Una firma con mucha historia

No es fácil encontrar empresas con una larga historia en la Argentina. La mayoría de las viejas firmas han caído, sea por un mal manejo interno o por los efectos de políticas económicas cambiantes y sinuosas. El ingenio Ledesma es una excepción a esta regla. Comenzó tímidamente la producción de azúcar y alcohol en el siglo XIX y dio un salto en 1908 al constituirse como sociedad anónima, 100 años atrás.

Hoy es el ingenio más grande del país; además, diversificó sus actividades a la producción de papel, frutas, fructosa, carne y granos. Las razones del éxito son varias, pero se centran en el manejo que la firma hizo de sí misma. Aprovechar oportunidades y capear fracasos es un rasgo histórico distintivo que tiene nombres: Enrique Wollmann, Herminio Arrieta y Carlos Pedro Blaquier. Los dueños originales -y quienes la transformaron en 1908- fueron dos familias salteñas, Ovejero y Zerda, que vieron que la expansión requería de una asistencia financiera que no podían afrontar, como costosas transformaciones en campo y en fábrica. En 1911 un grupo de empresarios encabezados por Enrique Wollmann compró la empresa. Luego de superar el cierre de financiamiento externo que trajo la guerra del 14 y un conflicto con el crédito interno, provisto por el Banco Francés, Ledesma se convirtió en líder, aunque pronto surgió un competidor temible en Salta: el ingenio Tabacal, de la familia Patrón Costas.

En ese contexto, Herminio Arrieta, un ingeniero llegado por un aviso periodístico, se hizo cargo de la firma al morir Wollmann-con cuya hija Paulette se había casado- en 1928. Superar la crisis de 1930 fue difícil, pero ya la empresa se había recuperado a fines de la década como para incorporar un nuevo trapiche. La identificación entre Ledesma y Jujuy se intensificó. La llegada del peronismo fue traumática para los ingenios y los conflictos gremiales eran cotidianos. Pero Arrieta supo aprovechar el lazo que les tendió Perón con su segundo plan quinquenal, no sólo para recomponer la relación con el Estado sino para liderar a los ingenios de Salta y Jujuy. Tabacal empezaba así a perder el primer puesto.

En los años 50, Arrieta diversificó la empresa a la producción de papel a partir del residuo de la caña (el bagazo) y de frutas. Esto implicó reemplazar el bagazo como combustible de las calderas por el gas y la compra de la finca de Calilegua, que le permitió aplicar economías de escala en el negocio de frutas y jugos. El plan se concretó, pero con un gran costo financiero, que se volvió más difícil con la crisis del azúcar a mediados de la década del 60.

En ese contexto, se incorporó Carlos Pedro Blaquier, un abogado casado con Nelly, única hija de Arrieta, que mostró habilidad para el manejo empresarial. Con la muerte de Arrieta en 1970 y en plena crisis, Blaquier inició otro capítulo. Para enfrentar la demanda de fructosa, que las fábricas de gaseosas decidieron usar en reemplazo del azúcar, abrió una planta de molienda húmeda de maíz en San Luis (Glucovil). Allí instaló una planta para producir papel para la industria gráfica y escolar, y avanzó sobre el mundo agropecuario con cuatro estancias. La diversificación de actividades permitió adecuarse a la volatilidad de los negocios: a veces el azúcar subsidiaba al papel, otras el papel subsidiaba al azúcar. Lo mismo ocurrió con el conservadurismo financiero que llevó a que la expansión se diera por la reinversión de utilidades y no de créditos externos, que fue una estrategia frente a los avatares del tipo de cambio en el país.

Paralelamente, Blaquier transformó una empresa familiar en otra con un perfil profesional y multiplicó varias veces la actividad que tenía en 1970. Quizá, para concluir, valga la pena recordar que Ledesma fue uno de los únicos dos ingenios que ni cerró ni entró en convocatoria de acreedores y que su competidora Tabacal terminó en la quiebra.