En los medios

La Nación
5/07/17

Debate sobre la mesa: ¿los maestros de antes eran mejores que los de ahora?

Mariano Narodowski, profesor de la Escuela de Gobierno, sostiene que " "antes los maestros tenían legitimidad de origen, hoy tienen que ganarse esa legitimidad diariamente""

Por Daniel Santa Cruz
"Mi maestra era mucho mejor que la que le tocó a mi hijo", dice Juan Carlos Leguiza, padre de una alumna de séptimo grado, totalmente convencido.

"Todas las madres de mi generación, las que tenemos más de 40, sabemos que nuestros docentes eran mejores, tenían más vocación y enseñaban mejor", sentencia Mariela Fernández, mamá de una alumna de sexto grado.

Muchas veces escuchamos este tipo de comentarios en distintos ámbitos o reuniones sociales, donde discutir sobre la capacidad de los docentes de hoy y compararlos con los de antes es uno de los temas que acapara la atención de muchos adultos, y también representa un disparador para otros debates alrededor de la calidad de la educación que reciben sus hijos.

¿Realmente los docentes de antes eran mejores?

Mariano Narodowski, profesor de la Universidad Torcuato Di Tella, planteó este debate hace algunas semanas en LA NACION en una editorial que propuso mirar más allá de las impresiones generales. Allí sostiene que "ahora era mucho más difícil ser maestro que antes".

Además, el especialista destaca que "muchos profesionales, aún muy preparados, tienen más dificultades para educar y para legitimar su función. Nuestra sociedad ya no es jerárquica, la escuela no es el único lugar para saber, el mundo adulto es cuestionado y la autoridad no se le regala a nadie: el rol docente debe ser construido cada día bajo enormes presiones", afirma.

"No sé si sirve la comparación", dice Andrés Delich, ex ministro de educación y actual director de la oficina de Argentina de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). Aclara que "si quisiéramos hacer una medición real sobre la capacidad y el rendimiento de los maestros de antes y de ahora no podríamos. Porque ni antes se los evaluaba y tampoco ahora se mide con certeza su rendimiento al frente del aula".

"No puede hablarse en términos de mejores o peores, sino que debe advertirse que el Estado forma los docentes que necesita y los configura mediante la formación inicial y el diseño de la carrera profesional, siempre adecuándolo al modelo educativo que implementa y su momento histórico", destaca por su parte Raúl Sánchez Albertti, secretario general del Sindicato de Educadores de Buenos Aires (Sedeba)

¿Es justo comparar a los docentes de antes con los de ahora?

"Comparar a los maestros de hace 50 años, que empezaban a ejercer la docencia al finalizar su escuela normal a los 17 o 18 años con los de hoy, que tienen una formación de nivel superior de 4 años y que en promedio les requiere entre 6 y 8 años de estudios, es tan difícil como comparar a los alumnos de los primeros, que a lo sumo se informaban de lo acontecido en el mundo a través de la televisión, con los millenials de hoy, multiconectados y atravesados por las redes", destaca Gustavo Zorzoli, rector del Colegio Nacional Buenos Aires.

"La reflexión requiere pensar en el rol docente de hace más de 50 años. Este era ejercido para un modelo de sociedad y de ciudadano que ya no existe. Las prácticas tradicionales de enseñanza se volvieron obsoletas e insuficientes. Saber moverse socialmente requiere competencias que debiéramos pensar si el viejo docente estaría en condiciones de enseñar hoy", dice a LA NACION Marcela de los Angeles Zuzuarregui, quien lleva más de 30 años en la docencia como maestra de grado. Es profesora de matemáticas, licenciada en enseñanza de ciencias y en la actualidad trabaja formando maestros. Además, agrega: "El docente actual es producto también de muchos cambios sociales; no está excluido de la sociedad que integra. El niño al que debe enseñar es muy diferente al anterior".

"Estamos ante una falsa disyuntiva, dado que el sistema siempre ha formado sus docentes de acuerdo a los requerimientos del modelo educativo adoptado por la sociedad", señala Sánchez Albertti.

¿La clave puede estar en la pérdida del respeto y la disciplina?

Algunas mediciones realizadas en los últimos años, incluso las que de manera colateral realiza la OCDE con sus Pruebas PISA, señalan que "la falta de orden y disciplina" constituye uno de los problemas más importantes que tiene la escuela argentina. Esto afecta, sin duda, a la autoridad del maestro.

"Los docentes de mi época tenían un lugar de autoridad indiscutible. Su palabra era santa y así lo eran los contenidos que transmitían. En el aula había orden, nadie hablaba ni preguntaba sin permiso y mucho menos se levanta de su lugar. Hoy son más permisivos, tienen una relación más cercana al alumno, lo cual, a veces, es positivo y, a veces, no. Positivo porque la cercanía facilita la confianza para dudar y preguntar. Y no tan positivo porque si el maestro no es muy hábil, dificulta mantener la disciplina", dice Leonora Arditti, médica y mamá de dos alumnos de quinto y sexto grado.

"Me resulta imposible comparar un docente de mi época con uno actual. Es más, creo que si ponemos uno de aquellos viejos docentes frente a un aula de alumnos de hoy no duraría dos minutos. Les resultaría imposible enseñar sin disciplina, con tanto celular y dispositivos que se llevan la atención de los alumnos. Por eso no sé si eran mejores, pero al perderse el respeto y la autoridad tenemos la sensación de que antes era mejor", afirma resignada Jessica Giacchi, Ingeniera Mecánica y mamá de un alumno de tercer grado.

"Antes los maestros tenían legitimidad de origen, hoy tienen que ganarse esa legitimidad diariamente", subraya Narodowski, y agrega: "Además, saben que el sistema político, que siempre trata de evitar los conflictos, concede a todos los reclamos. De esa manera, el docente sabe de antemano que cuando quieren imponer una regla o una norma para ordenar la escuela, seguramente no se van a sentir acompañados por las autoridades".

¿Alcanza con mejorar la formación docente? ¿Es importante la vocación?

Los cambios en la formación docente a lo largo del tiempo han sido notorios. Hasta 1971 una egresada de un Colegio Normal era maestra y estaba lista para dar clases en cualquier escuela. A partir de 1972 aparece un plan terciario de dos años para poder ejercer la docencia. En 2002 se extiende la formación a tres años y en 2009, a cuatro. En el medio existió una prueba piloto en 1986, que contemplaba la formación de los docentes tomando los últimos dos años de la secundaria antes de los dos requeridos en nivel terciario.

"En esta realidad, la formación docente es clave. Si bien los profesorados son de cuatro años y los diseños curriculares se han actualizado, un futuro maestro deberá ser experto en muchas disciplinas, que además están en constante evolución", señala Zuzuarregui, quien agrega que "habrá que formar maestros competentes para ejercer un rol profesional y no sólo vocacional en aulas complejas no sólo por la realidad actual, sino también por la de los conocimientos a enseñar".

Sánchez Albertti cree que "la pura vocación de aquellos docentes convive hoy con la necesaria e indispensable profesionalización de nuestra actividad, que nos permite satisfacer en términos técnicos la demanda social de educación de calidad para las nuevas generaciones".

Para Zorzoli, además, hay algo que persiste en el tiempo: "Ahora, hace 50 años y un siglo atrás hubo y hay maestros con mayúsculas y otros maestros. La pregunta pertinente es si tantos años más de formación garantizan mejores maestros. Yo no lo creo".

Sin embargo, para Zuzuarregui la vocación no es algo que se pueda medir en un ingresante al profesorado. "Sí hay mucha ilusión y fantasía que se gesta desde su biografía escolar. Pero también la vocación es una construcción que se va alcanzando con el tiempo. Es decir, te vas enamorando o desencantando con la elección de ser maestro. Esto hace que te mueva un motor interno por progresar y perfeccionarte, o por el contrario hacer la plancha y transitar malamente la carrera hasta la jubilación", subraya.

Pensar en los docentes del futuro

Narodowski pide "confiar y empoderar a los docentes". Y recuerda que aquella alianza entre la escuela y las familias hoy se invirtió. "Antes las familias tenían poca experiencia escolar y por lo tanto nula capacidad para evaluar y cuestionar a los educadores en un mundo donde la escuela era la única opción para aprender conocimiento legitimado", reflexiona, y añade: "Nuestra sociedad ya no es jerárquica, la escuela no es el único lugar para saber, el mundo adulto es cuestionado y la autoridad no se le regala a nadie. El rol docente debe ser construido cada día bajo enormes presiones".

"Apuesto a que la formación del magisterio comience antes, y más específicamente en los dos últimos años de la escuela secundaria. Esto despertaría fuertes vocaciones tempranas, como ocurría con aquellas maestras normales nacionales y tiraría por la borda esa fastidiosa pregunta adolescente: «¿para qué me sirve esto?», dándole real significado a todo aquello que se enseña en la escuela", sugiere Zorzoli.

"Me parece que si damos el debate sobre los docentes, más que comparar los de hoy con los de antes, deberíamos comparar a los actuales pensando en los docentes y la escuela del futuro. Se vienen cambios extraordinarios en educación, que ya comienzan a verse en muchos países del mundo. Pensemos en eso y preparemos a nuestros maestros de la mejor manera para lo que viene", concluye, convencido, Andrés Delich.