Di Tella en los medios
Clarín
3/12/7

¿Cambiará la política exterior?

<P>Por <STRONG>Fabián Calle y Federico Merke </STRONG>profesores de Relaciones Internacionales (UCA, <STRONG><FONT color=#ff0000>UTDT</FONT></STRONG> Y USAL)</P>

La política exterior de Néstor Kirchner se caracterizó por la concentración en cuatro puntos de su agenda. El primero fue el más urgente: la reestructuración de la deuda externa y el posterior pago al FMI. El segundo fue la relación con Bolivia, basada en la escasez de energía local y en la necesidad de contribuir a la estabilidad política boliviana.

El tercer asunto fue el acercamiento a Venezuela, basado en razones ideológicas (rechazo al neoliberalismo de los 90); pragmáticas (financiamiento de deuda argentina y cooperación energética) y de realpolitik (balancear el protagonismo de Lula). Tomando en cuenta esta última razón, también cabe entender el marcado acercamiento diplomático de la Argentina a México.

El cuarto tema es el distanciamiento con el Uruguay a raíz del conflicto por la instalación de Botnia. Acá no primó ni la Realpolitik de los intereses, ni la ideología basada en valores ni el pragmatismo basado en el cálculo. Con el fantasma de la ingobernabilidad a cuestas y el temor a la represión, el asunto corrió por dos carriles inconexos: la diplomacia de asamblea en el ámbito provincial y la diplomacia jurídica en el ámbito nacional.

La reciente puesta en marcha de Botnia sólo parece profundizar y hacer más complejos estos carriles.

Con el agregado que en el caso de la Argentina, los temas de política exterior raramente se transforman en políticas de Estado con lo cual los sectores de la oposición tienden a "darle la razón" o al menos no criticar la parte de responsabilidad que le puede caber "al otro". Es este caso, el Uruguay y su interpretación al parecer laxa del Tratado del Río Uruguay.

La presidencia de Cristina Kirchner deberá agudizar la imaginación para repensar la inserción internacional de la Argentina. El escenario global que la acompañe tendrá como rasgo principal el repliegue de Estados Unidos de Irak y una política menos unilateral y más cercana a un multilateralismo de tipo realista o "poder inteligente" como le gusta decir al influyente Joseph Nye.

Un punto crucial en este sentido es que el Partido Demócrata, favorito para acceder a la presidencia, no parece ajeno a la escalada verbal con el proyecto bolivariano. Es conocida la crítica percepción de Washington hacia el proyecto contestatario del líder venezolano (pese a ser el proveedor del 15% total de las importaciones de petróleo de EEUU y haber desplazado a Arabia Saudita del tercer puesto en el ranking de proveedores).

En este sentido, uno de los principales desafíos que presentará esta nueva etapa será sacar provecho de relaciones constructivas y útiles con Brasilia, Washington y Caracas, en un clima de enfrentamientos de Chávez con Estados Unidos, España y, en menor medida, Brasil. En este sentido, más allá de los claros beneficios en política interna y aun externa que han obtenido tanto sea Hugo Chávez como el Rey Juan Carlos de España en su choque verbal en Santiago de Chile, queda en evidencia que los puntos de quiebre combinarán la dimensión de cercanía o lejanía a los lineamientos internacionales de Washington, pertenecer o no al club de potencias petroleras y energéticas, el papel en agendas de seguridad y relaciones con países que las potencias occidentales ven como proliferantes en materia de armamento no convencional En este contexto, es probable que Cristina Kirchner minimice el vínculo ideológico con Caracas, pero acentúe el lado pragmático y realista de la relación con Venezuela. Es también probable que esta estrategia realista se repita hacia México como otra forma de equilibrar el protagonismo de Itamaraty.

Por el lado de Uruguay, Cristina Kirchner asumirá con una Botnia en plena producción y por lo tanto su gestión deberá apuntar al control de daños, no sólo entre Buenos Aires y Montevideo sino también entre Buenos Aires y Gualeguaychú. Por último, pero no por ello menos importante, la relación con el "acosado" gobierno chileno de Bachelet, frente al peligro de "gasificar" la agenda y afrontar la creciente brecha de capacidades militares entre los dos países.

La toma de recaudos para ayudar a garantizar la preservación de la paz social y la integridad territorial de Bolivia serán otro de los temas que Cristina Kirchner deberá encarar con resolución. Todo lo dicho, partiendo del diagnóstico que superada parte sustancial de los efectos económicos y sociales de la crisis del 2001-2002, ahora cabría moderar la tendencia introspectiva y minimalista que fue del 2002 al 2007. En tal sentido, la política exterior recién comienza.

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