Di Tella en los medios
La Voz del Interior
23/08/15

Luces y sombras de la educación argentina

¿Es suficiente más inversión en educación para formar mejores docentes? Funcionarios y empresarios debatieron sobre el dilema educativo.

En plena campaña electoral nacional se produjo una discusión respetuosa en relación a un gran tema. ¿Suena a cuento de hadas? Quizá, pero esas actitudes fueron las que predominaron en las mesas de debate del Primer Congreso de Educación y Desarrollo Económico (Conede) realizado recientemente en Buenos Aires.

Allí expusieron sus ideas en torno de lo educativo empresarios como el magnate sojero Gustavo Grobocopatel y el emprendedor digital Alec Oxenford; funcionarios de alto nivel como la jefa del programa del Gobierno nacional Conectar Igualdad, Silvina Gvirtz; el ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, Esteban Bullrich, y el titular de la cartera de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, Lino Barañao. También dijeron lo suyo el CEO de YPF, Miguel Galuccio, y los reconocidos académicos Juan Carlos Tedesco –el primer ministro de Educación de Cristina Fernández de Kirchner– y el economista y sociólogo Juan José Llach.

La cita en el Conede fue una idea de la red de asociaciones de graduados argentinos de universidades estadounidenses de elite –como Harvard, Yale, el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y Chicago, entre otras– que suelen trabajar en puestos de responsabilidad en el país.

En general, los expositores del congreso estuvieron de acuerdo al menos en el diagnóstico: el sistema educativo argentino no está logrando argentinos más y mejor educados.

Los números dicen que los egresados del colegio secundario todavía son pocos, que hay casi 700 mil chicos menores de 6 años que no van al jardín, que demasiados alumnos repiten en el primario, que las habilidades de comprensión de textos y de pensamiento matemático de los secundarios son bajas, entre muchos otros datos.

En suma, coincidieron con los muy difundidos resultados de las pruebas Pisa (Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes, que promueve la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) que, a fines de 2013, situaron a la Argentina casi al fondo de la tabla (en el puesto 59 entre 65 países) en cuanto a calidad de aprendizaje de los alumnos de 15 años.

De Sarmiento a la “netbook”

Pero el acuerdo sobre lo que falta fue sólo una parte del debate: lo más interesante pasó por las discusiones sobre las estrategias por utilizar para revertir la mala calidad de la educación en el país. Sobre ese aspecto, tanto el exministro Tedesco como la jefa de Conectar Igualdad (programa que entregó cinco millones de computadoras portátiles a alumnos y docentes de escuelas públicas) sostuvieron que, aunque hoy existe en el país una buena inversión en educación, siguen faltando políticas de largo plazo.

“Los mejores sistemas –aseveró Gvirtz– no se construyen con mejores docentes individualmente, tenemos que tener mejores escuelas. Los contenidos que enseña un profesor tienen que estar articulados con los que enseñan los otros. Y la educación no puede ser elitista; es un derecho social exigible judicialmente, no es una mera declaración de principios”.

Los puntos de vista de los empresarios que hablaron en el Congreso de Educación y Desarrollo Económico fueron bastante críticos. Como muestra, una apreciación de Grobocopatel: “La sociedad en la que vamos a vivir, en la que termina el trabajo industrial como lo conocemos, va a influir en la formación y la educación. La primera cuestión es que tenemos que aprender durante toda la vida. Como dice un amigo, es mejor aprender que tener razón. Y cuando uno ve a egresados de nuestras universidades argentinas que ocupan cargos públicos o son líderes sociales, ve que son gente que quiere tener razón, más que aprender. Entonces, nos están formando mal. Tenemos que educarnos para cambiar y para crear”.

Desde otra mesa, el director y cofundador del sitio web de subastas OLX, Alec Oxenford, disparó: “Más allá de lo que decimos, simplemente no nos tomamos en serio como sociedad a la educación. En el país hay pocos días de clase y los profesores faltan mucho, igual que los alumnos. A mí me parece un escándalo. En los últimos 40 años la productividad del trabajador argentino no subió nada, y en otros países del mundo, sí. Y eso tiene mucho que ver con la educación”.

Al calor del debate, Oxenford lanzó una polémica propuesta: despedir a los docentes que falten a sus tareas o no sepan el programa. “Si fuera tan fácil ya se habría hecho –le salió al cruce enseguida el exministro Tedesco–. Cambiar los sistemas educativos es muy complejo. Esos docentes o alumnos podrían concentrarse en las escuelas públicas, pero en la Argentina las escuelas privadas –en las que no hay huelga– tampoco son buenas”. Y siguió: “Yo creo que efectivamente hay un problema con la sindicalización docente, pero hagámonos cargo: ¿quién puso el salario de los docentes a nivel del piso y promovió que los sindicatos docentes tengan hoy la fuerza que tienen? Ahora estamos reclutando a los peores alumnos de la escuela secundaria para ser docentes, porque la profesión no atrae a los buenos”.

“De todas formas –puntualizó Tedesco–, hay docentes que sí van a dar clase y les importa lo que hacen, que tienen un proyecto”.

Formación y trabajo

En otro panel, Claudia Romero, directora de la Escuela de Educación de la Universidad Torcuato Di Tella, hizo hincapié en cómo se enseña a los que van a enseñar. Opinó que muchos de los más de mil institutos de formación docente del país no hacen bien su trabajo, y puntualizó –basándose en un experto australiano– cuatro errores que se deben evitar en el desarrollo de la calidad docente: apostar a la tecnología en vez de a la enseñanza, poner foco en evaluar a los docentes y no en construir sus capacidades, no promover equipos de trabajo y no buscar soluciones sistémicas.

Con respecto a las famosas pruebas internacionales de aprendizaje, las Pisa, Romero agregó que “en la Argentina está en duda que exista ‘un’ sistema educativo, porque es el país con más desigualdad entre escuelas de todos los que entraron en la escala”. A esto se suma, evaluó la especialista, que según ese examen los alumnos con mejores puntajes en el país “tienen el mismo puntaje que los peores colegios de la Unión Europea o de Australia”.

Romero también explicó que desde 1997, pero sobre todo desde 2005, las estadísticas indican que cada vez más alumnos se pasan de la educación estatal a la privada, como reflejo de la intención de los padres de encontrar para sus hijos una escuela en la que “al menos no haya demasiados paros ni ausentismo docente: tendemos a resolver un problema que es colectivo a través de estrategias individuales”. En ese sentido, la especialista en educación agregó que las escuelas no son “de los ministerios ni de los alumnos, son de las comunidades”.

Los “ni-ni”

En lo referido a las deficiencias en los resultados del secundario, opinó también Juan José Llach, ministro de Educación durante la presidencia de Fernando de la Rúa. “Hay muchos prejuicios recíprocos entre el mundo educativo y el de la empresa, y una manifestación de eso son los entre 700 mil y un millón chicos que ni estudian ni trabajan, los llamados ‘ni-ni’. Esto es un problema general –siguió Llach– y no de ahora. Por ejemplo, en Holanda hay un cuatro por ciento de ‘ni-ni’, y en México son el 30 por ciento; acá andan por el 13 por ciento, aunque ha bajado esa cifra recientemente”.

Cerca del cierre, Alejandro Martins, graduado de la universidad de Pensilvania, supo resumir en una frase una idea sobre la educación que muchos en el congreso compartieron: “La presión a nuestros dirigentes políticos tendría que apuntar a que la educación sea una política de Estado, con el tiempo necesario para que, en dos o tres generaciones, veamos los resultados que queremos. Porque nos hablan del cepo y de la inseguridad, pero no de educación. Y creo que lo hacen porque los resultados de una política seria de educación trascienden por muchos años cualquier gestión de uno o dos mandatos”.

Una universidad sindical

El sistema de educación universitaria ya no se divide sólo entre estatal y privado. Así lo demuestra la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (Umet), un emprendimiento del gremio de los encargados de edificios (Suterh) que tiene unos 800 alumnos en varias carreras no tradicionales. La casa de estudios tiene aliados de peso: en su directorio participan altos ejecutivos de empresas argentinas, como la multinacional local del software Globant.

Por Ricardo Mosso