Di Tella en los medios
Clarín
7/11/16

Los beneficios de la inmigración

Por Martín Hevia

"Las investigaciones académicas convergen en la conclusión de que la inmigración es beneficiosa para una comunidad", opina el decano ejecutivo de la Escuela de Derecho

Las recientes declaraciones del senador Miguel Ángel Pichetto acerca de los ciudadanos provenientes de países de la región generan la ocasión para reflexionar acerca del valor de la inmigración. Muchas personas comparten la intuición en favor de políticas restrictivas. Sin embargo, por diferentes razones las investigaciones académicas convergen en la conclusión de que la inmigración es beneficiosa para una comunidad. A continuación, menciono algunos de esos argumentos.

Una línea de investigación evalúa la conveniencia o inconveniencia de una política inmigratoria liberal en función de los resultados que causa. En primer lugar, los países más prósperos del mundo son países con sociedades diversas. Canadá, por ejemplo, ha florecido económica, política y culturalmente con una sociedad pluralista y multicultural. En segundo lugar, en contra de lo que muchas veces se afirma sin sustento, la evidencia empírica disponible sugiere que la inmigración aumenta el bienestar de la población local. Por otra parte, la defensa de las restricciones parece estar basada en una “mentalidad de suma cero”, como si la ganancia de unos implicara necesariamente pérdidas para otros. Otra línea de discusión se concentra en la perspectiva moral. En esa dimensión, en las comunidades comprometidas con valores liberales, como la argentina, el carácter se refleja en su acuerdo con un conjunto de valores comunes y no en su identidad de origen. Nuestras instituciones políticas y sociales están organizadas sobre la base de principios morales profundos: deben tratar con igual consideración y respeto a todas las personas, que tienen igual dignidad. Por ello, defendemos la libertad de movimiento, de expresión y de asociación; pensamos que el Estado no debe discriminar por razones de raza, sexo o clase social. Este compromiso es el corazón de los derechos humanos.

Como explica el filósofo canadiense Joseph Carens, si ese tipo de discriminación es impermisible, también lo es la basada en el origen geográfico de una persona. En la Argentina, una parte importante de nuestra población desciende de inmigrantes. Quizá de algunos que, en algún punto de nuestra historia, no eran bienvenidos. En 1902, de hecho, el Congreso Nacional sancionó la Ley de Residencia, que habilitaba a expulsar extranjeros sin necesidad de juicio previo. Su injusticia era patente y fue derogada en 1958 porque era una herramienta para la arbitrariedad estatal. Es fácil darse cuenta de que los estereotipos negativos con los que se asocia a los inmigrantes que hoy llegan al país son tan objetables como la caricaturización y demonización de otros grupos de inmigrantes en otros tiempos de nuestra historia. Presentar a los inmigrantes como personas peligrosas es injusto y podría retrotraernos a las peores prácticas de nuestro pasado.