Di Tella en los medios
La Nación
12/04/11

Política exterior a la deriva

Por Mariano Turzi. El autor es PhD en Estudios Internacionales y profesor de la Universidad Di Tella

Los mexicanos tienen un dicho que refleja un dato estructural de su lugar en el mundo: "Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos". La Argentina no está cerca de Estados Unidos: las relaciones con la superpotencia son erráticas y distantes. Aunque el liderazgo de Washington pueda estar cuestionado y el poder estadounidense en algunos ámbitos en declinación relativa, existe sobrada razón para suponer que conservará por largo tiempo una posición preponderante tanto en el sistema global como en el de las relaciones interamericanas.

Nuestro país tampoco está cerca de los países emergentes: aunque es miembro del G-20, no está entre las veinte economías más grandes del mundo, sino que hay que buscarla diez posiciones más abajo. En este foro -el más importante de discusión de políticas públicas luego de la crisis de 2008- nuestro país se destaca por ser el único miembro que desde el 2006 no acepta la revisión de las cuentas por parte del Fondo Monetario Internacional, prevista en el artículo IV de la Carta fundacional del organismo para todos los Estados miembros. Esto puede celebrarse -al estilo de los acólitos gubernamentales- como una reivindicación de soberanía, pero el argumento se vuelve difícil de sostener en vistas de que sí lo aceptan países como Brasil, China, India, Rusia, Turquía, Indonesia y Sudáfrica. Nadie puede decir que estas naciones tienen un alineamiento automático con los intereses de Washington.

Acaso podría pensarse que el país ha preferido no utilizar sus recursos diplomáticos en el terreno internacional pero sí se ha concentrado en el plano regional, coordinando posiciones con sus pares latinoamericanos para avanzar en una agenda común. Desafortunadamente, el diletantismo regional se reduce a golpes de efecto mediático para consumo político interno, como esas operaciones fotográficas en las cumbres americanas que parecen más recuerdo de un viaje de egresados que símbolos de unidad y acción conjunta. La Argentina parece no querer o no saber cómo posicionarse en la región.

¿Es conveniente el proceso de integración regional? ¿Cómo favorece y en qué forma perjudica los intereses nacionales? ¿Cuáles son las metas que se plantea el país? ¿Cuáles sus recursos para lograrlo?
Mientras la Argentina se sumerge en devaneos chavistas con el líder de Venezuela, nuestro vecino Chile se agrupa con Perú, Colombia y México para conformar un bloque económico. En mayo, los presidentes de los cuatro países acordarán una hoja de ruta para profundizar la integración y promover nuevos mercados en el Pacífico. Los países andinos abandonan organizaciones regionales que no funcionan como la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y se reinventan para integrarse en las cadenas de valor global con centro en Asia. La Argentina no sólo no se ha anticipado a estos hechos, sino que parece lejos de advertir la trascendencia de una potencial reconfiguración de los ejes geoeconómicos sudamericanos. Por el lado del Atlántico, Brasil consolida el bloque BRICS junto a Rusia, India y China, incorporando a partir de abril a Sudáfrica. Este grupo persigue cada vez con mayor cohesión una agenda creciente de transformación de la gobernabilidad global.

En lo inmediato, el Mercosur no está pensando en fortalecerse internamente y aumentar su proyección internacional respondiendo, por ejemplo, a la demanda asiática de alimentos. Esto podría lograrse a través de la articulación de una cadena agroindustrial de valor integrada geográfica y económicamente entre la Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia. La Argentina impone trabas al comercio, los industriales en San Pablo advierten que adoptarán posiciones más duras, Paraguay se queja porque los países grandes del Mercosur hacen lo que quieren y Uruguay se preocupa por el comercio. Mientras entre ellos se pelean... la soja -y el negocio de la agroindustria- se la devorarán los países de Asia.

Nuestra dirigencia política está pensando más en el reparto del poder local que en capitalizar la oportunidad que el mundo nos ofrece de aumentar la inserción internacional y mejorar la capacidad de proyección global del país.

Hay áreas estratégicas a nivel mundial en las que la Argentina aún conserva relevancia: energía nuclear, agroindustria, recursos naturales, biocapacidad. Sincronizar el contexto internacional al interés nacional argentino requiere la combinación eficaz de tres elementos: definir y consensuar un proyecto estratégico de Nación inclusivo y de largo plazo (visión), voluntad política y gobernantes de calidad para liderar el proceso (misión) y el desarrollo de recursos humanos y técnicos en los organismos del Estado (gestión). Lograr esta articulación no es sencillo, pero es simple. Es complejo, pero no complicado. Se trata de interpelarnos como sociedad y preguntarnos quiénes somos, qué queremos y hacia dónde vamos.

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