés Manuel, como popularmente se lo conoce, que en las calles la gente solía bromear con que el 1° de diciembre, en lugar de asumir la presidencia, daría su primer informe de Gobierno.

El ascenso de AMLO vino a corregir una anomalía histórica, puesto que la izquierda mexicana no gobernaba el país desde que Lázaro Cárdenas dejó la presidencia en 1940. Su llegada al poder abrió además las puertas de la esperanza a una sociedad aletargada por largas décadas de promesas incumplidas por parte de los partidos tradicionales.

Masivo respaldo

La necesidad de cambio por parte de los mexicanos quedó confirmada por el masivo apoyo recibido por AMLO en las elecciones de julio pasado, cuando cosechó más de 30 millones de votos, un respaldo sin precedente en la historia de México.

Su aplastante victoria en las urnas, además de permitirle llegar al poder con el control de ambas cámaras y una legitimidad interna inédita, dio cuenta de las fuertes expectativas que AMLO supo despertar entre los más desfavorecidos, que son la mayoría en este país tan desigual, castigado además por una violencia feroz y una corrupción endémica.

López Obrador, de 64 años y exjefe de Gobierno de Ciudad de México, asumió con la promesa de poner fin a lo que llama la "mafia del poder" y de combatir la desigualdad arraigada en el país. Esas promesas van de la mano: asegura que su gobierno primero recuperará los millones que se pierden con la corrupción y el despilfarro para redirigirlos a programas sociales. A lo largo de la campaña electoral, cuyo hilo narrativo fue la idea de cambio, la retórica antielitista de AMLO denunció los excesos de sus antecesores. Para desprenderse de una imagen asociada al lujo, el presidente apeló a lo que Jesús Silva-Herzog Márquez llamó la épica de los símbolos. "Seremos testigos de una obsesiva ostentación de sencillez", pronosticó el analista y profesor del Instituto Tecnológico de Monterrey.

En efecto, los primeros gestos de AMLO en el poder apuntaron a eliminar las barreras que separan la figura presidencial de los ciudadanos. "No puede haber gobierno rico con pueblo pobre", sostuvo en más de una ocasión el mandatario, al que sus simpatizantes apodan el "pejelagarto", en alusión al pez que abunda en los ríos -y los platos- de Tabasco, el estado sureño donde nació.

Contrastes

Millones de mexicanos se sienten identificados con un presidente que utiliza refranes de abuelo, que se desplaza por las calles de la capital en su auto particular -un Volkswagen 2013-, y que disolvió el servicio de seguridad presidencial para ser escoltado por un puñado de ciudadanos desarmados. "No quiero perder la relación con el pueblo. No quiero que me cerquen", justificó.

Una de sus promesas de campaña más populares la cumplió el mismo día de su asunción, cuando convirtió Los Pinos, la lujosa residencia presidencial, en un complejo cultural abierto al público. Para acentuar los contrastes con su antecesor, puso a la venta el avión presidencial porque, tal como él mismo aseguró en su momento, "ni Trump tiene un avión como el de Peña".

La relación con la prensa forma parte de los cambios. A diferencia de su antecesor, que rara vez se reunía con los medios, López Obrador brinda a diario conferencias de prensa. Conocidas como las "mañaneras", estas sesiones que comienzan cerca de las siete, tras la reunión de Gabinete, no solo consolidan la imagen de un gobierno abierto y accesible, sino que también le permiten al presidente controlar la agenda mediática. Sus largos sermones matutinos ofrecen una catarata de anuncios que dejan a la prensa descolocada.

Sin embargo, además de despertar entusiasmo y empatía entre sus seguidores, la figura de López Obrador también proyecta dudas en parte de la sociedad.

Si bien evaluar resultados de sus primeras acciones aún es una tarea prematura, es posible identificar algunos rasgos del liderazgo de tipo mesiánico de AMLO, que invitan a estar alertas sobre los posibles giros que adoptará su presidencia.

En las diez semanas que lleva al frente del Palacio Nacional, López Obrador ya despertó varias controversias. La primera ha sido con la burocracia estatal, a la que pretende purgar con una agresiva disminución de salarios y deshasiéndose de organismos técnicos oficiales.

Cabe recordar aquí los roces protagonizados con entidades como el Instituto Nacional Electoral a raíz de las polémicas consultas populares convocadas por AMLO antes de asumir la presidencia.

Con la participación de menos del 1% del padrón electoral y múltiples denuncias por irregularidades, AMLO consiguió cancelar la construcción del nuevo aeropuerto de Ciudad de México. Ubicado en el antiguo lago de Texcoco, a 50 kilómetros de la capital, la interrupción de este ambicioso proyecto iniciado por Peña Nieto -teñido de polémicas por falta de transparencia y serias preocupaciones medioambientales- demandará ahora el pago de millonarias indemnizaciones a los inversionistas.

A través de estas consultas populares, sin garantías de ningún tipo, AMLO logró también aprobar la construcción del Tren Maya, un proyecto que busca unir el sur del país con el Golfo de México.

Frentes de disputa

Nadie descarta que esta polémica herramienta sea utilizada de nuevo durante el mandato de AMLO cuando necesite reafirmar sus decisiones con presunto apoyo popular. A partir de estos antecedentes, un grupo creciente de analistas y académicos comenzó a manifestar su inquietud por estas formas de ejercer el poder al estilo de democracia directa, dado el riesgo que supone para el frágil entramado institucional mexicano, sobre todo frente a la fuerza arrasadora de AMLO y su partido.

El segundo frente de disputa es con el Poder Judicial, que viene alzando la voz sobre lo que considera "un claro contexto de debilitamiento" a través de ataques a la independencia judicial. El primer incidente se registró tras la propuesta impulsada por los legisladores oficialistas para aprobar la ley federal de remuneraciones, una medida que contempla una reducción en los sueldos de los funcionarios de alta jerarquía, incluyendo también a los magistrados de la Corte Suprema, que la consideran inconstitucional.

Días después, esta batalla se agravó tras conocerse los nombres propuestos por el Ejecutivo para ocupar el cargo de nuevo ministro de la Corte, lo que motivó fuertes quejas ante el riesgo de politización de la Justicia.

Un tercer frente se abrió con quienes confiaron que con el nuevo gobierno los militares regresarían finalmente a los cuarteles, algo que no sucederá. Durante su campaña, AMLO atacó la idea de usar las Fuerzas Armadas para combatir al narcotráfico. Sin embargo, apenas asumió se retractó y respaldó una propuesta para la creación de una Guardia Nacional. Esta medida desató una fuerte polémica en el país. La mayoría de los expertos que participaron esta semana en las audiencias públicas convocadas por el Senado para analizar el proyecto -aprobado en enero por la Cámara de Diputados- coincidió en que la Guardia Nacional propuesta por AMLO viola estándares internacionales en materia de derechos humanos y responde a un modelo abandonado en las últimas décadas tras demostrarse fallido.

Riesgos

"La creación de la Guardia Nacional es la política pública adoptada por AMLO que mayores riesgos entraña para el futuro de la democracia mexicana. Dejar la seguridad pública en manos de los militares pone en jaque el pacto cívico militar", advirtió a la nacion Guadalupe González, profesora asociada del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México.

De cualquier modo, el presidente goza hoy de una enorme popularidad. En efecto, según una encuesta difundida esta semana por el diario El Financiero, el nivel de aprobación al gobierno de AMLO, que ganó las elecciones con un 53% de los votos, hoy alcanza el 86%.

Otra de las controversias abiertas se vincula a la política exterior, particularmente a la posición adoptada por el presidente mexicano en torno a Venezuela. Amparado en la tradición diplomática de no intervenir en los asuntos internos de otros países, AMLO evitó romper relaciones con el gobierno de Maduro y defendió una solución negociada.

Al respecto, Guadalupe González explicó lo que entiende como un ejemplo de una política exterior de equilibrios: "En toda acción exterior, México siempre mira de reojo a Estados Unidos. En momentos en que se negocia un nuevo acuerdo comercial con sus vecinos del Norte, AMLO decidió jugar esta carta para hacer contrapeso a Trump en un tema que no es prioritario para ninguno de los dos países".

Más allá de esto, la postura ambigua del país frente a la crisis venezolana puso de manifiesto una última fuente de desconfianza, esta vez interna: las claras divergencias ideológicas en el seno de la coalición gobernante. Si bien la ausencia de una oposición fuerte parecía dejarle un camino despejado al presidente, los desacuerdos al interior de Morena -un partido tan joven como heterogéneo- pueden terminar siendo una piedra en el zapato para el naciente mandato de López Obrador.

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