En los medios

Apertura revista
13/12/18

Déficit cero

El Índice Líder del Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella indicó que no hay señales de una salida de la recesión para los próximos seis meses.

Por Santiago Lilo
"Cambiemos vendió al mundo un envase lindo pero vacío, y este año el mundo se avivó: al primer ruido externo, la macro se desmoronó y los inversores huyeron" Esta es la frase que resuena en los pasillos de las consultoras y que revela uno de los economistas consultados. Es más que una sentencia rimbombante: refleja la emergencia por la cual el Gobierno está obligado a poner en orden las cuentas fiscales: porque, si no lo hace, si no consigue tener superávit en la caja del Tesoro para cancelar la deuda que tomó, nadie sabe cuál será el destino de la Argentina una vez que termine 2019 y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya no le gire más dinero.

Pero hubo otra frase, atribuida a un economista de peso, que muestra con mayor claridad la trampa sin salida en la cual el país está sumido desde hace décadas, y este año se volvió a repetir. El Nobel de Economía Simón Kuznets dijo que existen cuatro clases de países: los desarrollados, los subdesarrollados, Japón y la Argentina. Utilizó la frase para describir lo inexplicable de estos dos fenómenos aislados: la isla sin recursos naturales que tenía todo para perder y se volvió potencia; el país bendecido por la Pampa húmeda que fue potencia a principios del siglo XX y no logró crecer en los 70 años siguientes.
Resultado de imagen para fmi

En 2019, la Argentina va a volver a empezar: se espera que tras la dura devaluación que golpeó a la actividad la economía retome el sendero alcista a mediados del próximo año. Pero lo que preocupa entre economistas es la reiteración: una economía que se encuentra atrapada en un círculo que se repite cada dos años. Martín Rapetti, economista de la Fundación Cippec, caracterizó a este fenómeno como el que sucede en la película Hechizo del tiempo. El personaje principal se despierta cada día y vuelve a pasar por los mismos acontecimientos que vivió el día previo. Así, una y otra vez.

En le jerga se conoce a esto como ciclo de Stop and Go. La economía argentina crece en los años impares, electorales, impulsada por el gasto público. En este período, aumenta el consumo y las empresas empiezan a producir más. Esto provoca la necesidad de importar una mayor cantidad de insumos industriales, lo que a su vez deteriora las cuentas externas: se importa más de lo que se exporta y se genera el conocido déficit comercial. Ante la necesidad de arreglar este desbarajuste, conocido como la restricción externa de crecimiento, Mario Blejer, ex presidente del Banco Central e inventor de las Lebac, describe: "Todavía no descubrimos otra estrategia que recurrir siempre a la devaluación para hacer más competitivas a las exportaciones".

 'Actualmente, estamos repitiendo un fenómeno de crisis cambiaría que ya conocemos" explica Daniel Heymann, investigador y macroeconomista de la UBA, en relación a los efectos de la devaluación que, si bien mejora el déficit de cuenta corriente, provoca una caída de la actividad y adentra a la Argentina en un nuevo ciclo recesivo. "Debemos dejar de lado la nostalgia del granero del mundo y empezar a ver cuáles son nuestras ventajas comparativas',' agrega.

Las opiniones de los expertos adquieren mayor relevancia cuando se contextualiza la situación de la Argentina en relación a lo ocurrido en la región. Este año, América latina, el continente que peor rendimiento tuvo en el mundo, va a crecer un 1,7 por ciento y el próximo lo hará en mayor magnitud, cerca del 2,3 por ciento, según los cálculos del Banco Mundial. En este contexto, la Argentina no crecerá ni este año ni el próximo, según pronósticos oficiales y privados.

A la espera del rebote

Es necesario que la economía despegue principalmente para mejorar el bienestar de la sociedad, pero también por otros motivos. Si la actividad no repunta, se pone en riesgo la recaudación del Estado: cuando la gente consume, compra bienes, viviendas, exporta, entra más dinero a las arcas del Tesoro por cobro de impuestos. Una dinámica necesaria teniendo en cuenta que, para el próximo año, el Gobierno busca alcanzar el equilibrio de las cuentas operativas - el resultado primario- y está exigido por el acuerdo con el FMI a conseguir el superávit del 1 por ciento del PBI en 2020.

Pero además, sin crecimiento el deterioro de la confianza de inversores no va a revertirse y, ante una eventual fuga de capitales, la estabilidad del tipo de cambio - el dólar- se verá comprometida. Este punto fue resaltado por un alto ejecutivo de Fitch Ratings, la calificadora de riesgo estadounidense, quien dijo hace un mes que "es posible que la Argentina reciba una baja de nota crediticia en 2019 ya que puede que la recesión afecte a la recaudación" en una muestra de que la confianza financiera y el mundo económico van de la mano: hay que mostrar buenos resultados si se quiere financiamiento. No basta con la confianza en el partido político de turno.

De todos modos, no hay expectativas de crecimiento ni para este año ni para el próximo. Así lo anunció, en primer lugar, el Ministerio de Hacienda. La cartera que dirige Nicolás Dujovne pronosticó una caída del Producto Bruto Interno (PBI) de 2,4 por ciento para este año y de 0,5 por ciento para 2019. Desde el Palacio de Hacienda explicaron a APERTURA que la actividad alcanzará un piso en el último trimestre de este año, es decir, ahora. La causa: la caída del consumo.

En cambio, el FMI estimó para estos dos períodos cifras menos alentadoras. Proyecta una calda de 2,6 por ciento en el PBI para el año en curso y un nuevo retroceso de 1,6 por ciento para 2019, según el último informe de Perspectiva Económica Mundial (World Economic OuÜook), dado a conocer en la reunión anual del organismo que tuvo lugar en Bali, Indonesia.

¿Qué están viendo los economistas del ámbito privado? El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), que publica el Banco Central todos los meses y tiene en cuenta las expectativas de las principales consultoras privadas, dio en septiembre que lo participantes proyectan una merma real de 2,5 por ciento para 2018 y 0,5 por ciento para 2019. Ambos números están alineados con los oficiales. Según este informe, la actividad volvería a su senda alcista en 2020, con un leve repunte de 2,2 por ciento respecto al año anterior.

Por fuera de los números, Martín Vauthier, director de EcoGo, vaticina que el repunte estará liderado, dada la devaluación, pollos sectores transables, "con el agro a la cabeza suponiendo una normalización en la cosecha, y con energía, turismo y servicios transables aportando en forma positiva" En este aspecto, el economista Bernardo Kosacoff aclara que una palanca de crecimiento que tendrá en 2019 el país será el sector petrolero, donde "Vaca Muerta ya está dando dólares" En lo referido al comercio, un punto clave para mejorar las cuentas externas, pronostica: "Este último trimestre del año lo vamos a tener con superávit comercial que, hacia 2019, va a terminar en US$ 7000 millones. Obviamente, vamos a seguir con los problemas de la cuenta corriente porque tenemos que pagar los intereses del endeudamiento. A la vez, una de las esperanzas del año que viene es que Brasil crecerá un 3 por ciento. Este es el factor más importante nuestra de balanza comercial"

Un segundo factor necesario para tranquilizar al dólar y, así, tener más posibilidad de que frene la inflación lo explica, con palabras más técnicas, Vauthier: "Para que la economía crezca entre puntas se requiere necesariamente una baja en la tasa de interés real, lo que a su vez requiere un estabilización en la demanda de dinero para evitar un nuevo salto en el tipo de cambio que vuelva a acelerar la nominalidad de la economía" Es decir, que el Banco Central baje la tasa de interés para que se reactive el sector productivo -que necesita financiamiento para que funcione la cadena de pagos-, lo cual exige necesariamente que la gente tenga menos pesos en el bolsillo para comprar dólares.

Más allá de estas variables, lo que marcará la recesión el próximo año es el fuerte ajuste fiscal que se requerirá para alcanzar la estricta meta de "déficit cero" que impuso el FMI cuando acordó prestar al Tesoro los US$ 57.100 millones a fines de septiembre.

En este sentido, Vauthier asegura que "se viene un impacto muy fuerte, dado que la magnitud del ajuste fiscal es muy importante. El déficit cae 2,6 puntos del PBI, de los cuales 1,7 puntos provienen de un ajuste sobre el gasto no indexado (subsidios, gasto de capital y gastos corrientes), que representa 40 por ciento del gasto" Y agrega: "El resto (jubilaciones y programas sociales) tiene ajuste automático por la ley de movilidad, y de hecho está previsto un aumento en términos reales para el año que viene".

 Entonces, según la visión general del mercado, las perspectivas no son positivas en el último año de gestión de Mauricio Macri. La esperanza para amortiguar la caída de la actividad está puesta en el desempeño del campo y, hacia mediados del próximo año, en la recomposición salarial y el poder de compra que activaría al consumo.

En el corto plazo, los "índices líderes" del Banco Central y la Universidad Torcuata Di Tella -una herramienta que se utiliza para pronosticar- cuándo la actividad tendrá un punto de inflexión e iniciará su "fase expansiva"- marcaron que, en los próximos seis meses, no hay señales de una salida de la recesión. Es decir, que los argentinos están, en este preciso instante, atravesando el medio de la tormenta.

El mayor de los peligros

"Si el Gobierno quiere competir en las elecciones necesita que haya un rebote ya, ahora',' dice Kosacoff, en diálogo con APERTURA. Si bien el apretón monetario y fiscal retrasa la recuperación, existe un consenso sobre cuál es el mayor de los peligros que afrontará la economía en 2019 y que pone en riesgo todo: la reelección, el crecimiento, el poder de compra de los asalariados y, sobre todo, la sostenibilidad de la deuda. Esa amenaza, si bien está nombrada en inglés, la describió hace bastante tiempo el economista argentino Guillermo Calvo: el suelden stop.

El sudden stop es un "frenazo" repentino del ingreso de capitales extranjeros a una economía, usualmente emergente, debido a una serie variada de detonantes. Este año el país vivió dos parates de este tipo causados por los ruidos que hubo en el mundo financiero y golpeó a todos los emergentes. Pero, en la Argentina, los efectos fueron devastadores, ya que causaron una suba de más del 80 por ciento del tipo de cambio e hicieron reformular el pronóstico de 3,5 por ciento de crecimiento y 18 por ciento de inflación que los privados calculaban a principio de año.

¿Por qué sucedió esto? Porque a la primera señal de desconfianza, los inversores extranjeros, que depositaron el dinero en títulos de corto plazo, decidieron marcharse. Esto significó una venta masiva de pesos y una demanda masiva de dólares que hizo volar al tipo de cambio. El resultado fue evidente: traslado a precios que enviará a la inflación por encima del 48 por ciento, un PBI que se espera que caiga en más de 2 por ciento, la deuda pública que significará a partir de enero un 92 por ciento del PBI -es decir, que se necesita todo un año de actividad en el país para poder saldar los pasivos- y una pérdida de reservas del Banco Central de más de US$ 14.000 millones en apenas dos meses para sostener la fuga de capitales.

En este sentido, el economista Miguel Ángel Broda es claro: "La economía argentina no resistirá un tercer sudden stop". Y, Daniel Millia, economista y titular de la cátedra de Mercado de Capitales de la UB A refuerza esta afirmación: "El sistema no se podrá bancar otro freno de capitales y una nueva fuga, y esto dependerá de las primeras encuestas electorales que salgan en abril. Si no son favorables para el candidato "del mercado',' el Banco Central va a tener un desafío enorme para no volver a caer en una nueva crisis cambiaría"

En años electorales, cualquier equilibrio económico se torna delicado y los economistas ya advierten que, además del factor político, son varios los detonantes que el Gobierno tendrá que neutralizar en 2019 para prevenir que esto ocurra.

No es novedad que la demanda de dólares suele aumentar en épocas pre-electorales porque las personas suelen encontrar en la divisa un refugio seguro del dinero. Pero Broda fue uno de los primeros que alertó públicamente sobre este tema. El economista tiene números para este fenómeno. La diferencia entre el segundo y tercer trimestre de dolarización de carteras en años de elecciones llegó a aumentar en casi 2000 por ciento en 2007 y 172 por ciento en 2017. Ante esta tendencia, la advertencia es clara: para evitar otra nueva crisis cambiaria, el Gobierno debe aplacar cualquier dinámica que potencie una eventual demanda excesiva de dólares.

En este aspecto, Broda asegura que la actual tendencia a la apreciación cambiaria, junto con las elevadas tasas de interés en pesos que salen del Banco Central, estimulan el carry tradey este ingreso de capitales "golondrina" de corto plazo, es un riesgo que el Gobierno debe "minimizar" hacia 2019. Es que la reversión del carry trade es uno de los canales de aumento de la compra de dólares, que luego se fugan del país.

Si bien el ente monetario lanzó recientemente una política de encajes para contrarrestar los flujos de corto plazo que vienen a través de las sedes locales de bancos internacionales, para Millia esto no es suficiente y el Banco Central deberá tomar medidas más restrictivas para desestimular la bicicleta financiera a partir del primer trimestre de 2019.

No obstante, el riesgo de devaluación no viene solamente de afuera. La amenaza interna que ven los economistas tiene que ver con el crecimiento de más de $ 110.000 millones que vienen acumulando los depósitos mayoristas a plazo -aquellos que superan $ 1 millón- desde la implementación del nuevo esquema monetario, el Io de octubre.

"Estos depósitos son de empresas y tienen un componente muy volátil porque dependen del equilibrio entre tasas de interés en pesos y la evolución del dólar" afirma Federico Furiase, director de EcoGo. Y advierte: "El Banco Central tiene que tener mucha sintonía fina en la baja de tasa hacia 2019 para evitar que esos depósitos se vayan a dólar. Este es el gran desafío para el próximo año" En un tono más pesimista, el ex presidente del Banco Central, Martín Redrado, dijo recientemente que "son depósitos de empresas que en 24 horas cambian de portafolios y pueden generar un problema no solo cambiario, sino también en el sistema financiero".

Para Furiase, si el ente monetario baja gradualmente las tasas de interés que ofrece a los bancos sin disminuirles los encajes, existe un riesgo elevado de que estos respondan con una disminución de la tasas de los depósitos, incentivando a que el apetito de inversores y depositantes se vaya al dólar. Las consecuencias son, a esta altura, impredecibles.

En todo este juego de bandas cambiarías, tasas, dólar, confianza e inflación, aparece uno de los factores que definiría cómo terminará el año: la política. Es la consultora Ecolatina la que, en un informe, aseguró que si las encuestas favorecen al candidato pro mercado, "las probabilidades de crisis cambiaria son bajas"

El problema va a emerger si sucede lo contrario y se termina de confirmar en las urnas. "Una mayor inestabilidad cambiaria potenciaría la incertidumbre sobre el repago de la deuda pública (generando un espiral alcista del dólar y el riesgo país)',' dice Ecolatina, por lo cual el nuevo presidente electo recibirá pocos fondos frescos en 2020 y deberá empezar a devolver el crédito a partir de 2021. "Por lo tanto, la próxima administración deberá negociar con el Fondo Monetario dilatar la devolución de pagos que superaría US$ 50.000 millones en 2022-23 según el actual cronograma" concluyó la consultora.

Entonces, en el centro de todo estará el programa monetario de bandas de tipo de cambio aplicado por Guido Sandleris, presidente del Banco Central, a partir del Io de octubre. "Es el único plan de la gestión de Macri que no puede fracasar" asevera Broda. Es que, si fracasa, el 30 por ciento que el mercado espera de inflación en 2019, terminará siendo un piso; la recesión se extenderá; el déficit cero será otra meta incumplida; la sostenibilidad de la deuda estará en jaque; los salarios reales seguirán en descenso; y, la Argentina, una vez más, estará parada sobre un barril de pólvora. 

Mirá la nota en la edición impresa acá: