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Clarín
9/07/17

Economía colaborativa: una nueva forma de consumir, comprar, vender y utilizar

“Cada vez más empresas intentan adaptar sus modelos de negocio, ya que brindar apoyo para compartir no sólo puede mejorar la reputación de su compañía al atraer a clientes ambientalmente preocupados, sino también proveer nuevos mercados y comunidades para vender o presentar sus productos”, señala Cynthia Goytía, directora de la Maestría en Economía Urbana y del Centro de Investigaciones de Políticas Urbanas y de Vivienda (CIPUV) de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT).

Por Ana Bourdieu

Uno lo tiene, otro lo necesita. Cuántas veces podríamos compartir recursos, productos o servicios a otras personas y, simplemente, no lo hacemos porque desconocemos que los necesitan. Un departamento para hospedarse, un lugar en el auto para ir a trabajar, un espacio para estacionar, un préstamo para financiar un proyecto, un rincón en la valija de viaje, un trabajo freelance, una oficina dispuesta a ser compartida, alguna ropa o esas herramientas a la que poco uso se les da. Todo se puede compartir si se tiene la información correcta y los medios seguros para hacer la transacción, un combo que hoy se potencia gracias a las nuevas tecnologías y que da origen a una nueva economía que muchos llaman la “economía colaborativa”.

Economía del compartir, modo de producción ciudadano, consumo colaborativo, sharing economy, economía P2P o on demand, capitalismo basado en la muchedumbre. Estos son algunos de los términos utilizados para referirse a este fenómeno innovador de alcance global que propone una nueva forma de organizar la actividad económica reemplazando al modelo tradicional que se centra en las grandes empresas como únicas proveedoras de bienes y servicios. Este nuevo escenario, que favorece el intercambio de recursos - muchas veces subutilizados- con un bajo costo de coordinación -dado que se logra a través de plataformas digitales-, impulsa el empoderamiento de los individuos a la hora de conseguir lo que necesitan los unos de los otros de manera directa, sin intermediarios.

“Internet permite eliminar las asimetrías de información haciendo que cosas que antes eran imposibles hoy sean posibles. El poder tener un inventario online de todo lo que tus vecinos tienen para prestar hace que, por ejemplo, no necesites comprarte un taladro que usas pocas veces al año. Antes, la falta de información hacía que todos necesitáramos un taladro en casa, pero ahora ya no porque sabemos que podemos pedírselo al vecino. Así ocurre con todos los recursos. Hoy es un taladro, mañana es un auto”, explica Santiago Bilinkis, emprendedor, tecnólogo y autor de Pasaje al Futuro.

Empresas como Uber o Airbnb, por nombrar a las más referentes de esta economía colaborativa, no son más que plataformas que entendieron cómo eliminar estas asimetrías de información entre consumidores y proveedores de bienes y servicios, facilitando la interacción y, por lo tanto, la transacción comercial entre ellos.

Economía colaborativa: una nueva forma de consumir, comprar, vender y utilizar

Economía colaborativa. En Estados Unidos y en Europa crece la modalidad de compartir auto para bajar costos en recorridos de mediana extensión.

Uber no es propietaria de ningún vehículo, sin embargo, es el servicio de taxi más extendido en el mundo gracias a su base de dato y el uso del GPS para localizar al auto libre más cercano. Airbnb tampoco es dueña de ningún departamento o habitación, pero su servicio de hospedaje es de los más grande del mundo al avisar dónde hay camas disponibles para alquilar. “Este nuevo modelo de negocios redefine el concepto de propiedad y se asocia a estilos de vida de consumo responsable y de uso eficiente de recursos”, afirma Nicolás Carusoni, socio de Price Waterhouse Cooper (PwC) Argentina.

De esta forma, se plantea un modelo de distribución y rentabilidad distinto a la economía tradicional, y se generan importantes cambios estructurales en el funcionamiento de los mercados. Actualmente, mucha gente prefiere pagar por dormir en la casa de un desconocido en vez de recurrir a un hotel o solicita a un conductor particular antes que a un taxi. En este contexto, las plataformas que entiendan mejor cómo acercar a las personas que demandan con aquellas que tienen bienes y servicios para ofrecerles cobrarán un revolucionario valor. Sin ir más lejos, Airbnb hoy tiene una valoración de 31.000 millones de dólares mientras que Uber tiene un valor estimado de más de 70.000 millones de dólares en base a su capacidad para captar fondos de inversores.

Por su parte, un informe de la consultora PwC estima que para 2025 la economía colaborativa generará 335.000 millones de dólares, lo que representará un crecimiento de 2.233% en 10 años. Estas interesantes cifras hacen que hasta empresas de sectores bien consolidados de la economía estén revisando sus prácticas comerciales y de negocios, buscando innovar y capitalizar la tendencia del consumo colaborativo. Un claro ejemplo se ve en el mercado automotriz. El fabricante alemán de autos de alta gama BMW se subió a la ola al detectar que a muchas personas no les interesa ser dueños de sus autos y creó DriveNow (Conduce ahora), una empresa que proporciona servicios de uso temporal de vehículos en varias ciudades de Europa y América del Norte. Otro ejemplo es de la automotriz Nissan que lanzó en Japón un servicio de autos compartidos con vehículos eléctricos ultra compactos.

“Cada vez más empresas intentan adaptar sus modelos de negocio, ya que brindar apoyo para compartir no sólo puede mejorar la reputación de su compañía al atraer a clientes ambientalmente preocupados, sino también proveer nuevos mercados y comunidades para vender o presentar sus productos”, señala Cynthia Goytía, directora de la Maestría en Economía Urbana y del Centro de Investigaciones de Políticas Urbanas y de Vivienda (CIPUV) de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT).

¿Qué hace posible una economía colaborativa? Si bien desde siempre existió la posibilidad de que “mis cosas” puedan ser “tus cosas” por un precio, los condimentos que diferencian a la economía compartida del tradicional “trueque” entre personas es la democratización en el acceso a internet; el surgimiento de nuevas tecnologías que facilitan la creación de aplicaciones o sitios en donde proveedores y consumidores puedan encontrarse; la masificación de smartphones con GPS brindando mayor información al instante; las redes sociales que permiten la construcción de una reputación online para generar confianza en el otro y los sistemas de pagos a través de internet para concretar las transacciones. “El gran aumento del consumo de la tecnología móvil, como smartphone personales con GPS e internet de alta velocidad, permite hoy reestructurar la forma en que se proporcionan los bienes y servicios”, insiste Goytía.

A estos avances se le suman cuestiones sociales como el cuestionamiento sobre el alto nivel de consumismo o el rol de las grandes corporaciones, sobre todo frente a las crisis que han experimentado muchos países en los últimos años. Asimismo, aquellas personas que quedaron sin empleo vieron en la economía colaborativa una opción para contar con recursos adicionales y monetizar bienes infrautilizados.

La concientización por el cuidado por el medioambiente también se alista entre las razones que dan lugar a este nuevo modelo de consumo más sustentable. “La sostenibilidad ha sido a menudo considerada como argumento para promover o participar en las economías colaborativas. Esto adquiere sentido ya que se propicia compartir recursos costosos en lugar de que todos tengan uno”, dice la directora.

A su vez, cita algunos estudios internacionales que están comenzando a mostrar que compartir los vehículos, o minimizar su capacidad ociosa -que normalmente permanecen estacionados 90% de su tiempo-, podría conducir teóricamente a una ciudad donde todos sus habitantes podrían viajar a demanda con sólo una quinta parte del número de vehículos (privados y públicos) en uso hoy en día. “Sin dudas, compartir el auto sería una alternativa para propiciar una forma urbana más eficiente, respetuosa con el medio ambiente y equitativa, donde se mejore la accesibilidad para todos sus habitantes, sobre todo ante el desafío de crecimiento poblacional que todos los países enfrentan”, agrega.

A favor y en contra. A pesar de los evidentes beneficios de la economía colaborativa y su gran potencial, muchos de estos negocios despiertan grandes controversias debido a la desregulación que presenta su forma de intercambio. Temas fiscales, de empleabilidad y de protección al consumidor son algunos de los elementos más cuestionados por los detractores del modelo.

“El gran desafío actual no parece recaer en aspectos tecnológicos, sino regulatorios, que ningún marco normativo de los países en que están surgiendo estas innovaciones ha terminado de resolver”, indica Goytia. La directora hace hincapié especialmente en que muchas de estas actividades se realizan a tiempo parcial, como es el caso de conducir un auto a tiempo parcial o convertirse en un banquero a través de los círculos de financiación. “Esto produce que se desdibujen los límites entre una mano de obra empleada - elegible para los beneficios sociales- y mano de obra ocasional y contratistas independientes como puede ser un estudiante que en su tiempo libre brinda algún servicio”, ejemplifica.

Por otro lado, surge el dilema de cómo controlar la calidad del servicio ante los consumidores cuando son personas particulares las que lo ofrecen. Asimismo, hay temas impositivos que se le escapan a los Estados debido a los modelos de negocios de muchos de estos emprendimientos. “Se necesita abordar y modificar las regulaciones vigentes, para adaptarlas al mundo actual”, define Carusoni.

La versión local. Si bien cuando se habla de economía colaborativa los primeros ejemplos que vienen a la cabeza son empresas globales como AirBnb y Uber, tanto en la región como en la Argentina también se encuentran startups que responden a este modelo de compartir.

Según el informe Economía Colaborativa en América Latina, realizado por el IE Business School de Madrid, España, y el Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin), miembro del Grupo Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en la región los países con más iniciativas de economía colaborativa son Brasil, México, Argentina y Perú. Si bien aún es un ecosistema muy joven en donde la gran mayoría de las empresas no superan los seis años de vida, este modelo económico viene creciendo de forma sostenida gracias a plataformas locales, especialmente, en las áreas de transporte, alojamiento y financiamiento colectivo. Asimismo, el estudio sostiene que otros servicios como los bancos de trabajo y monedas alternativas están mucho menos representados porque requieren de una madurez en los posibles usuarios que todavía no se vislumbra en estos países.

Sin embargo, América Latina tiene un inmenso potencial para las economías colaborativas. “La región cuenta con sólidos ecosistemas de emprendedores, con muy buen nivel de innovación y creatividad, y excelentes profesionales. Lo que falta es volumen y desarrollo financiero así como impulso gubernamental para este tipo de economías”, dice Carusoni.

El informe del Fomin coincide en que uno de los mayores obstáculos al crecimiento de la economía colaborativa en América Latina es la baja capacidad de recurrir a fuentes de financiación para desarrollar y ampliar estos negocios. Otra traba es la falta de conocimiento y la desconfianza por parte de los clientes de estos nuevos modelos de negocios. Una forma de aumentar la confianza en el sector es con plataformas digitales de pago seguro para escalar y reducir las fricciones en las transacciones, sin embargo, éstas escasean en la región.

Para Patricio Guitart, CEO de Guitart&Partners y profesor de Estrategia e Innovación en la Universidad de San Andrés (Udesa), la mayor limitación de este tipo de negocios es poder mantener un excelente nivel de servicio en cada contacto. “A medida que el crecimiento es exponencial, esto es muy difícil de mantener. La experiencia se mide minuto a minuto en tiempo real. Si tenes una mala experiencia con Uber o Airbnb, el modelo de negocio se cae a pedazos muy rápido”, explica.

Idea.me, Afluenta y Laborando son ejemplos de empresas colaborativas que nacieron en la Argentina. Las primeras son plataformas de financiamiento colectivo. Mientras que Ideame.com apunta a proyectos creativos, Afluenta fue la primera red regional de finanzas colaborativas con una gran repercusión mediante la propuesta de reducir los altísimos costos del sistema financiero. Por otra parte, Laborando es una iniciativa de coworking que brinda espacios compartidos para diseñadores y emprendedores creativos. Muchas de estas empresas expandieron sus propuestas en varios países de la región y su crecimiento reafirma la aceptación que está teniendo este tipo de consumo y abre un campo enorme para desencadenar una ola de innovación y emprendedorismo en el país.

“Este tipo de economías llegó para quedarse. No es una moda. Los individuos y las empresas ya han tomado nota de este tipo de economías colaborativas y deben adaptarse a este cambio, si quieren sobrevivir en el futuro cercano”, afirma Carusoni.

En tanto, Guitart insiste en que en cada industria hay un nuevo modelo colaborativo para ser descubierto y cambiarlo todo con muchas oportunidades para las empresas, ya sean nuevas o empresas ya instaladas. “Es cuestión de tiempo para ir viendo cómo cada industria comienza su revolución. El potencial es enorme por la facilidad de escalabilidad que tienen las empresas colaborativas. Cada empresas tendrá que decidir si este cambio es una gran oportunidad o una gran amenaza”, concluye.