Di Tella en los medios
Clarín
6/12/16

El sorpresivo salto de Argentina en la prueba PISA derivó en la descalificación

Para Claudia Romero, directora del área de Educación de la Universidad Torcuato Di Tella, "el país demostró que hay poca capacidad técnica, en el gobierno anterior y hoy también"

Si la Argentina no hubiera sido excluida de la prueba PISA habría quedado en el puesto 50 sobre setenta países y ciudades medidos por la OCDE. Hubiera avanzado casi diez posiciones sobre la 59 que tenía en 2012. Y se hubiera ubicado en un buen lugar en la región: recuperaba el tercer lugar, por debajo de Chile y Uruguay.

Todo esto hubiera ocurrido si realmente se pudieran comparar los resultados de la Argentina con los de los demás países. Pero eso no es posible metodológicamente, advierte el especialista Guillermo Jaim Etcheverry. Los expertos de PISA lo explican de manera clara y sucinta . Junto a los datos del país ubican dos asteriscos: “La cobertura es demasiado pequeña para asegurar la comparación”, refieren.

Si bien fue excluida del ranking, la Argentina no fue separada completamente del extenso informe que ayer entregó la OCDE. Los datos del país figuran en las tablas finales. Allí se puede ver que en Ciencias (la asignatura que este año fue usada para armar el ranking), la Argentina figura con 432 puntos, 26 más que en 2012.

Según expertos consultados por Clarín, la OCDE revisa a los países cuando observan situaciones que no son claras, como mejoras o descensos. “Esto es lo que pasó en el caso de la Argentina. La OCDE, en acuerdo con el Ministerio de Educación nacional, pusieron la muestra a disposición de dos instituciones independientes -UNESCO y la Universidad de Oviedo- para que vieran qué es lo que había pasado”, dice a Clarín Gustavo Iaies, director de la Fundación CEPP.

La Argentina ahora se quedó sin una herramienta central para comprender cómo está el sistema educativo. Pero PISA implicó, además, una inversión que no tendrá ninguna utilidad. Fuentes del Ministerio de Educación informaron a Clarín que para esta edición de PISA el Estado nacional gastó 12 millones de pesos.

Ayer, el ministro Esteban Bullrich descartó que haya habido una manipulación de datos por parte del gobierno anterior. Dijo que “no hubo animosidad” y que se trató de un “grave error” por el “poco apego a las normativas” La muestra debía ser de 13.000 escuelas y participaron 10.000, afirmó el ministro.

Y si bien explicó que el ministerio inició una investigación para determinar qué sucedió, no dio mayores detalles con respecto a cuáles fueron las escuelas que quedaron al margen y si pudo, efectivamente, haber una manipulación intencionada.

Para algunos expertos independientes, como Alejandro Ganimian, el problema surgió a raíz de la reestructuración de las escuelas producida por la Ley de Educación de 2006. El motivo es que en algunas provincias las escuelas que tenían séptimo grado del 2000 al 2012 dejaron de tenerlo en 2015, y habrían quedado fuera de la muestra. Pero nadie lo advirtió a tiempo. Bullrich tampoco se refirió a esta situación.

Alberto Sileoni sí, y coincidió con Bullrich en la idea de que “no hubo manipulación de datos”. El ex ministro de Educación salió a hablar ayer y justificó que la muestra de escuelas fuera en 2015 menor a la de 2012 al afirmar que esas escuelas “no existen más”, debido a que se fusionaron entre sí. Cargó contra funcionarios del gobierno de Macri que, según él, pidieron que excluyeran a Argentina.

Consultada por Clarín, Claudia Romero, directora del área de Educación de la Universidad Torcuato Di Tella, interpretó que “fue una gran impericia. Si no fue malintencionado, lo que sucedió es gravísimo igual, porque no se pueden cometer estos errores: no advertir e informar que hay dos sistemas al mismo tiempo”.

“Trabajar con estadísticas y diseñar evaluaciones a este nivel es muy difícil y para especialistas. El país demostró que hay poca capacidad técnica, en el gobierno anterior y hoy también”, agregó.