Di Tella en los medios
Clarín
16/08/8

Que la escuela no falte a clase

Por <STRONG>Claudia Romero</STRONG>, Directora del Área Educación de la <STRONG><FONT color=#ff0000>Universidad Di Tella.</FONT></STRONG>

En Argentina invertimos poco tiempo en la escuela, que es un modo de decir que dedicamos poco tiempo al futuro. Es posible tener una idea de cómo será el país dentro de 25 años, si se mira hoy lo que sucede dentro de las aulas. Se trata de un ejercicio acotado, pero suele ser muy útil.

En estos días, las aulas vacías en muchas escuelas del país, perfilan el “desabastecimiento escolar” que acontece cada vez que tiene lugar un reclamo docente. Esta obstaculización del derecho a la educación es una muestra extrema de lo que sucede en relación con el tiempo escolar. Mientras que en Argentina la ley exige llegar a 180 días de clases, el promedio efectivo de días de clase es de 172, mientras que en México y Brasil llega a 200 días y en Chile a 192, por compararnos sólo con referentes de América latina. Pero además, si se analiza cuánto tiempo del día de clase está efectivamente destinado a la tarea de enseñar se encontraría, como lo hacen algunos estudios, que sólo el 50% de ese tiempo corresponde a la enseñanza. El resto del día se pierde, se escurre. Inmersos en la coyuntura siempre problemática y febril, solemos olvidar lo importante. El largo plazo, el proyecto, el horizonte, quedan interferidos. El futuro se interrumpe como plan y entonces, fatalmente, llegará como destino. Ser como Sarmiento y no faltar a la escuela, la máxima que acompañó a tantas generaciones en su vida escolar, requiere de una necesaria reciprocidad: que la escuela misma no falte a clase.

El tiempo, ese misterioso material que une el presente con el porvenir, es una variable central para la calidad de la educación. Una buena escuela es, en principio, aquella que enseña todos los días y cada día. La escuela sostiene su ritmo en el tiempo, su recurrencia, su perseverancia, su paciencia. La cotidianeidad escolar es el camino, además, para recomponer un tejido social devastado por la desocupación y por el desconocimiento de la rutina del trabajo productivo y el ritmo sostenido del desarrollo. Sostener la escuela en el tiempo y garantizar el tiempo en la escuela es el modo en que se dice, con actos concretos, que el futuro es posible.

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