Di Tella en los medios
El País | Uruguay
15/09/10

Lo peor que puede hacer Argentina sería pendular entre Brasilia y Washington

Ni Brasil será líder regional ni Estados Unidos se retirará de América Latina, aunque su influencia declinará paulatinamente

JORGE REBELLA

Sería conveniente que Argentina se acercara a ambos países a partir de sus propios intereses. La idea de aliarse con un país y distanciarse del otro, que ha estado presente en la historia argentina durante décadas, no es para nada aconsejable, sostuvo el académico Roberto Russell, profesor y director de la maestría en Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires. Agregó que el predominio económico de Brasil en América del Sur se irá acentuando en los próximos años y todos sus vecinos tendremos que aprender a vivir y actuar en esta realidad. Sin embargo, no percibe que haya voluntad para aceptarlo como líder en la región. Incluso hay un cierto rechazo a que asuma ese rol, dijo. A continuación un resumen de la entrevista.

-En las últimas décadas la política exterior de Argentina ha exhibido una notoria tendencia pendular. ¿Cómo definiría el enfoque de Cristina Kirchner en esta materia?

-Sin duda, Argentina ha mostrado cambios importantes en las orientaciones de la política exterior desde los años de Menem hasta hoy. Sin embargo, si uno toma una por una las políticas específicas del país en materia de relaciones con el mundo también aparecen muchas constantes. Las "relaciones carnales" no fueron puro alineamiento con Washington, como ha quedado instalado en la memoria de la mayoría de los argentinos, ni los Kirchner se han opuesto tanto a los Estados Unidos, como suponen muchos sectores nacionalistas o de la izquierda local. En muchos campos de la política exterior existen, para usar una expresión de moda, políticas de Estado como, por ejemplo, en materia de lucha contra el terrorismo, de desarrollo nuclear, de defensa de los derechos humanos.

-Pero, ¿existe un consenso nacional en cuanto a la estrategia en política externa?

-Las relaciones internacionales son siempre motivo de discusiones muy fuertes en todos los países. La idea de consensos monolíticos suele ser, por lo general, equivocada. Todo el mundo discute sobre política exterior, como pasa en Chile o Brasil. Recuerdo que Uruguay tuvo sobre la mesa la posibilidad de firmar un tratado bilateral de libre comercio con Estados Unidos que hubiera abierto otra herida considerable en el alicaído Mercosur. El problema de la Argentina es que no ha logrado, a diferencia de los tres países que menciono, establecer acuerdos fundamentales, un núcleo duro y claro hacia adentro y hacia afuera, en materia de política exterior. Los Kirchner, además, la han subordinado a la política interna restándole creatividad, espacio y energía.

-¿En qué situación se encuentran las relaciones entre Argentina y Estados Unidos?

-Aún recordamos el fuerte enfrentamiento que se produjo entre ambos países durante la Cumbre de Presidentes Americanos de Mar del Plata en 2005 a raíz de las críticas de Kirchner a Bush, impropias de un país anfitrión, y de una reunión paralela llamada la Conferencia de los Pueblos. Hoy siguen existiendo diferencias profundas, pero las discrepancias no son tan grandes, ni siquiera lo fueron en la época de Bush. Si bien la relación es distante, hay temas en los que existe un fuerte entendimiento entre los dos gobiernos, aunque estas cosas no son conocidas por la mayor parte de la gente. No necesariamente esas coincidencias se deben a que Argentina quiere "hacer buena letra" con Estados Unidos, ellas surgen de intereses comunes. Por ejemplo, la política argentina con respecto a Irán es distinta a la posición brasileña e, indudablemente, muy diferente a la adoptada por el presidente Chávez, debido a los atentados terroristas en Buenos Aires. Incluso los Kirchner se han ocupado varias veces de transmitir a los más altos dirigentes norteamericanos que Argentina no es Venezuela.

Rol de Brasil

-Brasil es la economía dominante de América del Sur. ¿Puede erigirse en el país líder de la región?

-No tengo dudas de que el predominio económico de Brasil en América del Sur se irá acentuando en los próximos años y todos sus vecinos tendremos que aprender a vivir y actuar en esta realidad. Sin embargo, no percibo que haya voluntad para aceptarlo como líder en la región. Incluso hay un cierto rechazo a que asuma ese rol. Muchos analistas coincidimos en este enfoque. Por ejemplo, acaba de publicarse un libro del ex canciller Luiz Felipe Lampreia, titulado "Brasil y los nuevos vientos del mundo", donde admite que el liderazgo brasileño no es reconocido ni aceptado en América Latina. Para que exista un líder tiene que haber seguidores y, por cierto, esa no es la situación actual que se da en la región. Además, Brasil debería estar dispuesto a pagar más de lo que paga, otro requisito de todo liderazgo, para que se le asigne ese papel. Ni uruguayos ni argentinos pensamos demasiado en Brasil para que ayudara a destrabar nuestro conflicto por la papelera. El gobierno de Lula, por su parte, dio un paso al costado porque comprendió que no era mucho lo que podía hacer.

-¿Qué rol va a desempeñar Brasil en la región?

-Por cierto, la presencia de Brasil será muy importante e incluso tendrá un papel creciente en las situaciones críticas que aparezcan en América del Sur, por ser la economía predominante y, en parte por eso mismo, porque van a crecer sus intereses en la región. Eso contribuirá a que algunas naciones se unan a las posiciones brasileñas en temas determinados, pero sin que Brasilia cuente con un apoyo unánime. Así habremos de convivir durante mucho tiempo.

-¿No cree que Brasilia va a sustituir la influencia estadounidense en la región?

-Ningún país está en esa situación porque la idea de que Washington se fue de América Latina es un poco apresurada. Es cierto que Norteamérica ya no exhibe el poder que tenía en el siglo XX, pero va a seguir siendo un actor de mucha relevancia en la región. Su actual retracción responde básicamente a una coyuntura muy especial al tener que solucionar problemas muy serios en otros frentes. En resumen, ni Brasil será líder regional ni Estados Unidos se retirará de América Latina, aunque su influencia declinará paulatinamente, especialmente en el Cono Sur.

Sociedad estratégica

-¿Es esa percepción coincidente con la visión geopolítica de Itamaraty?

-Diría que es una visión que compartimos casi todos los analistas de las relaciones interamericanas, tanto en la región como en Estados Unidos. Itamaraty -para ser más preciso, el grueso de la diplomacia brasileña- acepta esta visión, aunque hay algunos que tienden a suponer, a mi juicio con cierta ligereza, que Estados Unidos está en retirada y que su predominio en la región ha llegado a su fin. No niego el cambio, pero es muy pronto para celebrarlo o lamentarse.

-¿Se ha visto reflejado ese debate en la actual campaña electoral brasileña?

-Sí. El candidato opositor José Serra está denunciando ciertas acciones de política exterior de Lula, sobre todo por su tinte tercermundista, a las que se oponen los sectores cercanos al ex presidente Cardoso. En realidad, Serra ha puesto más énfasis en sus críticas a las relaciones exteriores, incluyendo al Mercosur, que a la política interna del gobierno brasileño.

-Ante ese panorama, ¿debería Argentina alejarse de Washington y acercarse más a Brasilia?

-Sería conveniente que Argentina se acercara a ambos países a partir de sus propios intereses. La idea de aliarse con un país y distanciarse del otro, que ha estado presente en la historia argentina durante décadas, no es para nada aconsejable. Ni Washington ni Brasilia deben fijar nuestra política exterior. Lo peor que puede hacer Argentina sería pendular entre los dos centros de poder del continente.

La idea de una sociedad estratégica con Brasil sigue teniendo sentido para defender la democracia y la paz en América del Sur. La rivalidad con Brasil es anacrónica porque el propio peso de nuestro vecino la hace inviable. Con Estados Unidos, hay que establecer un marco positivo que ordene la relación y que permita trabajar con seriedad y franqueza acuerdos y diferencias. En resumen, Argentina tiene que tener muy buenas relaciones con los dos países.

Mercosur

-¿Cuáles son sus expectativas con respecto al funcionamiento del Mercosur luego del avance que significaron los acuerdos para eliminar el doble cobro del Arancel Externo Común y crear un Código Aduanero común en la Cumbre Presidencial de San Juan?

-El Mercosur ha estado paralizado durante muchos años debido a graves problemas institucionales y a la ausencia de objetivos estratégicos. Es así que el proyecto de integración económica subregional, tal como fue concebido para concretar una unión aduanera, ha fracasado. Si bien los pasos dados en la Cumbre de San Juan (Argentina) son positivos, deben tomarse con mucha cautela porque, como ha dicho el Dr. Félix Peña, ex subsecretario de Comercio Exterior de Argentina, "el Mercosur está lleno de cadáveres legales". Ahora cada uno de los acuerdos suscriptos requiere la ratificación por los Parlamentos de los países signatarios, lo cual puede demorarse o nunca concretarse. Vamos a ver qué pasa, pero no soy demasiado optimista. La integración realmente existente en América del Sur está muy lejos de nuestras metas iniciales.

-El canciller Héctor Timerman ha dicho que "el Mercosur es el núcleo de la política integradora de Argentina tanto a nivel político como económico". ¿Qué opina al respecto?

-Esa es una de las contradicciones típicas de Argentina. Por un lado, hay un proyecto de intensificar la integración regional; pero, por otro lado, se toman medidas unilaterales que entorpecen los avances en esa dirección. Aquí la teoría no coincide con la práctica. Además, el Mercosur es hoy menos importante para Brasil que cuando se firmó el Tratado de Asunción en 1991.

-¿Qué relevancia tiene actualmente el Mercosur en la política comercial externa brasileña?

-El Mercosur se mantiene en pie, entre otros factores de peso, porque Lula lo respalda. Probablemente, esa tendencia continúe en caso de que la candidata del PT, Dilma Rousseff, se convierta en la próxima presidenta, como todo parece indicarlo a estas alturas. Lo más probable es que sigamos en este territorio ambiguo en el que tendremos más de lo mismo y cada uno haciendo su juego.

-¿Qué razones llevan a que Brasil acepte una serie de medidas unilaterales impuestas por Argentina que limitan exportaciones e importaciones de determinados productos, lo cual no condice con las normas del Mercosur?

-Son razones esencialmente políticas porque Brasil tiene un objetivo estratégico de largo plazo que consiste en ir asentándose cada vez más en Sudamérica. Es lo que los brasileños llaman la "paciencia estratégica" con los vecinos que adoptan medidas que los perjudican, sobre todo con Argentina. Tampoco podemos soslayar que Argentina es el país más importante para Brasil en el marco de su estrategia regional.

-¿No está esa "paciencia" basada en que, con el tiempo, gran parte de las cadenas productivas argentinas serán adquiridas por industrias brasileñas?

-Es posible que el peso de algunos intereses económicos brasileños en Argentina, que han crecido significativamente después de la crisis de 2001, jueguen en ese sentido. Sin embargo, le atribuyo mayor importancia a las variables políticas actuales, ya que los industriales paulistas están muy irritados con las medidas restrictivas en materia comercial adoptadas por el gobierno argentino.
El tema de las pasteras nunca fue una cuestión nacional

-¿Ha quedado solucionado el conflicto argentino-uruguayo por la instalación de la planta de UPM (ex Botnia) ?

-No me atrevo a afirmar que el conflicto esté cerrado, pero es evidente que se ha avanzado mucho para destrabarlo luego del fallo de la Corte de La Haya. También han contribuido el rol desempeñado por el presidente Mujica y la fatiga por una situación absurda que ya es intolerable. Ahora hay muy poco sustento político para seguir con las movilizaciones en Gualeguaychú porque el tema de las pasteras nunca fue una cuestión nacional al no conmover a los argentinos. Ha sido un asunto absolutamente local a diferencia de Uruguay, en donde todos los sectores de la población se unieron para respaldar la posición del gobierno.

-¿Qué tipo de acuerdo podría poner punto final a ese conflicto?

-Es factible que prospere una solución definitiva en la medida que los dos países logren acuerdos específicos en temas ambientales respecto al control de todo el río Uruguay así como de la papelera, lo cual debería haberse hecho desde el primer momento. Pero eso se pasó por alto debido a la torpeza del gobierno de Kirchner, que básicamente manejó este asunto a partir de consideraciones de conveniencia política interna.

-¿Qué lectura hace de la situación de los asambleístas de Gualeguaychú?

-Un sector de la población de esa ciudad se radicalizó al alentarlo el gobierno nacional a tomar medidas extremas y, además, se le sumaron activistas ajenos al lugar. Después no fue nada fácil controlar ese proceso. Como estas acciones no pueden duran para siempre, comenzaron a producirse fracturas internas, lo que facilitó las negociaciones a nivel oficial en los últimos meses. No descarto que aún podamos tener algún sobresalto por este problema. Sin embargo, mi percepción es que los partidarios del corte del puente binacional van a ir decreciendo progresivamente porque, entre otros factores, no cuentan con el apoyo popular ya que la mayoría de los argentinos está cansada de esta situación.
La Argentina, ¿cuello del tercer mundo o rabo del primero?

-Según el Dr. Juan Gabriel Tokatlián de la Universidad de San Andrés, "la Argentina lleva décadas sin resolver su problema de identidad: somos autárquicos, sudamericanos, latinoamericanistas o creemos que América del Sur es un barrio y que estamos a punto de llegar al Primer Mundo". ¿Qué opina respecto a ese dilema?

-Por cierto, Argentina al igual que México tiene un serio problema de identidad. Ese dilema tiene mucho que ver con su historia. A diferencia de otros países de la región, esta nación alcanzó niveles de prosperidad muy altos a principios del siglo pasado, cuando estaba muy ligada a Europa, mientras que América Latina le era bastante irrelevante. La clase dirigente de entonces consideró al país "una parte del concierto europeo" y expresó sin disimulo un sentimiento de superioridad hacia América Latina.

La disrupción del vínculo con Europa que sobrevino a la crisis de 1930 hizo que Argentina se repensara y descubriera que su historia y su destino tienen mucho en común con sus vecinos en la región. Sin embargo, una buena parte de los argentinos siguió creyendo que el país era demasiado rico y demasiado blanco como para comprometer su futuro en la región o, años más tarde, en el tercer mundo.

Los gobiernos militares definieron a la Argentina como parte del "extremo occidente" y luego del "Sur explotado" tras la derrota de Malvinas. Los años de democracia no han logrado resolver este problema de identidad. Como expresó poco antes de morir Tomás Eloy Martínez al preguntarse qué es la Argentina ¿cuello del tercer mundo o rabo del primero? En realidad, lo que subyace a esta discusión es el orden de preferencia de las relaciones externas de Argentina, es decir, dónde están sus principales intereses y qué socios debe privilegiar. En ese debate, la identidad está muy presente porque, además, se liga con la idea del país como promesa incumplida.
Ficha técnica

Roberto Russell, argentino, 63 años, es abogado egresado de la Universidad de Buenos Aires. Se doctoró en Relaciones Internacionales en The Johns Hopkins University (EE.UU.). Hoy es profesor y director de la maestría en Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella. Fue responsable académico del Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) entre 1992 y 2006. Es presidente de la Fundación GrupoVidanta.

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