Di Tella en los medios
Clarín
15/02/11

De la educación popular a la populista

Por Claudia Romero, Especialista en Educación. Doctora en Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Es Directora del Área de Educación de la Universidad Torcuato di Tella. Profesora de posgrados en Administración y Políticas Educativas e Investigadora. Autora entre otroslibros de "La escuela media en la sociedad del conocimiento" y "Hacer de una escuela, una buena escuela".

Los 52 tomos de sus Obras Completas ocupan dos estantes de la biblioteca de la Universidad. Se trata de la edición histórica, Luz del Día de 1950 que perteneció al Instituto Di Tella. Es interesante detenerse en la materialidad de esos textos: más de 15.000 páginas, encuadernada en tomos de cartón entelado color rosa viejo.

Es una escritura enorme, llena de lúcidas y controversiales ideas. El tomo XI corresponde al libro Educación Popular, publicado en 1849, el libro que contiene el código genético de la escuela pública, laica y obligatoria, la poderosa escuela argentina.

Sarmiento no es un teórico, es un hacedor, un político. Observa, piensa, inventa, discute y sobre todo escribe, con el propósito de dar a luz a la Argentina moderna.

En Educación Popular, Sarmiento expone, con una prosa diáfana y de manera integral, las diversas esferas del sistema educativo que está fundando y que será esencial para educar al soberano, generar las bases de una sociedad democrática y con movilidad social e impulsar el desarrollo económico. En este libro da tregua a la polémica y a la furia de su proverbial pluma y con serenidad y orden, va dibujando el mapa de un país con forma de escuela.

Es la fundación escolar de la Argentina.

Se ocupa de organizarlo todo. Con simpleza enumera las condiciones para la buena enseñanza: "Io local adecuado; 2o material completo; 3o maestros competentes; 4° sistema general de enseñanza; 5o métodos particulares para cada ramo de instrucción".
Se refiere también a la renta y a los modos de financiamiento del sistema; a las funciones de la
inspección escolar, a la educación de los más pequeños y de las mujeres, el método de enseñanza y la formación de los maestros, pasando por precisiones acerca de la arquitectura escolar, el mobiliario del aula, los horarios, los contenidos a enseñar y hasta explícita procedimientos para la enseñanza de la lectura y de la ortografía.
Nada queda librado al azar. Organiza un sistema de relojería que permite definir y homogeneizar las prácticas pedagógicas y replicar simultáneamente la misma acción en cada aula.

Expone el sentido general de la educación escolar: "El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen. Y la educación pública no debe tener otro fin que el aumentar esta fuerza de producción, de acción y de dirección..."

Sarmiento se detiene en concepciones psicopedagógicas: "La atención no puede exigirse por la autoridad; no pueden obtenerla completamente las recompensas, ni los castigos hacerla nacer. Es necesario que ella venga de suyo, y que sea sostenida por la curiosidad y el deseo de aprender, que son felizmente disposiciones habituales de los niños".

Y a la vez se concentra, como un escultor, en increíbles detalles: "Las salas y patios deben ser aseados y barridos todas las mañanas, media hora antes de la llegada de los niños"; "Cada día antes de llevar los niños a la escuela, los padres les lavarán las manos y la cara, los peinarán y cuidarán de que sus vestidos no estén rotos, descosidos, ni desgarrados". Se trata de una escritura didáctica, un conjunto de instrucciones precisas. Y a la vez, de una escritura profundamente política que dará frutos en los siguientes 100 años.

Escribe ese libro en el exilio chileno, por encargo del ministro de Educación, sólo después y a propósito de haber viajado por Europa y Estados Unidos estudiando los modos en que algunas pocas sociedades habían comenzado a organizar sistemas educativos, verdaderos experimentos para la época, concebidos para la educación masiva y obligatorios tanto para las familias como para el Estado. Curiosamente, ese interés por ver el mundo, por recoger las ideas de vanguardia, ese afán por aprender de otros, le valió a Sarmiento la insólita acusación de "cosmopolita", entre la colección de epítetos con los que fue combatido.

Hace unos días, el historiador Luis Alberto Romero afirmaba en un artículo en Clarín que hoy "Sarmiento no es execrado sino simplemente omitido, olvidado, no es necesario combatirlo, pues de su obra ya queda poco". En efecto, el sistema educativo argentino, en tanto sistema, ha dejado de garantizar igualdad de oportunidades, las evaluaciones internacionales de calidad y los estudios sobre eficacia muestran que es altamente inequitativo y lejos de promover una sociedad integrada, produce y reproduce una sociedad de fragmentos.

La obra de Sarmiento fue exitosa pero, en cierto sentido, ha sido demolida. Ni esa escuela, ni esa sociedad, ni ese Estado sobreviven. No caben posiciones nostálgicas, probablemente las páginas de su Educación Popular resultarían en su literalidad ya inútiles.

Sin embargo, desde la biblioteca sarmientina y desde la vida misma de ese hombre, se sostiene un legado con tres profundas enseñanzas que pueden servir en la reconstrucción. La primera, la más rotunda de todas, es que la educación está en la base del desarrollo económico y político de una sociedad y es por eso no sólo una responsabilidad del Estado sino de toda la comunidad.
La segunda es que la educación requiere del largo plazo. Esto no quiere decir, como suele sostenerse desde las oficinas de los burócratas, que para mejorar los niveles de calidad y equidad se requiere de mucho tiempo. Hoy se sabe que los sistemas educativos pueden mejorar velozmente si las políticas son adecuadas. El largo plazo significa largos sueños, aspiraciones de envergadura capaces de ser sostenidas en el tiempo.

La tercera enseñanza es que un sistema educativo requiere una arquitectura sofisticada, estructu-ralmente compleja. En esta materia no hay soluciones simples, ni únicas. No es por ejemplo con el mero revoleo de notebooks que un país ingresa al siglo XXI.

Educación Popular y toda la obra sarmientina es una apuesta capital por la educación como clave del desarrollo y es sin dudas una arquitectura sofisticada orientada por una visión de largo plazo. El riesgo de otro tipo de educación, la populista, es la demagogia, la grosería de acciones simplonas al servicio de intereses cortoplacistas.

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