Di Tella en los medios
La Nación
2/04/15

Stanislas Dehaene: "Somos el sujeto de nuestra conciencia, pero no podemos dirigirla, no somos sus amos"

No hay duda de que el estudio de la conciencia es el Everest de los neurocientíficos. Territorio privado de los filósofos durante siglos, sus bordes imprecisos, que desafiaban una definición, llevaron a George Miller, uno de los fundadores de la ciencia cognitiva, a pedir una moratoria en su investigación hasta que se pudieran desarrollar términos más precisos para describirla. Stanislas Dehaene, una de las estrellas de la neurociencia hoy, se lanzó a este desafío formidable. Sus investigaciones no sólo nos permiten atisbar este santuario inaccessible, sino que ayudaron a desarrollar herramientas de diagnóstico que pueden orientar el tratamiento de personas con síndrome de enclaustramiento, un cuadro en el que los pacientes carecen de toda posibilidad de comunicación con el mundo exterior. Lo cuenta en La conciencia en el cerebro (Siglo XXI) un libro fascinante del que habló durante su reciente paso por Buenos Aires para dar un curso en el Laboratorio de Neurociencia de la Torcuato Di Tella.

-No hace mucho, se pensaba que el problema de la conciencia era imposible de atacar y ahora usted llega con una cantidad de respuestas. ¿Qué cambió?

-Hace 20 años creía que entender los mecanismos de la conciencia era una meta de largo plazo, para la próxima generación. Pero descubrimos muchas formas de investigarla. Por ejemplo, en mi laboratorio usamos imágenes subliminales. Reproducimos una imagen en la pantalla de tal forma que usted no pueda verla. La imagen está allí, atraviesa su retina, llega a su córtex cerebral, pero no ingresa en su conciencia. Podemos llevar la imagen justo hasta el umbral y preguntarle si la vio. Averiguando cuándo hubo o no conciencia de la imagen, podemos analizar qué pasa en el nivel cerebral. Durante mucho tiempo, los filósofos argumentaron que no podía haber un estudio científico de la conciencia porque es un fenómeno subjetivo y la ciencia tiene que ser objetiva. Pero ahora nos estamos dando cuenta de que ésa es una falsa dicotomía; podemos preguntarle a una persona si ve o no ve la imagen y correlacionar las respuestas con el estado objetivo del cerebro. Y así estamos de nuevo en el terreno de la ciencia normal: la respuesta es un hecho objetivo, "sí" o "no", y el estado del cerebro, también. Esto ha creado un muy sólido cuerpo de evidencias.

-Entre los roles de la conciencia, usted le atribuye el de "seleccionar, amplificar y propagar los pensamientos relevantes". ¿Poseemos esta maquinaria desde que nacemos o la desarrollamos al crecer?

-Mi mujer [Ghislaine] y yo medimos los sellos o marcas de la conciencia en bebés. En chicos de cinco meses ya existen marcas claras al ver una cara. Llegamos a detectarlas en bebés de dos meses. Pero estos experimentos son difíciles y no sabemos si la conciencia está presente en el nacimiento o incluso antes... Jean-Pierre Changeux, mi mentor, sugiere que tal vez el primer momento en que adquirimos conciencia es al nacer, porque hay un cambio masivo en las catecolaminas [un tipo de neurotransmisores] que bañan el cerebro. Pensamos que durante la gestación el cerebro podría estar anestesiado y súbitamente deja de estarlo durante el parto.

-¿La conciencia surge de la activación de un circuito especial?

-No es un área, sino más bien un estilo de procesamiento. Pensamos que una información, como por ejemplo el color de su remera, se hace consciente cuando es compartida por múltiples circuitos del cerebro. Cuando podemos hablar sobre una información es porque llegó a un estado de representación en el cerebro en el que es estable y se transmite a las áreas del lenguaje. De acuerdo con esta visión, la conciencia es un sistema para compartir información, es como la lengua franca del cerebro.

-En su libro, usted destaca que uno de los hallazgos más importantes fue haber comprobado que el cerebro procesa una enorme cantidad de información en forma inconsciente. ¿Esto le quita protagonismo a la conciencia?

-Yo diría que tienen una importancia equivalente. Hay psicólogos que plantean que la conciencia es apenas un epifenómeno, como el silbato de la máquina a vapor. No estoy de acuerdo. Tenemos experimentos que muestran que hay procesos que sólo se pueden realizar conscientemente. Todo proceso cerebral que dure más de un segundo o dos exige mantener información en la memoria de trabajo. Y para hacer eso usted tiene que estar consciente de la información. La conciencia es un sistema para la reflexión de largo plazo. Podemos dejarle al inconsciente todo lo que es rápido, automático (como leer, mover los ojos a lo largo del texto). Pero para lo que requiera reflexión, debemos concentrarnos conscientemente.

-¿Estar conscientes de algo es una operación voluntaria?

-La mayor parte de la actividad consciente es espontánea. Aunque no ingrese información, las neuronas, que son células excitables, se activan, incluso en la oscuridad absoluta. Eso corresponde a lo que William James llamó el "flujo de la conciencia". Mi mente evoca espontáneamente recuerdos, genera sus propias metas... Pero detrás del escenario de la conciencia hay enormes cantidades de procesamiento inconsciente. Somos el sujeto de nuestra conciencia, pero no podemos dirigirla, no somos sus amos.

-¿Qué vínculos y qué diferencias hay entre conciencia y atención?

-La atención es uno de los sistemas que trae información a la conciencia. Usualmente, en una escena compleja, aquello a lo que le presto atención es lo que ingresa a la conciencia. Si no le presto atención, está en mi visión, pero no soy consciente de eso. La paradoja es que la atención es un proceso inconsciente que selecciona información que finalmente entrará en la conciencia. Muchos experimentos probaron que puede haber atención inconsciente. Por ejemplo, si hay un pequeño ruido, mi atención puede dirigirse hacia allí, aunque no se haga consciente.

-¿Y con la memoria?

-Bueno, tenemos que distinguir entre memoria episódica [el sistema que permite tener recuerdos de momentos específicos de la vida] y otras formas de memoria. Sólo almacenamos memorias episódicas que ingresaron en la conciencia. Pero la memoria comprende cientos de miles de episodios que en este momento son inconscientes. La conciencia es el proceso por el cual selecciono y recupero recuerdos. Los recuerdos están dormidos, la conciencia los reactiva.

-¿Los sellos o marcas de la conciencia que ustedes encuentran en las imágenes cerebrales tienen valor diagnóstico?

-Ése es un avance crucial: empezamos a tener suficientes marcas de conciencia como para detectar si una persona está consciente, aunque padezca síndrome de enclaustramiento. Entre los pacientes que sufren ese cuadro, hay algunos que pueden mover los ojos o pestañear; a veces sólo pueden hacer un movimiento del esfínter. Es una situación horrible, pero por lo menos esas personas todavía son capaces de comunicar unos pocos bits de información. El más reciente descubrimiento, sin embargo, es que hay signos de conciencia en una pequeña fracción de pacientes en estado vegetativo. Algunos son lo que llamamos "super enclaustrados", es decir, carecen absolutamente de toda forma de comunicación con el exterior. Pero si uno les habla y mira sus imágenes cerebrales, se da cuenta de que están reaccionando al lenguaje exactamente de la misma forma que un ser humano normal. Ahora podemos mejorar dramáticamente el diagnóstico, pero además, con estos sellos de la conciencia, podemos predecir si la persona tiene posibilidades de recuperarse. Lo hacemos con un simple electroencefalograma.

-¿Cuáles son las preguntas que aún quedan por responder?

-Principalmente dos. La primera es cuál es la naturaleza del código neural. Nos gustaría saber cómo computan las neuronas individuales, el código preciso para que cada estado individual del cerebro esté codificado en mis circuitos neurales. Todavía no lo entendemos. Lo segundo es reproducir la conciencia en las máquinas. Podría no ser tan difícil. Le doy algunas ideas: un sistema para romper la modularidad e intercambiar información a través de diferentes aplicaciones, por ejemplo, en su teléfono. Su celular no es consciente porque la información está siendo canalizada por circuitos muy específicos. Así, el GPS sabe dónde está usted, pero la aplicación de correo electrónico, no. Si hubiera un modo de compartir información, y el teléfono en sí mismo pudiera decidir lo que es relevante para usted, sería consciente.

-Suena inquietante. ¿No teme que las máquinas se vuelvan inteligentes y conscientes?

-No, creo que podemos tener relaciones razonables con las máquinas. Les temo a los ejércitos. Temo que estas tecnologías que están mejorando nuestros cerebros y la inteligencia de las máquinas, como los drones con capacidades de reconocimiento, ya están siendo usadas (no en el futuro, ahora) para hacer el mal.

-Usted dice que la conciencia debe ser selectiva, elige una información entre muchas. ¿Ciertas drogas o dispositivos electrónicos podrían ampliarla?

-Esta limitación, el que no podamos atender a dos cosas a la vez, ya fue notada por René Descartes, uno de los héroes de mi libro. Él anticipó muchos de los fenómenos de la conciencia en el cerebro. Eso no cambiará. Es una propiedad central de un sistema para compartir información: no puede mezclarla porque está en diferentes lugares.

-¿Y entonces, cómo se explica el multitasking?

-Es una ilusión. Podemos probarlo en el laboratorio. Lo que le voy a decir es trivial, pero uno no está consciente de lo que no está consciente. Cuando uno está haciendo multitasking, no está consciente de que hay una tarea en espera. Hay una suerte de punto negro de la conciencia, por lo que uno ni siquiera se da cuenta de que su cerebro está poniendo información en espera. Por eso es tan peligroso.

BIO

Profesión: neurocientífico

Edad: 49 años

Es francés y reconocido por sus estudios en las bases cerebrales de las principales operaciones mentales humanas. El año pasado recibió el premio Brain, el Nobel de su disciplina.

Por Nora Bär