Di Tella en los medios
Bastión Digital
20/01/16

Políticas de Defensa

Es preocupante que se involucre a las Fuerzas Armadas en la batalla al narcotráfico: no hay ejemplos victoriosos del desempeño de militares en funciones policiales. Por el contrario, los antecedentes no sólo muestran fracaso sino también desbordes ante la ley, corrupción, ineficacia. Las FFAA no son una institución multipropósito. No están para hacer caminos, ni para construir barcazas, ni para establecer el orden público. Policializar a los militares tergiversa su función originaria, tanto como su uso político.

La Carta de las Naciones Unidas, en su Preámbulo confirma el compromiso de las naciones miembros de “asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará la fuerza armada sino en servicio del interés común”. Y en el artículo 51 afirma. “Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un miembro de las Naciones Unidas”.

Queda claro, por lo tanto, que el sistema internacional avala que los Estados cuenten con fuerzas armadas para la legítima defensa. Dado que en Argentina no está en discusión tener un sistema de defensa, una decisión racional es que el instrumento militar sirva a los fines de la política de Estado. Los países más modernos han readaptado sus fuerzas militares. En la mayoría de los casos se optó por fuerzas más pequeñas equipadas con instrumental moderno, modificaciones que no sucedieron en nuestra región. Con el objetivo de aumentar la eficacia y eficiencia del militar, mejorando la seguridad de los soldados, se los provee de ametralladoras ligeras, miras infrarrojas, pantallas en el casco, sistemas de navegación satelital individuales, chalecos antibalas con placas de cerámica, dispositivos de detección de minas, cazas dotados de armas láser, helicópteros de guerra antisubmarina dotados de  radares de vigilancia multi modo de 360°, sistemas aéreos no tripulados, aviones caza F 35, etc.

La lógica detrás de estos equipos es la de flexibilizar el accionar de las fuerzas, pasando de divisiones a brigadas más pequeñas y móviles. Se busca una mayor capacidad de desplazamiento, incluyendo el soporte logístico en plataformas móviles. Un requisito básico de estos cambios es alcanzar la interoperatividad entre las fuerzas, realizar programas de entrenamiento conjunto y la estandarización del equipamiento. Todo bajo un comando, control, comunicación, control e inteligencia (C4I) unificado para las tres fuerzas. Un aspecto medular de las reformas emprendidas en las naciones desarrolladas es el mejoramiento de la educación y entrenamiento del personal. Claro, este modelo implica una inversión mayor que no está dentro de las posibilidades económicas actuales argentinas ni es una demanda de la ciudadanía. Pero la decisión racional es planificar en función de este modelo y que cada cambio, cada adquisición, cada recurso material y humano, esté orientado a ese plan ideal.

El presidente Macri y su equipo no han expresado públicamente lineamientos respecto a la política pública de defensa. Se han cambiado las cúpulas de las Fuerzas, restituyendo cierta estructura piramidal. Pero estas correcciones no son suficientes como para imaginar qué paradigma de defensa sostiene el gobierno.

Hasta el momento de este escrito, el ministro de Defensa, Julio Martínez, ha formulado expresiones muy generales respecto de lo que implica su visión de la defensa: “La Defensa tiene que estar en sentido de los tiempos que vienen y de la nueva forma de gobernar”[i]. Según se desprende de la agenda oficial del ministro publicada en la web institucional, desde el 11 de diciembre hasta el 14 de enero de 2016, el ministro recibió a dos embajadores y un intendente, visitó 4 instalaciones militares, gravitó en la realización de 9 tareas de apoyo de carácter no militar (como por ejemplo prestar apoyo logístico en el Rally Dakar 2016; colaborar en la lucha contra el dengue en Misiones o participar en el hallazgo de un barco de la batalla de Vuelta de Obligado hundido en el río Paraná). La única definición más concreta acerca de los objetivos de la defensa refieren a un tema altamente controvertido: “Por expresa indicación del presidente de la Nación, necesitamos darle la batalla al narcotráfico… se colabora con radares, con aviones y también con la presencia del Ejército”[ii].

No existe información en la web de Pensar, la usina de ideas de PRO según reza su slogan, ni un solo documento que anticipe el pensamiento oficial sobre la defensa. Pero sí se sabe que en esa fundación tienen un rol destacado ex militares. Uno de sus directores es Juan José Gómez Centurión, quien dijo que la Argentina “sin defensa, está al borde de pasar a ser un estado fallido”[iii]. Gómez Centurión comandaba en la Fundación un equipo de 28 personas. Entre ellos había cuatro militares retirados: el contralmirante Carlos Ernesto Cal, el brigadier Vicente Luis Autiero y los coroneles Hugo Patricio Pierri y Jorge Raúl García Mantel. Este equipo trabajaba sobre siete comisiones temáticas: presupuesto, personal, producción para la defensa, logística, equipamiento y legislación[iv]. O sea, administración del instrumento militar. De política de defensa, nada. Hugo Patricio Pierri, ahora nombrado Subsecretario de Planeamiento Estratégico y Política Militar del Ministerio de Defensa y Jorge García Mantel designado Director de Planeamiento, tienen cercanía con el enfoque del ex ministro de defensa Horacio Jaunarena, director del Centro de Estudios de Defensa de la Universidad de Belgrano y propulsor de la policialización de los militares.

La política de defensa como toda política de Estado es polis, es pública y requiere de una visión estructural. No hace política de educación un maestro, sino un especialista en Ciencias de la Educación. El nombramiento de militares como decisores políticos es un error. Deben asesorar, pero no definir.

De todas formas, lo más preocupante es que el Ministro de Defensa hable de la batalla al narcotráfico. Las Fuerzas Armadas son caras. Se entrenan para aniquilar al enemigo, frase que si bien retrotrae a recuerdos poco felices en nuestro país, define el perfil profesional en todas las democracias occidentales. Por su parte, las fuerzas de Seguridad tienen el objetivo de imponer la ley interna. Argentina cuenta además  con fuerzas denominadas “intermedias” como la Gendarmería Nacional y la Prefectura Naval Argentina, que por su equipamiento y entrenamiento le permite disponer de mayor flexibilidad y capacidad de respuesta para enfrentar amenazas a su seguridad interior, sin necesidad de recurrir a las Fuerzas Armadas. No hay ejemplos victoriosos del desempeño de las Fuerzas Armadas en funciones policiales. Por el contrario, los ejemplos que podemos registrar en otras naciones no sólo muestran fracaso sino también desbordes ante la ley, corrupción, ineficacia.

Policializar a los militares tergiversa su función originaria, tanto como su uso político. La reforma es necesaria. Y se debe debatir en el Congreso. Las comisiones de Defensa tienen que dedicarse a algo más que cuestiones protocolares. Es necesario revisar detalladamente la estructura del gasto en defensa y plantear un modelo de sistema de defensa de largo plazo. Las Fuerzas Armadas no son una institución multipropósito. No están para hacer caminos, ni para construir barcazas, ni para establecer el orden público. Las Fuerzas Armadas son un seguro que los ciudadanos pagamos ante una eventual amenaza externa hacia la forma de vida de los habitantes, una agresión al territorio o a las autoridades legítimamente electas.


(*) Profesora en la UTDT . Investigadora del CONICET.


[iii] “Jaunarena: «Sin seguridad y defensa, crece la ilusión del atajo autoritario»”, Clarín, 14/10/15,  http://www.clarin.com/politica/Elecciones_2015-Cambiemos-Defensa-Horacio_Jaunarena_0_1448855105.html.

[iv] “Equipos aun no definidos para un área que se cruza con seguridad”, La Nación 15/10/15 http://www.lanacion.com.ar/1836596-equipos-aun-no-definidos-para-un-area-que-se-cruza-con-seguridad.