Di Tella en los medios
Télam
16/11/15

"Es posible a partir de actividad cerebral descifrar la mente ajena", dice Mariano Sigman

En "La vida secreta de la mente", el Doctor en Neurociencia Mariano Sigman se sumerge en los recovecos del cerebro humano de la mano de la ciencia y de la psicología experimental para analizar el origen del pensamiento.

En "La vida secreta de la mente", el doctor en neurociencia Mariano Sigman se sumerge en los recovecos del cerebro humano de la mano de la ciencia y de la psicología experimental para analizar -de forma amena y comprensible, incluso con giros de humor- el origen del pensamiento, decodificar la mente ajena, las posibilidades de la conciencia y los sueños, la identidad y los cambios, con una mirada humanista y positiva que descorre historias para descubrirse más y mejor.

¿La intuición deviene de algo mágico o es un proceso mental? ¿cómo funciona la química entre la gente? ¿se pueden descifrar los sueños? ¿y gobernalos? ¿es factible leer la mente de una persona en estado vegetativo? ¿las personas más bellas generan cambios de decisión en los otros? ¿cuánto de virtuosismo y cuánto de esfuerzo hay en cada uno? ¿cómo se pueden entender mejor a los bebés?

Estas y otras tantas preguntas son las que se hizo Sigman (Buenos Aires, 1972) a lo largo de su fructífera carrera como físico y neurocientífico, que ahora en medio de un boom editorial de esta disciplina, sale a la cancha con su libro donde vuelca su vasta experiencia.

"La vida secreta de la mente" (Debate) es una bitácora de la intimidad mental humana, reveladora, bien escrita -vale la pena detenerse en las notas al pie- y generadora de pistas y cuestionamientos privados, con referencias de la cultura popular y homenajes a grandes científicos de la Humanidad.

"El valor agregado del libro es haber encontrado una visión de la neurociencia que si bien es simple, es completa. Tiene una perspectiva social y humana por eso habla de corrupción, economía, derecho, propiedad y cómo uno se construye y está escrito por alguien protagonista de esta revolución, ya sea porque muchos descubrimientos son míos o porque los conozco desde un lugar más intimo", dice a Télam.

Sigman, que hace un año encabeza el laboratorio de Neurociencia en la Universidad Torcuato Di Tella, advierte en este libro que se pueden leer los pensamientos ajenos decodificando estados mentales. Pero esta perspectiva de visualización "éticamente es muy problemática". "Científicamente va a pasar. Es importante entender que ninguna tecnología es inocua, puede usarse para bien o para mal, uno puede usar la capacidad de leer el pensamiento ajeno para mejorar la vida de pacientes vegetativos o para comprenderse mejor porque no hay acceso privilegiado a la propia mente. Pero también se puede usar mal", aclara.

En el caso de los pacientes en estado vegetativo que están incomunicados "no sé sabe qué tipo de habitáculo mental tienen, ¿hay conciencia, sufrimiento, deseos, recuerdos o no? Lo que los médicos presumieron durante mucho tiempo es que la conciencia estaba apagada. Hoy sabemos que algunos pocos pacientes tienen una conciencia que se parece a la de una persona que está funcionando normalmente", explica.

Pronto aparecen preguntas éticas complicadas: ¿Sufre? ¿Qué decisiones médicas se toman con una persona que puede pasar años encerrada en un cuerpo que puede sentir pero no moverse? "Es posible a partir de actividad cerebral descifrar la mente ajena y esto es muy útil en los pacientes vegetativos porque es la única manera de saber qué están pensando. La manera es preguntando cosas básicas de distinguir en el cerebro, comparando imágenes motoras con elementos de memoria espacial, dos redes cerebrales distintas y fáciles de distinguir", dice Sigman.
Con experiencias de laboratorio, Sigman cuenta que la corazonada o intuición no es una reacción mágica. En realidad, de la actividad en una región de la corteza frontal es posible "descifrar el contenido de una decisión diez segundos antes que una persona sienta que la está tomando".

"Sucede que en casi todas las decisiones de la vida los elementos no son conscientes, uno no tiene una idea de todo lo que hay en juego cuando decide algo. Pero todas las decisiones que tomamos empiezan en el inconsciente y las razones vienen después", remarca.

Las corazonadas que parecen mágicas "tienen que ver con un proceso de aprendizaje, de años de tomar decisiones que nos constituyen. Cuando alguien se hace amigo de otro, no hay argumentos racionales, te cae bien o no. Ese 'te cae bien' tampoco es magia, uno sabe con qué gente le gusta juntarse y con quiénes no. Las corazonadas no son esotéricas, ni muy distintas de una decisión racional sino que toda esa deliberación sucede en el subterreno de la conciencia que aprendimos durante muchos años de experiencia", subraya.

Entonces, ¿se echa por tierra la "química"? "La química sigue siendo un dominio de las corazonadas y el corazón también. Cuando te late más rápido es porque viste algo importante y eso lo observa el cerebro pero no de manera consciente. Vos no llegas a ver el peligro, pero tu cerebro sí y le indica al corazón que empieza a latir más porque está pasando algo y estás atento. Las corazonadas son una alarma que hace que funcionemos mejor".

Por eso, la información "no está en el mundo externo, sino en el interno. Uno tiene que saber leerse porque el cuerpo detecta cosas importantes para decidir. Uno hace un razonamiento futurista y cada tanto le pega. Lo que se siente, nace de decisiones deliberadas. En realidad, todos somos un poco brujos", concede.

En una vuelta por los escondites del inconsciente, Sigman saca a la luz que los sueños "se pueden controlar". A eso se lo llama sueño lúcido. "En general tiene autonomía pero hay una forma de soñar que se puede entrenar y que tiene la riqueza onírica y pictórica pero uno es el guionista. Cualquiera puede lograrlo, simplemente se entrena como muchas otras cosas de la vida. La situación típica para controlarlos es con las pesadillas porque uno quiere salir despertándose o llevándolo a otro lado. Ahí cualquiera puede tener gobernabilidad".

En su libro también analiza el "efecto halo", algo a lo que "nadie es inmune" y que se da cuando se valora "un aspecto de las personas influido por la percepción de sus otros rasgos". "Hay experimentos donde los jueces juzgan de manera distinta según si la víctima es linda o no. Cuando matan a una persona, el fenómeno mediático que genera es muy diferente si es linda, simpática o luminosa que si no tiene esas virtudes", ilustra.

Este "vicio del sistema de confianza" como "si no hubiese duda que estamos retratando fielmente una realidad va contra el primer principio de los derechos humanos de igualdad ante la ley. La realidad es que alguien no es tratado igual de acuerdo al cuerpo que le toca y eso es algo constitutivo. Uno es más cándido y compresivo con quienes se le parecen que con los distintos".

El remedio ante esta injusticia humana es que "uno puede actuar por encima de ese sentimiento. Y es ahí donde entra lo cultural, lo educativo y el control cognitivo. Para poder cambiar eso es necesario reconocer que uno tiene ese vicio", reflexiona.

En términos de aprendizaje, "la mayor diferencia entre un adulto y un chico es la cantidad de esfuerzo y tiempo que un grande está dispuesto a dedicarle. Uno se olvida cuánto esfuerzo puso de niño para aprender algo. El virtuosismo -estudiado con lupa- es 95 por ciento fruto del trabajo. Aquellos que reconocemos como virtuosos dedicaron muchas horas a trabajar o entrenar", tranquiliza.

"El cerebro es la torre de control del cuerpo, el órgano que constituye todo lo que reconocemos como espiritual, lo que pensamos, nos emociona y recordamos y la mente es el conjunto de esos pensamientos. Haber escrito este libro tiene que ver con descubrirnos, con abrir esa caja de Pandora y entender los anhelos, vicios, deseos y porqué somos como somos. La ciencia es un camino para hacerlo", concluye.


Por Leticia Pogoriles