Di Tella en los medios
Diario Perfil
16/10/11

Nuevo gobierno, nuevas oportunidades

¿una segunda presidencia?

La semana que viene elegiremos un nuevo gobierno. Todo hace pensar que de esta votación emergerá una presidenta convalidada mayoritariamente para encarar su segunda presidencia. Posiblemente habrá un brote de triunfalismo en las filas oficialistas. Menos visiblemente, pero igualmente posible, habrá cruces de opiniones entre los cerebros más fríos del Gobierno acerca de los próximos pasos a dar en materia de políticas públicas.

La situación del país presenta dos caras. Una cara es el reflejo de esa alta proporción de votos que avalarán a la Presidenta. Esa cara trasunta un clima de confianza en la economía, bonanza presente y expectativas favorables para el futuro cercano. También alimenta el triunfalismo, el mensaje de que estamos bien y vamos bien y por lo tanto nada hay que modificar, y que si hay algunos problemas éstos son imputables al mundo que anda mal –ese mundo al que la Argentina puede impartir lecciones–.
La otra cara de la moneda es la de los problemas reales que existen, algunos originados fuera del país, otros dentro. La corrida contra el peso –para tomar el tema más urgente– no es consecuencia de lo que pasa en Europa o en Wall Street sino de la incertidumbre acerca de las decisiones del Gobierno y de la viabilidad de esto que desde la mirada de los triunfalistas se denomina “el modelo”. Esta es una señal de desconfianza de quienes disponen de ahorros –sean éstos personas muy ricas o modestos jubilados–, desconfianza que es un dato tan objetivo como la confianza del cincuenta por ciento que recogen las encuestas, como los bienes durables que se venden a granel, o los votos que se contarán el domingo 23 de octubre o las lluvias que el campo recibe aliviado.

El superávit comercial se está reduciendo, lo cual no es necesariamente una mala noticia, porque contra lo que algunos piensan el aumento de las importaciones es una buena señal para una economía: significa poder de consumo –lo que para la inmensa mayoría de los mortales es un fin deseable– y equipamiento productivo. Pero lo cierto es que si las exportaciones no crecen habrá problemas, y para que las exportaciones crezcan hay que estimular a los sectores que producen bienes exportables. Es evidente que eso requiere algunas correcciones no menores.

En los primeros años del gobierno del presidente Kirchner éste, y algunos funcionarios que continuaron en el gobierno bajo la actual presidencia de Cristina, hablaban de una inflación de un dígito como una meta necesaria y de la necesidad de restablecer confianza en la economía argentina para generar un influjo de capitales mayor que el flujo de los que salen. Esas metas fueron abandonadas, en nombre de argumentos que a muchos observadores les suenan más como caprichos tercos que como razones defendibles. Se instaló fuertemente dentro del Gobierno la idea de que hay cierta retórica anticonvencional, con apelaciones anticuadas a un nacionalismo sin consecuencias, que –se piensa, sin mayores fundamentos– sería políticamente útil para delimitar los espacios políticos y definir de manera simple quiénes son los “buenos” y quiénes los “malos”. Esa retórica ha convivido dentro del Gobierno con otra más racional, mejor fundamentada y más conducente.

La oportunidad que ahora se abre en el inicio de un nuevo período presidencial no tiene demasiado que ver con cambios en los discursos ni con la simbología con la que el Gobierno se siente cómodo, sino con adoptar medidas eficientes para asegurar la estabilidad de la economía y la continuidad de todo lo que se ha logrado –eso que para la mitad o algo más del electorado es positivo y merece ser preservado–.

Además, están los problemas pendientes de más antigua data y que no han sido resueltos: educación, pobreza, delincuencia, droga, energía, transporte, medio ambiente, entre tantos otros. Son problemas que en su mayoría vienen arrastrándose desde hace décadas. El crecimiento sostenido de la economía en los últimos nueve años ha puesto en marcha diversos procesos de mejora en algunos de esos frentes sombríos de la realidad argentina; pero, a la vez, la buena economía ha generado más consumo y por lo tanto más cuellos de botella en los puntos en los que la infraestructura crece menos que la demanda, y ha motorizado un crecimiento de las aspiraciones también mayor. No es difícil advertir también que allí reside una de las claves para entender la inflación que padece la Argentina.

Nuestro país está ante oportunidades poco frecuentes, y por cierto al mismo tiempo ante un panorama internacional muy complicado. El aval electoral que investirá a la Presidenta para su segundo mandato puede ser usado para la autocomplacencia pero también para sentirse suficientemente fuerte y enfrentar los problemas con decisión.

Manuel Mora y Araujo
*Sociólogo. Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella.
Publicado en:
Link: