Di Tella en los medios
Bastión Digital
16/09/16

Por un 50% de mujeres

Por Carolina Villanueva (*)

En Argentina, la mayoría de los representantes políticos han sido y son varones. De los 24 gobernadores, 5 son mujeres. De los 22 puestos de gabinete nacional, 3 son ocupados por mujeres. Los hombres son mayoría en diputados y en el senado. Tras 25 años de la ley de cupo femenino el piso se ha transformado en el techo, promediando en todo el país una representación femenina del 30%. Sin tomar medidas de acción afirmativa, la igualdad de género no va a llegar.

El proyecto de ley que propone que las mujeres ocupen el 50% de los cargos electivos ha desatado un gran debate. ¿Hay que elegir mujeres por el sólo hecho de ser mujeres? ¿Qué aportarían? ¿Qué pasa si ellas superan en cantidad a los varones? Aquí ofrecemos una reflexión acerca de la importancia de esta medida para nuestra sociedad.  Unos de los mayores argumentos en contra del proyecto es la preocupación de que las mujeres que nos vayan a representar no sean idóneas. Sin embargo, no sólo las mujeres representan el 64% de los graduados universitarios argentinos, también las mujeres legisladoras tienen mayor nivel educativo que sus pares varones. Un trabajo de ELA sobre legislaturas provinciales, afirma que las legisladoras tienen estudios superiores en mayor proporción que los varones, la misma experiencia laboral y mayor tasa de presentismo.  Si bien estas cifras pueden tranquilizar a algún sector, la realidad es que esta medida no tiene que ver con los niveles educativos u otras credenciales. Pero si vale la pena decir que no se ha visto hasta ahora tanta preocupación por el nivel educativo o la idoneidad profesional de los legisladores varones.  El objetivo central de esta medida es fortalecer a la democracia. En Argentina el 51% de los habitantes son mujeres, es natural que ocupen la mitad de los cargos representativos. La importancia de que los Parlamentos reflejen la realidad de la sociedad radica en que cuánto más diversos e inclusivos sean, mejor reflejarán los intereses de aquellos que representen. La evidencia sostiene que los grupos más diversos y con mayor presencia de mujeres tienen ideas más plurales, producen más debate y tienden hacia la cooperación y no a la competencia. ¿Pero qué pasaría si hay más representantes mujeres que varones? ¿No estaríamos de nuevo frente a una injusticia de género? Hay que recordar que desde que se instauró la democracia, los varones, blancos y heterosexuales, han estado sobre-representados en los cargos públicos. Desde que la mujer puede ser electa, nunca ha llegado a ocupar el número de posiciones que reflejen su representación en la sociedad. En Argentina, la mayoría de los representantes y decisores han sido y son varones. De los 24 gobernadores, 5 son mujeres. De los 22 puestos de gabinete nacional, 3 son ocupados por mujeres. Los hombres son mayoría en diputados y en el senado. Por lo tanto, cuando se plantea la preocupación sobre qué pasaría si las mujeres fueran mayoría, entendemos que se basa en un doble estándar: está mal, para algunos, que las mujeres superen a los varones en el Congreso, pero no está mal que los varones estén históricamente sobre-representados. Sin embargo, la preocupación sobre la pérdida de representación masculina también  se puede trabajar desde una perspectiva de género. Por ejemplo, en muchos países las mujeres tienen tasas de graduación universitaria más altas que los varones. En esos casos, se analiza qué pasa con los varones en la secundaria, ¿por qué no acceden o sostienen sus estudios universitarios? ¿Qué pasa con la presión por ingresar al mercado de trabajo y tener ingresos propios? ¿Acaso la necesidad de sostener el hogar está jugando en contra de sus trayectorias educativas? Todas estas variables deben ser tomadas en cuenta en el sistema educativo para revertir la situación. En cualquier caso y para todos los ámbitos, la búsqueda es por la igualdad y no por la primacía de un género sobre el otro.  A lo largo de la historia la mujer ha tenido graduales avances en el acceso a derechos, en el ámbito educativo, en el mundo del trabajo, en el acceso a puestos de poder. Los detractores de los cupos argumentan que la igualdad de género llegará sola, al estilo efecto derrame, sin necesidad de tomar medidas de acción afirmativa.  Vale la pena repasar algunas cifras. En el sector público, tras 25 años de la ley de cupo femenino el piso se ha transformado en el techo, promediando en todo el país una representación femenina del 30%, como establece la ley nacional desde 1991. Incluso, algunas provincias como Jujuy y Entre Ríos no respetan el porcentaje de mujeres en listas partidarias. Esto refleja la importancia de los cupos pero también sus límites. En Argentina no existe ámbito alguno donde la mujer tenga el mismo peso que el varón. Incluso en ámbitos totalmente que suelen asociarse con lo femenino, como la educación, los varones logran erigirse como directores, líderes y ministros.  En el sector privado, las credenciales educativas de la mujer no han logrado trasladarse al mercado de trabajo. En las empresas, la participación laboral de la mujer se ha estancado en un 32% desde hace más de 10 años (el sector privado representa el 64% del total del empleo formal).  Sólo el 8% de las empresas en Argentina tienen mujeres en cargos de alta dirección y 32% en cargos gerenciales. Las mujeres dirigen el 4% de las cámaras empresariales y el 3% de los sindicatos. En el sector privado, la mujer gana un 25% menos de sueldo que el varón por el mismo trabajo.   Si bien es cierto que las reglas formales permiten que la mujer participe libremente de la política, el hecho de que todavía la gran mayoría de los representantes sean varones habla de procesos que sostienen el status quo. Las reglas informales y nuestros preceptos culturales priman sobre lo permitido. Permitir la participación de un grupo no supone su real participación.  Los proyectos como la ley de cupos sí ayudan a lograr esta ansiada paridad. Pero deben estar acompañadas por medidas que trabajen hacia un cambio cultural, y un entendimiento de los obstáculos que operan en contra de la participación de la mujer. Tenemos que reconocer los prejuicios y estereotipos que nos rodean para advertir dónde están los dobles estándares. Esperamos que llegue un día donde a las mujeres se les exija la misma idoneidad que a los varones y no más. Sabemos que en este mundo las mujeres más capaces e inteligentes pueden llegar a espacios de poder.  Pero recién seremos iguales el día en que el mismo número de mujeres y hombres, con las mismas capacidades, ocupen posiciones de poder. Todas las referencias a datos tienen fuente bibliográfica. Nos pueden escribir a [email protected] y se las haremos llegar. 

(*) Licenciada en Ciencia Política ( UTDT ). Fundadora de Grow, género y trabajo (www.generoytrabajo.com).