Di Tella en los medios
Clarín
19/05/10

Política nuclear, al lado de Brasil

Ante la nueva revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear, la Argentina debe retomar un diálogo a fondo y amplio con Brasil en el que el tema vuelva a ser, como en los 80, la plataforma de nuestra amistad y no el principal escollo a la misma.

Por Juan Gabriel Tokatlian. PROFESOR DE RELACIONES INTERNACIONALES, Torcuato Di Tella

El régimen internacional en materia nuclear tiene varios acuerdos y componentes. Hasta el momento éste se ha sustentado en un gran acuerdo tácito: no habrá más proliferación si hay un real desarme. Al día de hoy y según el prestigioso Bulletin of Atomic Scientists existen unas 23.000 ojivas nucleares en manos de 9 estados: Rusia posee 13.000; Estados Unidos, 9.400; Francia, 300; China, 240; Gran Bretaña, 180; Israel, entre 80 y 100; Pakistán, entre 70 y 90; India, entre 60 y 80, y Corea del Norte, 1 o 2.

El régimen nuclear presente, basado en la aceptación de principios básicos, el compromiso de las partes, la reciprocidad efectiva, el respeto de las obligaciones y el fortalecimiento de las instituciones de control está en un punto frágil ya que no ha existido un desarme serio y, ante la persistencia de un doble estándar de parte de las potencias nucleares, los incentivos a la proliferación están vigentes.

Hoy, cuando se debate en Nueva York la octava Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) de 1968, se asiste al intento de forjar un nuevo acuerdo que muy probablemente no se alcance debido en gran medida al incumplimiento del pacto previo. Esta vez será difícil que los actores nucleares centrales impongan sus principales objetivos en consonancia con sus intereses prioritarios. En materia nuclear puede ocurrir lo mismo que aconteció en materia comercial: la Ronda Uruguay se concretó con el beneplácito de los países centrales de Occidente, mientras las potencias emergentes y los países intermedios -como Argentina- quedaron a la espera de que la Ronda Doha sí se ocupara de sus metas y necesidades. El estancamiento de esta última obedece a la imposibilidad de que el Sur siga aceptando que los mayores beneficios sean esencialmente para el Norte.

En el campo nuclear ya no es más viable lograr que un número de países con esa tecnología sigan aceptando una estructura internacional jerárquica que sólo satisface a los que tienen armas nucleares, a los que proliferan por fuera de las reglas establecidas, a los que jamás son sancionados a pesar de no suscribir el TNP y a los que persisten en colocar limitaciones al uso pacífico de la energía nuclear. Una cosa es aceptar la asimetría como una condición potencialmente benéfica para la totalidad de la humanidad y otra convivir forzosamente con un esquema desequilibrado que refuerza las brechas internacionales y garantiza la desmedida influencia de unos pocos.

En ese contexto han crecido las presiones para que Argentina y Brasil acepten el protocolo adicional de 1997 que incrementa las inspecciones y los mecanismos de verificación del TNP. Argentina y Brasil, que han ratificado el TNP, poseen la Agencia Brasileña-Argentina de Control y Contabilidad Nucleares (ABACC) que se constituyó como marco del Acuerdo para el Uso Exclusivamente Pacífico de la Energía Nuclear de 1991. Argentina, Brasil y la ABACC tienen, a su vez, un acuerdo con la Organización Internacional de Energía Atómica para la aplicación de salvaguardias. Ese mecanismo, quizás reforzado con nuevos compromisos bilaterales, es suficiente.

Brasil ya expresó que no suscribe al protocolo de 1997. Argentina debiera hacer explícito lo mismo. Mientras ello no suceda, Estados Unidos va a seguir presionando a la Argentina para que se produzca una fisura entre Buenos Aires y Brasilia. Hace poco, en la Conferencia de Seguridad Nuclear convocada por Barack Obama, la Argentina estuvo cerca de aceptar el protocolo a cambio de nada. Ello hubiese sido un error estratégico monumental.

Argentina y Brasil deben transparentar más y mejor sus respectivos planes nucleares y sus intenciones estratégicas en esta materia. Esa es una negociación pendiente. Le corresponde a Buenos Aires dar el primer paso. Pero eso no se debe hacer de manera ambigua, pensando en los setenta -cuando teníamos alguna ventaja en ese frente- ni en los noventa -cuando infantilmente pretendimos ser un socio especial de Washington. Tampoco se puede hacer confundiendo los intereses nacionales en juego.

Hay que retomar un diálogo a fondo, amplio, con Brasil en el que el tema nuclear vuelva a ser, como en los ochenta, la plataforma de nuestra amistad y no el principal escollo a la misma.

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