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29/11/17

Martín Sivak: la ardua tarea de narrar el suicidio de su padre

El profesor de la Maestría en Periodismo de la UTDT reconoce que en “El salto de papá” debió lidiar con la incomodidad de contar en primera persona el caso de su familia, que fue resonante en los años 80

Por Máximo Soto


Desde mañana y hasta el sábado se realizará en el CCK el primer "Festival basado en hechos reales", un encuentro que celebra el periodismo narrativo y la literatura de no ficción, con un conjunto de autores de ese género: Entre ellos estará Martín Sivak cuyo libro "El salto de papá" (Seix Barral), que va por su cuarta edición, es la reconstrucción de un retrato biográfico. Sivak es sociólogo (UBA), doctor en Historia (UNY), profesor universitario, y director editorial de los sellos de ciencia, teoría y ensayo del Grupo Planeta. Dialogamos con él.

Periodista: ¿Debió escribir libros sobre modelos diferentes de autoridad, supuestos padres en sentido metafórico (Evo Morales, Juan José Torres, Banzer Suarez, Mariano Grondona, Héctor Magnetto) para dedicar una obra a su padre, Jorge, y a su tío Horacio, el del "Caso Sivak"?

Martín Sivak: Los periodistas muchas veces administramos en público nuestros temas privados. Yo no trabajé los libros anteriores como etapas para una obra futura. Sin embargo, mi hermano sostiene que "El salto de papá" es un libro que siempre estuve escribiendo, pero no me sentaba a hacerlo por las enormes dificultades que tiene. Acaso no fue algo consciente, pero trabajé figuras masculinas fuertes, distintas. Cuando hice la biografía de Banzer, el dictador elegido, no lo quise entender, quise impugnarlo. En el caso de Grondona me interesaba ver las influencias notorias y evidentes. Al pensar en Magnetto, veo que la investigación tuvo propósitos diferentes. En el caso de mi padre fue ver quién fue, por qué hizo lo que hizo.

P.: En ese caso se enfrentaba al enigma del suicidio.

M.S.: Está el enigma del padre que es más fácil de transitar que el de su suicidio, que lleva mucho tiempo. Otra dificultad es cómo escribir sobre eso. En los otros casos tenía un modelo, por ejemplo, cronológico. Por eso trato de compartir con el que lee las perplejidades y dificultades del que escribe. Podría haber dicho: tomo distancia y escribo, no pude hacerlo. Cuando leí libros sobre el padre, los de Philip Roth, Kureishi, Carver, Faciolince, Auster, entre tantos, era para ver qué escritores lo habían hecho, y esos padres no habían tenido trascendencia. Quizá el de Martín Amis un poco más, pero tampoco tanto. Si leí una biblioteca sobre el tema no fue para hacer un ensayito sino para encontrarme con el género, tomarme todas las libertades al escribir y a partir de esa decisión enfrentarme al desafío de encontrar mi forma de hablar del tema.

P.: Y su forma fue a partir del suicidio de su padre abrir el escenario social y político de toda una época, que tiene ecos hasta el presente.

M.S.: No fue premeditado. No me propuse hablar de esto para contar de la historia reciente de la Argentina, o de la década del 80. La empresa (Buenos Aires Building) estaba en mala situación económica cuando mi padre la tomó, no tenía presencia en las cámaras empresariales, era marginal en el mundo de los negocios.

P.: Pero uno se encuentra con un imperio forjado con fondos del Partido Comunista, con el secuestro más conmocionante de comienzos de la democracia, con su padre gritándole a Tróccoli, charlando con Seineldin, a Lanusse yendo a comer a su casa.

M.S.: Descubrí que inevitablemente tenía que narrar en primera persona, y hacer públicos hechos privados. Debí superar la incomodidad de verme como un exhibicionista. ¿Por qué debía incluir esos nombres? ¿Era relevante que mi padre hubiera estado preso en el gobierno de Lanusse y que Lanusse fuera a almorzar a casa? ¿Era la reconciliación nacional o era que papá, jugando a la política, se rodeaba de gente supuestamente influyente? Si bien él había dejado la FAL, sus negocios los pensaba políticamente, eran como la culminación de la política. Y fueron fracasos.

P.: Cuando se define a su padre como "banquero marxista" se lo convierte en personaje de Roberto Arlt, que podría estar junto al Rufián Melancólico, y usted, acaso más allá de su voluntad, lo muestra como una expresión del espíritu de la época.

M.S.: Él creía que estaba yendo contra el capitalismo desde un banco, en eso era arltiano. Era un fumador empedernido, desalineado, mal vestido. Era una forma de provocación. Vivía la ambigüedad de estar tironeado por el mandato paterno de ser un buen empresario, un gran abogado, y sus ganas de hacer política, que la había hecho como militante estudiantil y dirigente en la facultad de Derecho, lo que le había dejado una cultura crítica acendrada y una sensibilidad de izquierda. Algo que estaba aún presente cuando se vio desbordado por el secuestro y asesinato de Horacio, su hermano, los avatares de ese que quedó como el Caso Sivak, y a la vez la crisis del banco que dirigía, el tapar día a día, mes a mes, los agujeros del banco.

P.: Su libro comienza "Antes de tirarse de palito de un piso dieciséis, papá se despidió de la clase obrera argentina".

M.S.: Creo que a él, que había estado preso como dirigente político bajo una dictadura, ante un ya inevitable desastre financiero, le resultaba insoportable pensarse en la cárcel por un delito económico, por estafar a ahorristas.

P.: ¿En qué está ahora?

M.S.: Tengo tres cargos docentes, en la Universidad de Nueva York donde hice el doctorado en Historia de América Latina; en la Universidad Di Tella, y en Universidad de San Martín. Hace tres meses asumí la dirección editorial de Paidós, Ariel y Crítica. Siempre tuve la idea del próximo libro que voy a escribir, esta vez no; ya surgirá.