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Bastión Digital
25/11/16

Otro parche al sistema de puntaje docente

Por Mariano Narodowski

"Las soluciones siguen sin ser superadoras: poner topes anuales, aumentar el límite máximo o anular los puntos obtenidos y retocar aspectos parciales del sistema de puntaje docente termina por reforzar su matriz burocrática, lejos del avance educativo. Lo mejor que se podría hacer es cambiarlo y pasar a un modelo con autonomía y excelencia", analizó el profesor del Área de Educación.

El sistema de capacitación docente nació en 1958 con el Estatuto del Docente y sigue vigente: maestros y profesores deben sumar puntos aprobando cursos. Cuantos más cursos, más centésimos se acumulan para conseguir la titularidad (estabilidad en un cargo) o ascender a cargos directivos. 

Esto era razonable hace medio siglo cuando los maestros se recibían con título secundario y 17 años de edad. El “perfeccionamiento”, mejoraba a los docentes en épocas en las que no existía  formación de grado o posgrado.

Pero hace tiempo que acumular puntos genera prácticas especulativas, con poco o nulo sentido pedagógico. Entre las perversiones del sistema puede verse que algunos cursos que demandan poco tiempo y esfuerzo brindan, relativamente, más puntaje que una maestría universitaria. O que los docentes titulares –que en su mayoría no pretenden ser directivos- no necesitan los benditos puntos y pasan los últimos quince o veinte años de su carrera sin aumento salarial desde que lograron el máximo de antigüedad y sin agenda de mejora personal ni de las escuelas en las que trabajan. O que los docentes hacen cursos dispersos, a la carta, sin orientación y sin sistematicidad.  Y los hacen si quieren, si tienen tiempo, compromiso y ganas. Además, la demanda de puntos genera una oferta no siempre de buena calidad y una relevante inflación de puntos que hace que  la mayoría de los docentes llega rápidamente al máximo permitido. 

Las soluciones siguen sin ser superadoras: poner topes anuales, aumentar el límite máximo o anular los puntos obtenidos y retocar aspectos parciales del sistema de puntaje docente termina por reforzar su matriz burocrática, lejos del avance educativo. Lo mejor que se podría hacer es cambiarlo y pasar a un modelo con autonomía y excelencia. Aquí algunos caminos que requieren voluntad política de cambio:

Primero, hay que distinguir docentes en formación de docentes formados. Los que están en formación son los recién recibidos, que necesitan apoyo por parte de los educadores formados y deberían complementar su primeros pasos en la docencia no con cursos dispersos sino con trayectorias sistemáticas de grado y posgrado universitarios (maestrías, especializaciones) y postítulos terciarios: en el país hay una rica y heterogénea oferta, de calidad superior respecto de la mayoría de los cursos de capacitación. Por su parte, los docentes formados precisan reconocimiento simbólico y económico que estimule su compromiso con la excelencia.

Segundo, la capacitación no puede depender solamente de las decisiones individuales de los docentes. Ella debe implementarse en cada escuela, en función de las necesidades pedagógicas concretas. Los modernos y complejos sistemas escolares no apuestan a la voluntad individual de los docentes sino a escuelas reflexivas, centros de decisión pedagógica. La función del Estado es poner a disposición de las instituciones educativas un menú amplio de opciones de capacitación en servicio que satisfaga la demanda profesional de educadores concretos que tienen que resolver problemas educativos concretos.

Tercero, la idea de que el motor del cambio es la capacitación docente atrasa medio siglo. En nuestra época es la innovación la que marca la tendencia y la capacitación debe supeditarse a ella.  Porque la mejora educativa no es la sumatoria de habilidades de cada educador sino que se expresa cuando existen condiciones para la innovación, el trabajo en requipo, en red, y la autoevaluación institucional en un contexto profesional emprendedor y desjerarquizado. Por eso, se debe reemplazar al sistema de puntaje por el reconocimiento de estrategias y perfiles pedagógicos innovadores. 

Ya es tarde como para seguir rindiéndole culto al tótem del puntaje docente y emparchar este viejo sistema no hace más que consolidarlo. Dejemos de lado cuántos centésimos van al último cursito de capacitación. Cambiemos las condiciones reales de las escuelas (recursos, reglas, incentivos), para así brindar capacidad pedagógica real a los equipos escolares para mejorar las escuelas reales.