Di Tella en los medios
La Nación
18/02/18

La filosofía viaja por streaming

"La filosofía nunca fue popular ni masiva, ni en Grecia ni en Roma. No veo algo meritorio per se en lo masivo, pero sí me parece bueno dar cuenta del tiempo presente", opina Luis Diego Fernández, profesor del Departamento de Estudios Históricos y Sociales de la Universidad Di Tella


No es una tendencia nueva. Pero cada vez más productos culturales de consumo masivo, desde series a películas, pasando por novelas gráficas y libros, introducen y desarrollan en sus argumentos temas de la filosofía. Así, se transforman en medios para plantear dilemas clásicos, al tiempo que entretienen. Con el antecedente de series populares como Buffy the Vampire Slayer o el film de ciencia ficción Matrix (ambos tienen sus propios libros de filosofía, Buffy the Vampire Slayer and Philosophy: Fear and Trembling in Sunnydale y The Matrix and Philosophy: Welcome to the Desert of the Real), y toda una miríada de shows y consumos recientes que han inspirado otros libros y que se utilizan en clases de filosofía introductorias en universidades y escuelas, la filosofía parece haber encontrado un nuevo canal de transmisión para las nuevas generaciones.

Así, series como Dexter, The Walking Dead, Boardwalk Empire, Black Mirror, WestWorld o Mr Robot, productos animados como Los Simpson o Rick and Morty y hasta clásicos como Seinfieldo Los Sopranos, le permiten hoy abordar cuestiones filosóficas con herramientas contemporáneas y accesibles a un público joven hiperconectado. ¿Es esta una nueva manera de acercar la filosofía a las generaciones más jóvenes? ¿Es posible pensar en una suerte de formación ética a través de la cultura pop?

El lugar común dice que los filósofos son seres aburridos y desconectados de la realidad. La comedia The Good Place se ríe de este estereotipo y se anima con un argumento que incluye entre sus protagonistas a un profesor de filosofía crónicamente indeciso y abrumado por la cantidad de dilemas morales que se le presentan. Su misión es enseñarle a un grupo de inadaptados que quieren ir al cielo a ser mejores personas. Aparte de ser disruptiva en lo narrativo, la serie se propone tratar distintos dilemas éticos como parte de la trama, rescatar autores clásicos y, más que nada, responder un interrogante: ¿podemos volvernos mejores personas mediante el estudio sistemático y aplicado de la filosofía?

The Good Place ha dedicado un episodio entero a tratar el famoso “dilema del tranvía”, en el que un individuo debe elegir entre salvar a cinco personas en peligro de ser atropelladas por el tranvía cambiando la traza de las vías, a costa de matar solo a una persona del otro lado, o abstenerse y dejar que el tranvía siga su curso. Chidi, el profesor acomplejado, debe elegir en tiempo real mientras ve las consecuencias de sus acciones en vivo. Para complicar aún más las cosas, el arquitecto malévolo de The Good Place –un supuesto cielo al que van los que en vida se han portado bien– le plantea a Chidi qué sucedería si conociera al transeúnte solitaro, o si no fueran cinco personas ordinarias para salvar sino “cinco Shakespeares”. Como señala un artículo de The Atlantic, Netflix parece interesado en la contradicción entre utilitarismo y deontología o deber ser (las dos posiciones ejemplificadas en el dilema mencionado). Otras series como Unbreakable Kimmy Schmidt y Orange Is the New Black también tocaron el mismo experimento en episodios recientes. ¿Coincidencia o tendencia?

Nuevos públicos y formas


Para Tomás Balmaceda, profesor de filosofía y periodista con un pie en cada mundo y a punto de estrenar el podcast Filosos, esta tendencia viene a echar por tierra algunos prejuicios o preconceptos acuñados a la fecha. “En ocasiones la filosofía, pecado de snob, ha sido una especie de club para selectos, para personas que tenían algún tipo de poder o idea especial sobre la cual podían pensar, reflexionar. Eso hace que a mucha gente la filosofía le parezca algo lejano, aburrido, que además los excluye. Utilizar una serie como Strangers Things o una saga como Star Trek o Star Wars para poder introducir conceptos filosóficos es una buena manera de revertir esa mala fama que los filósofos le hemos hecho a la filosofía. Permite mostrar que existen un montón de espacios o tópicos para reflexionar que están disponibles para cualquiera”.

Para otros, se trata de amoldarse a los tiempos que corren. Y en todo caso el fenómeno no sería exclusivo de este campo, ya que los cruces interdisciplinarios se pueden ver cada vez más seguido. “La filosofía nunca fue popular ni masiva, ni en Grecia ni en Roma –dice Luis Diego Fernández, filósofo y profesor de la Torcuato Di Tella–. Siempre fue un saber elaborado por un grupo reducido que en algunos casos gozaba de ciertos privilegios, hasta de poder vivir como docente universitario entrado el siglo XIX. No veo algo meritorio per se en lo masivo, pero sí me parece bueno dar cuenta del tiempo presente. Nuestro tiempo es comunicado y está atravesado por los medios digitales y lo pop, por eso no tiene sentido estar fuera de eso. No es algo exclusivo de la filosofía. La cultura pop llegó a todas las disciplinas académicas. Quiero decir, el modelo del académico tradicional enclaustrado en las aulas no es ya tan hegemónico, y este diálogo con lo pop es algo muy natural para la gente de las nuevas generaciones. La división academia y medios es un poco antigua. Se puede trabajar muy bien o muy mal en ambos lugares y cadez vez más filósofos van de un lado al otro con soltura”.

El uso de consumos culturales variados para trabajar temas metafísicos permite reformular interrogantes como cuán alejada está la filosofía del ámbito cotidiano de los ciudadanos (¿no sería ese acaso un modo de aggiornarla, como lo hacen tantas otras disciplinas en plena era del déficit de atención y la sobreabundancia de opciones?). Pero también, al mismo tiempo, habilita una reivindicación de la cultura pop en toda su dimensión.

Si las películas como Ghost in the Shell, Blade Runner 2049, Arrival o la serie WestWorld, por citar algunos productos recientes del género de ciencia ficción, nos permiten especular sobre la naturaleza humana y qué nos hace ser lo que somos, el futuro de la robótica, la ética y la responsabilidad, el abuso de poder o la extensión de la vida, entonces ya no se trata sólo de films pasatistas.

¿Y qué podríamos decir de distopías televisivas como Alias Grace o la multipremiada The Handmaiden, producidas en una época signada por la violencia de género y la desigualdad ente los sexos, temáticas que por otro lado se han filtrado en muchos productos recientes (y hasta en blockbusters como Mujer Maravilla)? ¿Y qué tal si Dark, Rick and Morty, Dr Who y Twin Peaks nos ayudaran a pensar sobre las paradojas espacio-temporales, las teorías sobre las distintas dimensiones y los viajes en el tiempo, la exploración espacial o los límites de la ciencia? Ahora, ¿hay medios más aptos que otros para la transmisión y la reflexión filosófica?

“Cualquier medio es apto para introducir algunas ideas de la filosofía. Dos casos recientes que me interesan son Merlí, la serie catalana, y Mindhunter, una serie norteamericana sobre la psicología de los asesinos seriales situada en la década del 70 –señala Fernández –. Ambas abordan la filosofía asumo do: la primera, a través de un profesor de filosofía y su inserción con las problemáticas de los alumnos; la segunda, a través de ciertas ideas de la antipsiquiatría muy propias de los años 70 que son presentadas en un excelente guión que va de lo público a lo privado. Mind hunter toma elementos del discurso de Thomas Szasz, psicólogo liberal-libertario. Aunque no lo nombre, eso se nota en los planteos de darle la palabra a los presos y locos. Hay una crítica incipiente a lo “normal” y “anormal” de cada época. Merlí, por su lado, intenta dar cuenta de ciertos valores de igualitarismo, no discriminación, libertad individual, a través de los planteos que le hace el profesor a los alumnos al comenzar cada clase”.

De ida y vuelta


Balmaceda apunta que, en un primer abordaje, uno podría llegar a creer que filosofía y cultura popular son antónimos, porque parecen estar en polos opuestos: una es parte de la alta cultura y supone una reflexión sesuda, lleva años y es difícil de comprender, mientras que la cultura popular es tenida como algo liviano, digerible. “Esa oposición es falsa –dice–. La filosofía nace precisamente de los intereses que tienen la personas comunes. Entonces, si millones de personas van a ver Star Wars, saben por ejemplo que Spiderman dice que ‘todo gran poder conlleva una responsabilidad’. Por otra parte, si muchos se acercan a series de televisión movidos por tramas que indagan en la idea del doble, o en la posibilidad de mentes sin cuerpo, etc, deberíamos pensar que justamente esos son temas sobre los que vale la pena reflexionar”. Balmaceda menciona el suceso que supuso la vuelta de la serie de culto Twin Peaks –con picos de rating– como otro ejemplo del interés por ciertos temas de calado filosófico cuando los contenidos están bien tratados.

Es cierto es que existe una mayor sofisticación en muchos de los insumos culturales masivos de las últimas décadas, que hace que en muchos casos las temáticas tratadas sean parte de una decisión tanto editorial como artística. Así, se producen obras complejas y muchas veces conectadas con la coyuntura. ¿Puede este tipo de productos tener un impacto individual y social trascendente?

Más que un escapismo


“Me parece un exceso hablar de ‘formación filosófica y ética’ a través de la cultura pop. Los productos culturales son representaciones, ficciones que pueden ejemplificar ideas o valores mientras entretienen, pero la formación ética pasa por poner en práctica ciertos valores. Quizá se pueda entender en este aspecto que este tipo de series ‘contribuye’ a cierta formación ‘ética’. Pero desconfío de esas ideas: no creo que necesariamente la filosofía haga ‘mejores’ o ‘peores’ a las personas. Por lo tanto, soy escéptico de estos procedimientos empleados en productos de la cultura pop”.

Tal vez sea pedirle demasiado a un producto o a una disciplina. O tal vez, como dice la crítica de salon.com Melanie McFarland, “series como The Good Place proveen un mayor servicio que ser sólo simple escapismo al explorar lo que significa ser bueno, con un propósito deprovisto de religiones o dogmas, y simplemente promoviendo el ser ético en un mundo cada vez menos ético”. Quizás sin darnos cuenta estos contenidos despiertan la curiosidad, abren la discusión y hasta nos ponen en contacto con ciertos materiales o autores que desconocíamos. No es poco.

Más lejos de la academia y más cerca del control remoto, una canción o un cómic. Y nutriéndose de transformaciones y cruces que, según los propios filósofos, estuvieron siempre en el corazón de la disciplina. Así es como quizá podría pensarse la filosofía en el siglo XXI. En la idea de que la reflexión, el pensamiento analítico y la creación de conceptos no son patrimonio exclusivo de ciertas mentes privilegiadas sino algo al alcance de un universo de personas cada vez mayor.

Publicado en: Ideas
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