Di Tella en los medios
La Nación
21/01/18

Dos experimentos científicos multitudinarios exploraron cómo mejorar la toma de decisiones colectivas

Tres investigadores argentinos y uno británico exploraron cuál es la mejor forma de tomar decisiones colectivas; es más, proponen analizar científicamente el funcionamiento de la democracia.


Mariano Sigman, director del Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Torcuato Di Tella.


Brexit, referéndum sobre la paz en Colombia, elección de Trump, "grieta" son todas circunstancias que esconden un sello de época: una amarga desilusión con el modo de funcionamiento de la democracia. Ya hace mucho se había hecho común aludir a sus vulnerabilidades diciendo que es "el menos malo de los sistemas de gobierno", pero en los últimos años a todos los problemas preexistentes se agregaron los sesgos informativos que introdujeron las redes digitales y que en lugar de contribuir a hacer oir una mayor diversidad de opiniones parecen haber acentuado la polarización. Es más, muchos estudiosos afirman que las multitudes son manipulables por mecanismos que desvirtúan la representatividad del voto.

Este escenario problemático impulsó a los físicos Mariano Sigman y Joaquín Navajas, del Laboratorio de Neurociencias de la Universidad Torcuato Di Tella, Gerry Garbulsky, organizador de los eventos TEDx Rio de la Plata y embajador de TEDx en América del Sur, y Dan Ariely, investigador del University College London, a explorar cómo tomamos decisiones colectivas. Y lo hicieron en dos experimentos masivos que se realizaron en reuniones TEDx, en Buenos Aires y en Vancouver, Canadá. El primero de ellos acaba de publicarse en la revista Nature Human Behaviour.

"El de cuál es la mejor forma de tomar decisiones colectivas es un tema que se estudia desde hace siglos -cuenta Navajas, graduado en la UBA, pero que en el momento de concebir el trabajo estaba haciendo un posdoctorado en el University College London-. Durante la Revolución francesa, por ejemplo, el marqués de Condorcet planteó un teorema que muestra que, si se dan ciertas condiciones (entre ellas, que cada individuo tiene que ser independiente), a medida que aumenta la cantidad de votantes se converge hacia la decisión correcta. Es lo que hoy llamamos la 'sabiduría de las multitudes'. Eso quedó como una nota teórica hasta que el primo de Darwin, Francis Galton, hizo un experimento que le salió mal. Su hipótesis era que la democracia no podía funcionar, que era un desastre. Entonces, fue a una feria de Londres y juntó los tickets de un concurso que consistía en adivinar el peso de un buey. El que se acercaba más se llevaba el premio. Para su desdicha, el promedio de todas esas estimaciones era más cercano a la respuesta correcta que la mejor de las estimaciones individuales. En 1907 incluso escribió una nota en la revista Nature acerca de lo que había encontrado."


Para someter a prueba ésta y otras creencias, Navajas, Sigman, Garbulsky y Ariely decidieron proponerle a los alrededor de 10.000 participantes al TEDx Rio de la Plata 2015, que se prestaran a un experimento: tenían que contestar, por ejemplo, cuál es la altura de la Torre Eiffel, o cuántas veces se dice la palabra "alegría" en la canción de Fito Páez "Dale alegría a mi corazón". Primero, individualmente, pero luego les pidieron que se agruparan de a cinco.

"Lo que vimos es que cuantas más opiniones uno toma, las decisiones se acercan más al resultado correcto -explica Sigman-. Pero si en lugar de contabilizar las opiniones del total, formábamos grupos pequeños, la opinión de unos pocos grupos era mejor que los de la masa entera. Nuestra hipótesis es que el grupo encuentra nuevos procedimientos, maneras de pensar el problema. Y juntos descubren el camino para llegar a la solución."

Y agrega Navajas: "Vimos que si uno promedia decisiones colectivas, obtiene resultados mucho mejores que si promedia decisiones individuales. Pero más aún: si uno promedia decisiones colectivas al azar le 'gana' a los 5000 que contesaron de manera estadísticamente muy significativa".

Hay distintos efectos psicológicos que pueden desvirtuar las decisiones colectivas y están bien estudiados. Uno de ellos es el "comportamiento en manada" o el contagio; otro es la polarización exagerada.

Aparentemente, el grupo identifica quién es el que más sabe de algo, censa qué información tomar en cuenta y 'corrige' las posiciones extremas; es una especie de 'filtro de disparates'. En otras palabras, la misma multitud fue más sabia cuando las personas se organizaban en pequeños grupos.


Joaquín Navajas, primer autor del trabajo que se publicó en Nature Human Behaviour .


Repensar la democracia

En el segundo experimento, la idea fue hacer preguntas más complejas, para medir no si el grupo se acercaba a la respuesta correcta, sino si lograba consensuar en temas como el aborto y otros dilemas morales. Esta vez se encontraron con que si bien empezaban con opiniones diametralmente opuestas, la probabilidad de llegar a un consenso fue del 50%, un número mucho más alto de lo esperable. La clave, en este caso, fue que hubiera una tercera persona muy segura de qué camino tomar.

"Muchas veces uno no discute o no debate porque presume que no va a poder entenderse con el otro -acota Sigman-.Una situacion práctica donde esto suele suceder es en la terapia de pareja. Cada uno vive en su mundo de argumentos. Lo que encontramos es que para que el debate sea exitoso, se necesita un tercero que esté convencido de que en ambos bandos hay argumentos que merecen ser escuchados y que tenga mucha confianza en lo que hay que hacer."

Los científicos entonces se preguntaron, en un nivel puramente teórico, si hay formas de 'mejorar' la democracia para que sea más efectiva, igualitaria y plural, y para desembarazarse de los vicios y sesgos que conspiran contra la toma de decisiones colectivas.


Por ejemplo, ¿sería mejor organizar las discusiones en grupos en lugar de simplemente someterlas a votación? "Nuestra hipótesis es que, además de la deliberación grupal, lo que funciona es hacerlo en una escala que se preste al diálogo entre sus integrantes", dice Navajas.

Y concluye Sigman: "La idea, para mí muy preliminar, es que existen formas de dialogar que pueden ser mucho más efectivas [que las existentes] para resolver diferencias. ¿Cómo implementarlo en la vida democrática? Es difícil y somos genuinamente modestos, porque son temas delicados. Para mí la mejor analogía es la figura del jurado. En la justicia hay que lograr la equidad (escuchar las voces de todos), pero también es imprescindible ser razonable. En muchos sistemas eso se resuelve mediante jurados representativos de la diversidad del pueblo, que escucha y llega a un dictamen. ¿Qué tal si para discusiones como las leyes ambientales o de inversiones hacemos algo similar, una instancia en la que hay que escuchar e informarse del conocimiento técnico, y luego deliberar?"

Aunque estos estudios ofrecen resultados tentativos, dicen Sigman y Navajas, son una invitación a poner bajo la lente de la ciencia un problema que hasta ahora no fue muy frecuentado. "La democracia es algo tan sagrado que hay una cierta resistencia a analizar sus procedimientos para que sea más útil -destaca Sigman-. Quizás deberíamos tener un poquito menos de miedo a analizarla y estudiarla por medio de experimentos científicos. No es que el debate no funcione... no funciona entre 5000."