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El Cronista Digital
3/09/18

Los Bemberg convierten su apellido en marca y lanzan vinos premium a u$s 100

Sebastián de Montalembert, economista graduado de la Universidad Torcuato Di Tella, dialogó con "Clase Ejecutiva" tras la nueva inversión de la familia Bemberg en el Grupo Peñaflor para lanzar nuevos productos exclusivos. "Sabemos que en la industria del vino los proyectos toman años pero tenemos las ganas y el tiempo para lograr que Bemberg Estate Wines exprese lo mejor de la viticultura argentina", aseguró.

Por Andrea del Río
Honrar el legado asegurando su trascendencia. Saberse herederos de una estirpe de pioneros y asumirse protagonistas de un presente histórico. Respetar la tradición sin renunciar a la innovación. En el tramo final del proceso de traspaso generacional, la sexta camada de descendientes del legendario emprendedor alemán Otto Peter Friedrich Bemberg, emigrado a la Argentina en 1850, da por inaugurado su capítulo en la voluminosa biografía familiar con una decisión inédita: comercializar con ese apellido, nunca antes convertido en marca, su colección hasta ahora privada de vinos nacionales de alta gama.

Así, las etiquetas Pionero (blends) y La Linterna (varietales) de Bemberg Estate Wines pronto estarán disponibles en los más exclusivos wine stores y restaurantes del mundo a 100 y 75 dólares respectivamente. Ambas series llevan el sello del enólogo Daniel Pi, chief winemaker de Peñaflor, el principal grupo de bodegas del país que fuera adquirido por los Bemberg en 2010, cuatro años después de la venta de Cervecería Quilmes, el imperio fundado a fines del siglo XIX por el heredero del patriarca, Otto Sebastián, como Destilería Franco Argentina y Brasserie Argentine Societé Anonyme.

Todo comenzó en 2011, cuando algunos integrantes de las 5 ramas (¿acaso ya habría que hablar de raíces?) del árbol Bemberg en el país que representan entre el 30 y el 40 por ciento de los aproximadamente 200 miembros del clan también arraigado en España y Francia propusieron crear un portfolio de vinos que expresara la calidad excepcional de los microterroirs más singulares de sus fincas locales. Tras varios años de pruebas, degustaciones y validaciones, el orgullo y entusiasmo por los ejemplares obtenidos la primera añada es de 2013 los impulsó a doblar la apuesta: decidieron que esas partidas especiales y limitadas (entre 351 y 8.126 botellas según el varietal o el blend) saldrán al mercado y, además, aprobaron la construcción de una bodega de 3 mil metros cuadrados, más una casa familiar de 1.100 m2, en el corazón del viñedo súper premium de Finca El Tomillo, en Gualtallary, por una inversión total estimada de u$s 10 millones.

Inicialmente, se trató de aportar continuidad y novedad a la costumbre familiar de disponer de ejemplares nativos de sus inversiones vitivinícolas en el Viejo y Nuevo Mundo que jamás se descorchan fuera del círculo íntimo. Cumpleaños, bodas, bautismos y aniversarios; así como los tres plenarios anuales que realizan en Buenos Aires, París y Nueva York, son las ocasiones en las cuales renuevan votos con la actividad enológica que corre por sus venas desde que, a mediados del siglo XVI, Conrad zum Bimberg a quien consideran el miembro conocido más antiguo de la familia cultivara un viñedo en el pequeño municipio germano de Langenberg.

Pronto, lo que nació como un guiño a la tradición se reveló como una oportunidad de innovación. Porque la idea original de elaborar una edición especial y limitada de vinos australes para compartir únicamente entre parientes y con amigos evolucionó en un ambicioso proyecto de mapeo de sus 3.200 hectáreas implantadas en Mendoza, San Juan, Salta y Catamarca para dar con los microterruños que, siendo la expresión del presente y futuro de la Argentina como potencia enológica, también reflejaran los valores de los Bemberg.

Uno de ellos es, sin dudas, el culto al bajo perfil. Sin embargo, dada la trascendencia de la decisión, el cónclave familiar designó a uno de los suyos para conversar, en exclusiva, con Clase Ejecutiva, en Mendoza. El elegido por todos fue Sebastián de Montalembert, integrante de la generación que, en breve, tomará las riendas de la compañía a nivel global. Graduado como economista en la Universidad Di Tella, durante cinco años trabajó en el sector financiero en Nueva York, hasta que el llamado de la sangre lo repatrió a su Argentina natal. Acompañado por Daniel Pi, director de Enología de Peñaflor elegido mejor winemaker del país en 2017 por el prestigioso crítico y Master of Wine británico Tim Atkins, el joven ejecutivo (43 años) reveló los detalles de la iniciativa que marca un punto de inflexión en la historia de los Bemberg y de la industria vitivinícola nacional.

¿Cuál es el origen de Bemberg Estate Wines?

SM: Hace 8 años, luego de adquirir Grupo Peñaflor, se nos ocurrió hacer una colección privada que le demostrara a nuestros parientes de otros países -la familia está distribuida entre la Argentina, Francia y España, todos con tradición enológica- la alta calidad de los vinos nacionales. Se lo propusimos a Daniel (Pi), quien gracias a Dios no sólo se entusiasmó sino que, además, propuso estructurar esa colección como un viaje imaginario por el país para reflejar la diversidad de expresiones y estilos de nuestros mejores viñedos en Mendoza, Salta, San Juan y Catamarca. El objetivo era lograr una serie de vinos que nos gustaran a todos pero que, además, hablaran de nuestros valores.

DP: Elaborar una edición limitada de vinos que les gustara era todo un desafío, porque tienen un alto nivel de conocimiento de las mejores etiquetas del mundo, ejemplares a los que quizás ni siquiera yo tengo acceso normalmente. De las conversaciones preliminares surgió la idea de explorar las 3.200 hectáreas de viñedos para seleccionar los mejores microterroirs. En cierto modo, era también cumplir un sueño de los equipos de Enología y Viticultura (NdE: Este último, liderado por el ingeniero agrónomo Marcelo Belmonte), que siempre habíamos imaginado hacer una colección de vinos que transmitiera integralmente lo que es Argentina como productor de alta gama pero no habíamos encontrado, hasta ahora, la ocasión ni una marca que pudiera consolidar ese concepto.

¿Cómo se alcanzó el consenso acerca de cuáles blends y varietales merecían llevar el apellido?

SM: Fue muy interesante participar en las catas familiares junto a Daniel y su equipo. Tras muchas degustaciones entre los paladares argentinos, franceses y españoles, llegamos a un acuerdo sobre cuáles llevarían la marca Bemberg Estate Wines, que tienen la particularidad adicional de salir al mercado con una crianza mínima de cinco años.

DP: Fue un proceso que implicó muchos ajustes para que el producto final reflejara las convicciones de una familia con más de 150 años de trayectoria y, de algún modo, contribuyera a proyectar los valores de esa estirpe por un siglo más. Nos hemos reunido un par de veces por año para evaluar la evolución de los vinos. Son muy críticos y, como consumidores, están acostumbrados a beber el producto terminado. Por eso me siento muy afortunado de que confiaran en lo que les anticipaba que iba a suceder con esos vinos de la cosecha 2013 si les dábamos tiempo a que evolucionaran.

¿Qué los persuadió de quebrar el culto al bajo perfil y lanzar comercialmente esa colección de vinos nacida, al principio, para consumo exclusivo del círculo íntimo?

SM: A medida que presentábamos esos vinos en las reuniones de la familia, muchos amigos nos pedían tener más botellas a disposición. Una cosa fue llevando a la otra, hicimos números y nos planteamos que valía la pena compartirlos con el mundo. No es fácil ser la sexta generación... Nuestro principal objetivo es que la empresa llegue a manos de la séptima camada. Entonces, cuando analizamos una oportunidad de inversión, además de evaluar que sea rentable tenemos que asegurarnos que sea un negocio que mantenga unida a la familia. ¡Y este proyecto calzó perfecto! Por eso dimos un paso más y nos atrevimos a ponerle nuestro apellido: a todos los miembros nos gusta el vino, un producto que evoluciona, como lo hemos hecho los Bemberg. Esto es muy diferente a decir: Somos socios en tal negocio. El vino genera orgullo, pertenencia y vínculo, siempre se comparte en momentos de alegría... Realmente estamos muy contentos (se emociona). Con esta decisión inédita, la sexta generación de la familia Bemberg ya se aseguró un capítulo destacado en la biografía del clan.

¿Costó convencer al resto de los parientes?

SM: Es una buena pregunta Lo primero que nos convenció de que valía la pena ponerle por primera vez nuestro apellido a un producto fue la gran confianza en el equipo técnico que lideró el proyecto. Lo segundo, la seguridad de que contribuiría a mantenernos unidos como hasta ahora. Por eso, hubo intercambios de ideas y opiniones pero no discusiones. Uno de los secretos para que una empresa familiar perdure es ser educados, saber escuchar, saber hablar y tomar todas las decisiones por consenso. En eso, somos rígidos: hay reglas que todos tenemos que cumplir porque es lo que nos ha dado continuidad. Los de la sexta generación estamos muy agradecidos con los de la quinta, quienes nos dejan un legado que nos envalentona para seguir. Nos emociona y motiva saber que si hacemos las cosas bien habrá más generaciones de Bemberg en el negocio del vino en la Argentina. Y pasándola bien juntos, además, porque si no disfrutáramos los momentos compartidos -desde las asambleas generales hasta las salidas a cazar o pescar- tampoco habríamos llegado hasta acá. En definitiva, este proyecto nos asegura unidad y armonía a futuro. Y ya todos se sienten parte. Por ejemplo, el corcho que utilizamos proviene de plantación de alcornoques en la finca Las Cigüeñuelas, de la rama española de la familia.

Planean invertir u$s 10 millones en la construcción de una bodega exclusiva para la marca, más una casa para uso de la familia en una finca de Gualtallary. ¿Cuáles son sus peculiaridades y cuándo cortarán cinta?

SM: Si bien podríamos haber contratado a cualquier arquitecto del mundo, decidimos ser coherentes con nuestro compromiso con la Argentina y elegimos al estudio mendocino Bórmida & Yanzón (NdE: De su tablero surgieron más de 30 bodegas premiadas por su planteo arquitectónico y paisajístico). Estimamos que estará terminada para fines de 2018. Y para la casa familiar, que se inaugurará oficialmente en abril durante una de las reuniones anuales de los Bemberg, recurrimos al arquitecto Mario Connío, de España, quien ya realizó varias obras para nosotros.

DP: La bodega tiene una silueta orgánica, integrada con el entorno. Estamos en pleno desarrollo de 19 vasijas de hormigón, a partir de un diseño prácticamente desconocido en el país: cada molde cuesta u$s 50 mil. También habrá un sector con los famosos huevitos de hormigón para realizar la microvinificación de cada parcela de cada finca por separado, de un máximo de apenas 2 mil litros. Además de un laboratorio de última generación, destaco la cava subterránea donde iremos guardando unas 200 botellas de cada añada de todos los vinos para que se vaya conformado un tesoro que los Bemberg puedan disfrutar por muchas generaciones.

SM: La casa es un eneágono, conectado con la bodega y montado sobre un espejo de agua, con tres habitaciones, un salón para celebraciones y otro para reuniones, un living y una cocina. Es simple pero elegante, como todo el proyecto. Queremos que sea un lugar de encuentro con los parientes, con los amigos y con las personalidades ilustres de la industria del vino a quienes invitaremos a probar los vinos, junto con Daniel, para que vivan una experiencia diferente, como las que vivimos nosotros cuando nos juntamos.    

Sebastián, ¿cuál era tu contacto con el mundo del vino antes de que la familia adquiriera el Grupo Peñaflor?

Quiero aclarar que, además de las inversiones que hacemos como familia, cada rama tiene sus negocios particulares. En 2000, mi padre (NdE: Jacques Louis, nacido en Borgoña), gran amante del vino, creó la bodega Ruca Malén junto Jean Pierre Thibaud, otro empresario francés que, durante 10 años, había presidido Chandon en la Argentina. Fue un proyecto muy lindo, en el que trabajamos desde cero. Aprendí muchísimo conversando con el enólogo, catando de los tanques, haciendo las pruebas de maridaje en el restaurante de la bodega. Soy el primero de mi generación que entró a la compañía, hace ya 15 años, por una cuestión de edad, de rama de la familia. Es cierto que, en su momento, tenía un poco más de conocimiento que otros, pero mi rol es como el de cualquier miembro: trabajar para que este negocio funcione bien y para que la familia siga unida. Por definición, no estamos metidos en el día a día de la empresa, que hace ya 20 años encaró un proceso de profesionalización, pero sí participamos activamente en los comités de cada área, viajamos para reunirnos frecuentemente y hablamos todos los días.

¿Qué significa ser pionero para un Bemberg?

Pionero es quien se atreve a generar algo que no existe, quien sale de su zona de confort y, con mucho esfuerzo y ganas, convierte su visión en un objetivo... Y logra hacerlo realidad. No por casualidad ya somos la sexta generación al frente de la empresa: estamos pensando constantemente qué tenemos que hacer para seguir juntos. Claro que no tenemos la bola de cristal, así que recurrimos a consultores para que acompañen ciertas etapas, como el traspaso de camada que se completará en 2019. También abordamos, por ejemplo, cómo mejorar la comunicación para que los parientes que no están involucrados directamente en el negocio se sientan parte de él porque, sino, a la larga, podrían decir adiós.

A fines de mayo fuiste papá por primera vez. ¿Ya pensaste cómo le contarás este capítulo de la saga familiar a Beltrán?

SM: Antes que la remera de Boca, compré una caja de la colección completa de la añada 2013 para regalársela cuando cumpla 18 años y decirle: Acá está lo que hicimos, así empezó. Es una gran alegría, honor y responsabilidad para todos haber dado este primer paso. Sabemos que en la industria del vino los proyectos toman años, incluso décadas, pero tenemos las ganas y el tiempo para lograr que Bemberg Estate Wines exprese lo mejor de la viticultura argentina. Este es un cuento que se va a contar a las siguientes generaciones de los Bemberg.