Di Tella en los medios
Clarín
10/12/17

Empresas: cuando la diversidad llega a los directorios

Por Silvia Naishtat

La diversidad en los puestos de comando es empujada por nuevas normas internacionales. Las calificadoras de riesgo castigan a las empresas que no lo implementan. En la Argentina apenas 6,4% de mujeres llegan a los puestos de decisión. Y existen 200.000 universitarias que no trabajan.


Antonio Aracre, Andrea Grobocopatel y Elena Morettini, durante su exposición en la Jornada RED (Gentileza UTDT )

En el auditorio de la Torcuato Di Tella el público era apenas diverso con amplia mayoría femenina. Las sillas habían sido intervenidas. Un cartel azul indicaba las reservadas para varones y otras tamaño jardín de infantes, para mujeres. Lograron lo que buscaban: llamar la atención. Ya en el estrado, le bastó al CEO de la suiza Syngenta recurrir a su ejemplo personal para ilustrar la importancia de una mirada distinta. Antonio Aracre contó que hace cinco años decidió decirle a la directora de recursos humanos que era gay. “Ella me miró a los ojos, me abrazó y sentí toda su comprensión”. Aracre dio a entender que la actitud de esa mujer fue clave en su decisión y lo impulsó a una carrera mucho más sostenida en la compañía.

Pero lo que vivió este ejecutivo de alto rango es casi una excepción. En la Argentina hay pocos directorios diversos y un mínimo 6,4% de mujeres llega al board. Elena Morettini, geóloga de profesión y directora del departamento del área de YPF, resalta que muchas compañías se han visto empujadas a la integración por nuevas normas internacionales. Pero contó que en un buen número, las empresas sólo suman a las mujeres para la foto. “Igual es un gran avance”, dijo. En su visión, distintas perspectivas sirven a las empresas tanto para crecer como para enmendar desajustes.

Es el turno de Andrea Grobocopatel. Esta economista desliza que su padre en Carlos Casares jamás tuvo confianza en ella como administradora del campo familiar. ¿Su consejo? “La autogestión y no bajar nunca los brazos”, entusiasma una de las líderes del W-20, el grupo que lleva la agenda de género en el G-20 .

Por cierto, la diversidad parece haberse transformado en una corriente, al compás de los requisitos de calificadoras de riesgo que mejoran la nota de las empresas según la proporción de personas de otro sexo o elección sexual que ocupe puestos de comando. Aunque no hay que dejarse engañar. Muchos lo implementan sólo para crear una fachada.

En la Argentina existe la Red de Empresas por la Diversidad y la Di Tella, bajo la batuta de María José Sucarrat y el apoyo del HSBC, Cablevisión, Renault y Quilmes; confecciona una guía de genero para empresas. Contiene cifras reveladoras para un país que en 1946 fue uno de los pocos del mundo que cerró su brecha educativa con la misma cantidad de estudiantes mujeres y varones en todos los niveles. Pero el desempleo es mayor (9,2% vs. 8% en los varones), ellas ganan menos y sufren más la informalidad laboral. Eso también pasa en una Argentina que en la década del 80 se destacaba por su carrera de computador científico: el 70% de los que egresaban eran mujeres.

Hacia delante , la economía digital no mejora las cosas. Monique Altschul, de la Fundación Mujeres en Igualdad, advierte que la ausencia de diversidad en esas gerencias. “Hay que trabajar específicamente para reducir la brecha digital de género. El camino debe iniciarse desde la infancia. Es perceptible cómo se excluye a las niñas de los juegos digitales de los que se apropian sus hermanos. Se las aparta sólo de los juegos pero ya se las comienza a alejar del pensamiento científico”, sostiene. Para contrarrestar estos efectos, en EE.UU. surgieron programas de ingeniería para chicos de 4 a 14 años o caminos para la ciencia que ofrecen talleres de fin de semana, campamentos y fiestas de cumpleaños digitales. En la secundaria han advertido que, a menudo, los cursos cortos de programación, de 4 o 5 meses, ofrecen salidas laborales para las chicas que han abandonado el colegio debido a embarazos adolescentes.

La investigadora Lidia Heller aporta un dato inquietante. En la Argentina hay 200.000 universitarias que no trabajan. “¿No quieren, no pueden o no encuentran su lugar”, aguijonea.

¿Puede la Argentina darse el lujo de formar 200.000 profesionales para que no encuentren su lugar?