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América Economía
5/02/18

Conozca por qué crece la oferta de maestrías que no son MBA en escuelas latinoamericanas

“Siempre va a haber la necesidad de nuevos egresados de MBA, pues todavía se necesita más gente sénior que debe conducir equipos y fijar estrategias de crecimiento corporativo, en una región que todavía tiene mucho por crecer, pero hay que reconocer, que por ese mismo fenómeno, las maestrías especializadas se hacen cada vez más necesarias y específicas”, dice Nicolás Merener, decano de la escuela de negocios de la Universidad Torcuato Di Tella, también de Argentina.

Por Fernando Valencia y Andrés Almeida
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Incauto lector, deténgase un segundo. Si usted está leyendo este especial, es de suponer que tiene la intención de dar un salto en su carrera, y por default, de seguro que lo que primero pensó fue en un MBA.

Si tiene dudas acerca de que esa es la mejor decisión, pues no quiere necesariamente convertirse en CEO ni que su trabajo sea un caso de estudio, sino que más bien quiere mejorar en un área compleja de experticia empresarial, siga leyendo…

Una de las tendencias más importantes que vive el mercado latinoamericano de posgrados en negocios es el crecimiento de programas de maestrías que no son MBA. Así lo demuestra esta investigación, que compara la oferta de MBA y programas afines a los negocios, pero que no son MBA (bautizados por nosotros como NOT-MBA). Considerando 34 escuelas de negocios de la región de amplio reconocimiento, el conjunto de ellas suma 112 distintos programas de MBA, versus 164 NOT-MBA. Y eso que varios de esos MBA tienen “apellidos” especializados, pues se enfocan a industrias particulares (como MBA “minero”) o áreas tradicionales del management, como finanzas o márketing.

“Los programas que no son MBA surgen en un contexto corporativo que se hace crecientemente más complejo, el que demanda la existencia de ejecutivos con habilidades específicas, muy sofisticadas, pero que no necesariamente requieren del desarrollo de liderazgo y conducción de equipos, como pasa con los MBA”, dice Alberto Trejos, decano de INCAE Business School de Centroamérica.

Según Trejos, esto ha obligado a las distintas escuelas de negocios a adaptar su oferta en aras de la empleabilidad de sus estudiantes. “Además, las nuevas generaciones comprenden la empleabilidad de otra manera. Ya no se trata de lograr necesariamente la más alta posición en la jerarquía de una gran empresa, sino hacer lo que les gusta, y lo que les gusta abre una diversidad enorme de campos”, dice.

Sin embargo, esa enorme diversidad de campos todavía es una expectativa más que una realidad, si se observa la caracterización de la oferta de programas NOT-MBA. Del total de ellos, más del 80% corresponde a áreas tradicionales del conocimiento del management, siendo las Finanzas el más recurrente, pues uno de cada cuatro programas NOT-MBA corresponde a esa área.

“En una primera etapa las escuelas de negocios ampliaron su oferta con maestrías creadas a partir de sus capacidades instaladas, y solo después fueron ofreciendo otras maestrías más pensadas en el mercado y la empleabilidad”, dice Trejos. Por eso, tal vez, se explique la alta frecuencia de programas como los de Finanzas, pero también los de Márketing, Economía, Operaciones y Recursos Humanos, los que históricamente fueron fundamentales como especialidades para conformar un programa MBA.

Según Gabriel Aramouni, director del Centro de Educación Empresarial de la Universidad de San Andrés de Argentina, los MBA y los NOT-MBA son complementarios y apuntan a públicos muy distintos. “El MBA está claramente orientado a experiencias de aprendizaje en términos de dirección general, más integradoras y transversales, lo que atrae a estudiantes con mayor edad y que ya vienen con una experiencia gerencial. En cambio, las maestrías de especialidades son para gente por lo general más joven, que trabaja en áreas determinadas y que busca ganar competitividad ahí, donde se desempeñan”, dice.

Esto coincide con otra tendencia asociada a los millennials, pues muchos de ellos llegan a la madurez profesional teniendo más de una maestría, pues tienden a alargar sus periodos de formación, ya que la mayor estabilidad material de sus padres les permite hacerlo al no tener que entrar temprano al mundo del trabajo. Esto es algo que se observa como positivo, pero siempre que se considere la probabilidad de la sobrecalificación que afecta la empleabilidad, lo que pasa en mucho menor medida si la apuesta es por un MBA.

Este auge de los NOT-MBA a nivel global ha despertado la vieja tradición de augurar el inicio del fin de los MBA. Después de todo el porcentaje de candidatos que consideran programas NOT-MBA ha aumentado de 15% en 2009 a un 23% en 2016, según un estudio de Graduate Management Admission Council para el mercado estadounidense. Además, la pesquisa señala que los candidatos que solo consideran programas de MBA disminuyó de 52% a 49% en el mismo periodo.

Sin embargo, al menos en América Latina, lo que parece estar pasando es que el mercado de los posgrados en negocios es todavía una galaxia en expansión, solo que el hemisferio de los NOT-MBA va mucho más rápido. “Siempre va a haber la necesidad de nuevos egresados de MBA, pues todavía se necesita más gente sénior que debe conducir equipos y fijar estrategias de crecimiento corporativo, en una región que todavía tiene mucho por crecer, pero hay que reconocer, que por ese mismo fenómeno, las maestrías especializadas se hacen cada vez más necesarias y específicas”, dice Nicolás Merener, decano de la escuela de negocios de la Universidad Torcuato Di Tella, también de Argentina.


Y aunque existe un consenso entre los 26 decanos entrevistados para este especial respecto a que los MBA siguen creciendo en la región, el consenso también aplica a la idea de que los NOT-MBA cada vez irán adquiriendo un mayor protagonismo en el desarrollo institucional de las escuelas de negocios latinoamericanas.

Otro aspecto importante de la irrupción de los NOT-MBA guarda relación con un área gris que se ha ido creando históricamente a partir de una serie de programas que tienen la marca MBA, pero que tienen tales grados de especialización (como el ya mentado MBA “minero”) que parecen desnaturalizar el carácter generalista y el foco en habilidades blandas de los MBA. “Las escuelas de negocios han tenido gran flexibilidad como para adaptarse a las necesidades corporativas, creando una multiplicidad muy rica de programas MBA, los que me parece que no se desvirtúan si es que la apuesta es firme en estrategia, equipos de trabajo, talento y finanzas”, dice Manuel Acevedo, decano de la colombiana EAFIT.

Para efectos prácticos, este especial consideró MBA toda maestría conducente a grado que se declarara a sí misma un MBA, independientemente de sus grados de especialidad, pero es posible suponer que muchas de esas se descolgarán a futuro de la marca MBA en cuanto deje de ser el único signo de prestigio de carrera en management.

“Cuando se empieza a llamar a todo MBA, se genera una confusión conceptual, y se terminan desvirtuando los programas, por lo que nosotros hemos preferido llamarlo por su funcionalidad y así dejar el MBA como algo único”, dice Acevedo.

“Antes el MBA era la única carta académica para desenvolverse en los negocios, y eso apreció la marca MBA e hizo proliferar programas MBA con altos grados de especialización, pero hoy la situación es muy distinta”, dice Trejos.

Sin (demasiada) novedad en el frente

Pese a todo, el fenómeno NOT-MBA no es nuevo. Es más, en una mirada histórica, a propósito del documento del BID, La formación de los economistas de América Latina de 2009, es posible afirmar que estos son anteriores al MBA, pues los primeros programas del área fueron de Economía, allá por las lejanas décadas de 1960 y 1970, en países como México, Colombia, Argentina y Chile, en pleno fenómeno de estudio de la economía neoclásica, el marxismo, la teoría de la dependencia y el desarrollismo. Es en esta época cuando se funda buena parte de las facultades de Economía de América Latina y, consecutivamente, sus programas de posgrado.

Ya en los años 80 y 90, en plenos procesos de liberalización económica, se consolidó la especialidad de Finanzas, respondiendo a los nuevos desafíos asociados al capital financiero y la banca. Es así como surgen programas de Finanzas en la Universidad de Chile (1980), USACH de Chile (1993), la peruana Universidad del Pacífico (1995), la mexicana EGADE (1996) y Torcuato Di Tella (1997).

En las décadas posteriores, con la consolidación de las economías de libre mercado y el desarrollo y sofisticación del mundo corporativo y tecnológico, resulta el mapa actual, en el que proliferan con mucha fuerza los MBA y se observa un fuerte desarrollo y actualización de las especialidades clásicas del management, las que combinan los conocimientos tradicionales con técnicas de vanguardia.

Además, al mapa hay que agregarle la irrupción de programas de posgrado llamados de cuarta revolución, los que, teniendo un fuerte foco en el desarrollo tecnológico en sí, además proponen un enfoque multidisciplinario. A partir del análisis de la oferta de las escuelas incluidas en este especial, se determinó, a modo general, que se ofrecen en América Latina cuatro tipos de maestrías que cumplen con estas condiciones: Gestión de Datos y TIC, Gestión de Salud, Gestión Ambiental/Energía y Agronegocios, que están muy vinculados a la biotecnología. Así, de 34 escuelas, 17 de ellas tienen algún programa en estas materias.

En el caso de las maestrías en Gestión de Datos y TIC, “los diseños curriculares asumen una complejidad y refinamiento profesional tal que incluso van dirigidos a profesionales que ya tienen un MBA u otra maestría especializada”, dice Luiz Brito, decano de la Fundación Getúlio Vargas de Brasil, en referencia a su maestría en Competitividad y Gestión de la Información.

Así como en el caso anterior, las maestrías orientadas a la Gestión Ambiental y de Energía tienen también un marco de complejidad similar, “con el agregado de la necesidad de formar profesionales capaces de persuadir a sus organizaciones acerca de la importancia de la sostenibilidad como estrategia de desarrollo”, dice Eric Rodríguez, decano de Uniandes de Colombia, a propósito de su maestría en Gerencia Ambiental.

En cuanto a las maestrías de Gestión de Salud, José Miguel Sánchez, decano de la Facultad de Economía y Negocios de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC Chile), opina que desde hace tiempo se había detectado que la administración de organizaciones de salud estaba liderada por profesionales de la salud, que no tenían formación en administración y gestión, lo que produjo la necesidad de combinar tanto la experticia del área de negocios de la universidad, como la de la área de salud, “resultando de ello el diseño de modelos de organizaciones en salud, novedosos, atractivos, socialmente responsables y dentro de un esquema regulatorio acorde a los estándares de salubridad de la región”, dice.

Según Juan O’Brien, decano de Centrum de la Pontificia Universidad Católica de Perú, la cual también tiene un programa de Gestión en Salud, las maestrías de cuarta generación se diferencian de otros NOT-MBA más tradicionales, en que estas requieren de profesionales con mayores grados de experiencia, pues las materias tratadas son de un nivel sofisticación tal que importan a nivel estratégico en las organizaciones. “Entonces, se vuelve a hacer importante el desarrollo de habilidades blandas, tales como coaching, pensamiento estratégico en equipo, inteligencia emocional, manejo del tiempo, y el desarrollo de la analítica como un eje transversal”, agrega O´Brien, en una tercera vuelta de tuerca en el eje de especialización versus generalismo.

Por su parte, Rodolfo Rivarola, decano de la IAE de la Universidad Austral de Argentina, piensa que “la irrupción tecnológica y el entrecruzamiento de disciplinas genera una nueva oleada de programas especializados, como los de Gestión de Salud, o Gestión de Datos, pero, además, estos desarrollos impactan profundamente los programas clásicos; por ejemplo, el márketing hoy no puede ser sino márketing digital”, dice.

De tal modo que, tanto en la apuesta por desarrollar maestrías de cuarta revolución como en consolidar maestrías tradicionales, la irrupción de las nuevas tecnologías y la flexibilidad curricular es un elemento que atraviesa ambas propuestas. Esa ha sido la apuesta de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile (UAI), la que, si bien no ha desarrollado maestrías en las áreas señaladas, sí ha integrado el enfoque tecnológico y multidisciplinario en su oferta, lo que incluye una mirada sobre la misión de los negocios más allá de la última línea del balance. Según Mauricio Villena, decano de la UAI, sus maestrías, incluido el MBA, tienen rasgos comunes, pues “ponen mucho énfasis en el desarrollo personal y profesional, dado que buscan desarrollar habilidades y transmitir conocimientos que estén en el máximo grado de actualización”. Es decir que estos nuevos especialistas no solo se prepararán para cumplir un rol específico en su trabajo, sino que además apostarán a orientar las organizaciones donde trabajan.

Más allá de la taxonomía propuesta en este especial, con la inclusión de maestrías de cuarta revolución –la que no pretende trazar una frontera tecnológica y multidisciplinar rotunda entre tipos de maestrías– se observa un grado creciente de cruce de disciplinas de naturalezas diversas en todas las maestrías, tradicionales o no, e incluido el MBA. “Lo único seguro es el cambio y los nuevos modelos de negocios, las empresas y los mismos consumidores lo exigirán”, puntualiza José Miguel Sánchez, decano de la PUC Chile.