En los medios

Open Democracy
11/11/16

Brexit, Colombia y Trump: la democracia electoral en su mejor momento

A pesar de la insatisfacción de muchos con los últimos resultados electorales, el sistema electoral democrático funciona hoy mejor que nunca, consideró Natalia Umansky, licenciada en Estudios Internacionales de la Di Tella.

Tres votaciones trascendentales han tenido lugar este año: dos referéndums y una elección presidencial. Sus resultados  inesperados han llevado a que cuestionemos la democracia y su correcto funcionamiento. Sin embargo, desde un enfoque teórico y de definición, ¿podríamos decir que la democracia electoral está pasando por su mejor momento?

De acuerdo con la definición de democracia que es ampliamente difundida en las aulas de las universidades latinoamericanas, uno de sus componentes principales es la indeterminación ex-ante del resultado de las votaciones. Si podemos prever (o predeterminar) cuales serán los resultados de una elección (de cualquier tipo) entonces no nos encontramos frente a una verdadera democracia, ya que esta previsibilidad  podría denotar la manipulación electoral. Lo hemos visto recientemente en el caso de las elecciones presidenciales en Nicaragua del pasado domingo, donde no solamente se impuso la reelección, sino también se bloqueó la participación de la oposición partidaria y se negó la presencia de observadores internacionales. En cambio, la imprevisibilidad asegura que el poder resida solamente en el pueblo, el cual tiene el derecho y el deber de hacer escuchar sus preferencias, a través de un sistema preestablecido de sufragio, y sin interferencias de ningún tipo.

Los resultados tanto en el Reino Unido, como en Colombia, y ahora en los Estados Unidos han dejado al mundo entero boquiabierto. Brexit, el rechazo al acuerdo de Paz y la elección de Trump como presidente fueron imprevisibles. Solo las encuestas más atrevidas, a última hora, apuntaban hacia el resultado final. Y aunque uno pueda debatir sobre sus consecuencias positivas y negativas, si nos atenemos  a la definición de democracia, solamente podemos concluir que el sistema democrático y de sufragio se encuentran bien aceitados.

Entender que vivimos en un mundo que ha pasado décadas luchando contra la represión y promoviendo la actual democracia electoral actual (sea representativa o directa), por la cual el pueblo tiene una voz y esta es respetada, es el primer paso. Si los resultados de cualquier tipo de elección son indeterminables antes de que la votación sea llevada a cabo, eso quiere decir una cosa: que el pueblo será escuchado. En otras palabras, eso quiere decir que la democracia ha cumplido perfectamente la función para la que ha sido creada.

Es por esto que no podemos tildar como fallido al sistema que ha resultado en Brexit, el rechazo al acuerdo de Paz en Colombia, y la presidencia de Trump; ya que es un sistema que simplemente cumple con su función: darle una voz al pueblo.

Por otro lado, sí es posible argumentar que este sistema debería ser actualizado, o incluso reemplazado por uno mejor. Pero gracias a los poco predecibles resultados electorales (ya sea en elecciones gubernamentales o en forma de plebiscito) que hemos observado este año, podemos concluir que el sistema electoral democrático, que muchos hemos estado apoyando y patrocinando en las últimas décadas, funciona hoy mejor que nunca. El pueblo ha hablado y ha sido escuchado.

De todas formas, y para aquellos que no puedan ver la luz al final del túnel ante resultados adversos; no todo es tan oscuro. Si bien resulta menos evidente cómo y de qué manera es posible tratar con las decisiones potencialmente irreversibles tomadas a través de plebiscitos, queda un rayo de esperanza para aquellos disconformes con los resultados  en las presidenciales de Estados Unidos: la repetitividad también es uno de los componentes fundamentales del sistema democrático electoral, lo cual implica que en poco tiempo seremos capaces de hacernos escuchar nuevamente a través del sufragio y cambiar el resultado, si no nos gusta el actual.