Di Tella en los medios
AUNO Abogados
28/02/17

Juan Cambiaso: el hombre que transformó la abogacía corporativa en la Argentina

La revista de abogacía AUNO entrevistó al profesor de la Escuela de Derecho y miembro del Consejo de Dirección de la UTDT.

Detrás de la puerta, el jardín. Detrás del jardín, otra puerta. Detrás de esa puerta, una galería de arte de uno de los coleccionistas más abogados que tiene la Argentina (o uno de los abogados más coleccionistas, según otras fuentes).
En una de las esquinas del living de la casa de Juan Cambiaso, en la zona norte del Gran Buenos Aires, se erige el Monumento al Sándwich de Milanesa, una suerte de Botero con, valga la redundancia, un sándwich de milanesa entre manos.
Se trata, claramente, de una obra (y de una persona) que se sale de cualquier molde.
El ex presidente de la firma más importante del país, señalado habitualmente como uno de las grandes mentes detrás de su crecimiento, recorrió con AUNO Abogados pasado, presente y futuro profesional y personal.
Pero primero, lo que muchos se preguntan:

¿Qué hace Juan Cambiaso hoy?

Cuando uno se va de un estudio grande, se tiene que ir físicamente el día que se termina la relación. Si no, es un alma en pena. Creo que hay una única excepción: Mairal. Héctor Mairal es abogado 100%, en estado puro, y no envejece. Pero cuando uno ha sido presidente de la firma se tiene que ir. Si no se convierte en un tira bombas o en un fantasma.
Lo que decidí fue irme el 1°de agosto de 2009, que fue el primer día en que ya no era socio de Marval. Me mudé un sábado.
Me incorporé al estudio de mi hijo y lo estoy ayudando cada vez más en el crecimiento de su firma, que gracias a Dios anda muy bien, tal es así que el mes que viene tomo un departamento en el centro para mí, para quedarme tres veces por semana, por lo menos, y trabajar.
Lo otro que hago es asesorar. Antes era a los gerentes, ahora a los dueños de las empresas. 
Los gerentes necesitan gente coetánea, están entre los 40 y 50 años. No hacen buena interface con una persona de mi edad. Es natural, las cosas de la vida, pero para los dueños del capital la experiencia vale mucho: ¿qué pasó la última vez que aconteció esto en la macro?, ¿qué pasó la última vez que sancionaron leyes de este tipo?, ¿cómo es la realidad de este país en una situación que está viviendo o que está por vivir? 
Esos son los dueños del capital. No están involucrados en la operación.

¿Qué cambios ve en el contexto profesional?

Una cosa que voy advirtiendo y que a los jóvenes les cuesta advertir es que ellos van a vivir 100 años, por lo menos.
Vivir 100 años no va a ser una excepción. Hay mucha medicina preventiva, descubrimientos de soluciones a enfermedades que antes eran terminales y ahora se hacen crónicas.
Si uno se retira a los 70, tiene por delante 30 años. La pregunta es con qué se vive esos 30 años. ¿De dónde se saca la plata?
Ésa es la pregunta que hay que hacer, la más importante, porque define toda la estrategia de vida, que es la que define, también, cómo manejar una firma.
Una cosa que tiene el futuro es que inexorablemente llega, entonces el plan de vida tiene que coincidir con el plan de negocios.

Es curioso, porque la imagen que se vende es que los millennials están pensando en cosechar kiwis en Australia…

Y van a envejecer y a morir como la mona. Es grave.
Vivir 100 años es muy complicado.

¿Algún estudio está haciendo las cosas pensando en esos100 años que van a vivir sus abogados?

Acá en la Argentina somos todos sobrevivientes. Vamos ajustando de a poquito. Además, de golpe ganamos plata con las horribles desgracias. Eso no pasa en los países desarrollados. Allí los abogados progresan y se retiran con un capital importante, cuando al país le va bien.
Eso, en la Argentina, salvo en los 10 años de Menem, no pasó más y antes no había pasado.
En esa línea están los estudios importantes medianos y chicos, donde los dueños son pocos, se van a retirar cuando se les dé la gana y cuando crean que han juntado la plata para tener un final cómodo.
En los estudios muy grandes, la esencia es que la gente se vaya pronto, 65 y afuera, porque si no el estudio explota por abajo.
Los estudios grandes explotan por abajo si no salen por arriba.
Y a los 65 todavía quedan 35 años.

¿Por qué no retirarse más tarde?

Porque está el tema de la renovación por abajo.
Además, no todos envejecen igual, entonces es mejor decirle: “usted cumple 65 y se va” que “usted se va porque se está babeando”.

¿Cómo es estar al frente de una firma grande?

Es muy duro.
Estar al frente de una firma grande es muy duro.

Los jóvenes profesionales ya no tienen el mismo interés que había en los 90 o 2000 por integrarse a firmas grandes…

Es así. Las firmas grandes, que antes eran la meca, hoy son una alternativa, y los jóvenes buscan otras cosas.
Además, siendo abogado pueden ser juez, legislador, abogado interno en una compañía, tener su estudio unipersonal o chico, estar en un estudio grande, entrar en la diplomacia. El abogado tiene muchas alternativas.
Ir a un estudio grande es un juego duro, que exige mucho trabajo y dedicación de tiempo, y los jóvenes buscan otra cosa.
Cuando se recibió mi hija habló la gobernadora de Texas y dijo que las personas a lo largo de su vida van a tener cinco carreras distintas. No cinco empleos. Cinco carreras, porque la que tienen va a desaparecer. Con el derecho eso pasó. El 1° de agosto, un año largo, cambió el Código Civil, de Comercio, de Sociedades… casi es otra carrera.
En el mundo digital, el consumo del derecho por las empresas va a tender a modificarse porque va a haber mucho producto enlatado.

¿Cómo impactará eso en la profesión?

Depende de la clientela.
A la firma mediana que tenga como cliente al patrón, al dueño del capital, le va a ir muy bien, porque se busca otra cosa que no se vende en lata.
Pero ojo! Porque cuando yo empecé con los productos financieros uno ganaba mucha plata con ellos, y hoy en día cuestan menos que un buen saco.
Hoy uno aprieta el botón y sale el 80%. Hagan la experiencia: busquen en internet long agreement forms.
La gente que se retira de los estudios grandes y no está contenta publica los modelos. Uno tiene ahí una alimentación informativa enorme. Por eso creo que hay que vender mucho valor agregado.

Decía que asesora al “patrón”. ¿Cómo se calculan los honorarios en esos casos?

El que valora es el patrón. Para él lo que está en riesgo es el capital. Cuando uno asesora a las gerencias, lo que está en riesgo es el cumpli-miento del budget, del presupues-to anual. Ellos tienden a bajar todo lo que puedan para cumplir con margen el presupuesto que han presentado a sus directores. En cambio, el dueño de la empresa tiene muchas otras consideraciones que hacer: imagen de la empresa, otros países en los que está presente, la imagen del dueño en la prensa. Son cosas que al gerente no le importan, porque no le tienen que importar. Él tiene que vender el producto con el mayor margen posible, y el abogado es un costo, así que cuanto menos pague al abogado, más contento va a estar.
No es así con el dueño, el enfoque es otro.

¿Cómo se hizo, en su momento, para institucionalizar Marval?

Primero, aclaro, porque hay una enorme confusión: todas las fusiones de Marval se hicieron antes de que yo sea presidente de la firma, cuando estaba Ernesto O’Farrell al frente.
Él era un hombre absolutamente institucional.
Cuando hay un procedimiento, cuando hay un sistema de valores, cuando hay un estatuto, se somete uno a la escala de valores que se ha adoptado y se siguen todas las normas institucionales al pie de la letra, entonces todo el mundo sabe qué esperar. Los premios y castigos están claros de entrada y si hay que cambiarlos, se cambian, pero no se aparta de lo que está instituido.
Cuando uno se mantiene a lo largo del tiempo con los mismos valores, la gente va sabiendo lo que puede esperar. Además, son necesarios buena trata y buena paga.
Si uno es institucional, trata bien a la gente y remunera bien a la gente, las instituciones son estables.
Otra de las cosas que tiene Marval es que no hay estamentos, uno no debe provenir de ningún grupo social, ni de ninguna religión oficial, ni tener o no tener cara de, ni nada. Entonces, la gente no anda temiendo u ocultando lo que piensa o lo que es.
¿Sirve? Progresa.
Eso es muy, muy estabilizador.

¿Cómo fue que decidió ser abogado?

Estaba entre derecho y medicina, y para saber si me gustaba medicina iba a los ateneos del (Hospital de) Clínicas y también tenía amigos que estaban haciendo el internado, la práctica en los hospitales, entonces iba a la guardia y hacía barrabasadas, aunque ellos también estaban en etapa de improvisación.
Yo suturaba mejor que ellos y me encantaba la profesión.
Papá era abogado, aunque no ejercía porque era industrial, pero era una de las posibilidades que se manejaban en casa.
En un momento elegí abogacía, quizás porque era lo que más me permitía abocarme a la gestión patrimonial. Pero considero que no haber sido médico fue un desacier-to, porque el conocimiento del médico es acumulativo: lo que uno sabe, siempre sirve y se construye sobre lo que está.
Eso también pasa en la abogacía en los países estables. Acá no.
El médico de consulta siempre es valorado, los pacientes bien atendi-dos lo acompañan a uno hasta que ellos y uno puede, y el estudio de la medicina es mucho menos árido que el de las novedades del derecho. Las novedades de la medicina nos gustan hasta a los que no somos médicos.
Las del derecho, no.
Si me preguntaran qué sería hoy si empezara de nuevo, sería médico, no dudaría un minuto.

¿Orientó a sus hijos con estas ideas?

En estos temas, con mis hijos yo me llamo a silencio. Una vez, cenando con unos amigos, les dije: “ustedes a mí no me deben nada”.
La mayor estudió aquí psicología y en Estados Unidos recursos humanos. Matías, el segundo, estudió abogacía porque se le dio la gana. El tercero empezó en la Di Tella estudios internacionales, en 2001, 2002, cuando vio lo que pasaba dijo: “Yo me voy de este país” y se fue y no volvió más, se casó con una panameña y estudió allá administración de empresas. La menor estudió musicoterapia y enseña canto. Ahora está haciendo terapia para chicos con limitaciones importantes, como autismo.

¿Tiene injerencia en la conducción del estudio de su hijo?

Soy lector de los documentos que ellos preparan y converso sobre tema de profesión o de organización del estudio con ellos. No voy a reuniones, porque sus clientes son suyos, comparten un mismo momento de la vida.
Hay que ser realistas. Son jóvenes, quieren estar con jóvenes, porque se llevan bien, tienen los mismos problemas… De todas formas, están encantados de que en una oficina esté un señor que ya vivió casi todas, que les puede dar rápidamente un enfoque y que pueda aportar para que su problema se solucione rápidamente.
Los problemas son siempre los mismos, con diferencias circunstanciales. Los problemas jurídicos que hacen a la subsistencia de la empresa son de pocos géneros. A veces es el inciso 8, a veces el 11. Cuando uno ha recorrido 40 años de profesión y treinta y tantos en empresas grandes, los problemas uno los mira así y los ve venir: “Párenlo ahí, párenlo ahí” o “déjenlo que va a pasar y no va a pasar nada”. Eso lo valoran.

Está muy metido en la Universidad…

Soy parte de tres consejos en la Di Tella: el Consejo de Dirección; el Consejo Económico y Social (por ser miembro del segundo, lo soy del primero), donde hay empresarios, científicos, artistas, que se reúnen y aportan ideas a la marcha, y el de la Escuela de Derecho. Eso, para mí, en estos años, ha sido importantísimo, de lo mejor que me pasó.
En la Di Tella está el Departamento de Arte. En los (años) 60 íbamos al Instituto. Para tomar el tren pasaba por toda la calle Florida hasta llegar a Retiro.
Tiene un sabor especial.

Ese trayecto dice que fue al “Colegio” (Nacional Buenos Aires). ¿Cómo fue su paso por esas aulas?

Fantástico.
Era coetáneo de Juan Manuel Abal Medina y creo haber sido celador de Fernando, que murió en combate. Firmenich también era de esa época, y era compañero de año de Horacio Mendizábal, otro jefe Montonero
que murió en combate.
Íbamos a (la iglesia de) San Ignacio a escuchar al Padre Mujica y para todos, por más que políticamente estábamos en las antípodas, el hecho de ser del colegio hacía que hubiera un
límite del que no se pasaba…
Además tuve profesores excelentes, temas que nunca más necesité estudiar, sí leer, instruirme, pero no estudiar.
Me volví a encontrar con un grupo de ex alumnos en la casa que tiene en Buenos Aires el que era la cabeza del Partido Comunista en el colegio, que es ahora profesor en la Universidad de San Diego, en California, y uno de los líderes en el pensamiento liberal. Tiene un flor de departamento en Alvear y Callao.
A otros, que entonces militaban en agrupaciones de izquierda, me los he encontrado en remates de piezas de arte y uno es el mejor coleccionista de arte africano de Chelsea.
Otros hicieron una vida muy romántica, como director de la Biblioteca del Congreso, por ejemplo.
Nos vemos y nos vemos con mucho afecto.
Fueron momentos duros.
Cuando la gente habla de la violencia de hoy, y que hoy se toma… éramos muchos más violentos en aquel entonces.
Yo fui armado desde los 18 años y hasta que me recibí, porque en la Facultad de Derecho había tiroteos a la tarde y se tomaba whisky como si fuera agua mineral.
Había una vida universitaria muy intensa, pasábamos mucho tiempo en la biblioteca, en el centro de estudiantes. Había tiroteos en el cruce de la Facultad al que entonces era “las Artes”. Había un tipo enorme, al que le decían “Estela”, porque había una empresa de mudanzas que se llamaba así. El Bar de las Artes tenía mesas de mármol, él agarraba las mesas y las usaba de escudo, para ayudar a las chicas a cruzar la calle para que no les pegaran un tiro.
Por eso, cuando hablan de la violencia de hoy, en esos años era más duro que ahora. Uno vivía con la muerte que le pasaba ahí cerca. Después no le tenías miedo a nada. El colegio y la facultad fueron momentos felicísimos de la vida.
Marval también.
Tuvo momentos duros, pero no me arrepiento de haber estado en Marval ni un minuto.

¿Cuánto tiempo en Marval?

Entré en 1977 y terminé en 2009: 32 años.

¿Entró recién recibido?

Me recibí en el 70 y nos fuimos a Londres un tiempo con mi mujer (N. de R.: con quien lleva 46 años de casados) donde trabajé. Después nos quedamos haciendo turismo un tiempo, después volví.
Había trabajado con el doctor Bustamante Alsina, decano de la Facultad. Después entré a trabajar en el estudio de Enrique Pinedo -donde estaba Federico Pinedo-, quien fue un ejemplo. Eso póngalo: la gente habla de Pinedo sin saber cómo fue. Era un hombre austero y de muy poco patrimonio, pero con una inteligencia muy superior a la normal.
Yo era cadete junior del estudio y Federico, el senador, era cadete del cadete.
Tuve grandes profesores a lo largo de mi carrera.
Jorge O’Farrell fue un gran profesor, Jorge Bustamante Alsina fue un gran profesor, Enrique Pinedo fue un gran profesor de vida, maestro.

¿Qué le recomendaría a un joven que quiera jugar en las grandes ligas?

Inviertan en sí mismos muchísimo tiempo y plata, tengan un master, sigan estudiando, preparándose, sean capaces de hablar con gente interesante, importante, de las cosas que esa gente trata.
La gente importante del mundo no está en la cresta de la ola porque sacó la lotería, está porque invirtió en sí misma una cantidad enorme de tiempo. El saber no ocupa lugar, pero pone a la gente en su lugar. Para ser un tipo interesante hay que invertir mucho en uno mismo. Y para hablar con gente interesante uno tiene que ser un tipo interesante. Uno tiene que actuar con humil-dad, dar el servicio lo mejor que puede, romperse el alma y no dormir, pero el encuentro con esta gente interesante es realmente fantástico.