Di Tella en los medios
Bastión Digital
1/07/16

Ajustes económicos comparados

Por Emiliano Salas Aron

Mauricio Macri asumió prometiendo retomar la experiencia de Arturo Frondizi en cuanto al desarrollo técnico del gabinete, su capacidad de gestión y los cambios estructurales que aquel gobierno buscó durante su breve estadía en el poder. Así, se podría pensar el proceso abierto desde diciembre como un ajuste que atrasa 50 años o el preludio de un proceso de crecimiento y desarrollo sostenido.

El paralelismo con el gobierno de Cambiemos no es capcioso cuando se analizan las condiciones económicas en las cuales el presidente desarrollista Arturo Frondizi accedió al gobierno nacional. El atraso de tipo de cambio real y las distorsiones en los precios relativos, marca registrada de la política económica del primer gobierno peronista, solo habían sido brevemente modificados por el gobierno militar de la Revolución Libertadora. El déficit de la balanza comercial, con un excesivo peso de las importaciones de bienes intermedios (principalmente combustibles) arreciaba desde el ocaso de las presidencias de Juan Domingo Perón. La herencia de una inflación en el orden del 25% también era un indicador de peso, que hacia fines de los ’50 parecía ser estructural. Adicionalmente le tocó como herencia un enfriamiento de la actividad económica bastante sostenido, luego del cierre del ciclo ascendente que transformó en éxito el ajuste llevado adelante por el ministro Alfredo Gómez Morales en la segunda presidencia de Perón. Cualquier similitud con la actualidad puede ser atribuida a la simbiosis de “Cambiemos” con la Unión Cívica Radical Intransigente. Como indica  un célebre quote: “tené cuidado con lo que deseas, porque puede que se cumpla”.

A Macri no le tocó lidiar con una estructura productiva crónicamente estancada, como a Arturo Frondizi, pero tampoco obtuvo, como este, colaboraciones del gobierno saliente, como la  devaluación del tipo de cambio que se dio en marzo y abril de 1958, un mes antes de la asunción. Todo esto sin hacer mención a la dura herencia del default y el pago a los hold-outs. Aun teniendo en cuenta estas cuestiones, los parecidos con el contexto económico inicial son sustantivos.

En ambos escenarios, el ajuste económico parecía ser ineludible, y se dio (o se viene dando) de manera similar. Frondizi devaluó, en el curso de un año a partir de julio de 1958, casi 100% la moneda, dejándola flotar libremente luego. Ante el vertiginoso aumento de la inflación en la primera mitad de 1959, y ya bajo el influjo del ministro Álvaro Alsogaray, comenzó una política monetaria contractiva, con aumentos en la tasa de interés y restricciones en el aumento de la masa monetaria, para intentar contener la inflación.  

El impacto sobre la actividad fue inmediato. En el año 1959, respecto de 1958, la caída del consumo (a precios constantes de 1950) fue cercana al 5%, mientras que la de la inversión se desplomó en un 20%. A pesar de que mejoró el sector externo, llegando luego de algunos años un modesto superávit comercial, y el gasto público aumentó un 4% respecto de 1958, no se logró anclar el proceso recesivo. La política fiscal del gobierno desarrollista no fue demasiado contra-cíclica y, a pesar de los esfuerzos por elevar el gasto el construcción y obra pública, estos no pasaron de ser muy poco influyentes en el nivel de actividad.

Los efectos de la coyuntura fueron contundentes. En 1959, el PBI cayó casi 5% y la tasa de inflación minorista se elevó superando el 100% anual, producto de la liberalización cambiaria y los generosos aumentos salariales convenidos en el año anterior, que empujaron hacia arriba las expectativas inflacionarias entre los actores. La actividad manufacturera fue muy golpeada, mientras que la agricultura floreció, producto del aumento del tipo de cambio real y los saldos exportables,  devenidos de la caída del consumo. El empleo sufrió una parálisis, sin que haya retracciones demasiado significativas, a causa la caída de la inversión. Como corolario de este proceso, y a pesar de los esfuerzos sindicales y gubernamentales, se registró una caída del 25 al 30% en el poder de compra de los salarios.

La oscura foto de 1959 sería rápidamente replicada con un magnifico crecimiento a partir de 1960. Este volvería a empujar a los salarios a niveles similares a los de 1958 pero registrando, sin embargo, una menor participación de estos en el total de los ingresos nacionales. El crecimiento del poder de compra de los salarios, adicionalmente, evidenció una creciente fragmentación en los niveles de este, según la rama de los asalariados en cuestión.

Mauricio Macri, 50 años después, vuelve a intentar un ajuste por la vía monetaria. Entre el año pasado y este hemos sido testigos de una nueva devaluación del tipo de cambio. Esta fue muchísimo más modesta que la de Frondizi, aunque algunos observadores pesimistas sugerían lo contrario. También hubo un aumento de las tasas de interés de corto plazo y aun somos testigos de una política monetaria restrictiva. La base monetaria está contrayéndose en términos reales, luego de un crecimiento exponencial durante los últimos meses del kirchnerismo (solo en noviembre de 2015, esta aumento un 12,5%, con una tasa de inflación mensual de alrededor de 2,5%). La contracción monetaria se evidencia en la multiplicación de la erogación de letras y compromisos del Banco Central. A la vez, se han realizado correcciones mucho menos drásticas de la política fiscal, intentando reducir el gasto público que se drenaba por la vía de los subsidios a los servicios públicos y los recortes de gastos corrientes del gobierno, pero sin reducir en forma dramática el gasto público.

La política del gobierno de Macri tiene numerosas similitudes pero es bastante más gradualista que el “shock” de Frondizi. Intenta tocar lo menos posible aquello que más pesó en la recesión de 1959, que son el consumo y la inversión, mientras reduce pausadamente el gasto público y estimula el superávit en la balanza comercial, con la mejora en los precios relativos para los exportadores por el aumento del tipo de cambio y el recorte de las retenciones a los “commodities”.

Los efectos aun distan de ser claros pero se advierte, hasta ahora, un crecimiento de las tendencias inflacionarias e indicios de enfriamiento de la actividad, aparentemente con impactos relativos sobre el desempleo. Sobre el efecto de los precios y los salarios, podemos citar un cálculo, bastante pesimista, de la CTA, que proyecta para este año una devaluación total del 60% respecto del tipo de cambio que legó el peronismo (es decir, un dólar pasando los 15 pesos) y una inflación total de 40% que sugiere que la caída de los salarios estará en el orden del  10 al 12%, dependiendo de la actividad. Sin embargo, numerosos especialistas proyectan que la retracción de los primeros meses de este año comenzará a ser revertida en los últimos meses de 2016, y a lo largo de 2017.  

Se podría pensar el proceso abierto desde diciembre como un ajuste que atrasa 50 años o el preludio de un proceso de crecimiento y desarrollo sostenido. Aunque algunos pocos resultados parciales sugieren que el ajuste de nuestra coyuntura parece ser más leve en cuanto al costo social y económico que significa, aún resta ver si tendrá un rebote similar al que tuvo el “shock” desarrollista. Las autoridades lo proyectan en el segundo semestre y, especialmente, en 2017, año que condicionará el mapa y el futuro político de la Argentina.


*Lic. en Historia ( UTDT ). Profesor auxiliar de Historia Económica Internacional ( UTDT )