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TN
16/04/18

El "crecimiento invisible" y la necesidad política de que la plata llegue al bolsillo

Los datos de actividad positivos contrastan con salarios deteriorados por la aceleración de la inflación. "Con 2019 a la vuelta de la esquina, el Gobierno debe dar señales tanto a los consumidores como al mercado", apunta el profesor de la Maestría en Finanzas UTDT.

Por Federico Furiase

¿Por qué los datos buenos de la actividad económica no se sienten en el bolsillo del consumidor?

Esta sensación de un “crecimiento invisible” ha despertado el radar de la política económica, ya que el gobierno de Mauricio Macri pivotea entre la construcción de capital político de cara a las elecciones presidenciales del año que viene y las señales de sostenibilidad al mercado.

Entre las causas que podemos encontrarle a este divorcio entre los datos alentadores de crecimiento del primer trimestre del año y la capacidad de compra del salario, podemos mencionar los siguientes factores:

Oferta sí, demanda no

Los datos alentadores del nivel de actividad se concentran en sectores de la oferta. La construcción sube por el impulso del crédito hipotecario y la obra pública. La industria automotriz, por exportaciones arrancando fuerte. El sector financiero se mueve traccionado por el crédito, en un contexto donde el principal dinamizador es la inversión y donde la baja base de comparación del primer trimestre del año pasado ayuda.

En la vereda opuesta, el consumidor afronta la combinación de suba de tarifas (gas, transporte, electricidad), depreciación del peso y aumento de naftas, que pasan factura en la inflación de los primeros cuatro meses del año. Mientras, los salarios están planchados a la espera de la materialización de las nuevas paritarias.

La inflación de marzo, con un la núcleo acelerando al 2,6%, es un dato preocupante.Para abril se espera un dato de inflación recalentado por los aumentos en gas, transporte y naftas. En este contexto, probablemente la inflación acumulada a abril se ubique en la zona del 9,2%, con “salarios viejos”.

Esto ilustra la disociación entre los buenos datos de crecimiento y el golpe al bolsillo del consumidor.

Hacia el segundo semestre del año, los impactos tarifarios serán menos pronunciados y el Banco Central mantendrá el dólar tranquilo vía la señal de la tasa de interés y la intervención en el mercado de cambios si hiciera falta. La inflación mostraría una desaceleración, aunque no lo suficiente como para cumplir con la meta del 15%.

Nuestra proyección en Eco Go apunta a una inflación anual de 21,7% en diciembre,consistente con un ritmo de inflación mensual promedio en torno a 1,35% en el período mayo/diciembre.

Demanda sí, producción no

Por otro lado, hay una divergencia fuerte entre el crecimiento de la demanda y la producción local. Esto se explica por el fuerte dinamismo de las importaciones, impulsadas por la inversión en bienes de capital e insumos intermedios y bienes de consumo durables (autos). En 2017, el PIB creció 2,9%, pero la demanda agregada lo hizo al 5,3%. La diferencia se la lleva el fuerte crecimiento de las importaciones (+14,7%): producción extranjera que satisface la demanda local.

El empleo registrado, rezagado

El empleo crece y se logró bajar la tasa de desempleo en el último trimestre del año, lo que es una gran noticia. Sobre todo, en un esquema de política económica que intenta mejorar la productividad incorporando bienes de capital y abrir gradualmente la economía para disciplinar los precios en algunos sectores.

Sin embargo, cuando cruzamos los datos de empleo de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) con los del Ministerio de Trabajo (SIPA) encontramos que de los 694.000 puestos de trabajo creados en 2017 (+3,8% i.a.), sólo 268.000 (+2,2% i.a.) constituyen empleo registrado. Y, de este grupo, solo un 30,4% corresponde a creación de empleo asalariado privado.

La mira en las elecciones

Con la mirada puesta en la carrera hacia las elecciones presidenciales de octubre de 2019, la política económica intentará sostener un crecimiento motorizado por la inversión. Eso, sin ajustar el consumo privado (capital político) y mostrando el sendero de corrección fiscal consistente con las metas y una baja muy gradual en la inflación (señales al mercado).

Pero la restricción de presupuesto está a la vuelta de la esquina y los mercados internacionales están más exigentes. Con un déficit de la cuenta corriente externa alcanzando niveles muy altos (4,8% del PIB) para la historia argentina y nuestro nivel de productividad/exportaciones, el crecimiento de la inversión y del consumo privado de cara a las elecciones requiere de una baja del déficit fiscal y de una mejor performance de las exportaciones para no seguir aumentando el déficit externo con un tipo de cambio real que vuelve a perder competitividad.

En esta transición hacia las elecciones, el Gobierno y el BCRA deberán mantener un dólar tranquilo y patear para adelante el calendario de ajuste tarifario pautado inicialmente, para no acelerar la inflación ni deteriorar el poder adquisitivo de los salarios.

La estrategia de vender reservas para anclar el dólar con un tipo de cambio real perdiendo competitividad por la mayor inflación que nuestros vecinos (en Brasil la inflación en marzo fue 0,09% mientras que acá fue de 2,3% mensual) y un déficit de la cuenta corriente externa creciente, no es sostenible.

Será clave que el BCRA vuelva a recuperar credibilidad para estabilizar la demanda de instrumentos en pesos y mantener el dólar tranquilo sin tener que perder reservas.