En los medios
Brexit, Colombia y Trump: la democracia electoral en su mejor momento
A pesar de la insatisfacción de muchos con los últimos resultados electorales, el sistema electoral democrático funciona hoy mejor que nunca, consideró Natalia Umansky, licenciada en Estudios Internacionales de la Di Tella.
Tres votaciones trascendentales han tenido lugar este año:
dos referéndums y una elección presidencial. Sus resultados inesperados han llevado a que cuestionemos la
democracia y su correcto funcionamiento. Sin embargo, desde un enfoque teórico
y de definición, ¿podríamos decir que la democracia electoral está pasando por
su mejor momento?
De acuerdo con la definición de democracia que es
ampliamente difundida en las aulas de las universidades latinoamericanas, uno
de sus componentes principales es la indeterminación ex-ante del resultado de
las votaciones. Si podemos prever (o predeterminar) cuales serán los resultados
de una elección (de cualquier tipo) entonces no nos encontramos frente a una
verdadera democracia, ya que esta previsibilidad podría denotar la manipulación electoral. Lo
hemos visto recientemente en el caso de las elecciones presidenciales en
Nicaragua del pasado domingo, donde no solamente se impuso la reelección, sino
también se bloqueó la participación de la oposición partidaria y se negó la
presencia de observadores internacionales. En cambio, la imprevisibilidad
asegura que el poder resida solamente en el pueblo, el cual tiene el derecho y
el deber de hacer escuchar sus preferencias, a través de un sistema
preestablecido de sufragio, y sin interferencias de ningún tipo.
Los resultados tanto en el Reino Unido, como en Colombia, y
ahora en los Estados Unidos han dejado al mundo entero boquiabierto. Brexit, el
rechazo al acuerdo de Paz y la elección de Trump como presidente fueron
imprevisibles. Solo las encuestas más atrevidas, a última hora, apuntaban hacia
el resultado final. Y aunque uno pueda debatir sobre sus consecuencias
positivas y negativas, si nos atenemos a
la definición de democracia, solamente podemos concluir que el sistema
democrático y de sufragio se encuentran bien aceitados.
Entender que vivimos en un mundo que ha pasado décadas
luchando contra la represión y promoviendo la actual democracia electoral
actual (sea representativa o directa), por la cual el pueblo tiene una voz y
esta es respetada, es el primer paso. Si los resultados de cualquier tipo de
elección son indeterminables antes de que la votación sea llevada a cabo, eso
quiere decir una cosa: que el pueblo será escuchado. En otras palabras, eso
quiere decir que la democracia ha cumplido perfectamente la función para la que
ha sido creada.
Es por esto que no podemos tildar como fallido al sistema
que ha resultado en Brexit, el rechazo al acuerdo de Paz en Colombia, y la
presidencia de Trump; ya que es un sistema que simplemente cumple con su
función: darle una voz al pueblo.
Por otro lado, sí es posible argumentar que este sistema
debería ser actualizado, o incluso reemplazado por uno mejor. Pero gracias a
los poco predecibles resultados electorales (ya sea en elecciones
gubernamentales o en forma de plebiscito) que hemos observado este año, podemos
concluir que el sistema electoral democrático, que muchos hemos estado apoyando
y patrocinando en las últimas décadas, funciona hoy mejor que nunca. El pueblo
ha hablado y ha sido escuchado.
De todas formas, y para aquellos que no puedan ver la luz al final del túnel ante resultados adversos; no todo es tan oscuro. Si bien resulta menos evidente cómo y de qué manera es posible tratar con las decisiones potencialmente irreversibles tomadas a través de plebiscitos, queda un rayo de esperanza para aquellos disconformes con los resultados en las presidenciales de Estados Unidos: la repetitividad también es uno de los componentes fundamentales del sistema democrático electoral, lo cual implica que en poco tiempo seremos capaces de hacernos escuchar nuevamente a través del sufragio y cambiar el resultado, si no nos gusta el actual.