Di Tella en los medios
Foco Económico
27/08/16

Un muro en memoria de Torcuato S. Di Tella

Foco Económico, con las reflexiones que siguen, recuerda a Torcuato Di Tella. Quienes han contribuido a este muro de memorias son personas que trataron a Torcuato como amigos, o como colegas, o como discípulos, y aceptaron imprimir en este muro su recuerdo póstumo. Escribe una nota introductoria Manuel Mora y Araujo, y siguen reflexiones y recuerdos de José Manuel Abal Medina, Carlos Altamirano, Fernando Henrique Cardoso, Juan Corradi, Jorge Domínguez, Ezequiel y Klaus Gallo, Manuel Mora y Araujo, José Nun, Ranaan Rein, Jacobo Schifter, Carlos Strasser, Juan Carlos Torre, Carlos Waisman. Invitamos a los lectores a compartir alguna reflexión o anécdota personal en los comentarios.

Introducción

Manuel Mora y Araujo

Por iniciativa de Andy Neumeyer, levantamos aquí este “muro” de reflexiones y recuerdos de Torcuato Di Tella, quien nos dejó hace poco. Son pensamientos que ofrecen, a su memoria, diversos colegas y amigos que lo conocieron y trataron en distintos momentos de la vida. De estos escritos surge una vívida imagen de la singularidad de la trayectoria de Torcuato en este mundo, sus aportes como intelectual, como investigador, como profesor, como hombre de acción, como filántropo. Muchas otras firmas podrían contribuir a este volumen, pero no están. No fue materialmente posible reunir más contribuciones; sin embargo, es posible que leyendo estas páginas muchos se sientan espontáneamente tentados a continuar aportando a este muro. Con reflexiones propias o con recuerdos o pensamientos inspirados por lo que aquí se leerá.

Tengo la impresión de que del conjunto de estas páginas surge una versión realista de las múltiples facetas de la personalidad, la vida y la obra de Torcuato, de las huellas que dejó a su paso, de sus aportes a las ciencias sociales, de los debates que dejó abiertos. Agradezco a Foco Económico la oportunidad que me brindó de actuar como modesto editor de este muro en memoria de Torcuato.


“Si la realidad no se adecua a la teoría, problema de la realidad”

Juan Manuel Abal Medina

Florencia, febrero de 2015. Torcuato Di Tella intentó, quizás por última vez en su vida, forzar a la realidad a hacer lo que debería: adaptarse a la teoría. Torcuato había convocado a un variopinto grupo de intelectuales argentinos para que desde ahí, desde esa hermosa villa florentina que supo albergar a Tony Blair y Bill Clinton para lanzar la Tercera Vía, lograran que nuestro país siguiese su proceso de “normalización” con una cuarta gestión de un gobierno peronista implementando las políticas que corresponden a un partido de base obrera y popular, es decir, políticas de centroizquierda.

Fueron décadas en las que Torcuato, sin duda el principal sociólogo argentino, luchó desde la teoría y la práctica (eso que en otro momento hubiésemos llamado praxis) para que nuestro país se encaminara en la senda del desarrollo económico con inclusión social que caracteriza a las democracias avanzadas de Occidente. Su profundo conocimiento del mundo lo había convencido de que esto se había logrado a  partir de un sistema político que expresara y representara en términos polares los intereses de los empresarios capitalistas por un lado, y de los trabajadores y humildes por el otro.

Ya sea creando algunas de las principales instituciones del pensamiento y la cultura argentina (como el Instituto Di Tella en los sesenta, el IDES, el Departamento de Sociología de la Fundación Bariloche, o hasta el Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires), escribiendo los principales textos de la sociología local o interviniendo en el debate publico, la obsesión de Torcuato fue siempre la misma: vincular en el plano teórico la justicia social con la igualdad ciudadana, y en el campo práctico al peronismo con el socialismo democrático. Esto no como un fin en sí mismo, sino al contrario: como el único camino que él entendía válido para garantizar sociedades más justas e igualitarias.

Es una anécdota menor que después de ese encuentro en la magnífica residencia de la New York University en Florencia y, a pesar de su presencia y la de Philippe Schmiter, el proceso político electoral haya concluido en la derrota del candidato oficialista Daniel Scioli frente a Mauricio Macri y en el actual gobierno que hoy tenemos los argentinos, porque al final, como tozuda y lúcidamente bromeaba Torcuato, “la realidad se adecuará a la teoría”.


Torcuato Di Tella en su generación

Carlos Altamirano

El peronismo de los años 1945-1955 fue para una generación intelectual argentina lo que Jean-François Sirinelli llama una crisis fundadora –el suceso que hace nacer en sus miembros el sentimiento de la diferencia respecto de los mayores y del lazo común con los compañeros de edad-. Por un tiempo esa generación de universitarios se dio el nombre fugaz de “generación del 45”, el año en que se habían movilizado masivamente contra Perón. Uno de aquellos jóvenes, David Viñas, va a escribir tiempo después, en el ya desaparecido semanario uruguayo Marcha, que si los románticos argentinos, los del Salón Literario de 1837, habían constituido una generación rosista, “esta generación –la mía– es peronista”. Rosas había sido el gran catalizador de aquella; Perón la de esta última. Viñas reconocía a sus pares generacionales en quienes, poco antes o poco después de 1955, se habían sumado al radicalismo intransigente en apoyo de Frondizi, o se habían enrolado hacia los mismos años en las filas del socialismo.

Nacido en 1929, Torcuato Di Tella era parte del contingente juvenil que después de la caída de Perón iba a animar y agitar la vida del Partido Socialista. El propósito generalizado en aquellos jóvenes universitarios era renovar el pensamiento y la acción socialistas para dejar atrás el hiato entre los trabajadores y el viejo partido que había provocado el hecho peronista. Para algunos de los renovadores no solo era necesario superar el antiperonismo como forma mentis de la izquierda socialista, sino también abandonar la expectativa de una desperonización de los trabajadores. Entre ellos se iba a encontrar Torcuato Di Tella. Él no se había iniciado en las lides político-estudiantiles dentro del socialismo. De acuerdo con la historiadora María Cristina Tortti, recibió su bautismo en las filas del “humanismo”, corriente universitaria cristiana surgida hacia 1951 y en cuya creación cooperaron, entre otros, su hermano Guido y Guillermo O’Donnell.

¿Cuál era la lección que aquella generación creía necesario extraer del hecho peronista? La de no concebir futuros que poco tuvieran que ver con la realidad nacional que se buscaba cambiar. Para salir de la abstracción ideológica, algunos de ellos –los “frondizistas por razonamiento”, como los llamaría Alain Rouquié– se sumaron al radicalismo intransigente en apoyo de la candidatura de Arturo Frondizi, en quien veían no solo a un político avanzado sino también la promesa de un lazo, a través de un partido de linaje popular como era el radical, con esas masas identificadas con el peronismo y sin las cuales no habría cambios avanzados. Entre los jóvenes socialistas que aspiraban a reformar la mentalidad del partido de Juan B. Justo se registraba la misma búsqueda de un anclaje en la experiencia nacional. Elocuentes resultan, en este sentido, los nombres que se dieron a algunas publicaciones generacionales. Si quienes iban a depositar sus esperanzas en Frondizi habían creado una revista literaria llamada Contorno, los socialistas pondrían en circulación en 1960 la revista de nombre Situación. En el número 6/7 de Situación podía leerse cuál era, a los ojos de Torcuato, el dilema del socialismo y del conjunto de la izquierda argentina: “Una izquierda política o una izquierda ideológica”. La primera alternativa, que era la preferida por Di Tella, suponía la búsqueda de un frente que incluyera al peronismo realmente existente. Si el laborismo era posible en la Argentina, el peronismo era una de sus premisas, dado que no era concebible un laborismo sin la clase obrera. La superación del estancamiento político y social del país, va a escribir pocos años después en el prólogo de¿Socialismo en la Argentina?, “debe realizarse con los recursos existentes en el país, combinados en forma pragmática”.

A diferencia de otros miembros de su generación, incluso de varios de sus compañeros en el socialismo, el horizonte de Torcuato no sería, pues, el de la radicalización sino el del reformismo. Como se sabe, él formó parte del círculo que se agrupó en torno de Gino Germani al crearse la carrera de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.  En la vía abierta por los estudios de Germani sobre lo que llamó movimientos nacional-populares debe situarse el ensayo que Torcuato publicó en 1965, “Populismo y reforma en América Latina”. El propósito del trabajo era establecer cómo se hacía posible la formación de partidos o movimientos aptos para las reformas sociales en países que no se modernizaban de acuerdo con el modelo europeo, como era el caso de los latinoamericanos y, más ampliamente, los del Tercer Mundo. La respuesta a la cuestión se hallaba para el autor en el populismo, nombre singular para una pluralidad de casos que clasifica en diferentes subtipos. El peronismo había sido un caso de coalición populista en el gobierno que tenía en su haber importantes reformas sociales. Desalojado del poder, sin embargo, había perdido una parte de sus componentes originarios (militares nacionalistas, clero, fracciones burguesas) y se sostenía casi exclusivamente en los sindicatos de trabajadores. Según Di Tella, allí se encontraba la base obrera para una nueva coalición populista, en cuya composición debían tomar parte los intelectuales y las clases medias, dos sectores que en el pasado se habían alineado con el antiperonismo. Esta era la dimensión programática que contenía el escrito, la base para una forma de Labour Party ajustada a la tradición nacional. A lo largo del resto de su vida, Torcuato ya no se apartaría de las líneas generales de esta visión, aunque desde los ochenta hablaría más de social-democracia que de laborismo.


Torcuato Di Tella, saudades

Fernando Henrique Cardoso

Na década de cinquenta a UNESCO criou duas importante instituições  de estudo e pesquisa sociológica na América latina,  A Faculdade Latino-americana de Ciências Sociais (FLACSO) e um centro de pesquisas no Rio de Janeiro. Não sei precisar a data, mas  na primeira metade dos anos 1950 houve um encontro de cientistas sociais no Museu Imperial da Quinta da Boa Vista, no Rio. Foi nesta ocasião, ao que me lembre, que me encontrei pessoalmente  pela primeira vez com os argentinos que se destacavam na matéria. À frente estava o ítalo-argentino, Gino Germani, cujos trabalhos influenciaram gerações. Entre os mais jovens sobressaiam Jorge Graciarena e Torcuato Di Tella. Desde então tornei-me amigo deles, especialmente de Torcuato.

Alguns anos depois, Torcuato foi morar no Rio para trabalhar no Centro criado pela Unesco e daí por diante passou a conviver com vários brasileiros. Já na década de sessenta, provavelmente em 1962, eu e Leôncio Martins Rodrigues fizemos uma pesquisa com empresários argentinos, em Buenos Aires.  Nosso guia e amigo prestante era Torcuato. E daí por diante, tanto eu como Leôncio, convivemos com ele o quanto foi possível para quem morava em países distintos. Quando, em 1964 tive que abandonar o Brasil e passei algum tempo em Buenos Aires, hospedado na casa de José Nun, de quem fui colega no Laboratoire de Sociologie Industrielle, dirigido por Alain Touraine, voltei a ver mais amiúde Torcuato Di Tella e seu círculo intelectual.

Touraine havia feito anteriormente uma pesquisa no Chile sobre a formação da classe operária nas minas de Lota e Huachipato, e Torcuato escreveu algo sobre o mesmo tema a partir daquela pesquisa. Desde então o intercâmbio de opiniões se tornou frequente entre nós. Torcuato era um personagem raro: filho de uma grande família de empresários, gente de apreço para com as artes (junto com seu irmão, Guido, de quem fui colega quando ambos fomos chanceleres), era não só um intelectual como um incentivador da cultura. Não por acaso, junto com o irmão e a mãe, criaram a Fundação Di Tella e a universidade que leva o mesmo nome.

Como intelectual, na seara aberta por Germani que olhava a Argentina como uma “sociedade de massas” e nunca se conformou com a simplificação de considerar o peronismo como uma forma de fascismo, Torcuato teve a percepção de que havia algo mais no  entusiasmo do setor popular da Argentina pelo peronismo. Discutiu com brilhantismo a noção de populismo. Tendo vivido algum tempo na Índia, conhecendo os Estados Unidos e o Brasil, Torcuato Di Tella não se deixava imbuir do provincianismo de muitos dos nossos: afirmava sem medo, ainda mais em sua condição de “burguês” não devoto ao mercado, o que lhe passava na cabeça. Sempre com argúcia e sem nunca perder o amor à sua gente.

Pode parecer desconcertante a quem o tenha conhecido apenas no círculo acadêmico vê-lo, mais recentemente, como Secretário de Cultura e, mais ainda, como embaixador. Para os que melhor o conheceram, nada disso surpreende, porque Torcuato Di Tella sempre foi surpreendente, na vida, como na prática científica. Seu olhar indagador não temia desafios. Vivia-os como se nada fossem. E com seu jeito meio sem jeito, fez uma obra, percorreu uma trajetória na vida pública e deixa saudades entre seus amigos, como eu.

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Traducción al español

Torcuato Di Tella, te extrañaremos

En los años cincuenta la UNESCO creó dos importantes instituciones de estudio e investigación sociológica en América Latina, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y un centro de investigación en Río de Janeiro. No sabría precisar la fecha, pero en la primera mitad de la década de 1950 hubo una reunión de científicos sociales en el Museo Imperial de la Quinta da Boa Vista, en Río de Janeiro. Fue en esta ocasión, que recuerde, cuando me encontré personalmente por primera vez con los argentinos que se destacaban en el campo. Al frente de ellos se encontraba el italiano-argentino Gino Germani, cuya obra influyó a distintas generaciones. Entre los más jóvenes sobresalían Jorge Graciarena y Torcuato Di Tella. Desde entonces forjé una amistad con ellos, especialmente con Torcuato.

Unos años más tarde, Torcuato estaba viviendo en Río para trabajar en el Centro de Estudios creado por la UNESCO, donde luego convivió con varios brasileños. En los años sesenta, probablemente en 1962, Leoncio Martins Rodrigues y yo hicimos un estudio acerca de los empresarios argentinos, en Buenos Aires. Nuestro guía y amigo fue Torcuato. Y a partir de ese momento, tanto Leoncio como yo, compartimos con él tanto tiempo como fuera posible viviendo en países distintos. Cuando en 1964 tuve que abandonar Brasil y pasé un tiempo en Buenos Aires hospedado en la casa de José Nun, de quien fui colega en el Laboratoire de Sociologie Industrielle, dirigido por Alain Touraine, volví ver más con más frecuencia a Torcuato Di Tella y su círculo intelectual.

Touraine previamente había hecho una investigación en Chile sobre la formación de la clase obrera en las minas de Lota y Huachipato, y Torcuato escribió algo sobre dicho tema a partir de la investigación. Desde entonces, el intercambio de puntos de vista se hizo común entre nosotros. Torcuato era un personaje poco común: el hijo de una gran familia de empresarios, con mucho aprecio por el arte (junto con su hermano, Guido, de quien fui colega cuando ambos fuimos ministros de relaciones exteriores), no sólo era un intelectual sino también un incentivador de la cultura. No por casualidad, junto con su hermano y su madre, crearon el Instituto Di Tella y la universidad que lleva el mismo nombre.

Como intelectual, siguiendo la línea de pensamiento iniciada por Germani que se aproximaba a la Argentina como una “sociedad de masas” y no conformándose con la simplificación de considerar peronismo como una forma de fascismo, Torcuato tenía la percepción de que había más en el entusiasmo del sector popular argentino por el peronismo. Argumentaba brillantemente la noción de populismo. Habiendo vivido algún tiempo en la India, conociendo los Estados Unidos y Brasil, Torcuato Di Tella no se dejaba imbuir por el provincianismo de muchos de nosotros: afirmaba sin miedo, incluso en su condición de “burgués” no devoto al mercado, lo que pasaba por su cabeza. Siempre con astucia y sin perder nunca el amor por su pueblo.

Puede parecer confuso para aquellos que sólo lo han conocido en los círculos académicos verlo más recientemente como Secretario de Cultura y, aún más, como embajador. Para quienes mejor lo conocían, nada de esto es sorpresa, porque Torcuato Di Tella era siempre sorprendente, en la vida como en la práctica científica. Su mirada indagadora no temía a los desafíos. Vivía como si nada. Y con su particular y torpe modo de ser, hizo una obra, forjó una carrera en la vida pública y será echado de menos entre sus amigos, como yo.


Mi amigo Torcuato: agent provocateur

Juan Corradi 1/

Me cuesta pensar que he llegado a jubilarme de la sociología y que Torcuato ya no está.  Su presencia se había eternizado en mi subconsciente, ya que Torcuato fue el primer intelectual argentino que me dió consejos sobre mi futura carrera.  El otro fue Gino Germani.  Corría el año 1963 y yo había decidido abandonar mis estudios de derecho y abocarme a la sociología, después de nueve meses de estudios en Brandeis University que me habían puesto en contacto con personajes como Kurt Wolff, Lewis Coser, Herbert Marcuse y Barrington Moore.  Yo había apenas salido de la adolescencia y Torcuato era un “pibe” mayor (hasta el final mantuvo un extraordinario porte juvenil).

En esa época Buenos Aires comenzaba a participar de la efervescencia cultural y política que recorría el mundo occidental.  Torcuato estaba en el medio de eseaggiornamento  que tenía por epicentro las calles Viamonte y Florida.  Se trataba nada menos que de recuperar el tiempo de clausura cultural en que el peronismo había encerrado al país. La atmósfera porteña de los primeros sesenta era estimulante y hasta intoxicante.  Estábamos enamorados de muchas ideas que prometían cambiar el mundo, desde la sociología matemática hasta la comparación histórica, desde la teoría crítica hasta la teoría sistemática.   Pero el otro epicentro, de un terremoto más grande, recorría el ambiente estudiantil de Cambridge, Massachusett a Berkeley, California, y de New York a Paris. A aquel volví y desde entonces trabajé en centros académicos norteamericanos y europeos.  De vez en cuando nos veíamos con Torcuato y Tamara, en New York y en Buenos Aires, en mi casa (donde me enseñó a cocinar pasta), o en las suyas (en Buenos Aires o en Maldonado, Uruguay), y también con alguna frecuencia en la biblioteca carioca de nuestro gran amigo común Helio Jaguaribe.  Mucho más tarde nos visitamos en Italia. Otros encuentros fueron más fugaces, en congresos, charlas, y seminarios en países varios.  Nuestra relación no fue profunda, pero fue siempre cordial y de confianza intelectual. Intercambiamos papers y libros, y a mi siempre Torcuato me sorprendió con tesis heterodoxas que me hacían pensar.  Le encantaba jugar el papel de “bad boy” y a mí me gustaba su visión distinta, libre de prejuicios, suelta de cuerpo, y con frecuencia enfatizada por un lenguaje estiercolero.  Como su hermano Guido,  economista, Torcuato tuvo una presencia pública, y como tal a veces discutida, pero mantuvo así una tradición argentina que se remonta a Sarmiento, a Mitre, y a la década del 80.  En su caso, creo que su intención fue arar con los bueyes que nos tocaron: desde el peronismo épater les bourgeois, pero también desde la burguesía intelectual civilizar al peronismo.

Extraño a Torcuato y me hará falta en lo que me queda por recorrer. Cuando un amigo y referente intelectual fallece, una parte importante de su vida queda con nosotros,  y eso nos reconforta; pero también una parte importante de nuestras vidas se va con él, y eso nos inunda de melancolía.

1/ Profesor de sociología, New York University


Torcuato Di Tella, in memoriam

Jorge I. Domínguez 1/

Entre las múltiples menciones a Torcuato Di Tella en el catálogo bibliográfico de la Universidad de Harvard, una de las más antiguas data de los 1960s, se refiere a los datos estadísticos primarios sobre la estructura social de la Argentina, que Torcuato aportó para facilitar el acceso libre y universal a ellos por parte de cualquier investigador. Ese gesto -que “mis” datos no sean simplemente “míos” sino de toda la comunidad académica en cualquier parte del mundo- en aquel momento era poco común en Estados Unidos y casi insólito en América Latina. Nos recuerda la generosidad intelectual de un investigador que perteneció siempre al mundo cosmopolita de las ciencias sociales. Torcuato fue un filántropo de las ideas.

Fue al mismo tiempo un investigador infatigable y un innovador del pensamiento en la sociología política. Su libro Perón y los sindicatos, publicado en 2003 a la edad de 74 años, es una mina de datos, una síntesis del conocimiento sobre el tema así como un manantial incesante de información pertinente a ese aspecto clave de la historia social y política de la Argentina. Mucho antes, su artículo “La búsqueda de la fórmula política argentina”, que publicó Desarrollo Económico en 1971, generó un revuelo de discusión por su agudo análisis de las dificultades, aparentemente permanentes o insalvables, de construir y sostener un partido conservador en la Argentina, con importantes consecuencias tanto para la estabilidad política como para la estructuración democrática de la nación.

Torcuato fue, además, incluso en su trabajo estrictamente intelectual, un hombre de gran sentido práctico. En el prefacio al libro publicado en 2003 se preocupa por haber escrito un volumen demasiado grande y, por tanto, ayuda al lector: “Al lector apresurado le puedo sugerir que lea los dos primeros capítulos … y el último…” En los capítulos intermedios, asegura al lector apresurado, hay datos “que no pretendo que nadie lea en detalle, salvo los investigadores muy especializados en la materia, pero los pongo para que no digan que lo inventé todo.” Pragmático, confiable, siempre pensando en serle útil a todos los demás, con un sentido del humor y una agudeza analítica que ya hecho de menos.

1/ Profesor, Universidad de Harvard


Torcuato Di Tella

Ezequiel Gallo 1/ y  Klaus Gallo 2/

Es imposible pensar en la historia de la sociología en la Argentina sin la impronta personalísima de Torcuato Di Tella a partir de su llegada al Instituto de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, dirigido por Gino Germani, en los últimos años de la década de 1950. Fue el más idiosincrático de los pensadores, el más aventurado al  emitir opiniones, el más irreverente respecto de las tradiciones. No se puede decir de él que haya “creado escuela”. No las crea la gente demasiado independiente. Pero sí creó un continuo polo de discusión de cuanta instancia conceptual se haya instalado en las ciencias sociales.  Sin él las ideas enfrentarán menos desafíos,  podrán establecerse con más comodidad y, seguramente, menos riqueza.

1/ Emérito, Universidad Torcuato Di Tella. Academia Nacional de la Historia

2/ Profesor, Universidad Torcuato Di Tella


Torcuato Di Tella, el sociólogo  y el amigo

Manuel Mora y Araujo 1/

Con Torcuato Di Tella se ha ido un pionero de la sociología moderna en la Argentina. Más allá de su actuación pública y de aspectos conocidos de su vida, que con razón la prensa resaltó en sus obituarios, pienso que Torcuato fue un pilar en el desarrollo de la disciplina y en la formación de una comunidad académica en la base de ella.

Cuando Gino Germani impulsó y lideró la creación del Instituto y el Departamento de Sociología de la UBA,  a partir de 1957, Di Tella -quien era por entonces un joven sociólogo- fue una pieza clave. Las primeras camadas de sociólogos salidos de aquellas aulas llevamos en nuestro bagaje la huella de su influencia; él nos introdujo en el análisis de la macrosociología del desarrollo, en los enfoques comparativos y en el rigor en el esfuerzo por conectar las ideas con los datos, la teoría con la evidencia empírica. Pero además fue un propulsor de la interacción entre académicos de distintos ambientes, especialmente entre los de la UBA y de la entonces recién formada UCA. Fue un integrador de perspectivas, un sociólogo abierto a los enfoques históricos, un empirista interesado en trabajar con modelos sistémicos, un especialista abierto a colegas formados en otras tradiciones. Esa apertura fue decisiva en la consolidación de una comunidad académica orientada a las ciencias sociales en el país, y se reflejó en distintos ámbitos. Entre ellos, se destaca sin duda el Instituto Torcuato Di Tella, creado por Torcuato y su hermano Guido, que fue un puntal en la investigación en las ciencias sociales y económicas y en otras disciplinas -como las artes plásticas y la música-. También se destaca el IDES,  Instituto de Desarrollo Económico y Social, que fue sin duda el niño mimado de Torcuato y cuya contribución al desarrollo de las ciencias sociales y la economía en la Argentina fue mayúscula. Y la Fundación Simón Rodríguez,  a la que consagró muchos esfuerzos. Menciono también al ambicioso proyecto del Departamento de Sociología en la Fundación Bariloche, cuya creación debió mucho al impulso de Torcuato y contó con la colaboración de académicos pertenecientes a distintas universidades del país y del exterior. Esos aportes a la institucionalización de las ciencias sociales atravesaron varias décadas de la vida de nuestro país, cuajaron en la creación de la Universidad que lleva el nombre de su padre y dejaron una impronta indeleble hasta hoy. Gran parte de lo que se produjo en las ciencias sociales argentinas en los últimos sesenta años lleva una marca de origen en la que está la huella de Torcuato Di Tella.

En aquellos años tempranos de nuestro crecimiento académico e intelectual, llegué a desarrollar con Torcuato una amistad que duraría toda la vida, una camaradería que nos llevó a compartir proyectos y aventuras. Esa amistad, esa camaradería, me marcaron para siempre; me resultaría difícil repasar mi propia vida sin encontrarme continuamente con la presencia de Torcuato, de una manera u otra, en las más diversas situaciones. En este plano aparece también el recuerdo de un querido amigo común, Oscar Cornblit, quien acompañó a Torcuato en muchos de sus proyectos intelectuales e institucionales y estuvo ligado estrechamente a muchos de mis propios pasos a lo largo de los años. Con ambos compartí inquietudes, discutí hasta el cansancio profundizando puntos de vista divergentes o acercando posiciones, examiné proyectos y emprendí caminos importantes en mi vida.

Extraño los cafés o almuerzos furtivos de los que nos valíamos para hablar del país, de los modelos sociológicos, de las instituciones a las que estábamos ligados, o para conversar simplemente de la vida -porque Torcuato, con aparente indiferencia por lo trivial y lo cotidiano, también buscaba esos planos para establecer un vínculo hondo-. Cuando éramos jóvenes sus amigos solíamos burlarnos un poco de su manera descuidada de combinar su ropa, o -por lo menos algunos- escuchábamos con atención sus instrucciones para cocinar la pasta; ya más grandes, a él le gustaba bucear en los vericuetos de la vida de uno. Extraño las tertulias a las que fue siempre adicto y promotor incansable. En muchos momentos de la vida su casa fue mi casa, y a la inversa. Algunas circunstancias nos alejaron un poco en los últimos años -entre otras, nuestro propio envejecimiento-; pero fue siempre el amigo cuya presencia podía eventualmente faltar pero cuya sombra nunca dejó de estar cerca.

En su juventud Di Tella produjo algunos de los libros más importantes de su vasta bibliografía: la Teoría del primer impacto del crecimiento económico(aparecido en 1967) y su memorable libro publicado en Francia comoHuachipato et Lota (en 1967) y aquí bajo el título Sindicatos y comunidad. Dos tipos de estructura sindical en América Latina, producto de una investigación realizada con Alain Touraine, Jean-Daniel Reynaud y Lucien Brams. Ambos trabajos abrieron rumbos en la comprensión de los fenómenos del desarrollo económico y de las organizaciones sindicales y su proyección sobre el orden político. Huachipato y Lota fue un producto típico del eclecticismo ditelliano: un estudio sociológico de neta factura norteamericana producido con colegas franceses que aceptaron trabajar bajo el liderazgo de su joven colega argentino.

Torcuato era un intelectual nato. Adoraba debatir y confrontar ideas. Los temas en los cuales ocasionalmente pudimos no estar de acuerdo me marcaron para siempre: los modelos basados en la noción de actores colectivos cuya existencia me parecía puramente conceptual (o imaginaria), la importancia excesiva que atribuía a las clases sociales como actores decisivos en los procesos políticos, su crítica al paradigma del “rational choice” -campo en el cual terminé reconociéndole mucha más razón de la que inicialmente yo admitía-, su idea de la “necesidad” de una derecha fuerte en la Argentina (me perturbaba más la noción de “necesidad” que lo de la “derecha”; eso me parecía comprensible en 1973 pero Torcuato se resistía a aceptar que, décadas después, en algunas circunstancias el peronismo, y a veces el radicalismo, encarnaban a esa derecha. Creo que no imaginó a Macri cumpliendo ese papel, pero el destino le deparó esa sorpresa hacia el final de su vida). Fue un interlocutor notable e irreemplazable; lo extrañaré.

Torcuato nunca abandonó esos proyectos a los que consagró tanto esfuerzo durante años, pero incursionó después por distintos caminos, encarando temas de investigación diversos, sembrando el terreno con innumerables libros y publicaciones que fue produciendo con el correr de los años. Incursionó en la vida pública, cultivó siempre los brotes de sus ideas primigenias formadas en el socialismo fabiano inglés, y después se vinculó a la política en actividades y funciones que son hoy bien conocidas.

Creo que perdurará su legado a las ciencias sociales y, en particular, a la sociología. No es exagerado afirmar que la sociología en la Argentina, si Torcuato Di Tella no hubiera pasado por ella dejando su huella indeleble, no sería hoy lo que es.

1/ Sociólogo, consultor y profesor en Ucema, en George Washington University y en la Facultad de Ciencias Económicas, UBA.


A Torcuato

José Nun

William James enseñaba que, para poder pensar, hay que aprender a olvidar. Nunca más apropiada su recomendación que en este caso. Son tantos los recuerdos que se acumulan después de medio siglo largo de amistad que, para pensar en Torcuato y escribir brevemente sobre él, debo poner a un lado nuestras inacabables discusiones en torno al socialismo y al peronismo; los viajes y las fiestas que compartimos; sus consejos fraternales; ese largo y gastado sobretodo que usaba en los 60 y los 70; sus comentarios socarrones y más o menos resignados acerca de quienes trataban de sacarle plata; esa sonrisa franca que casi siempre lo acompañaba; su irreverencia ante las modas intelectuales que lo llevó a ser uno de los pocos argentinos que seguía aplaudiendo a los fabianos ingleses; su afán, en fin, de construir instituciones y de dejar obras perdurables.

Es que esa persona encantadora que fue Torcuato tenía el don de imaginar proyectos y, lo que es tanto o más importante, la tenacidad de llevarlos adelante. Gino Germani encontró en él al colaborador ideal para abrirle camino a la sociología moderna en la Argentina desde los años 50, dotándola de una vocación latinoamericana que no era común entre nosotros en esa época. Lo mismo sucedió con el Instituto de Desarrollo Económico y Social y su justamente famosa Revista, a los cuales dedicó algunos de sus mejores esfuerzos. También es a su impulso que le debemos el primer Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas con el que cuenta el país. Y a la vez que promovía proyectos de semejante envergadura, dictaba cursos y seminarios, realizaba investigaciones y publicaba libros que fueron decisivos en la formación de varias generaciones de estudiosos de la sociedad, aquí y en el exterior. Sus viajes por el mundo, su participación en congresos y encuentros, su relación y su amistad con los especialistas de otros países, lo convirtieron en un referente internacional indiscutido de la sociología argentina y por eso resulta simbólico y congruente que la última estación de su carrera haya sido una embajada y, más aún, una embajada en la tierra de sus padres.

Si imaginamos nuestras vidas como penínsulas que tienen una parte anclada en tierra firme (familia, historia, tradiciones, amigos) y otra que se abre al mar, a la innovación, al debate, a lo inesperado, en mi caso pensar en Torcuato es encontrarme con él en la primera de esas partes para después irnos a la segunda a tomar un café y seguir dialogando.


Conversando con Torcuato Di Tella sobre peronismo, socialismo y el kibutz

Raanan Rein 1/

Mi primer encuentro con Torcuato Di Tella fue a fines de los ochenta. Yo era por aquel entonces un joven doctorando, que había llegado por primera vez en mi vida a la Argentina desde Israel, con el castellano algo macarrónico que aprendí durante mis estudios en la Universidad de Tel Aviv. Lleno de temores, antes de la entrevista concedida preparé mi tarea para el hogar y leí detenidamente sus trabajos de los años sesenta y setenta sobre el sistema político, la clase obrera y el socialismo en la Argentina. Entré a su despacho en la Fundación Simón Rodríguez, donde lo encontré rodeado de documentos y periódicos vinculados a la historia del movimiento obrero de su país.

Di Tella me recibió con cordialidad y fue generoso en el tiempo que dedicó a su charla conmigo sobre los orígenes y los inicios del movimiento peronista en la década de 1940. Su mirada del peronismo desde la izquierda me fascinó, aunque la conversación, que se prolongó más allá de lo que esperaba, tuvo varias digresiones a otros temas de los que se podía inferir su inmensa curiosidad intelectual y la amplitud de sus horizontes. Uno de los asuntos que lo fascinaban trataba sobre el desarrollo del movimiento kibutziano (con su vida comunitaria) en Israel, antes y después de la creación del Estado en 1948. Di Tella quería comprender mejor las raíces ideológicas y organizativas de dicho movimiento y su éxito en el cumplimiento de un papel tan significativo durante varios decenios. Tuve que acudir a mis recuerdos de infancia, cuando pasé veranos enteros en el primero de los kibutzim, Degania (establecido en 1910), a orillas del río Jordán y del Lago de la Galilea. A eso sumé  mis conversaciones con uno de mis docentes en la universidad, el profesor Iaacov Oved. Uno de los fundadores del kibutz Palmahim en 1949, a orillas del Mediterráneo, donde aún vive, Oved, fue también quien me abrió las puertas hacia la historia argentina. En el subsuelo de la biblioteca central de la Universidad de Tel Aviv pude revisar microfilms de La Protesta que estaban allí gracias a sus investigaciones sobre el movimiento anarquista.

Hacia el final de esa conversación, Torcuato me recomendó la lectura de las entrevistas con los líderes obreros incluidas en el archivo de historia oral del Instituto Di Tella que había comenzado a forjarse con las grabaciones que realizaron en los años setenta Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero. Pasé varios días enfrascado en leer los textos de las entrevistas con sindicalistas y con políticos peronistas, tras los cuales volví a encontrarme con Di Tella en una conversación que comenzó con alusiones a José Domenech y la Unión Ferroviaria y siguió con la exposición de nuestros puntos de vista sobre los antagonismos que despertaba el peronismo entre los dirigentes socialistas, todo ello salpicado con el sentido del humor que lo caracterizaba.

Según el testimonio de Domenech, ex presidente de la UF y ex secretario general de la CGT, peronista de la primera hora que pronto se fue alejando del movimiento, «la UF fue la base del peronismo en el país. Porque yo tengo que decirlo con franqueza, diciendo absolutamente la verdad, que el 99% de los dirigentes de la UF, todos se hicieron peronistas. [Juan Atilio] Bramuglia fue el jefe, digamos así, el jefe que aconsejó a todos los demás miembros de la Comisión Directiva y a todas las Comisiones Directivas y los llevó a todos al peronismo».

Por aquel entonces y en mis visitas siguientes a Buenos Aires, en nuestras conversaciones se sembraron las semillas de varios de los trabajos que después publiqué. Uno de ellos fue una biografía política de Bramuglia, un abogado socialista que se plegó al peronismo en sus mismos inicios, comenzando por el Departamento de Trabajo, que devino en la Secretaría de Trabajo y Previsión Social a finales de noviembre de 1943 (por un decreto del gobierno militar que redactó el propio Bramuglia). Se desempeñó después como interventor federal en la Provincia de Buenos Aires y como presidente de la Junta Nacional de Coordinación de los partidos y las organizaciones que apoyaron la candidatura de Perón en las elecciones presidenciales de febrero de 1946. Fue después canciller del primer gobierno peronista, con una exitosa actuación, en su calidad de presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como mediador entre los bloques liderados por la Unión Soviética y por los Estados Unidos, durante la crisis de Berlín en 1948.

La biografía de Bramuglia, de su papel a la hora de movilizar apoyo al peronismo y de modelar su doctrina, me llevó a escribir sobre la segunda línea de la dirigencia justicialista y su rol de mediación entre el carismático líder y las masas.

En una oportunidad, charlando entusiasmado con Torcuato sobre Bramuglia, me hizo prestar atención a la figura de Luis Gai, el dirigente telefónico cuyas memorias sobre el vertiginoso ascenso y la no menos vertiginosa caída del Partido Laborista fueron publicadas por la Fundación Simón Rodríguez en 1999.

En 1991 comencé a enseñar historia latinoamericana en la Universidad de Tel Aviv y me alegró el hecho de que varios de los trabajos de Torcuato fueron traducidos al inglés, comenzando por su History of Political Parties in Twentieth-Century Latin America, lo que me permitía utilizar el material en los cursos de estudiantes de pregrado, que tienen dificultad para leer en castellano. Uno de los temas centrales en mis cursos fue el populismo en esa región, de lo cual el peronismo clásico es un ejemplo vívido. El punto de partida de Di Tella para examinar el fenómeno populista continua siendo válido: «un movimiento político que goza del apoyo de la masa de la clase obrera urbana y/o del campesinado, pero que no es el resultado del poder organizativo autónomo de ninguno de estos sectores. También es apoyado por sectores de clases no trabajadoras que sostienen una ideología que se opone al status quo». Su artículo en el libro recopilado por Claudio Véliz, Obstacles to Change in Latin America, publicado en 1965, era el texto favorito de mis discípulos.

Su matrimonio con Tamara fortaleció el interés de Torcuato por Israel y por la constante tensión entre su régimen democrático y el control que ejerce su gobierno sobre población palestina que vive bajo la ocupación en Cisjordania. Una de sus visitas particulares a Israel fue para celebrar el bar mitzvá de su hijo Sebastián.

La última vez que disertó en la Universidad de Tel Aviv, su ponencia despertó gran interés porque había sido hasta poco antes el Secretario de Cultura de Néstor Kirchner y su renuncia estuvo vinculada al debate sobre la importancia de la cultura en un país que debe hacer frente a abrumadores retos económicos y sociales. Di Tella no reveló ante los presentes las razones de su alejamiento del kirchnerismo, pero dejó una profunda impresión por sus críticas al neoliberalismo. Como me dijo después uno de los participantes: «Si bien había nacido y vivido en ‘cuna de oro’, miraba mucho más allá de eso». Otro aspecto que no dejo indiferente a nadie fue la independencia de sus posturas y los enunciados provocativos de un librepensador.

Saludé a Torcuato Di Tella cuando fue designado como embajador en Italia, pero los últimos años no mantuve el contacto. Su obra intelectual y cultural nos seguirá acompañando, no solo a orillas del Plata, sino también en Israel, a orillas del Mediterráneo.

1/ Vice Presidente, Universidad de Tel Aviv.


Un Torcuato del siglo XXI 

Jacobo Schifter  1/

In 1976 I had to write my Masters Dissertation at the University of Chicago. My professor, Philipe Schmitter, wanted me to focus on Costa Rica´s Social Democratic Party and its leader, José Figueres. He made a strange comment that surprised me: “I think Figueres is a fascist”.   As any Political Scientist student of the time,  I thought Figueres, his party and Costa Rica´s Civil War were the outcome of progressive, liberal forces. Everyone agreed on that, even the experts that tried to explain who were those who had lost the war. As a matter of fact, no one spoke of a Civil War but a Revolution. Figueres had fought for social reform, democracy and equality. Every book you read, every expert on the field, any course taught at universities told the same story. So, I was to do research and come out with a similar story. Right? Well, not quite so. As the comment made by Schmitter lingered on my mind, I read Torcuato Di Tella´s essay on Argentine populism. This phenomenon was not addressed in any of the bibliography on the 1948 struggle and it helped me answer a puzzle. My doubts about Figueres and his revolution were many. If the official line was true, why did the defeated forces, called “Calderonismo”, kept getting the working class votes after 1948? If “Liberation Nacional” was a trully Social Democratic Party why was it that its social base was not the working class but Costa Rica’s emerging middle classes? If the revolution fought for democracy how come Figueres acted as a dictator and why did he persecute the labor unions?

Torcuato´s essay gave me the answer: the real populist movement was Calderonismo; Figueres was an authoritarian corporativist option; Costa Rica´s democratic outcome was not anyone´s goal; it came about by chance, by the neutralization of the two political options: corporate authoritarianism versus populism. What we were told all those years was a lie and one that came to be universally accepted, but nevertheless a distortion of what really happened.

My dissertation came to be a book, “La fase oculta de la guerra civil en Costa Rica” (it can be downloaded for free from espanol.free-ebooks.net) and it became an inmediate best-seller. The book broke the consensus about the Civil War and I think it is the history book with more imprints in the country.

In 1979, when I was doing my PhD Studies at Columbia I had the chance to meet Torcuato and Tamara. He obviously did not know that his essay had helped change the perception of our own history. I gave him a copy of my book and I thanked him for having written on Peronismo. His book had allowed me to understand Schmitter´s comments and to make a contribution. But this is not the end of the story. I came to like both Torcuato and Tamara a lot. Even in New York in the late 1970´s being gay was something you did not talk about, not even at Columbia University. Torcuato and Tamara were not only open and loving, but their interests were so universal that we ended talking more about sexuality and opression than populism and democracy. He knew that I was not going to be a traditional historian; this was not my thing. In 1982, both came to visit me in Costa Rica. We were in the middle of the HIV epidemic; people were dying and the Oscar Arias government who was to win a Nobel Prize for his peace efforts in Central America, was sending gay men to prison on the grounds that it helped prevention . Another big lie from the supposedly Social Democrats. I, like thousands and thousands of gay men, was afraid. I thought that coming out the closet  meant social death, but there was no one who dared to confront the government. “Jacobo, do something”, Torcuato told me, “you cannot let them get away with murder.”

How was I to fail Torcuato? Well, I was scared shitless but decided to write another book,

“La Formación de una Contracultura”. Homosexuality an AIDS en Costa Rica, encouraged gay people to organize and protest against the government and later, to establish the Latin American Health Prevention Institute. This Institute not only did HIV prevention in Costa Rica but in all Central America, the Caribbean and in Ecuador and Bolivia.

How many thousands and thousands of people Torcuato saved? We will never know. The sad thing is that I did not have the time to thank him for this.

When I read about his death, I felt like someone had stabbed me. I did not see Torcuato often but I loved him and Tamara.

This is the great opportunity to be a witness of a great human being who had a real impact on the region.

1/ Universidad Nacional de Costa Rica

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Traducción al español

Un Torcuato del siglo XXI

En 1976 tenía que escribir mi Disertación de  Maestría en la Universidad de Chicago. Mi profesor, Philippe Schmitter, quería que me centre en el Partido Socialdemócrata de Costa Rica y su líder, José Figueres. Me hizo un extraño comentario que me sorprendió: “Creo Figueres es un fascista”. Como cualquier estudiante de ciencias políticas de aquella época, pensaba que  Figueres, su partido y la Guerra Civil de Costa Rica eran el resultado de fuerzas progresistas y liberales. Todo el mundo estaba de acuerdo con ello, incluso los expertos que trataron de explicar quiénes eran los que habían perdido la guerra. De hecho, nadie hablaba de una guerra civil, sino de una revolución. Figueres había luchado por la reforma social, la democracia y la igualdad. Cada libro que se pudiera leer, todos los expertos en el campo, cualquier curso impartido en las universidades contaba la misma historia. Por lo tanto, yo debía investigar y obtener una historia similar, ¿no es cierto? Bueno, no exactamente. Mientras que el comentario hecho por Schmitter rondaba en mi mente, leí el ensayo de Torcuato Di Tella sobre el populismo argentino. Este fenómeno no se había abordado en ninguna de la bibliografía sobre la lucha de 1948 y me ayudó a armar un rompecabezas. Mis dudas acerca de Figueres y su revolución eran muchas. Si el relato oficial era cierto, ¿por qué la fuerza derrotada, el llamado “calderonismo”, continuó obteniendo los votos de la clase trabajadora después de 1948? Si la “Liberación Nacional” era un partido verdaderamente socialdemócrata, ¿qué su base social no era la clase trabajadora en lugar de la clase media emergente de Costa Rica? Si la revolución luchó por la democracia, ¿cómo es que Figueres actuaba como un dictador y por qué perseguía a los sindicatos?

El ensayo de Torcuato me dio la respuesta: el verdadero movimiento populista era el calderonismo; Figueres era una opción corporativista autoritaria; el resultado democrático de Costa Rica no era objetivo de nadie; se produjo por casualidad, por la neutralización de las dos opciones políticas: el autoritarismo corporativo contra el populismo. Lo que nos dijeron todos esos años era una mentira, una mentira que llegó a ser universalmente aceptada pero, no obstante, una distorsión de lo que realmente sucedió.

Mi tesis se transformó un libro, “La fase oculta de la guerra civil, en Costa Rica”(que se puede descargar de forma gratuita desde espanol.free-ebooks.net) y se convirtió en un best-seller inmediato. El libro rompió el consenso sobre la Guerra Civil y creo que es el libro de historia con más impresiones en el país.

En 1979, cuando estaba haciendo mis estudios de doctorado en Columbia, tuve la oportunidad de conocer a Torcuato y Tamara. Obviamente, él no sabía que su ensayo había ayudado a cambiar la percepción de nuestra propia historia. Le di una copia de mi libro y agradecí por haber escrito sobre el peronismo. Su libro me había permitido entender los comentarios Schmitter y hacer una contribución. Pero este no es el final de la historia. Llegué a apreciar mucho a Torcuato y Tamara. Incluso en Nueva York a finales de los años 1970, ser gay era algo de lo que no se hablaba, ni siquiera en la Universidad de Columbia. Torcuato y Tamara no sólo eran abiertos y afectuosos, sino que sus intereses eran tan universales que terminamos hablando más sobre la sexualidad y la opresión que del populismo y la democracia. Él sabía que yo no iba a ser un historiador tradicional; eso no era lo mío. En 1982, ambos vinieron a visitarme en Costa Rica. Estábamos en medio de la epidemia del VIH; había gente muriendo y el gobierno de Oscar Arias, quien ganaría un Premio Nobel por su lucha por la paz en América Central, estaba enviando hombres homosexuales a la cárcel basándose en que ayudaría a la prevención. Otra gran mentira de los supuestamente socialdemócratas. Yo, al igual que miles y miles de hombres homosexuales, tenía miedo. Pensaba que salir del clóset significaba la muerte social, pero no había nadie que se atreviera a enfrentarse al gobierno. “Jacobo, hace algo”, me dijo Torcuato, “no se puede permitir que se salgan con la suya.”

¿Cómo le iba a fallar Torcuato? Bueno, yo estaba muerto de miedo, pero decidí escribir otro libro,

“La Formación De Una Contracultura”. La homosexualidad y el SIDA en Costa Rica, alentaron a las personas gay a organizarse y protestar contra el gobierno y más tarde, a establecer el Instituto Latinoamericano de Prevención de la Salud. Este Instituto no sólo se ocupó de la prevención del VIH en Costa Rica sino en toda América Central, el Caribe y en Ecuador y Bolivia.

¿A cuántas miles y miles de personas salvó Torcuato? Nunca sabremos. Lo triste es que yo no tuve el tiempo para darle las gracias por esto.

Cuando leí acerca de su muerte, sentí como si me hubieran apuñalado. No veía a Torcuato a  menudo pero los quería a él y Tamara.

Esta es la gran oportunidad de ser testigo de un gran ser humano que tuvo un impacto real en la región.


Torcuato Di Tella, una personalidad fuera de serie

Carlos Strasser 1/

Siguiendo los deseos de su padre Torcuato, el creador de esa potencia industrial que fue SIAM, Torcuato Di Tella el segundo, más precisamente Torcuato Salvador Di Tella, Salvador para diferenciarse del viejo, se había graduado en la Universidad de Buenos Aires de ingeniero en 1951, a los 21 años. A los 24, no obstante, ya había concluído su master en la disciplina que realmente le importaba, sociología, eso en la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos. Y andaba todavía en la veintena, tenía 27, cuando junto a su hermano menor Guido crearon en 1958 el después célebre Instituto Di Tella, y 28 cuando fundó el IDES, el fundamental Instituto de Desarrollo Económico y Social. Un par de años antes, todavía, a mediados de los ’50, acompañando el impulso inédito que Risieri Frondizi, José Luis Romero y Gino Germani infundieron bajo la “Revolución Libertadora” a la UBA, la Universidad de Buenos Aires, había comenzado a enseñar allí lo suyo en la novísima carrera de Sociología. Y muy poco más adelante creó Desarrollo Económico, la publicación cuatrimestral líder que más tarde hubo de agregarse el subtítulo deRevista de Ciencias Sociales porque tal era el gran campo de estudios que en efecto cubría.

Sí, desde esa edad temprana Torcuato fue haciéndose probablemente la persona -una personalidad fuera de serie- más estrecha e imborrablemente ligada al desarrollo de las ciencias sociales en la Argentina. Porque a aquélla su calidad de mecenas generoso, impar, el progenitor de unos institutos y una revista que como muy pocos más supieron encuadrar y alimentar desde entonces por décadas nuestras ciencias sociales, también desde temprano les añadió un número y una variedad de investigaciones y lucubraciones que se volvieron rápidamente de atención cuando no de discusión obligada, en parte también de modelos de trabajo profesional.

Sus primeros, varios libros se ocuparon de la clase obrera, la conciencia obrera, los movimientos y sindicatos obreros. En 1968 les sobrevino el muy mentado La teorìa del primer impacto de crecimiento económico. Luego llegaron sus investigaciones y cavilaciones tan agudas y acabadas sobre el sistema político, los procesos políticos, los partidos políticos, las coaliciones políticas de nuestro país y la región. Ya en el siglo XXI, cuando fue nombrado Secretario de Cultura de la Nación, profesor emérito de la UBA y por último embajador argentino en Roma, presentó en 2015 el último de sus libros, un grueso volumen nuevamente ocupado con las coaliciones y que llevó por título, precisamente,Coaliciones políticas, aunque con el subtítulo de La Argentina en perspectiva. Se ocupó en el mismo, sin embargo, no sólo de la Argentina sino de la historia política y los distintos movimientos nacional-populares de América Latina desde el siglo XIX, que le apasionaban y a los que estudió y conocía a fondo y comparaba, con la lente puesta por momentos en México, Chile y Brasil (Vargas) más allá de la Argentina, pero sobre todo y recurrentemente enfocada en el socialismo (su preferencia ideológica), el peronismo y el populismo (¿los socialismos posibles entre nosotros?), también “el cesarismo”, los objetos de sus intereses y obsesiones permanentes. Y todo siempre a su manera, por partes tan académica y profesional como de a ratos descontracturada y llana, según era él en persona cotidianamente en todos los espacios y momentos de la vida humana. Así pues revisó una vez más y hasta el fin las nociones tan traídas de populismo, izquierda, derecha y otras hoy por demás gastadas. Y se puso a reflexionar de nuevo y de novo sobre el peronismo, esa rarae avis que hace décadas campea hegemónica pero también diversamente sobre la nación argentina y mantiene perplejos a observadores del mundo entero no menos que desconcertados a muchos de sus compatriotas. Por cierto, como de costumbre, su contribución volvió a iluminar el panorama.

Torcuato sobrevoló siempre la holgura de su pasar con una rara mezcla de simpleza, amistosidad, buen humor y disimulada elegancia. Y, siempre, generosidad. A mí me acogió en 1967 en su casa en Berkeley cuando yo recién llegaba ahí (¡enseñó en tantos países del mundo, Japón inclusive!) y, diez años más tarde, fue mi fiador en el contrato de locación de un departamento a media cuadra del suyo, en Belgrano, cuando yo venía de Bariloche (el Departamento de Ciencias Sociales de la Fundación Bariloche que acosaba el régimen militar allá por 1977). Fue mi amigo y fui amigo suyo todos esos años y antes y desde entonces hasta sus últimos días. Y porque lo conocí bien, no tengo dudas de que, tirado ahora allá arriba sobre alguna nube, se sacó ya los zapatos y le está dando clase a los vecinos interesados, hablando de Chaves, Lula, Cristina, Mujica, Dilma, la Bachelet, Evo, Correa y, por qué no, Macri, pero todo a partir de Bolívar y celebrando el Bicentenario.

1/ FLACSO.


Torcuato Di  Tella. Cultivating Ideas in The Tropics

Juan Carlos Torre 1/

Entre las diversas facetas de la personalidad intelectual  de Torcuato Di Tella – su inclinación natural por la boutade política, su rechazo  a la arrogancia de las elites letradas, su alergia al provincianismo cultural  – hay una que quiero destacar;  pero antes   haré   un rodeo trayendo a colación un descubrimiento que hiciera hace ya muchos años  mi amigo Jorge Katz en su estudio sobre las empresas manufactureras del país en los tiempos de la ISI: la importancia que tenía  en ellas el departamento de ingeniería. Quienes allí se desempeñaban tenían a su cargo una tarea crucial: adaptar la tecnología mayormente importada desde  los países centrales a las condiciones locales con vistas a hacer viable el proyecto industrializador. Cuando dirigimos la mirada al mundo intelectual de los países de la periferia con frecuencia  observamos en acto un proceso cognitivo similar: adecuar a sus circunstancias históricas    tradiciones ideológicas producidas fuera de ellas, típicamente  en países de Europa.  Bajo esa consigna, podría decirse que la labor de los  intelectuales en los países de la periferia descansa en el eclecticismo como método. Su expresión mayor es  el arte de la combinación por medio del cual se buscan  conexiones o se establecen equivalencias entre ideas y experiencias que en su origen  pertenecen a tradiciones distintas o remiten a trayectorias diferentes. El resultado lo conocemos: son los productos híbridos en los que suelen condensarse, por ejemplo,  los  avatares del liberalismo y del socialismo al viajar por el mundo e internarse en “los trópicos”, como se nombrada en su momento a los territorios exóticos a  la matriz europea del  Siglo XIX.

Con esta perspectiva  emerge a la luz una faceta distintiva del itinerario de  Torcuato Di Tella,    el intelectual en busca de claves   para la acción en su coyuntura histórica. Por cierto,  también fue profesor e investigador en el campo de la sociología;  en esa condición contribuyó quizás  como nadie en Argentina  al conocimiento de  los procesos sociales y políticos de América Latina. Pero la dirección ideal de su obra apuntó siempre  más allá de la cátedra académica. Fue revelador que cuando escogió    el nombre para la fundación  que había creado con independencia del Instituto Di Tella eligió el de Simón Rodríguez, el maestro y mentor de Simón Bolivar. Esa sensibilidad para con el  pensamiento orientado a la acción política  maduró durante una breve temporada en Inglaterra a fines de los años 1950; allí pudo apreciar el corolario de la feliz coyuntura  que  reunió en 1900  a los intelectuales de la  Sociedad Fabiana y a  los trabajadores organizados por las trade unions  en la fundación del  Partido  Laborista. Recuerdo su posterior regreso a Buenos Aires como joven profesor  y la impresión que me produjo siendo yo estudiante   su entusiasmo por  el  socialismo reformista y democrático encarnado por el laborismo inglés. Aquellos eran los años de la influencia cultural de la  Revolución Cubana;  y le  fue  difícil competir  con el aura heroica de los jóvenes barbudos de Sierra Maestra levantando  como alternativa  la postura  de un núcleo  intelectual como el de la Sociedad Fabiana, que había enarbolado como emblema la figura de la tortuga con el propósito de subrayar enfáticamente  su compromiso con  un cambio social gradual y paciente.   En la disyuntiva, y a contramano de las  solicitaciones de un clima de época cada vez más radicalizado,  Torcuato se mantuvo siempre fiel   al ideario reformista.

Pero esa fidelidad le impuso atender a la  asignatura principal, identificar los mecanismos políticos  que le permitiesen a ese ideario reformista  abrirse  paso  en la Argentina que le tocaba vivir. En un plano teórico la incógnita estaba despejada: como lo quería su fuente original de inspiración, los dos brazos de la herramienta del cambio social, escribió  en su ensayo  de 1964 “¿Socialismo en Argentina?”, eran los intelectuales y los trabajadores. Pero, para que la herramienta realmente funcionara, agregó, debería existir entre unos y otros una situación de mutuo respeto y aceptación.  Esta precisión tenía su razón de ser: como señalaría más de una vez, en América Latina  el desencuentro entre clase obrera e intelligentsia era un fenómeno típicamente argentinoEn el esfuerzo por  superar ese desencuentro Torcuato se dirigirá en primer lugar  a los miembros de la intelligentsia  con un mensaje:   dejar de lado los esquemas ideales y, su corolario , las  expectativas utópicas, y  reconciliarse con un dato duro de la Argentina posterior a   los años peronistas (1945-1955): desde entonces  hablar de la clase obrera era hacer referencia a  una entidad abstracta y carecía en consecuencia de la productividad política que tenía, en cambio,  la noción más concreta  de trabajadores peronistas. A partir de esta constatación, y en forma congruente con el postulado que para él era una verdad incuestionable y  según el cual la garantía de un cambio social progresivo era  la presencia  de  los trabajadores, abogó por la necesidad de combinar  por un lado  la tradición del socialismo reformista y por el otro la experiencia  del peronismo realmente existente. En defensa de su propuesta recordaba con frecuencia la  entrevista con el fundador del Apra, el líder político peruano Victor Haya de la Torre, que le dijo, a manera de sugerencia metodológica, “Mire Di Tella, la democracia social se hace con lo que hay”.  Esta invocación al realismo en política, que haría  suya sin reservas,  habría de tener una función estratégica: proveerle a  Torcuato de un escudo para sobrellevar las tensiones y los ruidos  que estaban naturalmente  incorporados a la fórmula que reunía sincréticamente socialdemocracia y  peronismo.

Torcuato Di Tella fue, a mi juicio, un miembro destacado de la cofradía  de los  optimistas sin ilusiones que solemos encontrar en  nuestras  latitudes. Son optimistas porque creen que las cartas no están tiradas de una vez y para siempre; por el contrario,  confían en que el mundo que les ha tocado en suerte puede ser reformado positivamente y, con esa convicción, están listos  para saltar por sobre las  murallas protectoras de la vida académica  y hacer su aporte como intelectuales. Pero esa disposición al compromiso con la acción no los ciega frente a las asperezas de la realidad; y están lejos de ilusionarse  porque han perdido la inocencia y saben que sus apuestas políticas están hechas  con  la  madera tosca y resbaladiza  que se cultiva en los trópicos.

1/ Emérito, Universidad Torcuato Di Tella.


Cómo recuerdo a Torcuato

Carlos Waisman 1/

En este breve tributo a la memoria de Torcuato, me referiré basicamente a su significación para las ciencias sociales argentinas. También haré, al final, un breve comentario personal.

Voy a simplemente mencionar lo obvio, el rol central de Torcuato y su hermano Guido en el desarrollo institucional de las ciencias sociales en el país en la segunda mitad del siglo XX , un medio cuya inhospitabilidad para la practica de esas disciplinas seria difícil exagerar, a través del Instituto, y luego la Torcuato Di Tella (“la homónima”). Es en el largo plazo, generaciones después, que se aprecia la importancia de su contribución como empresarios académicos.

Lo que querría resaltar es el papel de Torcuato en la sociología argentina. Fue el sociólogo más distinguido de su generación, la inmediatamente posterior a Gino Germani, quien introdujera en nuestro país la sociología científica.  Germani, que llevó a cabo investigaciones fundamentales sobre la estructura social argentina y los orígenes del peronismo, intento comprender el desarrollo del país en términos de lo que en las décadas posteriores a la Segunda Guerra se llamó la sociología de la modernización, un enfoque que partía de la hipótesis de que la evolución de las sociedades estaba determinada por una dinámica intrínseca, que eventualmente conduciría a su convergencia institucional: el desarrollo económico y sus consecuencias sociales, la urbanización e industrialización en gran escala, desencadenarían procesos de movilización eventualmente conducentes, mediante procesos complejos y muchas veces contradictorios, a mecanismos de reintegración.

Torcuato fue un exponente de un enfoque macrosociológico posterior, lo que en el cuarto final del siglo pasado se dio en llamar la sociología histórica comparada.  Esta abordaba la historia de las sociedades desde una perspectiva generalizarte (lo que la diferenciaba de la historia), pero rechazaba los análisis deterministas, considerando que los senderos de desarrollo de distintas sociedades es la resultante de procesos estructurales, institucionales y culturales contingentes, y enfatizaba las características especificas de las sociedades, más que las comunes entre ellas. Las diferencias entre este enfoque y la teoría de la modernización fueron capturadas por una formulación mas reciente, la de las modernidades múltiples.

Varios libros de Torcuato se inscriben en esta perspectiva. Aquí mencionare solo dos: Su Sociología de los procesos políticos, que  muestra la emergencia de distintos senderos institucionales, como consecuencia de configuraciones variables de fuerzas sociales y políticas en America Latina; y Perón y los sindicatos, que examina la compleja interacción entre ambos en los inicios del movimiento peronista, a partir del análisis de los efectos de los cambios en la estructura social entre la depresión y la segunda guerra sobre la organización, ideología y movilización de distintos segmentos de la clase trabajadora. Estos efectos generaron propensiones diferenciales a establecer distintos tipos de relación con el andamiaje peronista.

Torcuato fue el sociólogo argentino que más trabajo sobre la estructura social y política de otros países latinoamericanos, como parte de un proyecto que llevo a cabo durante décadas, tratando de entender las semejanzas y diferencias entre la Argentina y el resto de la región. Su Historia de los partidos políticos en America Latina es un trabajo pionero, sin competencia en las ciencias sociales. Quiero resaltar en particular su libro sobre el régimen de Iturbide y su legado, Politica nacional y popular en Mexico, 1820-1847, el estudio de una manifestación temprana del populismo que ha sido muy bien recibido por los especialistas en México.

Finalmente, el comentario personal.  Fue mi profesor en el Departamento de Sociología de la UBA luego del golpe del 66. Era uno de los pocos profesionalmente competentes que quedaron allí luego de la noche de los bastones largos. Nos hicimos amigos, y continuamos en contacto intermitente desde entonces. Desde el principio, me impresionaron su generosidad con su tiempo y sus ideas, y su sentido del humor. Torcuato era un tipo siempre dispuesto a debatir sus planteos y los de uno, y a hacerlo de manera productiva.  Y a menudo dedicaba su tiempo y esfuerzo a iniciativas que contribuían a mejorar la calidad del ambiente intelectual para los demás, desde el IDES o la novedosa, para la época, catedra de Sociedad y Estado en el CBC de la UBA, basada en materiales audiovisuales; hasta su simpático “cenáculo” en el Club del Progreso. Y le encantaba ayudar a quienes hacían investigación . Cuando estaba trabajando en el proyecto que condujo a mi libroReversal of Development in Argentina, Torcuato me proporcionó unos documentos poco conocidos en su poder, una serie de conferencias en la Unión Industrial Argentina durante la segunda guerra mundial, donde encontré materiales, y pistas para otras fuentes, que terminaron resultando esenciales para mi argumento en ese volumen.

Su sentido del humor era una razón adicional para disfrutar el dialogo con él.  Cuando lo consulté (por carta, el estando él en Inglaterra y yo en la Argentina) acerca de dónde hacer el doctorado, me aconsejó que lo hiciera allí, con el argumento de que, en el peor de los casos, en Inglaterra por lo menos aprendería a tomar el té.  También recuerdo la hilaridad con la que contó las peripecias suyas y de Guido luego del golpe del 76, como si se tratara de acontecimientos divertidos que les sucedieron a otros.  O discusiones sobre política en las que asumía, en broma, la posición de un marxista dogmático, hasta sus más extremas consecuencias. O cuando presentó un paper al Journal of Irreproducible Results (no sé si fue aceptado). Creo que fue en nuestra última charla, siendo embajador en Roma, cuando describió una entrevista entre altos funcionarios allí,  haciendo resaltar sus aspectos jocosos.

Una de las cosas que más me impresionaron en Torcuato es que nunca perdía su orientación analítica ni su capacidad de crítica incisiva, inclusive hacia las posiciones políticas a las que podía adherir (adhesiones siempre moderadas por su escepticismo básico). Mis próximas visitas a Buenos Aires serán mas pobres, sabiendo que Torcuato no esta mas allí.

1/ University of California, San Diego