Di Tella en los medios
La Nación
13/11/16

Trump, el empresario que llegó a presidente con un estilo de liderazgo agresivo y seguro

Por Andrés Hatum

"Trump requiere comenzar a tejer los hilos más invisibles de la autoridad, los que permiten al líder lograr que la gente haga voluntariamente lo que uno desea debido a su influencia y al respeto ganado. Esto lleva tiempo y necesita pulir un estilo de liderazgo que hasta ahora ha demostrado estar más cerca de un líder autoritario que de uno que tiene autoridad", evaluó el profesor de la Escuela de Negocios.

Un año de sorpresas electorales: referéndum en Colombia en contra del acuerdo de paz con las FARC, el Brexit y ahora, Donald Trump Presidente de la nación más poderosa del planeta. Seguramente los sociólogos se deben estar haciendo un festín intentando que todos nosotros entendamos las particularidades de la sociedad estadounidense y el por qué Trump ganó las elecciones.

La elección de Trump pone a los teóricos del liderazgo a investigar de nuevo en qué fallaron y a los encuestadores qué no calcularon. Probablemente haya que escribir una nueva teoría de liderazgo para entender a personajes como él. Trump mostró lo mejor y lo peor de un líder, y eso va más allá de cualquier teoría.

Trump ha sido un líder seguro. El mensaje al pueblo norteamericano ha sido radical pero efectivo: "Soy el mejor, el resto son perdedores". Simple, directo y claro. Liderazgos fuertes pueden pararse frente a la gente, y comunicar claramente por qué hay que seguirlo.

Su confianza, sin embargo, carece muchas veces de sustento. Cuando se le ha preguntado sobre temas importantes de política exterior, energía entre otros, más que alguien seguro demostraba ignorancia y arrogancia. Un buen líder tiene apertura mental para comprender el contexto. Y, eventualmente ante la incertidumbre, es mejor callarse la boca.

Trump tiene posiciones firmes. Las veces que le han preguntado qué pensaba de un tema, ha comentado sus ideas con sinceridad y sin filtro. Eso lo diferencia de políticos que tratan de dar una respuesta que no ofenda a nadie y no dicen nada claro.

Si bien ser firme es un activo para un líder, Trump peca por ofensivo y racista. Construir una muralla con México para evitar a los inmigrantes ilegales y afirmando que los mexicanos "traen droga, crimen y son violadores", es ofensivo y racista por demás. Tras hablar de más, el líder debe pedir disculpas inmediatamente. Eso no borra completamente el trauma generado a mucha gente, pero permite bajar la angustia y enojo.

Cuando en su momento Univision anunció que no transmitiría más los concursos de Miss USA y Miss Universo (ambas franquicias de Trump), Trump debería haberse dado cuenta de la seriedad de la situación y pedir disculpas. Por el contrario, le inició una demanda de 500 millones de dólares a la cadena de televisión. Trump redobla apuestas. Esto lo hace ver como arrogante y vengativo y hace que se vaya generando enemigos a partir de un ego inmanejable.

También es honesto al responder. Cuando un periodista le preguntó si sabía que en sus empresas había inmigrantes ilegales, Trump no dudó en reconocer que eso podía ser. Y pidió los nombres para despedirlos.
Una cosa es ser un líder honesto, la otra es el líder que no puede coordinar el pensamiento con la lengua voraz. Esto ha expuesto a Trump como alguien que no tiene idea de algunas cosas de las que habla y opina.

La dicotomía en el estilo de liderazgo que presenta Trump tiene que ser un ejemplo para todo líder organizacional de los peligros de radicalizar su discurso y su estilo. Podríamos sugerirle lo siguiente: El buen líder tiene que poder liderarse a sí mismo para evitar atropellos, discriminaciones y ofensas.

Los mejores líderes son conscientes de lo que no saben; no deben ser los más sabios o inteligentes, pero son curiosos y quieren aprender.

Un buen liderazgo se basa en una buena comunicación. Cuando los líderes desconciertan permanentemente con lo que comunican, no son líderes sustentables en el largo plazo. Los buenos líderes escuchan activamente, fluyen intelectualmente y saben qué batallas hay que pelear.

Los mejores líderes son flexibles. Entienden el poder y la necesidad contextual del liderazgo. El "vamos por todo" no sirve para el contexto social actual ya que genera una fractura cultural o, en última instancia, una organización improductiva. Los líderes exitosos son los que pueden adaptarse al contexto. Esto les permite una mejor visión de largo plazo y una sustentabilidad del liderazgo.

Trump requiere comenzar a tejer los hilos más invisibles de la autoridad, los que permiten al líder lograr que la gente haga voluntariamente lo que uno desea debido a su influencia y al respeto ganado. Esto lleva tiempo y necesita pulir un estilo de liderazgo que hasta ahora ha demostrado estar más cerca de un líder autoritario que de uno que tiene autoridad.