Di Tella en los medios
La Nación
30/06/16

Arte y neurociencias: cómo funciona nuestro cerebro cuando miramos una obra

La muestra Salón de Lectura, en la galería Ruth Benzacar, explora desde ambas disciplinas los caminos de la percepción visual; un experimento sobre lo que pasa en la mente cuando leemos imágenes, textos y también partituras.

Un video flashea imágenes cuadriculadas de una ciudad; otro, segmentos de un rostro y un tercero, sílabas de un párrafo. Un robot borra retazos de un texto leído por alguien. Otro los quema y sólo perdura en el papel colgado sobre la pared blanca aquello que "nos dejó" un lector anterior. Un tomo de los Principia mathematica, de Newton, y otro de L'Histoire de L'Oeil, de Georges Bataille, exhiben en forma de delicadísima filigrana, de encaje bordado sobre círculos conectados o de pequeñas esculturas "moleculares" la huella de lecturas previas.

Todos estos hechos artísticos, que se exhiben hasta mañana en la Galería Ruth Benzacar, son al mismo tiempo una exploración científica que hasta incluye experimentos in situ. Se trata de la muestra "Salón de Lectura", concebida por el neurocientífico Mariano Sigman, de la Torcuato Di Tella, y el director de la carrera de Artes Electrónicas de la Universidad de Tres de Febrero, Mariano Sardón.

Ambos "Marianos" ya habían incursionado en la exploración artístico-científica de los caminos de la mirada, la lectura y la percepción visual. En esta oportunidad, avanzan sobre una versión 2.0 de esa investigación.

"Antes, los juglares y pregoneros eran los encargados de contar las historias, que iban cambiando a lo largo del tiempo -explica Sigman-. Hace alrededor de 3000 años apareció el texto escrito en un soporte en el que el lenguaje queda grabado, inerte. Nosotros cuestionamos esa idea. Extraemos el texto leído, mirado, lo intervenimos, como si el papel fuera efímero, vulnerable a la mirada de una persona. Como si la mirada quemase. Mostramos el residuo de lo que otro te dejó luego de su lectura."

Para producir las obras, Sigman y Sardón trabajaron con siete becarios del Museo de la Universidad de Tres de Febrero. Registraron los lugares en los que se posaba la mirada de los voluntarios y, a través de un trabajo artesanal de virtuosa precisión, esculpieron en el papel ese recorrido. Por otro lado, transfirieron esos datos a dos robots que borran o queman cadenas de letras leídas. "Con el tiempo, el texto se va a ir desvaneciendo como acumulación de todas las lecturas", apunta Sardón.

Leer como los otros
Otras tres obras son las proyecciones de cómo percibimos escenas, caras y textos. "En el cerebro, los objetos visuales se dividen en esas tres categorías -explica Sigman-. Hicimos que varias personas observaran una escena y lo que se ve es un retículo, una matriz donde cada elemento corresponde a uno de ellos. Así, se advierten las áreas que miró, dónde posó sus ojos. Estas imágenes que se suceden a un ritmo de tres o cuatro por segundo son en realidad el input que llega a la corteza visual. El cerebro logra reconstruir una imagen estática, coherente, a partir de una secuencia fragmentada y desordenada. Lo que se ve acá son las maneras de contemplar. Hay regularidades: casi todo el mundo va primero a la izquierda y después a la derecha, pero cada uno tiene una idiosincrasia. El patrón de lectura es casi como una huella digital, una narrativa propia. Uno puede ver una imagen en 17 pasos. Pero sus 17 pasos no son los mismos que los de otros."

A lo largo de esta semana, los visitantes no sólo pudieron imprimir el camino de sus ojos en los textos, sino también probar el eye tracker, un sensor de registro ocular que detecta dónde hacen foco en un texto, y luego seguir la proyección de ese recorrido en la pared.

En este espacio en el que ciencia y arte confluyen, y combinan el hecho estético con la exploración, mirando las proyecciones casi se diría que uno puede leer a través de la mirada de otros. Esto es precisamente lo que ensayarán mañana a la tarde con un director de orquesta y cuatro chelistas.

"Es un experimento «sin red» -bromea Sigman-. Al director, le pedimos que lea una partitura musical. Lo hará de una manera particular, porque tiene una comprensión semántica de la música. Los chelistas van a leer en la pantalla lo visto por el director y tendrán que tocar a partir de eso, de los fragmentos donde detenga sus ojos. Queremos entender cómo se mueve la mirada en el texto musical. Lo que empezó como un proyecto artístico se convirtió en un proyecto científico de Bruno Mesz, matemático y músico."

El dúo Sigman-Sardón resultó tan productivo que los creadores ya tienen en marcha otra investigación; esta vez, con Ars Electrónica, en Austria. A través de una serie de retratos en dos ciudades (de senegaleses, chinos y ciudadanos de países limítrofes, en Buenos Aires, y de afganos y sirios, en Linz), los investigadores interrogarán a voluntarios sobre los juicios que les inspiran esas imágenes.

"Es algo que tiene que ver con la cognición social -detalla Sardón-. Queremos entender cómo construimos el relato del otro, cómo lo etiquetamos, la manera en que alguien prejuzga por la fisonomía, sin saber nada de él."