Di Tella en los medios
Clarín
2/05/9

Es la hora de mirar más lejos

El autor manifiesta su preocupación por las pérdidas en las reservas de gas y petróleo. Y recuerda que el abastecimiento energético es básico para cualquier actividad económica, incluyendo a la agroindustria. Considera que ésta volverá a ser clave para la Argentina en la salida de la actual crisis. Y puntualiza que hace falta estabilidad para atraer más inversión.

Alieto Aldo Guadagni. INSTITUTO Di Tella

Cuánta razón tenía Ortega y Gasset cuando afirmaba que "no se puede avanzar si no se mira lejos". Esta afirmación tiene plena vigencia cuando se pretende entender cuáles son las claves para consolidar un proceso de crecimiento sostenido. Sabemos que la agroindustria tendrá que cumplir un rol importante en este proceso, pero ningún sector productivo puede avanzar si no esta acompañado y apoyado por sectores básicos como el energético.

Argentina se destaca por su alta dependencia del petróleo y del gas que representan el 90% del consumo total de energía. Destaquemos el papel esencial que juega el gas en nuestra matriz energética, ya que satisface nada menos que la mitad de todo el consumo. En el mundo el gas satisface en promedio apenas la cuarta parte del consumo total de energía y si miramos a Brasil veremos que la importancia del gas se ubica en un 8% del total, mientras que la energía hidroeléctrica representa el 13% y el etanol nada menos que el 28%. Argentina es líder mundial en la utilización de GNC como combustible para los vehículos, y tanto la generación eléctrica como la industria dependen fuertemente del gas como insumo, que además es la principal materia prima para producir fertilizantes para el agro.

El mayor problema que enfrenta hoy nuestro sector energético es la merma sistemática del nivel de reservas, hecho que ocurre a un ritmo más acelerado en el gas que en el petróleo, configurando así un cuadro preocupante para el futuro ya que es mucho más grave perder el autoabastecimiento en gas que en petróleo, por la distinta naturaleza de los mercados y de los suministros internacionales.

Las reservas de petróleo vienen cayendo desde 1999. Para visualizar la importancia de esta merma digamos que la misma ya equivale a la producción acumulada de petróleo por dos años. A lo largo de la década del 90 el incremento de la producción de gas fue mayor al de la expansión de las reservas, por lo tanto se fue reduciendo año a año la duración de las reservas en términos de la producción anual. En 1990 las reservas comprobadas cubrían 25 años de producción, pero en el 2000 esta relación había caído a 17 años. Este coeficiente de reservas-producción anual se deteriora mucho más a partir del año 2000, pero esta vez no porque las reservas trepen menos que la producción sino sencillamente porque ahora las reservas disminuyen en volumen. Es así como hacia el año 2007 las reservas comprobadas eran un 43% inferiores a las correspondientes al año 2000, se puede así estimar que el nivel de reservas hoy cubre apenas 8 años de producción. Esta merma de reservas de gas es altamente preocupante ya que equivale a la producción total por casi 7 años, lo cual indica una significativa perdida de capital acumulado en este recurso. Como se ve, a titulo de comparación, una descapitalización mucho mayor a la que se observa en el stock ganadero.

El descubrimiento de nuevas reservas depende de la existencia del recurso natural pero también de la intensidad del esfuerzo exploratorio. El escaso y declinante esfuerzo exploratorio es el talón de Aquiles de nuestro sector energético. No estamos en presencia de una maldición geológica sino que estamos ahora recogiendo los frutos de políticas carentes de visión estratégica a largo plazo, que son las principales responsables de esta marcha acelerada hacia la pérdida del autoabastecimiento de petróleo y gas. Se requiere la urgente implementación de un plan de exploración de hidrocarburos para ser ejecutado por inversores privados, basado en licitaciones transparentes, abiertas y competitivas. Desde ya que este plan no podrá ser implementado sino se consolida un clima de confianza y estabilidad jurídica, particularmente en los aspectos tributarios. El problema no son tanto los impuestos o gravámenes altos o bajos, sino la ausencia de reglas que aseguren la estabilidad tributaria. Este sector tiene bastante con el riesgo geológico, propio de cualquier actividad de naturaleza extractiva-minera, así que no es recomendable agobiarlo con un riesgo adicional de carácter institucional.

Hay que convocar a genuinos capitales de riesgo para expandir nuestra frontera de petróleo y gas, pero no tendremos éxito si insistimos con el decadente y arbitrario capitalismo de "amigos", que es por su propia naturaleza prebendaria, incapaz de aportar efectivamente capitales a su propio costo, ya que se inventó para capturar rentas de los recursos naturales y no para crearlas. El sendero de la expansión productiva se podrá recorrer únicamente con un capitalismo competitivo y sin manipulaciones, acompañado por un Estado con visión estratégica. Remontar la cuesta exigirá comprensión del problema y gran decisión política. Este esfuerzo aun pendiente hará que el tema energético ocupe un lugar relevante en las políticas de Estado que deberán ser consensuadas por las diversas fuerzas políticas.

Como perdimos nuestra capacidad exportadora pero también el autoabastecimiento energético que nos duró unos 20 años, entramos ahora en la era de la energía cara, escasa e importada. Esta pérdida del autoabastecimiento debilitará nuestras cuentas externas, lo cual privilegiará un mayor énfasis en implementar políticas de apoyo a las exportaciones. Cualquiera sea el futuro escenario cambiario no tenemos dudas que el sector agroindustrial será convocado a un gran esfuerzo exportador, ya que alguien tendrá que cubrir los faltantes causados por la evaporación de las exportaciones y crecientes importaciones energéticas. Pronto se comenzara a discutir cómo estimular la producción agroindustrial, amenazada no tanto por menores precios internacionales sino por el agobio tributario. Una realista visión estratégica impulsaría ya mismo y sin demoras el inicio de un programa gradual para sustituir las retenciones anti-productivas por impuestos directos que no desalienten ni la inversión ni la producción. Es la mejor carta para fortalecer las cuentas externas y la actividad económica. En momentos en que la demanda internacional por alimentos resiste airosa la recesión mundial, es hora de "mirar lejos".

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