En los medios

La Nación
18/11/18

WhatsApp, nueva arma de manipulación electoral

El profesor del Dpto. de Estudios Históricos y Sociales de la Di Tella analizó la viralización de las noticias falsas e imágenes trucadas durante la campaña presidencial de Brasil que terminó con el triunfo de Jair Bolsonaro. "El papel de las redes sociales como herramienta facilitadora de una polarización política creciente ya no se discute. Su uso y manipulación ha favorecido el ascenso de líderes populistas en distintas partes del mundo", apuntó.

Por Guillermo Borella
El papel de las redes sociales como herramienta facilitadora de una polarización política creciente ya no se discute. Su uso y manipulación ha favorecido el ascenso de líderes populistas en distintas partes del mundo. Así, se han abierto interrogantes sobre los riesgos que entraña para la salud democrática el flujo de noticias falsas y de odio que circula en las plataformas digitales, muchas veces fogoneado y aprovechado por movimientos extremos. ¿Podrá mantenerse indemne la democracia liberal, tal como la conocemos, frente al impacto cada vez mayor de las redes sociales sobre el mundo real?
Las recientes elecciones de Brasil, en las que Jair Bolsonaro (foto) resultó electo presidente, pusieron en el centro del debate una aplicación en la que las noticias falsas y las imágenes trucadas se multiplican de grupo en grupo; por su condición de mensajería privada, su uso artero resulta difíci
Facebook, Twitter y YouTube han sido objeto de severas críticas, acusados de permitir o no poder evitar la propagación de fake news que amplifican las divisiones con fines electorales. No solo han incidido en la llegada al poder de Donald Trump en Estados Unidos y de Jair Bolsonaro en Brasil; también, han abierto la puerta a recientes hechos de justicia por mano propia en la India y México, y han servido, en el caso de Facebook, de correa de transmisión del discurso islamófilo en Myanmar, favoreciendo trágicas acciones de limpieza étnica contra los rohingyas.

En las elecciones brasileñas del mes pasado se sumó con fuerza WhatsApp. Con la victoria de Bolsonaro en la segunda vuelta, la popular aplicación de mensajería, propiedad de Facebook, se reveló como un elemento clave en la disputa por el poder. Utilizada por unos 120 millones de brasileños -más de la mitad de la población del país-, WhatsApp sirvió como vehículo para la distribución de contenidos racistas y misóginos hábilmente disfrazados de noticias y fotos adulteradas. Cabe recordar que, según un informe de Datafolha, el 61% de los votantes de Bolsonaro se informó a través de WhatsApp, el 57% por Facebooky 10% vía Twitter.

Un uso creciente

Existen varios indicadores que confirman que WhatsApp es cada vez más utilizado, ya no solo para mantenerse en contacto con amigos y familiares, sino también para consumir y difundir información pública, en detrimento de otras redes sociales. Según el Digital News Report, elaborado anualmente por el Instituto Reuters de la Universidad de Oxford, “el uso promedio de WhatsApp para consumo de noticias creció más del doble en apenas cuatro años, mientras que el uso de Facebook cayó”.

“Lo que sucede en WhatsApp se hace público, y lo que se hace público también sucede en WhatsApp”, dice a la nación el politólogo y experto en comunicación política Mario Riorda, director de la maestría en Comunicación Política de la Universidad Austral. Lo que diferencia esta red de otras es “la diseminación de contenido público bajo formas de diálogos más o menos íntimas”.

En este sentido, WhatsApp presenta desafíos particulares para las organizaciones que intentan prevenir la información falsa. Las características de la plataforma hacen que la posibilidad de conocer el origen de la información y discernir en consecuencia entre lo verdadero y lo falso sea casi nula. Al ser un servicio cifrado de extremo a extremo, solo el emisor y el remitente pueden ver el contenido de un mensaje. Nadie más puede hacerlo, ni siquiera WhatsApp o Facebook.

Caja negra

“WhatsApp es una caja negra. La criptografía no nos permite saber si algo fue compartido una vez o un millón de veces. Esto impide saber qué información conviene chequear, porque no sabés si lo que recibís es algo muy viralizado o solo es parte de tu propia burbuja”, explica Cristina Tardáguila, directora de Lupa, la primera agencia de fact-checking de Brasil, que trabajó activamente durante la última campaña electoral.

“En Facebook es más fácil detectar la información falsa y evitar que la mentira crezca. Pero la política es como el agua, se escurre y busca su camino. Ahora se fue al WhatsApp”, dice Tardáguila. Según TheNew York Times, un análisis de 100.000 imágenes de WhatsApp que se viralizaron durante la campaña electoral brasileña reveló que más de la mitad contenía información engañosa o directamente falsa.

Mónica Cruz Rozas, que formó parte de Verificado 2018, una iniciativa creada para combatir las noticias falsas durante la última campaña presidencial en México, también subraya el papel crucial que jugó WhatsApp: “La elección fue un punto de inflexión que marcó el paso de Facebook a WhatsApp. Esta red ya no puede ser tomada como una simple aplicación de conversaciones privadas, sino como un espacio más donde viaja la información”, asegura la periodista mexicana.

“Los políticos comunican donde está la gente. Y la gente está en WhatsApp”, afirma el asesor en comunicación catalán Antoni Gutiérrez-Rubí, director fundador de la consultora Ideograma. “Junto a Facebook, es la red donde más personas, de todas las edades, tienen cuenta y miran a diario. Sin embargo, solo algunos políticos están viendo lo importante que puede ser este canal para llegar a la gente”.

Gutiérrez-Rubí escribió La política en tiempos de WhatsApp, libro en el que analiza las múltiples oportunidades y ventajas que ofrece el uso partidario de este canal.

La particular configuración de la plataforma, mezcla de red social y privada, se presta tanto para la formación de enormes audiencias como para el uso privado de mensajes presuntamente confiables. Sin embargo, el funcionamiento político de WhatsApp no es tan sencillo. Según Riorda, los contenidos se prodigan a través de una gran cantidad de grupos expansores, de modo que cada grupo desborda en otros. “Es difícil que WhatsApp ocupe centralidad si antes no hay una base sólida de voluntarios que actúen como expansores”, explica el especialista. “No importa tanto la cantidad de contactos como de grupos expansores”. Finalmente, para que el efecto cascada tenga resultado, es clave que el propulsor sea un intermediario de confianza. “Ahí radica el corazón de la expansión geométrica”, asegura.

El poder de WhatsApp reside también en la ausencia de resortes legales y técnicos que permitan monitorear conversaciones privadas. Esto representa un gran desafío para la plataforma, por sus características de servicio de mensajería; el reto es cómo lograr una correcta y eficiente regulación sin avanzar sobre la libertad de expresión y la privacidad de sus usuarios.

Medidas preventivas

En el caso de Brasil, ante las múltiples denuncias por circulación de fake news, la compañía tomó varias medidas: reforzó la vigilancia de contenidos, redujo el número de participantes en grupos y de veces que un mensaje puede ser reenviado; asimismo, redobló el uso del software para detectar mensajes automáticos y colaboró con equipos para chequear la veracidad de la información. Incluso llegó abloquear la cuenta de centenares de miles de perfiles por comportamiento sospechoso o anormal, incluida la de uno de los hijos de Bolsonaro.

Sin embargo, los especialistas aseguran que no alcanza con bloquear cuentas: es un control poco efectivo, porque las sanciones llegan cuando el contenido ya se viralizó.

Según los expertos, las redes son un canal que amplifican los discursos polarizadores. Gran parte de la intolerancia que circula por allí es fruto de discursos políticos extremistas que apelan a la vaga promesa de un futuro mejor, en medio de la insatisfacción de buena parte del electorado ante un sistema que pareciera no estar respondiendo a sus demandas.

“Los populismos encuentran en las redes sociales formas de amplificación que les sientan mucho mejor para el tipo de mensaje que quieren difundir”, apunta Gutiérrez-Rubí.

Este desencanto social creciente conforma el caldo de cultivo ideal para la emergencia de liderazgos autoritarios antisistema. Al presentar soluciones emocionales y efectistas, que identifican con rapidez enemigos que funcionan como chivo expiatorio para los males que aquejan a la sociedad, “los discursos populistas de derecha sintonizan mejor con las narrativas de las redes sociales”, dice el consultor en comunicación política y medios sociales Luciano Galup. “WhatsApp vino a enriquecer y desafiar nuestros vínculos sociales, pero también a alterar las formas de participación política. La opinión de la gente común comienza a tener un peso más fuerte, aumentando la presión por soluciones rápidas”, concluye el especialista.

Autenticidad

“WhatsApp es tal vez la red social en las que las interacciones entre sus usuarios son percibidas como más íntimas. Por lo tanto, se la vincula con una sensación de mayor autenticidad. Esto está en sintonía con estos tiempos en los que la ciudadanía parece premiar la autenticidad en sus líderes”, observa Pablo Boczkowski, profesor en el Departamento de Comunicación de la Universidad Northwestern y codirector del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad (MESO).

Acostumbrada a convivir con estructuras más estables y tiempos más pausados, la democracia se enfrenta así al desafío de la inmediatez, propia de las redes sociales, que incita a jugar un ajedrez cada vez más veloz, según la metáfora del politólogo Ernesto Calvo.

Los grupos de WhatsApp producen una suerte de mundo paralelo en el que la más absurda teoría conspirativa puede adquirir credibilidad para sus integrantes, que luego la difunden entre familiares, amigos y vecinos. “Los chats que tienen lugar en estos canales son como cavernas, un submundo donde no abundan los filtros -advierte Riorda-. Alentados por la progresiva radicalización política, muchos se animaron a destapar la olla. Lo políticamente correcto ya no prima. Conductas que antes eran condenables públicamente se van tornando más y más habituales”. Como dice Riorda, Whatsapp a veces funciona como un difusor imparable de prejuicios. 

El autor es periodista y profesor del departamento de Estudios Históricos y Sociales de la Universidad 
Di Tella.

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