Di Tella en los medios
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11/12/14

Impuesto a las ganancias sí, arbitrariedad no

Por Eduardo Rivera López

Pocas discusiones públicas en la Argentina están tan distorsionadas y revelan tanta confusión (intencionada e involuntaria) como la del impuesto a las ganancias. Cuando esto ocurre, no queda más que aferrarse a lo obvio y repetirlo una y otra vez. Con las disculpas del caso, aquí va.

Primero, el impuesto a las ganancias es, quizá, el mejor impuesto, tanto desde el punto de vista de la justicia como de la eficiencia. El impuesto a las ganancias es un impuesto a los ingresos y, por lo tanto, deberíamos pagarlo todos, a partir de cierto monto de ingreso razonable. No hay ninguna razón para pensar que los empleados (trabajadores en relación de dependencia) tengan que estar exceptuados de este impuesto. No es ningún "impuesto al trabajo", como han impugnado muchos sindicalistas y líderes opositores ("el salario no es ganancia"). Ha sido un retroceso enorme en la discusión pública que se haya instaurado la idea de que es un impuesto ilegítimo o que grava injustamente al trabajo. No lo hace. Lo que hace es (insisto, a partir de cierto monto mínimo razonable) gravar los ingresos. Y el trabajo es una fuente (genuina por cierto) de ingresos.

Segundo, el Gobierno (a través del Congreso) puede establecer impuestos y modificarlos. Pero no puede crear o modificar (aumentar) impuestos subrepticiamente, aprovechándose de la inflación.

Si la inflación anual es (digamos) del 30 por ciento y el sueldo de un empleado aumenta el 30 por ciento, su sueldo real no ha aumentado. Por lo tanto, la proporción de su sueldo destinada al pago del impuesto a las ganancias debería ser la misma. Si es mayor, entonces se ha producido un aumento real de ese impuesto. Esto es obvio, ¿no? Ha sido un retroceso enorme en la discusión pública que el Ejecutivo haga continuamente como que no hay un aumento en el impuesto cuando lo hay, y cuando no está autorizado constitucionalmente para realizar este aumento.

Tercero, si bien le exención de ganancias por el aguinaldo nos beneficia a muchos y representa, en cierto sentido, una reparación (incompleta) del daño causado por la inflación, es también una medida fuera de toda institucionalidad democrática. Presupone la idea de que el gobierno (como si fuera una monarquía) puede tomar arbitrariamente medidas que nos benefician (o nos perjudican). El gobierno nos ha "perdonado" esta vez el impuesto, como si fuera un acto de magnanimidad frente al que debemos estar agradecidos. No he visto demasiadas reacciones de indignación frente a este acto de arbitrariedad. Nuevamente, que no las haya es revelador de las enormes falencias de nuestra cultura política.

En resumen, la cuestión es muy simple. El impuesto a las ganancias está bien. El aumento real solapado del impuesto a las ganancias está mal. La manipulación arbitraria del impuesto a las ganancias está mal, a pesar de que ayude a nuestro bolsillo.

(*) Profesor investigador de la Escuela de Derecho de la Universidad Torcuato Di Tella