En los medios

Clarín
16/02/19

Yusuf Islam y el orden mundial

Juan Gabriel Tokatlian, profesor plenario del Dpto. de Ciencia Política y Estudios Internacionales, escribió sobre la mirada del músico Yusuf Islam sobre el orden mundial. "La música remite a las emociones, dimensión poco explorada de los estudios internacionales que enfatizan lo observable, cuantificable o validable empíricamente", explicó.

Por Juan Gabriel Tokatlian

El vínculo entre música y relaciones internacionales ha sido escasamente estudiado, aunque en años recientes, a raíz del interés por el arte y la cultura en la política mundial, han aparecido libros y ensayos muy interesantes. Esos trabajos parten de la idea de que “la música no es progresista o regresiva”, en palabras de Roland Bleiker.

En esencia, la música ayuda a reflexionar sobre el mundo, sus épocas, sus dilemas y lo hace de manera original. Remite a las emociones, dimensión poco explorada de los estudios internacionales que enfatizan lo observable, cuantificarle o validable empíricamente. La música, como toda manifestación estética, moldea emociones y sensibilidades.


La importancia asignada a las emociones en la configuración de las percepciones me sirve para abordar la mirada de Yusuf Islam sobre el orden mundial. Anteriormente conocido como Cat Stevens y nacido Steven Demetre Georgiou, Yusuf Islam es un compositor y cantante inglés de familia cristiana que se hizo musulmán en 1977, y fue introducido al Salón de la Fama del rock and roll en 2014.

Su producción musical, sus tiempos y sus temas cubren dos momentos históricos claves: los ‘70 y los 2000. La década del ‘70 fue crucial para la política internacional a tal punto que muchos de los fenómenos actuales pueden trazar sus orígenes en aquellos años: el gradual debilitamiento del estado de bienestar; los primeros signos de la crisis de la democracia liberal; el avance progresivo del mercado y el capital frente al Estado y el trabajo; la nueva inquietud por las cuestiones ambientales; el paulatino resurgimiento del peso de las religiones, en especial de las versiones conservadoras y exegéticas de los tres cultos monoteístas; la aceleración de una globalización incipientemente asimétrica e inequitativa; el creciente papel del uso de la fuerza en las relaciones inter-estatales; el fin de las energías no renovables baratas; el lento final de la llamada “coexistencia pacífica” entre Estados Unidos y la Unión Soviética; y el comienzo de las reformas en China bajo Deng Xiaoping.

Los 2000 muestran un elevado grado de pugnacidad internacional con la transición de poder de Occidente a Oriente; la democracia a nivel global da evidentes señales retrógradas; el cuestionamiento de la globalización es cada vez mayor; el nivel de inequidad al interior de las naciones es alarmante; la apreciación del calentamiento global es catastrófica; y la perpetuación o agudización de conflictos de diversa índole son palmarias.

Antes estos dos telones de fondo, Cat Stevens, o Yusuf Islam según la época, tuvo una mirada similar, simétrica y complementaria. En los 70 produjo nueve álbumes, tuvo un hiato de dos décadas y desde 2003 produjo seis.

Hace medio siglo sus canciones captaron las mutaciones del momento. Confió en las posibilidades de la paz en Peace Train y en la esperanza de “algo nuevo por venir” en Changes IV, las dos del álbum Teaser and the Firecat de 1971.

Advertía sobre los límites de un modelo de crecimiento al preguntarse “dónde podrían jugar los niños” en el álbum Tea for the Tillerman de 1970 y sobre el potencial destructivo de entonces y la progresiva pérdida de armonía en las sociedades en Oh Caritas, del álbum Catch Bull at Four de 1972.

Esa misma tensión entre un anhelo de paz y la ansiedad por la guerra se refleja en su producción a partir de 2000. En 2006 produce Footsteps in the Light en donde incluye otra vez la canción Peace Train. En 2017, en The Laughing Apple incluye Mighty Peace y en ese mismo álbum convoca a un reconocimiento y convivencia entre civilizaciones con Don’t Blame Them.

Retoma también el tema de la inquietud por un modelo de vida, particularmente urbano, que nos impide “caminar por la ciudad al anochecer” en Midday del álbum An Other Cup de 2006 y reitera su preocupación por la guerra en Angel of War del álbum Footsteps in the Light también de 2006..

En el fondo, su aspiración pacifista; su lado idealista frente a la política mundial, se confronta con su temor por la belicosidad recurrente; su lado realista. Y quizás ese dilema profundo, esa encrucijada que atraviesa a hombres, mujeres, naciones, culturas, revela una línea subyacente de cierta desesperanza o defraudación. Su producción musical se inició en 1967 y su último trabajo es de 2017.

En ese medio siglo repitió solo un tema; Blackness of the Night en New Masters de 1967 y en The Laughing Apple de 2017.

En la “Oscuridad de la Noche”, habla de un joven soldado que va a morir en nombre de un “mundo lleno de maldad”, de una niña sola o abandonada. Y habla de él mismo, fugitivo de una comunidad que lo ha dejado. La idea del un mundo “lleno de maldad” recorre varias veces la canción.

No es casual que sea justo este tema el único que repite en dos producciones separadas por cincuenta años.

Esto quizás sintetice su hondo desasosiego por un orden mundial que se resquebraja aceleradamente, lo que sin duda está en sintonía con la emoción de muchos en esta coyuntura histórica que atravesamos con tanta incertidumbre.

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