Di Tella en los medios
La Nación
28/06/9

"La hegemonía siempre ha tenido pies de barro"

Aunque señala que se siguen acumulando insuficiencias institucionales, el autor de La tradición republicana cree que hoy están dadas las condiciones para poner fin a la excesiva concentración de poder. Lo que falta, dice, es garantizar la gobernabilidad y poner en marcha la reconstrucción de los partidos políticos

Cuando Natalio R. Botana dice que "el peronismo está cambiando de piel", uno no puede evitar imaginarse sus distintas pieles. En las que parecían de cordero y que terminaron siendo de lobo (o viceversa). En muchas pieles sensibles a las necesidades de la gente, pero también en la piel chamuscada o dura de otros dirigentes. En cómo hay quienes cuidan más la piel del prójimo que la propia y quienes sólo quieren salvar su pellejo. Y en cómo ese juego de pieles no es privativo del peronismo, sino de toda una clase política que a veces se despelleja a sí misma y que ha dejado al país en carne viva.

"¿Ese cambio de piel va a conducir al peronismo a que se reconstituya como un partido político, con reglas internas acatadas, a que pueda procesar los liderazgos en paz? ¿O esta fragmentación entre uno o dos peronismos va a proseguir? Este es el gran interrogante que se abre y lo mismo podemos decir del otro espacio, ocupado por la Coalición Cívica, la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista. ¿Van a ser capaces de producir liderazgos internos de manera pacífica y constructiva?", se pregunta este prestigioso doctor en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Lovaina (Bélgica), que es autor de innumerables ensayos, que enseña en distintas universidades argentinas y del exterior y que actualmente es profesor emérito de la Universidad Torcuato Di Tella.

Botana afirma que, después de las elecciones, la Argentina entrará "en un período de transición altamente complicado: hasta el 10 de diciembre vamos a tener un Congreso rengo. ¿Cómo va a actuar? ¿De acuerdo con la legitimidad adquirida en las elecciones de hace un año y medio o de acuerdo con la legitimidad que se acaba de adquirir en estos comicios?"

"Las condiciones para que se apague la hegemonía están dadas, pero lo que no está dado todavía son las condiciones de gobernabilidad y las de la reconstrucción de los partidos políticos", advierte el autor de El orden conservador durante la entrevista con Enfoques.

-Se habla mucho de las elecciones, pero no tanto de lo que pasará después. ¿Qué país imagina desde mañana?

-Un país complicado. Es evidente que los coletazos de la crisis van a seguir. Esta campaña electoral ha revelado los temas pendientes de las crisis por las que atravesó el país en la última década: la gran crisis del 2001-2002, lo que reveló, más allá de la crisis monetaria y fiscal, es una muy honda crisis de representación política. Y el indicador más elocuente de eso ha sido la crisis de los partidos, que estallaron en muchos fragmentos, en nuevas formas de personalismos. Esta campaña no ha sido de partidos sino de candidaturas de carácter mediático, y organizada a través de las campañas negativas que tienen por objeto atacar personas y no discutir ideas.

-¿El carácter de plebiscito que le dio Néstor Kirchner a esta elección complica este cuadro?

-Lo complica porque, evidentemente, son tácticas y estrategias que pueden perjudicar a unos y a otros. Por ejemplo, haber alentado una polarización cuando lo que correspondía no era polarizar sino dividir es algo que no resiste la lógica, pero atrás de todo esto está la necesidad. El peronismo está cambiando de piel. ¿Eso va a conducir al peronismo a que se reconstituya como un partido, con reglas internas acatadas, a que pueda procesar los liderazgos en paz? ¿O esta fragmentación entre uno o dos peronismos va a proseguir? Este es el gran interrogante que se abre y lo mismo podemos decir del otro espacio, ocupado por la Coalición Cívica, la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista. ¿Van a ser capaces de producir liderazgos internos de manera pacífica y constructiva?

-Es difícil pensar en esa reconstrucción: la falta de elecciones internas es un dato saliente de la política de hoy.

-El problema es que estamos intoxicados por normas que no se cumplen. Por consiguiente, vivimos, por un lado, una democracia caligráfica y, por otro, una democracia cariocinética, de candidatos que no cumplen con las reglas. Desde 2001 y 2002 se tendrían que haber hecho elecciones primarias. Se siguen acumulando insuficiencias institucionales. La culminación de esto han sido las candidaturas testimoniales, que son también la punta de un iceberg de un proceso de falta de respeto a la ley. En nuestra vida política, las normas son instrumentos al servicio del apetito del poder y no son leyes capaces de morigerar los apetitos del poder. Por eso debemos reconstruir nuestro sistema de partidos, herencia de la crisis de 2001- 2002. Pero no es la única herencia...

-¿Cuál es la otra?

-Una que estas elecciones están mostrando dramáticamente: la herencia de la crisis con el campo, que reveló también un conflicto de largo arrastre en la historia, como el problema del federalismo vinculado con nuestra incapacidad fiscal para armar una estructura moderna del Estado. Después de estas elecciones, imagino un Congreso mucho más fragmentado, pero que va a tener que encarar los temas atinentes a las grandes leyes del federalismo. Esa norma que debería articular las dos dimensiones, la del federalismo y la fiscal, es una ley pendiente de coparticipación federal. Así, tenemos provincias mendicantes que dependen de los favores del príncipe.

-Si el kirchnerismo pierde o no obtiene un triunfo amplio en las urnas, ¿cambiará su tendencia hegemónica?

-La hegemonía en la Argentina siempre ha tenido pies de barro. Es una tradición histórica, pero que muestra que la inclinación hegemónica de los gobernantes, más temprano que tarde, es obstaculizada o detenida por el propio juego de la opinión pública. La primera condición de la hegemonía es tener un fuerte respaldo electoral. Tener una hegemonía con niveles de apoyo del 30 o del 35% del electorado sólo puede dar una condición de primus inter pares y no mucho más. La segunda característica de la hegemonía que también se va a perder es el control de la sucesión. Pero entramos en un período de transición altamente complicado. Como dijo un reciente editorial de la revista Criterio , ¿entre el 29 de junio y el 10 de diciembre vamos a tener un Congreso rengo? ¿Cómo va actuar? ¿De acuerdo con la legitimidad adquirida en las elecciones de hace un año y medio o de acuerdo con la que acaban de adquirir en estos comicios? Las condiciones para que se apague la hegemonía están dadas. Lo que no está dado todavía son las condiciones de gobernabilidad y las condiciones de reconstrucción de los partidos.

-¿La oposición también deberá replantear su estrategia y cierta tendencia a oponerse a todo porque sí?

-A corto plazo, la oposición tiene que ir al Congreso a formular una política de concertación. Hay una tradición histórica que en la Argentina viene desde hace más de un siglo: el ideal democrático está fundado en la ética reformista. Y las reformas suponen aplicar la razón pública para resolver problemas concretos con vistas al bien común. Junto con el reformismo hay otra tendencia muy fuerte en la Argentina que es el regeneracionismo, la tradición de rasgarse las vestiduras ante la realidad y emitir juicios morales absolutos. Esto puede llevarnos a visiones maniqueas y a la división dicotómica, como ha ocurrido durante este último quinquenio, entre amigos y enemigos. Esta visión debe ser superada porque lleva a no legislar como corresponde. El contrapunto entre reformismo y regeneracionismo es importante. Y este gobierno lo llevó a niveles de confrontación muy significativos, pero también lo han hecho sectores de la oposición.

-Usted ha dicho en una nota publicada hace poco en LA NACION que "el norte deberían ser las reformas de las leyes y de los liderazgos". ¿En qué sentido piensa que deberían reformarse?

-Durante los años noventa y la primera década de este siglo que fenece, hemos tenido liderazgos de apropiación de los recursos del Estado. Es importante que los liderazgos cambien de orientación, que pasen a ser de construcción del Estado, con inspiración institucional, capaces de crear nuevas instituciones o de renovar las que existen. No se trata sólo de la reconstrucción del Estado nacional sino también de los provinciales. Y ahí hay un problema: el de la provincia de Buenos Aires. No es posible tener un régimen electoral y federal con un distrito con ese porcentaje de votos. O que es la madre de lo que se llaman las listas sábana. Esa provincia representa la suma de votos en Capital, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Le vendría muy bien a la Argentina del futuro comenzar a pensar qué significado tendría una hipotética división de la provincia de Buenos Aires. De modo tal que el federalismo tuviese más equilibrio y ese principio que destacó tan bien Tocqueville, el de la descentralización.

-¿Por qué, a diferencia de Brasil o de otros países de la región, la clase dirigente argentina no puede acordar políticas de Estado? ¿Por qué esta Argentina pendular en la que un gobierno deshace todo lo que hizo el anterior?

-Brasil ya va para 16 años de gobierno con políticas continuas. Aunque discuten mucho entre ellos, las políticas fundamentales, que inicia una presidencia fundadora como la de Fernando Henrique Cardoso, señalaron un rumbo para Brasil. Hay una política fiscal que se mantiene, de robustecimiento del Estado donde corresponde, de autonomía de la sociedad civil. Y Lula, con una extraordinaria percepción, hereda esto, lo perfecciona y lo sigue llevando adelante. Lo mismo en Uruguay, desde Julio Sanguinetti en adelante. Y los liderazgos de carácter institucional y de reconstrucción del Estado que tuvo la Concertación en Chile han sido ejemplares. Durante casi 20 años. Existió la comprensión de que los partidos son mediadores para construir instituciones. Aquí, esa visión no existió. Y estos liderazgos de apropiación del Estado se consumieron atrapados por proyectos hegemónicos. Menem cae discutiendo la "re-reelección", mientras que Lula dice que más de dos períodos es monarquía. Salvo Raúl Alfonsín, este es un país donde los presidentes no pueden irse en paz a sus casas. La Argentina vive superponiendo situaciones de emergencia cuando lo que tendríamos que buscar es el desenvolvimiento ordinario de las instituciones.

-¿Por qué el peronismo da la sensación de que es el único partido en condiciones de gobernar este país?

-Se debe en parte, también, a las falencias que han tenido las experiencias no peronistas en el gobierno. Los dos presidentes no peronistas, Alfonsín y De la Rúa, no pudieron terminar su período. El peronismo representa el papel de un PRI inestable. Lo digo por el famoso Partido Revolucionario Institucional de México, que gobernó durante décadas sobre la base de que siempre controlaba la presidencia, pero esa presidencia no habilitaba la reelección. Pero en México se suponía que el partido natural de gobierno era el PRI. Punto. Aquí tenemos un PRI inestable porque el propio peronismo no ha logrado resolver sus problemas internos de liderazgo. Por eso no dura. No duró Menem porque le salió Duhalde. Probablemente la experiencia kirchnerista no dure un período más porque le han salido retadores en su seno, como De Narváez o Reutemann. Ellos mismos no pueden estabilizar su producción de liderazgos.

-Para esta reconstrucción de los partidos, ¿es importante que los dirigentes cuyos liderazgos se insinúan con más fuerza, como Julio Cobos o Carlos Reutemann, tengan un perfil moderado, con tendencias a un mayor pluralismo y una mayor tolerancia?

-Una democracia republicana está basada en el pluralismo, en tolerancias mínimas, pero estas actitudes moderadas deben ser capaces de producir políticas de Estado. La moderación no es suficiente en política. El centrismo tampoco. Es el gran desafío de Barack Obama. Como dijo Paul Samuelson, Obama es fundamentalmente centrista, pero está atacado por los extremos. Lo importante es que la Argentina pueda definir su perfil federal, fiscal y que los partidos vuelvan a ser partidos. No es suficiente con dirigentes moderados. Tienen que echar las bases de la reconstitución del sistema de partidos, que es la condición necesaria para la reconstitución del régimen político democrático y republicano.

-En esta crisis de los partidos, ¿cómo influye el hecho de que vivimos en una democracia mediática, donde pesa más la imagen que el contenido?

-Lo mediático impregna todas las democracias del mundo. La imagen más desoladora que tuve de lo mediático fue cuando cayó el muro de Berlín: la Unión Soviética se transformó en una democracia y Boris Yeltsin apareció bailando para demostrar que era moderno. El impacto mediático es muy fuerte aquí porque hay medios muy bien organizados, con alta tecnología, que avanzan sin resistencias. ¿Cómo resistirlo? Primero, con un sistema de educación pública sólido y consistente. Si los chicos no están en la escuela, van a estar pegados a la televisión. Segundo, un sistema de partidos sólido y consistente. Tercero, un procedimiento judicial eficaz, porque la lentitud de los procedimientos judiciales hace que muchas veces los temas se diriman en una pantalla de TV. Hay francos desequilibrios entre el poder mediático y el resto de los poderes sociales y políticos. Es muy fácil alzarse con una eventual mayoría para un postulante con dinero, que, en un país más organizado desde el punto de vista político, debería bregar dentro de un partido para ir ascendiendo y obtener así el premio de ser candidato.

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