Di Tella en los medios
iEco
28/02/10

La inflación y la oferta monetaria

Por Guido Sandleris

“La inflación puede tener muchos orígenes pero un solo causante inmediato: la política monetaria del Banco Central”

Por Guido Sandleris (Universidad Torcuato Di Tella)

Dijo alguna vez Robert Solow, premio Nobel de Economía en 1987: “Mientras que a mí cualquier cosa me hace pensar en sexo, a Milton todo le hace acordar a la oferta monetaria”. Se refería, claro, a Milton Friedman, también Nobel.

Tuve mi momento de Milton Friedman hace unos días cuando mirábamos con mi hijo un mazo de cartas con fotos de grandes jugadores de la historia del fútbol. Cuando llegamos a Mané Garrincha, además de su fabulosa gambeta, le mencioné su tendencia a emborracharse. “¿Por qué se emborrachaba?”, preguntó mi hijo. “No sé exactamente”, contesté, “pero la gente que se emborracha con frecuencia suele hacerlo porque está triste o deprimida, porque se le ha convertido en una adicción”, recité, recordando alguna clase del secundario. “Yo creía que uno se emborrachaba porque tomaba bebidas con alcohol”, dijo mi hijo sorprendido.

Este diálogo me hizo pensar en la inflación y la política monetaria. La inflación en enero (2,3% aproximadamente, de acuerdo a estimaciones privadas) fue superior a los niveles para todo un año en muchos países desarrollados. Aun antes de esta aceleración, la Argentina ya estaba entre los países con las tasas de inflación más altas.

La inflación, como el alcoholismo, puede tener muchos orígenes, pero un solo causante inmediato: la política monetaria que lleva adelante el Banco Central. Así como no hay borrachera sin alcohol, no hay inflación sin una oferta monetaria que se expanda más rápido que la demanda. El gráfico –que muestra la estrecha relación entre tasas de crecimiento de la oferta monetaria e inflación en nuestro país– es por demás sugerente.

Obvio, pero no trivial

Esta relación directa entre política monetaria e inflación ha estado ausente en el debate inflacionario en la Argentina en los últimos dos años. Esto podría deberse a su obviedad. Tal como sucede ante repetidas borracheras, mencionar al alcohol como su causante inmediato suena trivial. Sin embargo, las respuestas y propuestas del Gobierno y de varios analistas económicos ante la escalada, me llevan a pensar que su ausencia no se debe a su trivialidad, sino a que esta relación parece no ser entendida o haber sido olvidada por muchos. Esto es peligroso, ya que puede llevarnos a repetir dolorosas experiencias.

La intuición de por qué excesiva emisión monetaria genera inflación puede ser ilustrada con el siguiente ejemplo. Imaginemos que Mercedes Marcó del Pont, con el fin de que todos seamos más ricos, le propone a la Presidenta multiplicar por 10 los billetes que cada persona tiene en su poder. En conferencia de prensa, la Presidenta hace el anuncio de que toda persona que posea un billete puede llevarlo al BCRA, donde se lo cambiarán por uno 10 veces más grande. Es decir, si llevamos un billete de 2 nos dan uno de 20, si llevamos uno de 10 nos dan uno de 100, etc. Esto es equivalente a multiplicar la base monetaria por 10.

¿Qué sucedería con los precios? Si vamos con nuestra nueva riqueza a comprar provisiones, dado que la cantidad de bienes disponibles en la economía no cambia instantáneamente, habrá un exceso de demanda que presionará a la suba de los precios. A menos que exista capacidad instalada ociosa y alta tasa de desempleo, rápidamente el nivel general de precios y el tipo de cambio se multiplicarán por 10.

En otra escala esto es lo que ha sucedido, pero en lugar de agregar un cero a los billetes, el Banco Central ha impreso billetes para mantener el tipo de cambio alto y financiar el gasto público.

Esta política monetaria ha generado inflación, y la perspectiva de su continuación en el tiempo se ve reflejada en el fuerte aumento en las expectativas inflacionarias. De acuerdo al relevamiento mensual del Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella, la gente espera una inflación de 25% en los próximos 12 meses.

Un primer paso para salir de esta situación es que el Gobierno entienda que no puede mantener un tipo de cambio real alto sólo con política monetaria y que no puede seguir usando al Central para financiar el gasto público sin que estas políticas lleven a una aceleración de la inflación. A su vez, los economistas ortodoxos tienen que entender que sólo pedir una contracción monetaria no es la forma más eficiente de atacar la inflación en estos momentos. Una mejor estrategia sería combinar una reducción gradual de la tasa de expansión de la oferta monetaria con medidas tendientes a anclar las expectativas inflacionarias y una política fiscal más keynesiana, es decir, contracíclica.

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