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27/03/17

El cambio somos nosotros: Argentina necesita un gesto de grandeza

Por Germán Fermo

Para el director de la Maestría en Finanzas, "podemos convertirnos en la generación del cambio, aquélla que finalmente le diga adiós al populismo y asuma, en beneficio de la generación que sigue, el fenomenal esfuerzo que dicha decisión implique"

Que nuestro ejemplificador cambio de actitud sea un llamado a la vergüenza y a la dignidad de una clase política mezquina y sólo comprometida con su propio beneficio. El drama que vivimos nos brinda a la vez una oportunidad histórica: podemos convertirnos en nada más y nada menos, que la generación del cambio, aquélla que finalmente le diga adiós al populismo y asuma, en beneficio de la generación que sigue, el fenomenal esfuerzo que dicha decisión implique. Yo estoy, ¿ustedes, están?

Decidí transcurrir estos últimos días en respetuoso silencio, observando frustradamente cómo cada mitad del país le echa la culpa a la otra mitad de la miserable realidad que heredamos. Parecería que esta actitud nos define permanentemente: si un argentino tiene un problema, automáticamente ese argentino, le echa la culpa al argentino de al lado, en un intento de exoneración ante su propia incapacidad individual de mejorar ese status-quo que no le gusta y tanto lo irrita. Los que hacen paro hablan de lucha y me pregunto: ¿cuál lucha? ¿Argentino contra argentino? ¿Es eso lo que queremos, enfrentarnos una vez más uno contra el otro, como lo hicimos antes? ¿No les parece que llegó el tiempo ya de sanar las heridas del pasado dejando de augurar helicópteros en Plaza de Mayo y de hacernos cargo de los severos problemas que enfrentamos hoy, en el presente? ¿No nos basta el dolor de la historia como para comprender que el camino de la confrontación sólo genera penurias? ¿Qué tal si nos planteamos alternativamente, un leve cambio semántico: reemplazando "confrontación" por "concertación"? Parar, es quebrarle el brazo al argentino de al lado, NO SIRVE, NUNCA SIRVIÓ y quienes lo organizan lo entienden perfectamente. (esta nota se inspira en una anterior: La Argentina del Choripán merece un sueño utópico).

Convoco a cada argentino a que dé lo mejor que tiene y excluyo al mismo tiempo en este llamado, a toda la clase política y sindical argentina por una sencilla razón: ellos son el problema, ellos no quieren cambio. En esta historia que vengo viviendo como argentino, observando una y otra vez, esta interminable secuencia de errores, de marchas y contra-marchas que no nos llevan a ningún lado, se me ocurre pensar que quizá se nos olvidó intentar con algo demasiado simple como para haberlo obviado por setenta años de miserias: "El cambio somos nosotros, la Argentina de hoy exige un gesto de grandeza ciudadana dando lo mejor que tenemos como individuos, la solución está en cada uno de los argentinos que vivimos en esta bendita tierra, dejemos de culpar al de al lado y busquemos en lo individual la solución que no encontramos en el Estado, démosle una lección de ética a la clase política que nos toca padecer". Nos sería muy útil comprender de una vez y para siempre que delegar la solución de nuestros dramas en el político de turno es la más simple receta al fracaso. Parecería que estamos empezando a vivir en un mundo en donde los políticos cada vez representan a menos gente, en donde la prensa está perdiendo estrepitosamente su capacidad de influenciar voluntades, un mundo mejor quizá y más sincero entonces, en donde el individuo exalta su propia convicción y se hace cargo en forma directa. Argentina no es excepción a este aparente nuevo paradigma, toda nuestra clase política y sindical ya no representa a nadie, con tamices distintos, ellos son, ellos comen y ellos maman, de este status-quo que tanto defienden y que nos molesta a todos. Entonces, ¿qué tal si los ignoramos y forzamos un cambio de actitud con nuestro propio ejemplo? ¿Qué tal si cada uno de nosotros decide ser un poco más productivo en lo que mejor hace? ¿Qué tal si gritamos que en un país lleno de pobres estamos hartos de mantener a políticos y sindicalistas ricos? ¿Qué tal si con nuestro cambio de actitud individual le hacemos sentir vergüenza a toda una clase política cuya única propuesta de cambio es la perseverancia y defensa del inaceptable presente que vivimos? ¿Qué tal si a la infamia de la década pasada, le exigimos dignidad? ¿Qué tal si a la severa falta de audacia del presente, le requerimos decisiones sinceras y por lo tanto, políticamente incorrectas?

Como otrora nación hidalga y orgullosa, devenida actualmente a sólo un terruño de individuos anárquicamente compitiendo uno contra el otro, Argentina ha probado casi todo. En este sendero de humillantes derrotas intentamos ser Cuba y no pudimos, intentamos ser miserables dictadores de derecha y no pudimos, intentamos sobredimensionar al Estado y no pudimos, causando en el camino una de las hiperinflaciones más enormes que vivió la humanidad, salimos de ella e intentamos cambiar la fuente de financiación de ese Estado gigante que nunca se achica y tampoco pudimos, causando al andar el default más severo en la historia de mercados emergentes y finalmente, como si toda esta secuencia de errores fuera poco, toleramos la década más nefasta de nuestra historia democrática intentando esta vez, una dictadura de izquierda disfrazada de democracia "a lo Venezuela", que tampoco funcionó, resultando en una severa agresión a nuestro orden republicano. Hace setenta años que dejamos de ser una nación para convertirnos en una caricatura de sociedad humillantemente perdedora que enfrenta una lapidaria realidad social, política y económica, esa caricatura que hoy somos, tiene un calificativo demoledor del cual todo político prefiere desentenderse: 32% de pobres, para un país que alguna vez se comparaba con los estándares de vida de Europa. Probar con la misma sanata de siempre, no funcionará, necesitamos un rotundo gesto de grandeza y en este cambio de actitud me permito convocar a todos los argentinos a que den un paso adelante en un gesto histórico de sacrificio ciudadano: los ricos, la clase media y también los pobres; pero al mismo tiempo excluyo a todos los políticos y sindicalistas, sin excepción, demasiado tiempo tuvieron ya para demostrarnos que son los principales defensores de esta realidad que padecemos y que tanto nos incomoda. Los argentinos deberíamos comprender que en algún capítulo de nuestra historia simplemente, se nos olvidó intentar un cambio genuino y al mismo tiempo sacrificado. Sin sumo sacrificio y esfuerzo, no habrá cambio posible, todo político que afirme lo contrario, miente descaradamente.

Mi terquedad hacia lo ex-ante inalcanzable. Defino a la "seducción-utópica" como mi mecanismo de defensa hacia la no-aceptación de una realidad que no me gusta porque siento que es superable. Decime NO a un sueño y me tendrás 100% comprometido a que el SÍ es alcanzable. Transcurrí mi vida entera con esta convicción, mi maestra lo definía como "rebeldía", yo por el contrario, lo percibo como la "eterna seducción por lo ex–ante imposible". Desde que nací en esta tierra, al cual le debo mi educación primaria, secundaria y universitaria, percibo que Argentina está enroscada en una coyuntura donde la mediocridad política doblega a los sueños que hacen grande a una nación. ¿Por qué no imaginarnos y exigir a la vez, una sociedad que determine como principal objetivo eliminar la pobreza a través de la educación en todas sus etapas? La forma más cruel y perversa de someter a un ser humano es secándolo de intelecto. No tiene por qué ser utópico plantearnos como principal objetivo el de educar a los más pobres a través de un sistemático programa de enseñanza que asista a un niño carenciado desde su infancia y lo veamos evolucionar hasta su graduación universitaria. Estos "pobres de bolsillo" pero "ricos de intelecto", ¿votarían a los mismos personajes de hoy? Es totalmente posible pensar en una sociedad más digna y no me cuenten que sea utópico imaginar a un chico carenciado que a los cinco años ingrese a la escuela primaria y culmine 25 años después siendo un universitario y no en la cárcel. Con el mayor de los respetos a los 43 millones que pueblan a la Argentina: el cambio está en nosotros, ignoremos a la clase política y sindical como medio a la solución de nuestros problemas y pongámonos hoy mismo a trabajar para dejarle a la generación que sigue una Argentina digna de orgullo y no la Peronia infame que hoy permitimos todos. Que nuestro ejemplificador cambio de actitud sea un llamado a la vergüenza y a la dignidad de una clase política mezquina y sólo comprometida con su propio beneficio. El drama que vivimos nos brinda a la vez una oportunidad histórica: podemos convertirnos en nada más y nada menos, que la generación del cambio, aquélla que finalmente le diga adiós al populismo y asuma en beneficio de la generación que sigue, el fenomenal esfuerzo que dicha decisión implique. Yo estoy, ¿ustedes, están?