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TN
16/07/18

Brotes marchitos: qué necesita el Gobierno para que la economía repunte a fin de año

El profesor de la Maestría en Finanzas de la Escuela de Negocios de la UTDT escribió sobre la suba del dólar, las tasas altas y la aceleración de la inflación y cómo estas impactan en la actividad real. Según Furiase: "El Ejecutivo apuesta a que la recuperación arranque en el cuarto trimestre, pero los riesgos financieros siguen ahí".

Por Federico Furiase

Tras la turbulencia financiera manifestada en la corrida cambiaria, la suba del riesgo país y el desplome de los precios de las acciones, los daños colaterales sobre la economía se empiezan a sentir.

Es que al efecto licuación del salario por el movimiento brusco del dólar y la aceleración de la inflación, en un contexto de recomposición de tarifas, se sumó el impacto de las tasas de interés de las Lebac en 50% para frenar la corrida. Las tasas altas encarecieron el costo del crédito para el consumo y el financiamiento del capital de trabajo de las pymes y generaron algunos cuellos de botella en la cadena de pagos.

Un productor de Pergamino contempla el impacto de la sequía en sus cultivos. La economía pasó de los brotes verdes a los marchitos.

La lógica defensiva de las empresas frente a la presión de costos por la suba en simultáneo de dólar y tarifas, con tasas de interés en las nubes y demanda debilitada, pasa por desarmar inventarios, priorizar participación en el mercado (market share) y posponer la recomposición de márgenes para cuando las aguas se tranquilicen. El secreto del canal de la tasa alta para moderar el traslado a precios de la devaluación. En este contexto, la optimización del capital de trabajo, la ingeniería financiera y las estrategias de cobertura cambiaria adquieren una relevancia particular para surfear el escenario.

Mientras tanto, en el sector externo, beneficiado en principio por la devaluación, la coyuntura tampoco ayuda. En el caso de los productores de soja, al impacto de la sequía (con bajas en las cantidades del 30/40% anual) se sumó el desplome del precio de la oleaginosa. A su vez, la suba del barril de petróleo (a US$70) empieza a pesar en los costos. Por otro lado, la expectativa de un menor crecimiento en Brasil, en medio del ruido político por las elecciones presidenciales, le saca combustible a las exportaciones industriales.

De los brotes verdes a los números rojos

Distintos indicadores muestran un cambio de tendencia en los sectores que impulsaron la economía en el último tiempo.

La construcción cayó 6,9% interanual en junio, aunque acumula una suba del 8,3% en el año.

Los despachos de cemento -insumo clave para las obras públicas y privadas- cayeron 2,8% interanual el mes pasado. Aumentan 6,5% en el primer semestre.

La venta de autos 0km cayó 31% anual en junio. La suba en el semestre es del 14,8%.

La producción automotriz bajó 13,4% anual. En este caso, la expansión en el semestre fue del 3,3%.

La venta de motos cedió 18,2% en junio y creció 10,9 por ciento en lo que va de 2018.

La fisonomía de la recesión en puerta tiene componentes en común con las contracciones de 2009 y 2016. La sequía y el desplome del precio de la soja es la parte de la “película” que se parece a la de 2009. Mientras que el deterioro del poder adquisitivo del salario por el salto cambiario y la corrección tarifaria, junto con las altas tasas de interés, es la parte que se parece al segundo trimestre de 2016.

La diferencia, no menor, con lo que ocurrió hace dos años es que la historia financiera argentina perdió atractivo y entonces la baja del pulgar del mercado nos lleva a corregir el déficit externo y a licuar las Lebac del BCRA con una devaluación que termina ajustando el nivel de importaciones y el déficit de turismo.

¿Cuánto puede durar la recesión?

La apuesta del gobierno pasa por usar artillería pesada para contener el dólar y las expectativas de inflación con el “torniquete monetario”, la venta de los dólares del FMI para financiar el agujero fiscal y la colocación de deuda del Tesoro de corto plazo.

El objetivo es estabilizar el dólar y, a partir de ahí, encontrar espacio para bajar las tasas de interés, siempre y cuando la inflación y las expectativas acompañen. Con un ciclo gradual de baja de tasas, los dólares de la exportación de trigo y la reapertura de paritarias, el Gobierno espera dar vuelta el ciclo en el cuarto trimestre.

Pero el sendero aún no está definido. El riesgo de esta transición es que las altas tasas y el festival de deuda de corto plazo que viene colocando el Tesoro (Botes en pesos, bono dual y Letes en dólares) para contener la presión cambiaria y desarmar la bola de nieve de Lebac, no ayuden desde el lado de las necesidades de financiamiento de corto plazo.

Esto pasa factura en el riesgo país, retroalimenta las expectativas de devaluación y demora los tiempos para bajar las tasas de interés y extiende en el tiempo la recesión y el deterioro del capital político del Gobierno.

Se trata de un círculo vicioso complicado. La devaluación requerida para continuar con el ajuste del déficit externo y la licuación de las Lebac complica el refinanciamiento de las Letes. Es el “talón de Aquiles” del programa financiero.

Para que salga bien, el Gobierno debe convencer al mercado de que el ajuste fiscal y monetario comprometido con el FMI es políticamente viable. Esto ayudaría a que los flujos de capitales vuelvan a aprovechar las altas tasas de interés en pesos. Así, el dólar se estabilizaría más temprano que tarde. Esto es clave para contener las expectativas de inflación y refinanciar las Letes.

Partiendo desde un nivel más alto de tipo de cambio real, con el déficit externo más ajustado y margen para bajar las tasas, con dólares de las exportaciones para financiar importaciones, dólares del Fondo para cancelar vencimientos de deuda y dólares del mercado para controlar el tipo de cambio e impulsar el salario real, los espacios de la política para impulsar la macroeconomía del año electoral podrían aparecer.